jueves, 31 de diciembre de 2020

Nochevieja.

 El teléfono de la abuela no dejaba de comunicar. Insistí hasta que Geooorge, el apenas europeo, contestó. - Dile a la abuela que se ponga, plis. - Madame decir - ¡Calla la boca y dale el teléfono! (le grité, como europea que soy)

Será porque las líneas están colapsadas o vete tu a saber por qué pero la voz de la abuela salía entrecortada. Sin embargo yo me oía muy bien- ¡Feliz Nochevieja! - "¿Para eso... llamas... ¡Vieja... tú!" - Después dijo algunas "lindezas" que apenas entendí pero imaginé y colgó.

¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿que vellancico se canta en Nochevieja, nena? - El que le de más rabia, Cotilla. - ¿No hay uno específico? Pues habrá que inventarlo. - A mi no me mire, A ver si se cree que el último día del año me voy a poner a pensar.

Llamaron a la puerta. Era Bedulio. - Que vengo a felicitarles el Año Nuevo. - Vale, pero no esperes aguinaldo que no está el horno para bollos. - ¡Rácanas! - ¡Ayyyyy, Bedulio de mi vida. Que bonico eres, jodío ¡Dame un besito, anda! (lo asustó la Cotilla)- ¡Quite, bicho! ¿a que la multo?

Mi primer abuelito pensó que siendo fecha tan señalada, debía participar de la "juerga" y voló por le techo de la salita despidiendo una estela de luces multicolores. No tuvo éxito porque, fue ver el alarde luminario, y tanto la Cotilla como Bedulio, se dieron de tortas para salir los primeros a la calle.

El abuelito no se dejó amilanar y voló sobre el acuario. Pascualita, encantada, saltó fuera del agua y se dispuso a seguir esa especie de arco iris, arrstrándose por el aparador. 

Les hice una foto porque estaban sembraos. Lo malo fue que no salieron en ella. El abuelito porque es incorpóreo y la sirena porque es más fea que pegarle a un padre y se rompió la cámara.

Al final tomé las uvas, atragantándome, sola y descangallada pero feliz de haber sobrevivído al criminal 2020... Mañana, cuando arranque la primera hoja del calendario nuevo, lo haré con mascarilla y tomando distancia porque, al estar curada de espanto, no me fío del 2021..., ¿qué quiere que le diga, señorita Escarlata...

¡¡¡ FELIZ AÑO NUEVO, AMIG@S. EL 2021 NOS ESPERA!!!


miércoles, 30 de diciembre de 2020

Filosofando.

 Con el paso de los años Pascualita es cada vez más terrestre. Puede estar horas fuera del agua de mar y no le pasa nada. Aunque sigue sin soportar el agua dulce y mucho me temo que, al paso que va, pronto dejará de nadar. Esto demuestra que es una luchadora nata, adaptándose a las circunstancia que le han tocado vivir desde que llegó a nuestra casa en la lata de sardinas en aceite.

¿Demuestra esto que, probablemente, haya más sirenas y sirenos, desperdigados a lo largo, ancho y hondo del Planeta?... ¡Y yo qué sé! Pero es bonito filosofar y sentirse como una Princesa de Mónaco que solo viste ropa de Chanel. ¡Yo también quiero vestir de Chanel desde que me levanto hasta que me acuesto!

Iba a tener tantos pretendientes que tendría que apartarlos a patadas para poder caminar con mis Manolos de tacón altísimo por las calles de Palma. ¡Que bonita visión!

Esta conversación, que no lleva a ninguna parte, la tuve con Pepe el jibarizado pero fue como clamar en el desierto porque ese día debía dolerle la cabeza... ¡lo único que tiene! y no estaba para filosofar!

Pascualita, que sabía que hablaba de ella, no me quitaba ojo. De vez en cuando me tiraba un buchito de agua envenenada pero sin mala intención. Por pasar el rato.

Mi primer abuelito está alicaído, nunca mejor dicho, porque al perder sus fingidas alas de servilletas rojas se sintió como si se hubiera quedado sin poderes. ¡Ya no era Peter Pan! Solo una pobre alma que vagaba por los techos de la casa de su nieta. - Hay más servilletas, abuelito. Incluso tengo unas que son rodajas de melón... ¿No te inspiran? 

El pobre, subido a la lámpara de la cocina, siente que su vida eterna se alarga hasta el infinito y más allá y que no hará el camino volando. Tendrá que cansarse, agotarse... y seguirá sin llegar a ningún sitio. 

Como tenía que sacar a Pascualita a que le diera el aire, a falta de perro que pasear, hemos ido a la Plaza de España a comprar unas pequeñas hélices luminosas que sus vendedores, chicos de la madre Africa, lanzan a las nubes con ayuda de una gomita. 

