El vozarrón del árbol de la calle, cantando el Brindis de la Traviata, lleva horadando mi cerebro desde las seis de la mañana. Tendría que haber salido a tirarle un cubo de agua, o mejor aún, prenderle fuego... Pero soy la única persona que lo oye y lo sufre. Cualquiera le dice a la gente que lo he hecho porque canta a voz en grito, cuando ellos solo ven un árbol, pelao y mondao.
La Cristalera se ha cerrado a cal y canto, por lo que ha tenido sus más y sus menos con su hermana gemela de la parte exterior. ¡Que mal se llevan éstas dos!
Los comensales de la Santa Cena están expectantes sobre quién será el nuevo Papa y con el estruendo de las discusiones y el vozarrón, están de los nervios porque no pueden escuchar lo que dicen en la tele. Aunque da igual. Ellos solo hablan y entienden en arameo. Además, van a lo suyo, sobre todo uno que se llama Pedro, no para quieto. - ¡Voy a ganar yo! grita a los cuatro puntos cardinales... o son Cardenales porque, esa es otra. ¿De dónde sale tanto cardenal? La cosa se les ha ido de las manos. Antes eran cuatro y el cabo y podíamos jugar a adivinar quién sería el ganador porque recordábamos los nombres pero ¡ahora es imposible! Pedro insistía: - ¡Yo ganaré! - y acababan por darle la razón para que se callara: - Vale, titi. Para ti la perra gorda.
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