miércoles, 28 de mayo de 2025

Menos mal que no se rompió la pata del cantarano!

La abuela y Pascualita llevaban tiempo sin verse y como no hay horas durante el día en España, la visita de la abuela fue a las cinco y media de la madrugada.

No me enteré de su llegada hasta que, durmiendo a pierna suelta, va la sirena y se lanza sobre mi huyendo de su amiga, que llegó muy efusiva y sacó a Pascualita del interior del barco hundido. Aterrada ante lo que creyó un ataque, saltó de la pila de lavar del comedor, reptando, llegó a mi cuarto y con ayuda de su hermosa cola de sardina que hizo de catapulta, cayó sobre mi pecho dándome el susto del siglo. 

Mi mano, sirviendo de involuntaria catapulta, lanzó a la sirena contra la abuela que llegaba hasta mi cuarto blasfemando como un gañan. Acababa de romperse el dedo meñique de un pie. Andando de noche y sin luz, uno de los meñiques chocó con la pata del cantarano de mi tatarabuela. Y un sonido agudo rasgó la madrugada poniendo los pelos de punta a los trabajadores de la basura. 

Una hora después, tomando un cola cao caliente para templar el ánimo, la abuela, que venía de El Funeral, de participar en la fiesta de la colocación en la pared de los Finados, de una nueva foto. 

- "Me llevo a Pascualita a la Torre del Paseo Marítimo, nena. Tengo el asma por las nubes y ella es mi remedio eficaz" - Pues, tenemos un problema: no cabe en el termo de los chinos. ¿Tú la has visto? En lugar de cintura tiene un flotador ¡No cabe en el termo de los chinos!

La abuela me miró de arriba abajo y abriendo la boca, que olía a chinchón, dijo con lengua pastosa: - "¡Mira quién fue a fa... fa... hablar, capullito de alhelí!"

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