- ¡Toma, abuelito, mi regalo de Reyes! A partir de ahora vas a volar en colores, como los elefantes rosas.

Nunca pensé que le hiciera tanta ilusión. Volaba agarrado a las pequeñas hélices que dejaban una bonita estela tras ellas. Mi primer abuelito lloraba y lloraba y lloraba de emoción. Y no dejó de hacerlo hasta que inundó la casa y las lágrimas rodaron escaleras abajo donde Bedulio, que venía a entregarme una multa, las pisó, resbaló y se dio el batacazo padre. ¡Que buena foto se perdió el mundo porque no había ningún fotográfo a mano! Pero eso no quita lo artístico de la caída. Incluso aplaudí.


martes, 29 de diciembre de 2020

El Manatí.

 Después de desayunar he salido con Pascualita al balcón. Ha llovido ésta noche y el árbol de la calle estaba hecho una sopa y no de muy buen humor. - Hay nubes puñeteras que te calan hasta el último pedazo de madera. ¿No podrían ponerse un termostato y cuando basta de agua, pararse? No. Ellas van por el firmamento como cabra por rastrojo y aquí me meo y aquí no.

Al dar un paso hacia el árbol, éste gritó: - ¡Quieta, que te lo cargas! 

Quedé con la pierna en el aire. - ¿Qué pasa? - La rama más cercana me tocó la cabeza obligándome a mirar abajo. 

En un charco de lluvia había ...  un pececillo, al que casi había que mirar con lupa - Su vocecita me llegó lejana y tuve que agacharme: - Soy un mini Manatí. - ¿Manatí, tirirí? - Muy graciosa (pero no le hacía gracia) - ¿Cómo has llegado hasta aquí, Manatí? jijijijijiji - Me habían dicho que eras tonta... ¡pero no tanto!

Pascualita, asomada al escote de mi bata, una vez que consiguió enfocar bien la vista, saltó a por el esmirriado bicho. - ¡Ah! (me dije a mi misma) Tal vez a Pascualita le hace falta un Manatí jijijijiji - Perdona, ¿eres él o la? 

La sirena tocó al pececillo con sus manitas palmeadas. - ¿Importa eso? ¿Un "él" se pondría rimel en las pestañas? - ¿Por qué no? - Y una "la" ¿también? - También. 

Entonces ocurrió algo asombroso: Manatí y Pascualita se fundieron en un abrazo mientras yo seguía sin saber si era chico o chica.

Según contó después el (o la) mini Manatí, una tromba marina l@ absorbió junto con una gran cantidad de agua. - ¿No temes que te coma Pascualita? - ¡Nooo! Manatí y sirenas siempre fuímos como escama y carne.

El sol salió de repente secando los charcos de lluvia. Entonces una hojita del árbol cayó al lado del Manatí que se subió a ella, cerró los ojos y cuando los abrió ya estaba en su hábitat. Otra hojita vino a por Pascualita pero ella no se subió.

lunes, 28 de diciembre de 2020

¡¡¡Pepe!!!

 Unas manos de hielo, moviéndose sigilosamente bajo las mantas de mi cama, se cerraron en torno a mi cintura ¡y apretaron! El grito que salió de mi garganta seca, después de roncar toda la noche, movió los cimientos de la finca y de otras tres más. Después, con la voz rota, supliqué: - Abuelito, no me lleves contigo tan pronto. - ¡Jesús, María y José!

Esa voz me espabiló del todo: - ¡Cotilla! ¿qué hace en mi cuarto? - Una broma. - ¿Qué broma? - Mojarme las manos con agua fría y tocarte después. - Podría darme un colapso. - Pero ¿y lo que nos reiríamos¡ Y no mientes a tu abuelito!

Mientras desayunábamos pan tostado con cola cao, le pregunté sobre mi primer abuelito: - ¿Por qué no puedo nombrarlo? - Porque da mal fario. - ¿Por qué? - Porque sí. 

No me quedó más remedio que preguntárselo a él  en cuanto apareció sobre la lámpara de la cocina. - Siempre he pensado que tu abuela y la Cotilla, adelantaron mi viaje al Más Allá. - ¿Lo puedes demostrar? - Supongo pero ahora tengo otras cosas que hacer... - ¿Por ejemplo? - Lucir mi nuevo sudario. - Pero, bueno ¿es que estrenas cada día?

Dijo que al encargado del Más Allá, un tal Perico, le había caído en gracia y había cedido a su petición de tener un sudario nuevo porque el otro estaba hecho unos zorros. - Ahora tengo cuatro nuevos. - Pues son muy monos. - El que no pide, no mama.

