Todavía con el estómago revuelto viendo a Pascualita relamerse después de comerse dos cucarachas de reglamento, llamé a la abuela para contarle lo guarra que es su amiga favorita: - "¿Eso ha echo mi chiquitina bonita? ¡La tienes muerta de hambre y encima la llamas guarra!" -¿Crees que estaría hablando contigo si la sirena no tuviera nada qué comer? Menuda es ella para hincar el diente a cualquiera. - Como no se fiaba de mi dijo que vendrían a comer a casa la paella de marisco haría su querido mayordomo inglés, GeooorBrexit. -· ¡Que no se le ocurra ponerle té al arroz o aquí habrá un mayordomocidio
Poco después, el olor de la paella llenó mi casa, salió por la cerradura. Una parte fue hacia los pisos altos y el resto fue a la calle juntándose con el olor que se escapaba por el balcón. No hay como comer una paella dando envidia a los vecinos.
El olor se extendió por todo el barrio y la fina nariz del señor Li supo, incluso, de dónde venía. Se presentó en casa con los palillos en el bolsillo de arriba de su camisa. Probó el arroz y sentenció: - No habel gambas goldas ¡Mi quelel gambas goldas!
Mi primer abuelito tradujo éstas palabras y me ordenó que le diera "lo que esperaba sobre la mesa de la cocina" Probó y repitió.: ¿Qué sel? - ¿Y nosotros? - protestamos los demás. De la cocina llegó la voz de Pepe el jibarizado (la receta era secreto de su tribu) diciendo: - ¡¡¡NOOOOO!!!
Solo él sabía que llevaba ¡CUCARACHAS!
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