Tuve un sueño ajetreado. Me lo comentó al día siguiente la Cotilla. - ¿A quién le has marcado un gol esta noche? ¡Anda que no lo has celebrado! Con decirte que el vecino de arriba ha golpeado el suelo varias veces y los demás te han echado maldiciones. - ¿Por qué? - Porque no los dejabas dormir.
El comentario y más viniendo de la Cotilla, acabó en la cesta de las cosas inútiles hasta que... tumbada en el sofá después comer, la Siesta se apoderó de mi: - Sentada en el césped de un campo de fútbol, discutía con mi entrenadora y la árbritra: - ¡Tu portería es aquella! - A mi me gusta ésta. - ¡Te toca estar allí y punto! - He dicho que me quedo aquí - ¿Por qué, si puede saberse? - Porque hay un morenazo de ojos negros que... - ¡La madre que te parió!
La discusión subió de tono hasta que, inundada de sudor, pensé que me había caído al mar: - ¡Pascualitaaaaa, sálvame! (gritaba angustiada) - Una sirena enoooooooooorme apareció a mi lado dejándome pequeña como un boquerón. Estaba tan gorda que me costó reconocerla Y para desdicha mía, su boca era ahora, descomunal. Sin embargo eso no era lo peor sino que el "monstruo marino" estaba compinchado con la Entrenadora y la Arbitra que, a su vez, se parecían mucho a la Escoba y a la Fregona.
Esos encadenamientos me angustiaban hasta que me relajé y pasé, olímpicamente, de todo. Entonces mi Neurona me regaló un secreto: - En los partidos de fútbol masculino los jugadores no paran de caerse... ¿por qué? (preguntó, picarona) - Pues... umm... pues... - Contenta como unas Pascuas al ver que no lo sabía, dijo: - ¡PORQUE ESCUPEN AL SUELO LOS MUY GUARROS!
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