La Cotilla estaba mosca. - Lo de fingir que hablas con alguien te lo podrías ahorrar. No tiene gracia. - El abuelito tiene cuatro sudarios nuev... ¡Oiga! No me deje con la palabra en la boca, jodía. 

Pascualita se asomó al borde del acuario al oir voces pero, como no vio a nadie discutiendo, en lugar de tragarse el agua envenenada, se la tiró a Pepe que, abandonado sobre la mesa de la cocina, la recibió con desagrado y gritó: - ¡¡¡JOPÉ YA, COÑE!!! - Y me quedé de piedra.

 

domingo, 27 de diciembre de 2020

Comida navideña.

 - ... y el Jefe de los municipales dijo no. - La abuela, por poco se atraganta con el champañ. - "¡¿Dijo NO?! Este me va a oir. ¡Andresito, mueve tus influencias. Llama a quién tengas que llamar y procura que, antes de ésta noche, ese Jefe sea destituído a municipal raso y que la nena y la Cotilla reciban su dinerito... del que descontarán el que me darán a mi por haberlas ayudado."

El abuelito carraspeó, molesto. - Hace tiempo que no tengo influencias (se puso rojo como un tomate) - "¿Con eso me estás diciendo que no quieres ayudar a nuestra nieta y a mi amiga?" - ¿Eh?... ¡No, ni mucho menos! Es que... - "¿Estás oyendo a tu hijo?" (la abuela se dirigía a la Momia) - Ha salido a su padre. Parece que se va a comer el mundo pero se deshinfla al primer contratiempo. - ¡Mamá! - ¿Vas a dejar que mi única bisnietastra se quede sin la comisión que le corresponde?

El pobre Andresito cambió el condumio por el bebercio, apocado ante la artillería pesada de las dos mujeres más importantes de su vida. 

Quién no se perdía detalle de lo que pasaba en la mesa del comedor, era mi primer abuelito que últimamente, parecía haberse tragado el espíritu de Tarzán y las lámparas, las cortinas, los hilos de tender... se convertían, para él, en lianas.

Pascualita, que iba en plan broche en la solapa de la abuela, miraba a ambos lados tratando de sopedar a quién debía atacar primero. 

Por fin, quien abrió la boca fue Geoooorge. - Womans estar majaretas. Ser delito comisión... - Lo será en tu pueblo, inglés. Abuela, tu mayordomo te ha llamado loca. - Y sin pestañear, le dio tal pescozón al pobre que hizo palmas con las orejas. Desde ese momento, estuvo callado y bebiendo con Andresito.

Mi primer abuelito volaba por casa como una mariposita atraída por la luz. Estaba tan encantado con sus exhibiciones, que solo podía ver yo, que ahuecó los brazos, las servilletas rojas cayeron al suelo y al quedarse sin alas, él también cayó ¡dentro de la sopera! 

Mientras todos buscaban, asombrados, el por qué de las salpicaduras, yo me hacía la despistada intentando sacarme un trozo de lechuga de entre dos muelas.

 

 


sábado, 26 de diciembre de 2020

Aaaayyyyy, Cotilla.

 A pesar de ser Navidad, la Cotilla no ha parado de darme la lata hasta que me he levantado de la cama más enfadada que un mono. - ¡¿Pero que le pasa?! Es fiesta, está todo cerrado ¿por qué no me deja dormir, pesada?

- ¿Vas a desayunar? - Naturalmente. - Vale , pero no te duermas en los laureles. - ¿Quiére que me atragante? ¿Por qué no se va a trapichear y me deja en paz? - Porque no hay nadie en las calles... - ¡Por fin lo entiende! Hale, me voy a la piltra a seguir durmiendo.

La Cotilla empezó a respirar fuerte y entrecortado mientras exclamaba: - Aaaayyyy, me muerooooo... - ¿En Navidad y en mi casa, ni hablar? solo faltaría esto (dije). - Lo vas a conseguir con tu pachorra... ¡Aaaaayyyy, Señor, lo que tengo que aguantar!

Por otro lado, Pascualita estaba de uñas porque seguía en el acuario y ella está acostumbrada a ir a desayunar a la cocina pero, estaba la Cotilla allí. Histérica perdida, se entretuvo dando salos mortales y llenando de agua el suelo del comedor. - Nena, ¿no oyes chapoteos? - Eso es la cisterna del váter que no va bien.

Mientras tanto llegó mi primer abuelito en plan gracioso y empezó a dar vueltas al rededor de la lámpara del comedor. Para dar más énfasis al vuelo se colocó las servilletas rojas, imitando unas alas, bajo los sobacos. En un momento la lámpara se columpiaba hasta dar golpes en el techo, al ir y al volver de su vaivén.

