Las bolas de polvo se arrepienten de haber despreciado a mi ojo cuando éste se les cercó para socializar con ellas. Creyeron que se trataba de una espía, la nueva Mata Hari. Dieron por sentado que, por ser ojo, habría nacido para ver. En efecto, ese era su oficio pero también le gustaban otras cosas como raspar el barro seco de las katiuscas en días de lluvia.
Este ojo mío es muy aventurero. Ahora mismo sigue fuera de su órbita con la excusa de que aún no encaja en ella. Lo que le pasa es que es un Tenorio, un calavera al que no le importa dejarme tuerta. - Aún soy joven. Quiero conocer otras culturas. Otros ojos. He oído decir que los de gata son seductores a tope.
Mejor te quedas conmigo porque no hay nada peor para un ojo que encontrarse con un gato ¡Te comería! - ¡Oh! Por lo que cuentas son pura pasión desbordada. Gatitas lindas vengo a vosotras con los brazos abiertos... - ¿Qué brazos? (empleé una voz seca, autoritaria pero pasó de mi) - ¡Gatitas, titas, titaaaas! - ¿Así vas a triunfar? ¿Llamando a las gallinas? - Pero si digo titas y no cocorocó. - Tú te lo pierdes. No sabes lo rico que está un huevo frito. - Durante un largo espacio de tiempo cerró la boca y pensé que dormía. De repente giró sobre sí mismo y mirándome de frente, dijo: - He intentado imaginarme un huevo estrellado en mi cuerpo y debo decir que, llevándolo como pamela, sería el ojo más elegante que ha parido madre.
Estamos apañados.
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