domingo, 27 de septiembre de 2015

La Senyera está de moda.

- "Nena, ¿te gusta el nuevo tinte que me han puesto?" - Pues...  - "Pues me ha costado un pastón" -  Esto te lo hacen en la escuela de peluquería por 5 euros. - "No puedo ir a esos sitios. Tengo un alto status social" - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Aaaaayyyy, que susto! ¿Qué te ha pasado en el pelo? - "Me lo han puesto a la moda" - ¿Y esas plumas? - "Son elegantes. Hasta la Cotilla se ha fijado en ellas, pero tú, como no te lo den mascado, no te enteras de nada (me dijo, altanera) " - ¿Qué te ha costado el trabajito, abuela? - "¿Lo vas a pagar tú?" - Dios me libre de quitarte el puesto. - Si no es muy caro, a lo mejor, me hago lo mismo (dijo la Cotilla) - "Por esta obra de arte me han cobrado Tropecientos mil euros" - ¿Te estás quedando con nosotras?  - "Yo, si quedo, es con un hombre de muy buen ver y cartera llena" - Ni que te hubiesen pintado un Velázquez en la cabeza. (contesté, algo mosca)

Le han teñido el pelo amarillo y en lugar de mechas, lleva cuatro rayas rojas. - Ahora que me estoy fijando... ¿es la Senyera lo que te han pintado ahí? - "¡Claro. Las cuatro barras catalanas! El último grito de la moda"

La Cotilla, al oír la cantidad que ha pagado la abuela en la peluquería, ha perdido la ilusión por el tema y se ha ido a trapichear con sus cosas. Ha sido el momento de sacar a Pascualita del acuario. Y prepararnos un aperitivo para las tres. La sirena ha mirado a su amiga, extrañada ante el cambio de look. Sus ojos de pez han bizqueado tratando de fijar bien la imágen en su retina y después, ha saltado, impulsándose con la cola, a la cabeza de la abuela. En un santiamén, las plumas ha volado y Pascualita tras ellas, intentando cogerlas.

Han llamado a la puerta. Eran el vecino de arriba y el señor Li, Se habían encontrado en el rellano. Les dejé pasar aunque les adelanté en el último momento para tener tiempo de coger a Pascualita y esconderla de miradas extrañas. - ¡Oh! ¿Qué hacel con pelo, señola Abuela? - ¡La madre deDios! ¿No ira a salir así a la calle? - "¿A qué me favorecen estos colores?" - No sé qué decirle, vecina. Es que soy daltónico... Yo venía a enterarme de lo que estaban hablando y de paso (cogió unas rodajas de chorizo y se las comió) como algo. - Yo decil a abuela que tenel pulselas de jade, bonitas. - "
¿Quiere picar algo, señor Li? Pues espabile que este cara dura no va a dejar nada en el plato"

- Se que está hablando de mi y me siento ofendido, pero, siguiendo los consejos de mi psicóloga, en lugar de enfadarme por los ruídos que hacen en ésta casa, prefiero bajar y hacer vida social con quienes no me dejan dormir. - "No le impedimos que baje, pero venga desayunado o merendado. No en ayunas, jodío"

Escuchamos un ruído procedente de la salita - "¿Se ha roto un plato?" - Sí, abuela. Uno de los que están colgados en la pared. Voy a ver por qué. - El señor Li vino detrás de mi. En el suelo, junto a los trozos de loza, estaba Pascualita, aturdida todavía por el porrazo que se había dado, saltando desde el acuario al plato. Me agaché a recogerla y la tiré por la ventana. - ¡No tilal tlozos a la calle. Podel matal a gente! - Era un papel. - Yo milal pol ventana. - Por ésta no. - Sí, pol esta. - ¡Y una porra! - ¿Tu sel loca peldida? - ¡En mi casa estoy como quiero! - Al oír mis gritos, el vecino de arriba apareció por allí. - ¿Tema de la discusión? - ¡La madre que lo parió, vecino! - ¿Mi madre? ¿La conoces?... Si vive en Formentera y hace años que no nos hablamos... - El señor Li, gritó: - ¡Sel gamba golda, en álbol. Yo cogel. - Se asomó tanto a la ventana que solo tuve que darle un empujoncito para que cayera al árbol y desde allí, acto seguido, se estrelló contra la acera. Después tiré una cuerda a la que se sujetó Pascualita y la hicé tranquilamente. Entonces escuché al vecino decirle a la abuela - ¿Hoy no sirven chinchón?

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