Era lo que me faltaba para que mis nervios terminaran de tensarse como cuerdas de violín. Le di un empujón a la Cotilla que, boquiabierta, miraba el frenesí de la lámpara: - ¡Vámonos, Cotilla! 

Al llegar a la calle me di cuenta de que iba en pijama, bata y pantuflas pero ya no quise subir. Entonces la Cotilla, tiró de mi brazo... hasta que llegamos al cuartel de los Municipales. La vecina empujó la puerta con brío, se plantó delante del guardia del mostrador y gritó: - ¡Venimos a cobrar la comisión! - y se quedó tan ancha. Poco después salíamos de allí con cajas destempladas.

- No las encierro porque es Navidad. Hay que tener cuajo para venir a pedir una comisión por las multas que se pusieron ayer bajo su casa. ¡Hay que tener narices! ¡¡¡FUERAAAAAAAAAAAAAA!!! - gritó, fuera de sí, el Jefe de los guardias.



viernes, 25 de diciembre de 2020

¡Y mañana Navidad!

 EsToY aFóNiCa PeRdIdA. La voz me sale con altibajos, gallos, carraspera y dolor de garganta. Y todo por culpa de la Cotilla que se trajo a comer turrón a un sucedáneo del Orfeón Donostiarra.

Si para cenar fuímos dos, cumpliendo normas sanitarias, salvo los invisibles que abundan en casa, para la sobremesa llegaron los compañeros de trapicheo de la Cotilla dispuestos a dejarme sin turrón, sin chinchón y sin las sobras de la cena. 

Los oí venir de lejos, cantando y uniéndose a los villancicos del árbol de la calle. - La Tuna está haciendo un pasacalles aunque van un poco descompasados (dije inocentemente). - La vecina no abrió la boca. Cuando llamaron al interfono se levantó como si le hubiese picado una avispa y corrió a abrir.

Me ilusionó llenar el comedor de tunos. Nunca se sabe dónde puede estar el futuro padre del bisnieto de la abuela. Pero, cuando vi el panorama que entró en casa, quién no tenía ochenta años tenía setenta y nueve, se me cayó el alma a los pies.

- Pero..., pero... ¡Cotillaaaaa! - ¡Canta nena, canta, que quién canta su mal espanta! 

Con la escandalera no se oía nada, pero por el rabillo del ojo vi como Pascualita salía como una flecha, del fondo del acuario hasta su borde, con las mandíbulas preparadas para clavarlas en el infieliz que se le pusiera a tiro.

Las canciones se hilbanaban una tras otra, sin descanso. Yo gritaba: - ¡Dejad algo de turrón! ¡Callaros! - hasta que se me rompió la voz. 

Salí al balcón antes de que me estallara la cabeza. En la calle había un gentío, mirándome, con los puños levantados: Por lo visto los vecinos no eran partidarios de semejante escándalo, pero yo pensé que estaban encantados, por eso hice una gran reverencia con mi gracia innata y me llovieron desde frutas, trozos de porcella... hasta tabletas de turrón del duro... Ahora tengo más cardenales que el Papa de Roma. 

Llegó un coche de los municipales. Eran más de las diez de la noche y la gente seguía gritando en la calle. Bedulio y sus compañeros bajaron a toda prisa y se metieron en mi entrada. - ¡Ostras! Me va a multar. (pensé) - La Cotilla, al ver la expresión de mi cara, soltó un silbido arrabalero y el Orfeón, calló de repente. - La vecina solo dijo: - ¡Policía. Multa. Escondernos!

Y como por arte de mágia no quedó nadie en el comedor. Lo extraño fue que, por más que buscaron los municipales, no encontraron nada.

Al quedarme sola, tomando un ponche de chinchón por lo de la afonía, mi primer abuelito me contó que se había divertido mucho tapando con su sudario nuevo a los grupos de trapicheadores, cuando los guardias se acercaban. Incluso tapó al árbol de la calle porque fue quien cantó más fuerte.

Mientras, en la calle, los municipales multaron a todos los vecinos por no respetar el Toque de Queda.



jueves, 24 de diciembre de 2020

Nochebuena.

 - Bueno, ha llegado Nochebuena y, por primera vez cenaré solita... ¡Yupiiiiiiiiiii! Comeré lo que quiera, repetiré si tengo ganas, cantaré villancicos a voz en grito, veré lo que se me antoje en la tele y me iré a dormir cuando me de la real gana.

- Va a ser la repanocha. Una sensación nueva. ¡Libertad a tutiplen! Podría aprovechar e invitar al bombero más cachas del calendario, o a... Ay, no que no son convivientes míos, ojalá. Vaya hombre, en éste caso me quedan pocas opciones... Bedulio. Tampoco. El señor Li tampoco... Los abuelitos estarán en su Torre del Paseo Marítimo con la Momia y sus cubanitos culito-respingones... ¿Y yo?

