jueves, 2 de enero de 2025

El ojo.

 Pascualita mira la pantalla del televisor donde, un montón de gentes grilladas , en bañador, saltan al agua desde los muelles, o las playas, los puentes, etc... dispuestas a pillar una pulmonía con tal de salir, aunque sea de refilón, en la tele.

Entusiasmada, aplaude con sus manitas palmeadas. - Habrán echo trastadas muy gordas para sufrir ésta penitencia. - La sirena desvió unos segundos la mirada para clavarla en mi.

Sin darme tiempo a apartarme, un buchito de agua envenenada me dio de lleno en un ojo: - ¡La madre que te parió, media sardina! ¡Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay! . A medida que perdía la visión, el ojo crecía y crecía hasta que... saltó al suelo y corrió a jugar con las bolas de polvo. Sin embargo éstas le dieron la espalda. - ¡Nos mira mucho! 

Corrí tras el ojo que, de un salto, cayó en la copa del árbol de la calle: - ¡Nena, nenaaaaaaaa! Quítalo que me va a echar mal de ojo! (gritó ésta)

De repente el ojo se quedó quietecito y aterrado. Se había asomado a ver la calle y sintió vértigo. Había que sacarlo de ahí. Puse a todos los personajes a pensar cómo hacerlo y fue la Fregona quien tuvo la mejor idea. 

La cogí del palo para acercarla al ojo. - ¡Sujétate al mocho! - ¿Con qué? - Me vino a la mente la figura de un astronauta flotando en el espacio mediante una sonda sujeta a la nave.  Siguiendo mis instrucciones, el ojo rodeo varias veces las cintas del mocho con el nervio que lo unía a la cuenca vacía, después tiré lentamente de la fregona y ¡listo! Luego solo tuve que esperar a que se bajara la hinchazón para devolver el ojo a su sitio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario