lunes, 12 de mayo de 2025

¿Llueve o no?

He cogido la extraña costumbre de mirar en el ordenador, qué tal día hará hoy. Nunca me había parado a pensar en el ello. Y ahora me gusta porque me rio mucho. ¡Esos pronósticos fallan más que una escopeta de feria!

Esas eran mis cavilaciones de camino al trabajo cuando, al pasar frente a la tienda del señor Li, éste me salió al paso. - ¿Aún no tenel gambas goldas en tu casa, boba de Colia. - No. Eso solo ocurrió una vez y punto. - No, punto no. ¡Yo quelel comel gambas goldas! - 

Entonces, una frase dicha sin pensar, me puso en un brete. - ¡Dedíquese a vender paraguas y déjeme en paz! - ¿Qué quelel decil tú? ¿Tú sabel que llovela? Si tú decil a mi, yo pagal bien todos los días.

Y sin comerlo ni bebiendo, acababa de ponerme un duro peso a la espalda. Desde entonces debo mirar el tiempo que hará cada día, pasar por delante de la tienda del señor Li, darle el parte y salir pitando al trabajo. El, por su parte, tiene siempre a mano la caja de los paraguas porque, quien escribe el pronóstico suele anunciar agua aunque, en ese momento brillara el sol.

Hoy hemos roto relaciones. El señor Li no tiene paciencia. He respirado profundamente aliviada mientras mi primer abuelito decía que no lo hiciera... pero el aviso llegó tarde: había aspirado tanto aire que, al soltarlo desplacé una nube que dio un traspiés y se abrieron los cielos cayendo tal cantidad de agua que todos nos acordamos de Noé y su Arca.

Desde el balcón hemos visto pasar al señor Li a lomos de la riada que se ha formado en un periquete. Menos mal que se agarró a la caja de los paraguas y, por lo menos, no se moja el pelo...

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