Esta mañana, al abrir los ojos, me he llevado un susto morrocotudo. La cama estaba rodeada de personajes mirándome como si me quisieran comer. Me incorporé de un salto. - ¿Qué pasa aquí? (pregunté con un hilo de voz)
Y entonces se desató la locura. Todos hablaban a la vez a grito pelado y me costó entenderlos. Menos mal que mi primer abuelito estaba al quite y tradujo: ¡¡¡¿No tienes olfato?!!! - NO... - Entonces discutieron entre sí: - Ya me parecía a mi que le faltaba algo a ésta (dijo el de las treinta monedas) - ¡A toro pasado, todos somos el sabio Salomón (grito uno de sus compañeros de cuadro) - La Escoba, en plan chismosa, hablaba con la fregona que decía que sí a todo. - Con el despiste que tiene la nena ésta tiparraca a saber dónde lo dejó.
Pompilio interrumpió su loca carrera: - Me he enterado de que un Olfato vale su precio en oro. Así que ves preparando el monedero, boba de Coria porque voy en su búsqueda. - ¡Pero si lo tiene vacío! jajajajajaja (dijo alguien)
Las discusiones siguieron hasta que se abrió la puerta de la calle y se escuchó a la Cotilla: - Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa. - Salí corriendo de mi cuarto para cortarle el paso a la vecina que suele irse derecha a su cama cuando vuelve de sus trapicheos: - ¡Alto ahí! ¿Qué ha echo con mi Olfato? no me diga que ha echo un trueque con él ¡Lo necesito para oler una rosa!
- A mi que me registren. Yo tengo olfato para parar un tren así qué, buenas noches. - Y se encerró en su cuarto.
Al pasar frente a la salita ví de reojo, a Pascualita montando guardia (otra vez) junto al mueble bar...
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