Un chapoteo me sacó del ensimismamiento en el que había caído. ¡Claro, Pascualita! Menos mal que compré una caja de gambón en el Mercadona y le pondré algunas para cenar y va que chuta.

Preparé un buen caldo para varios días absorta en mis pensamientos, por eso me sobresalté cuando escuché: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿qué cenaremos hoy, boba de Coria? - Usted sabrá lo que dan hoy en el comedor social.

Huy, no voy a ir porque hay que estar en casa a las diez y eso, en Nochebuena, es muy pronto. - Aquí no puede quedarse. Váyase a su piso, Cotilla, que ya no la conocerá. - Me quedo contigo, que para eso somos CONVIVIENTES ¿o no duermo aquí todas las noches cuando vuelvo del trapicheo?

- ¿Alguien duda de mi mala suerte?

Empecé a preparar la cena. Saqué botes, cajas y tarrinas para tenerlo todo al alcance de la mano. Herví huevos, mezclé ingredientes, preparé la pastita para hacer un kilo de gambón con gabardina pero... Pascualita solo había dejado media docena de ellos. 

Saqué toda mi rabia fuera y agarré  por los pelo-algas a la medio sardina, hice un molinete y la lancé por la ventana de la cocina como si del mismísimo coronavirus se tratara, estampándola contra el árbol de la calle que empezó a cantar villancicos con toda la potencia de su voz, pensando que le había dado la señal de arrancar. Mi primer abuelito, vestido con un sudario nuevo, voló, cual ángel anunciador, dando vueltas por el comedor. - ¡Te faltan las alas! (le grité) - Y cogió dos servilletas rojas, sujetándo cada una con un sobaco. Así quedaba más aparente.

Pepe, con una trompeta de cartón metida en la boca, pitaba y decía OOOOOOOO al mismo tiempo. La única que se fue a dormir pronto fue Pascualita, harta de gambón.

La Cotilla y yo, sentadas a la mesa del comedor, con la flor de Navidad presidiéndola, no veía pero notaba, los vuelos del abuelito. - En este piso hay una corriente de aire que va y viene. A lo que yo añadí: ¡¡¡ESTA NOCHE ES NOCHEBUENA Y MAÑANA NAVIDAAAAAD, SACA LA BOTA MARIA QUE ME VOY A EMBORRACHAAAAAAAR!!! - ¡Eso, saca el chinchón y brindemos por todos los amigos y amigas de los relatos de Pascualita y su loca familia. Que pasen unas fiestas diferentes pero con salud. Mucha salud. Los besos y abrazos llegarán más pronto que tarde. ¡Un beso (con mascarilla) a tod@s.


miércoles, 23 de diciembre de 2020

Ensayando.

 He comprado una zambomba para acompañar los villancicos que cantaré mañana. También polvorones. Los cantaré a dúo con el árbol de la calle que es un artista consumado, por eso he decidido ensayar para no hacer el ridículo ante todo el barrio y que las canciones me salgan perfectas. 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Se puede saber por qué llamas a la lluvia en vísperas de fiestas, so cenizo? - Que Santa Lucía le conserve la vista, Cotilla, porque el oído lo tiene perdido. Son los villancicos clásicos de toda la vida.

Esta mujer siempre me saca de quicio. - Que más quisiera usted que cantar como yo. - En tiempo de sequía sí. Buenos dineritos me pagarían los agricultores. Por cierto ¿dónde está el chinchón? ¡Anda, polvorones! - Y sin encomendarse a Dios ni al Diablo, cogió la bolsa y la botella y sentándose a la mesa del comedor se puso a comer somo si no hubiera un mañana.

No me quedó más remedio que coger polvorones y comerlos antes de que la Cotilla se los acabara,  mientras seguía ensayando: - ¡¡¡Veinticinco de Diciembre ¡¡¡FUM, FUM, FUM!!! 

- ¡Calla de una vez, boba de Coria, que me estás duchando! - Todo lo que había a mi alrededor, acuario de Pascualita incluído, quedó sembrado de cachitos de polvorones que se escaparon de mi boca con el Fum, fum fum. El resto lo tenía pegado al paladar y a punto estuve de ahogarme. Menos mal que la botella de chinchón estaba a mano. - ¡Eh, deja algo para mi, egoísta!

martes, 22 de diciembre de 2020

Ni un euro me ha tocado.

 Durante el desayuno he comentado con Pascualita que me he levantado con un comecome. - Como si tuviese que hacer una cosa y no recuerdo cuál. ¿Qué podrá ser? - Por toda respuesta, la sirena saltó del frutero a su taza de cola cao, en bomba y me puso perdida la muy jodía.

