sábado, 25 de enero de 2025

Otra versión de lo que le aconteció a Pepe el jibarizado

Una de esas tardes de invierno que no apetece salir de casa, Pepe el jibarizado nos contó vivencias suyas de cuando era el guerrero más apuesto de la tribu, por el que babeaban los hombres y algunas mujeres.

- ¿Cómo que algunas mujeres? Me da la impresión de que estás contando  (le dije) la historia del revés - Miré a Pepe el jibarizado. Se le veía nervioso. - ¿Estás bien? - Perfectamente. Carraspeó y siguió con el guión: - Las mujeres tenían tanto trabajo que no les daba  tiempo a nada. Se pasaban el día buscando palitos para hacer fuego, preparaban la comida y al acabar, fregaban y guardaban las ollas. Después estudiaban hasta casi la hora de la cena.

¿Los hombres también estudiaban? - No. Ellos nacían  sabiendo todo lo que debían saber. - Qué originales eran. Y como no tenían apenas nada que hacer, se tiraban a la bartola mientras las vacas comían hierbajos. Con la tripa llena, también, los hombres dormían la siesta soñando con lo que, previamente habían pactado con las mujeres que no paraban de parir y así ellas se imaginaban ver la historia en la televisión.

De repente, un día la pasión por Pepe el jibarizado explotó y los hombres de la tribu, creyendo que comenzaban las fallas de Valencia comieron tantos fartons que decidieron buscarle un Santo Patrón. Echaron a suertes y salió una genia con el nombre, impronunciable, de Pepe el jivarizado. 

  El jefe de la tribu dijo: - Para que sea un santo Patrón digno de ser adorado, hay que martirizarlo: ¡Nos lo vamos a comer con patatas!

El ojo catalejo soltó un lagrimón en el que iban, apretados y quejándose, aquellos bonitos recuerdos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario