- Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa vengo hecha cisco, nena. Después de horas en el trapicheo, apenas he ganado veinte euros. - Eso es raro en usted, Cotilla ¿Qué ha pasado? - Lo de siempre: los tiempos cambian, cambian los gustos y si no te adaptas a los cambios te quedas en la cuneta. - Usted tiene buena mano para éstas cosas - Ya no soy la que era... He pensado en dejar los negocios de la noche y dedicarme a trabajar de día.
- Si va a dejar de "limpiar" los cepillos de "sus" iglesias, acuérdese de mi - He dicho trabajar de día... - Ya, lo digo porque así podría dormir más horas y yo redondearía mi sueldo. - Lo pensaré... - ¡Claro, mujer! Disfrute de sus ganancias los pocos años que le quedan de vida. - ¡UEP! ¿cómo que pocos años? - Es un modo de hablar. - ¡Lagarto, lagarto!
Más tarde, después de la siesta en la salita, se encerró en su cuarto y salió, tiempo después, echa un pincel, aunque mejor diría una brocha gorda porque su cara parecía una puerta recién pintada.
- ¡Caray, Cotilla! - ¿A que estoy espectacular? - No seré yo quien diga que no. - He pensado en hacer como tu abuela: ligarme un mallorquín de buena casa para una buena causa. - ¿Cual? - La mía.
Aún resonaba el eco del taconeo de la Cotilla en la escalera y yo, todavía no había reaccionado.
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