El chaparrón me despejó la mente: - ¡Ah, sí! Tengo que escuchar la Lotería de Navidad. - Fui al baño para no tener que ir durante el Sorteo. Basta que me vaya un momento para que canten alguno de mis números. Preparé papel y boli, encendí la radio y esperé, pacientemente, a que fueran las nueve.

Ahora que el Sorteo ha llegado a su fin, ni me ha tocado nada ni he podido saber qué se siente cuando, de repente, eres millonaria. Así que, siguiendo la tradición, hoy no se pone el telediario en casa... Ni que fuera masoquista.

De todas maneras, la sensación del comecome ha seguido ahí. - ¿Qué se me olvida? - El árbol de la calle se ha encogido de hombros. Está tan pendiente de las lucecitas led que lo adornan que solo piensa en admirarse. Mi primer abuelito sigue desaparecido. Pepe entona su eterno OOOOOOOOOO al ritmo de villancicos... Ay, ay, ay Ya sé lo que me olvidaba: montar el Belen.

He sacado toda la parafernalia de cada año y lo he montado en el taquillón de la entrada donde, al final, las figuras cambian de sitio según los gustos del último que llega.

Cuando salgo al balcón con bolas de colores, espumillón y las postales recibidas, toda la atención del árbol de la calle es para mi. Aunque no sea un abeto, éste año será mi Arbol de Navidad por lo que me  acompaña en éstos tiempos de coronavirus.

- ¡Holaaaa! - ¡Abuelito! Pensé que no volverías del Más Allá. - Vengo del Más Acá. - Puso los ojos en blanco, dio varias vueltas al rededor de la lámpara del comedor. Lanzó unos suspiros que batieron el aire y mientras hablaba, de su boca salían corazoncitos, dijo: - He estado con mi novia... - ¡Ostras! ¿La Momia? - ¡La misma! ¡Que mujer! Soy taaaaaan feliz ... - ¿Pero los fantasmas también...? - También. - ¿Y mucho? - Tres días terrestres con sus tres noches. - Me corroe la envidia (he pensado) - ¡Lo sé! - ¡Glub!


lunes, 21 de diciembre de 2020

Una que se va con viento fresco.

 Mientras comía un plátano a media mañana, enfrascada en quitarle todos los hilos, que aún no sé para que se los pusieron, me pareció ver, por el rabillo del ojo, que algo pasó rodando camino de la cocina.

- ¿Cotilla?... ¿Es usted? - Obtuve la callada por respuesta. Confirmado que no era nadie sino un efecto visual que no venía a cuento, seguí con mi entretenimiento. Pero, cuando lo que fuera que rodaba, volvió sobre sus pasos, salté de la silla y pedí ayuda a mi primer abuelito. De nuevo, nadie me contestó.

Mis dientes iniciaron un castañeteo como para lucirse en un concierto en el Teatro Real. Llevaban un ritmo aflamencado que, a otra persona que no fuese yo, le pondría los pies en movimiento pero el miedo me impidió apreciar tanto arte. 

De pronto, tuve la sensación de ser observada y corrí hacia el acuario a por la sirena. Ella sería mi defensa ante el violador de mi libertad. Tampoco pude contar con ella porque le sentó a cuerno quemado que la despertara de una de sus muchas siestas y sacó la dentadura a pasear.

Entonces puse en práctica el método: si una cosa te da miedo, acércate y verás como no es nada. ¡Que fácil es decirlo! Afortunadamente y para no enfrentarme sola a lo que fuera que yo había visto, cogí a Pepe que descansaba sobre el aparador y lo usé de parapeto.

Sentí la mirada del intruso a mi espalda y se me puso la carne de gallina. Giré en redondo para encontrarme, cara a cara..., con una enooooooorme bola de polvo cuyos encantadores ojitos me sonreían. Al principio no la reconocí. - ¿Qué te ha pasado? (pregunté estupefacta) - He estado visitando  otras casa y he ido recogiendo todo el polvo, borra, telarañas que me salían al paso. Así me he puesto de guapa y lustrosa.

- ¡Pues ya te estás largando que me basta y me sobra con el polvo y borra que tengo yo! - Y sin más, abrí el balcón de par en par. Cuando la enorme bola se asomó, una fuerte ráfaga de viento se la llevó lejos mientras el árbol de la calle, la despedía cantando: - ¡Adioooos, con el corazón que con el alma no puedoooooo"


domingo, 20 de diciembre de 2020

Abuelito ¿dónde estás?

