lunes, 27 de enero de 2025

Sigo sin olfato.

Esta mañana, al abrir los ojos, me he llevado un susto morrocotudo. La cama estaba rodeada de personajes mirándome como si me quisieran comer. Me incorporé de un salto. - ¿Qué pasa aquí? (pregunté con un hilo de voz) 

Y entonces se desató la locura. Todos hablaban a la vez a grito pelado y me costó entenderlos. Menos mal que mi primer abuelito estaba al quite y tradujo: ¡¡¡¿No tienes olfato?!!! - NO... - Entonces discutieron entre sí: - Ya me parecía a mi que le faltaba algo a ésta (dijo el de las treinta monedas) -  ¡A toro pasado, todos somos el sabio Salomón (grito uno de sus compañeros de cuadro) - La Escoba, en plan chismosa, hablaba con la fregona que decía que sí a todo. - Con el despiste que tiene la nena ésta tiparraca a saber dónde lo dejó. 

Pompilio interrumpió su loca carrera: - Me he enterado de que un Olfato vale su precio en oro. Así que ves preparando el monedero, boba de Coria porque voy en su búsqueda. - ¡Pero si lo tiene vacío! jajajajajaja (dijo alguien)

Las discusiones siguieron hasta que se abrió la puerta de la calle y se escuchó a la Cotilla: - Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa. - Salí corriendo de mi cuarto para cortarle el paso a la vecina que suele irse derecha a su cama cuando vuelve de sus trapicheos: - ¡Alto ahí! ¿Qué ha echo con mi Olfato? no me diga que ha echo un trueque con él ¡Lo necesito para oler una rosa!

- A mi que me registren. Yo tengo olfato para parar un tren así qué, buenas noches. - Y se encerró en su cuarto.

Al pasar frente a la salita ví de reojo, a Pascualita montando guardia (otra vez) junto al mueble bar...

 

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