El concierto de pitos que se monta en mi calle cada vez que vienen mis abuelitos con su enorme rolls royce y lo aparca en la parada del bus el lumbreras del mayordomo inglés, Geoooorge, me avisa de su llegada.
La abuela parecía una mujer cromañón vestida con pieles de animales de arriba abajo. En realidad son sintéticas y valen un potosí que paga, religiosamente, Andresito, tan enamorado de la antigua proletaria como el primer día.
En cuanto entraron en casa el mayordomo fue despachado a la cocina. Yo había visto unas langostas en la cesta que portaba y me temí lo peor: - ¿No irá a hacerlas con té? - "Que quejica eres, boba de Coria"
Con disimulo me preguntó por Pascualita: - ¿Cómo pasa estos días de frío mi chiquitina? - Por las noches me acuesto con una botella de agua caliente y... - "Y pijama y calcetines de lana. ¡Anda que así vas a encontrar novio! Pregunto por la sirena."
La medio sardina asomaba la jeta a través de las plantas acuáticas de la pila de lavar del comedor. - "¡Qué bonita eres, madre!" (le dijo la abuela). Y al responder yo: - Gracias, abuela - Doña Celos Reunidos Geyper me tiró un buchito de agua envenenada con malísima intención que apunto estuvo de darme de lleno.
En esas estábamos cuando Geooorge salió de la cocina con un cubo humeante que vació en la pila de lavar del comedor. - Así algas no morir de frío (dijo y volvió a la cocina) Los pulmones familiares mostraron su potencia al unísono cuando, estremecidas, la abuela y yo nos dimos cuenta de que el agua hervía... ¡y olía a pescado cocido!
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