Pascualita estaba de cháchara con Pepe el jibarizado cuando entré a la cocina para desayunar. Es un disfrute para la sirena a la que le encanta tirarse en plan bomba dentro en su taza de cola cao. Cosa que no le ocurre a la Fregona que es la encargada de dejarlo todo límpio. Cuando le digo que se queja de vicio se le pone el mocho de punta y grita: - ¡Necesito un Psicólogooo!
La Escoba es una política nata porque siempre procura quedar bien con todo el mundo, aunque la mitad de las cosas que dice o hace, son mentira. Este día hizo causa común con su compañera de fatigas. Me dijo: - ¿Qué te cuesta llevarla a ver un psicólogo de la Seguridad Social? - Pues que hay tanta cola que nos iban a dar las uvas. Además ¿desde cuándo hay loqueros para los utensilios de casa?
El árbol de la calle, Oreja principal del barrio, consideró que también a él era digno merecedor de un psicólogo porque: - Si supieras lo que tengo que aguantar al cabo del día... Es algo que se cuenta y no se cree.
- Yo sí te creo, amigo, - dijo el comensal de las treinta monedas, de la Santa Cena, que no tenía ni repajolera idea de lo que estaban hablando.
De repente se oyó un ¡¡¡CATACROC!!! que acalló cualquier conversación salvo, la que tenían Pepe el jibarizado con Pascualita. A la sirena no le gustan las interrupciones y lo demostró mordiendo uno de los picos del marco y guardando los restos como mondadientes.
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