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa¡ No hay mal que por bien no venga, nena. Estas Navidades nos van a salir baratísismas porque solo vamos a ser dos. - ¿A quién va a invitar, Cotilla? - A nadie. Voy a comer y cenar aquí, contigo, para que no te sientas sola. - ¿Que delicatesen traera en Noche Buena? - ¿Yoooo? Con mi paguita exigua...  Ninguna. Total para dos... - Podría traer unos tomates. - Si solo es eso... - Haré pan con tomate y lo mojaremos en el cola cao.

- ¡¿Solo vamos a cenar eso?! - La Pandemia exige moderación. - Pero ¿tanta? - Como dijo una niña en televisión: - Peor es estar muertos.

La Cotilla se levantó hecha un basilisco y salió dando tal portazo que, a punto estuvo de sacar la puerta de su sitio. - Le grité: - ¡Traiga también una pandereta!

Pascualita, que dormía a cola suelta, pegó tal respingo que dio de cabeza contra el techo del comedor y quedó conmocionada. La bola de polvo, con sus encantadores ojitos, rodó como un soplo hasta ella para ayudarla. A mi primer abuelito se le veía feliz. - Tanta gloria lleves como descanso dejas, Cotilla  (dijo) - Y le hizo un brindis al sol que, en esos momento, iluminaba la botella de chinchón que estaba sobre la mesa.

De repente algo saltó cerca de mi y captó mi atención. Era una alegre araña saltariana. Inmediatamente la aplasté - ¡Chaf! - La voz del abuelito me llegó telepáticamente al cerebro: - No podrás con ella. Se aplasta, disimula y renace como el ave Fénix. La conozco porque llegamos juntos al Más Allá. 

- ¿También hay bichos allí? - ¡Claroooo! Bichos somos todos. - ¿Dragones... también? - No lo dudes. - Quedé pensativa... - Entonces seré mala e iré de cabeza al Infierno, donde no habrá nada de todo lo que me asusta... - ¿Quién te ha dicho que estoy en el Cielo, nena?... Yo no jejejejejejeje.

 

sábado, 19 de diciembre de 2020

Repartiendo justicia.

 La Cotilla me ha dicho que ha visto a Geoooorge llorando en inglés por los rincones. - Hay que ver en lo que ha quedado un hombre como él, con esa elegancia innata que solo tienen los mayordomos ingleses usando el plumero para quitar el polvo. - Sí, quién le iba a decir a él los dolores de cabeza que le depararía votar que sí al Brexit. - ¿Crees que eso tiene algo que ver con que quisiera cargarse a los pobres animales y usarlos para las fiestas de Navidad? -He aquí la pregunta del millón, boba de Coria.

Cuando se lo he contado a la abuela ha tenido remordimiento, pero solo un poco porque, aunque le ha permitido volver a la Torre del Paseo Marítimo, no le ha devuelto su habitación. Ahora la ocupan el conejo, el pato, el pavo y el pollo y Geoooorge duerme en la casita de aperos del jardín.

Andresito, que expresó su opinión, poniéndose de parte del inglés, ahora comparte con él un rincón de esa casita.

La abuela ha venido a casa, en el autobús y cargando con los avíos de la paella. - "Aaayyyyy, vengo baldada... Ya no recordaba lo que es cargar con la compra, meterse en un autobús llenos hasta los topes, con la mascarilla puesta, aguantando de pie los vaivenes en las curvas que te lanzan a derecha e izquierda como un pelele. Y haciendo sitio, aunque no haya, a los cochecitos de bebés cuyas mamás los empujan como si fueran tanques al asalto de un hueco donde meterlos... Esto, con Geoooorge, no pasaba. Iba tan ricamente en el rolls royce... Que tiempos aquellos". - Pero si hace dos días. - "Me parecen una eternidad"

Al olor del sofrito, la Cotilla apareció como por arte biribirloque y aposentó sus posaderas en una de las sillas del comedor sin darme opción a mandarla a tomar viento.

Fue durante la sobremesa cuando entramos, realmente, en el asunto. - ¿Vas a indultar a Geoooorge? - "No debería..." - Que poca fuerza de voluntad tienes (que jodía es la Cotilla) - "Es que me hacía la vida mucho más llevadera" - Considero que su fallo fue no consultarte el menú (dije) - "Lo hizo. Pero pensé que compraríamos la carne en la carnicería... No es lo mismo comerse un pavo al que no conoces de nada que a un conocido" - En eso tienes razón... ¿Tomamos un chinchón?

Media hora después la abuela preguntaba: - "Por ejem... plo: La frut...a ... ¡hip!... del chin... chin...chón, no la conoco... ¡hip!... ¿me la ha... presentadooooo alguien... ¡hip!?" - ¡Nooooo! (contestamos al unísono la Cotilla y yo) - "Por eso lo... bebemossss..." ¡hip!

Rondando ya el coma etílico, pregunté: - ¿Entonces... Geooooorgeeee, qué? - "Valeeeeeeeeee... podrá dormir... con los... ¡hip!... ani...mal... essss" - ¿Y Andresit... o? - "¡¿Ese...?! ¡A la... casita!"

viernes, 18 de diciembre de 2020

Compras de Navidad.

 Hemos ido al mercado de Pere Garau, la abuela, yo y Geoooooorge. El mayordomo cargando con el carrito de la compra y , siempre, dos pasos detrás de nosotras. - ¿Es una manía que tiene el inglés? (pregunté) - "No. Es una costumbre de la Reina de Inglaterra. Hasta su marido tiene que seguirla. He intentado que Andresito haga lo mismo. Aún no lo he conseguido pero todo se andará." 

Giré la cabeza y le vi tan serio, tan estirado que me dio la risa. - Abuela ¿puedo llamarle silbándole? - "¿Cómo si fuera un perro?" (pensé que me había ganado un sopapo pero no. Le dio la risa floja y silbó) En realidad no le salió ningún sonido pero nos partíamos de risa y el pobre Geoooorge en el limbo.

Al pasar junto al payés que vende animales vivos, el mayordomo dijo: - Madame, ser bueno chiken para Noel. Comprar, plis. - ¿Quiére que le compres un pollo? (dije mientras me limpiaba las lágrimas) Desde que está con lo de Brexit no parece él. - "Sí, está un poco trastornado"

Compró un pollo, un conejo, un pato y un pavo. - ¿Me compras un periquito, abuela? - "Ya he agotado el presupuesto" - Vi alejarse el rolls royce convertido en una granja y sentí un punto de envidia.

 Poco después sonó el teléfono. Era Geooorge y parecía muy alterado: - ¡Plis! ¿tú querer a mi? - ¡Ni loca! - ¡Madame no querer a mi en su hause! - Quien te entienda que te compre. - Y colgué. Pero él insistió llamando una y otra vez. 

Desde lo alto de la lámpara del comedor, mi primer abuelito dijo: - Lo mismo tu abuela lo anda al otro mundo... como a mi.

Visto el panorama y sin saber a qué carta quedarme, le dije al inglés que viniera a casa.

Llegó hecho un manojo de nervios y cuando me contó lo sucedido lo dejé atontado de un escobazo. Llamé a Bedulio. - ¡Ven corriendo y te ganarás una medalla de tus jefes! - Más de media hora me costó convencerle. Cuando llegó le señalé: ¡Ahí tienes un asesino, internacional, en serie! - ¿En serio? - ¡En serie, coñe!

El mayordomo estaba medio grogui y se dejó esposar. Camino de la escalera le oí murmurar: Mi no entender... ¿Querer comer animales... vivos...?


jueves, 17 de diciembre de 2020

Triunfando.

 Para ir entrando en el espíritu Navideño, me he pasado casi todo el día cantando villancicos. Los he cantado de todas las maneras, al ritmo de samba, flamenquitos, gregorianos, rap... en fin, un bonito concierto para los vecinos ¡gratis!

Y ahora llaman a la puerta. Antes de abrir pego el ojo a la mirilla. El rellano y parte de la escalera está llena de gente ¿Tanto ha gustado? Tengo que contárselo a la abuela.

- Madame decir que no estar. - ¡He triunfado, Geooooorge! ¡Dile que soy la Julio Iglesias de la Era Moderna! ¡Que presuma de nieta!

Jamás pensé que cantar villancicos sería mi catapulta al estrellao. Lástima que no se unieran a mi, ni el árbol de la calle ni el contenedor de basuras inteligente. Quedaré con ellos para otro día.

El caso es que tengo que abrir a mis fans pero me tiemblan las piernas de la emoción ¡Oh, cuando me vea en un escenario, con la gente de pie, aplaudiendo y tirándome flores! ... ¡snif, snif...! Me he emocionado... 

Desde lo alto de la lámpara del recibidor, mi primer abuelito me decía - ¡No abrás, nena! - ¿Cómo no voy a abrir, abuelito? Mi público me jalea. - Allá tú (dijo y se repantingó para ver lo que ocurrió a continuación)

Fui a por Pascualita. - Tienes que ver lo que es triunfar. - La coloqué en plan broche sobre mi escote y abrí la puerta de golpe, con los brazos abiertos como una Diva ... y así pude recoger gran parte de la verdura que me tiraron. El resto cubría el suelo de mi casa, desde la puerta hasta la cocina.

Bedulio apareció por allí, bloc de multas en ristre: - Por berreo público, por dolores de cabeza generalizado en el vecindario, por asustar al personal creyendo que ocurría una desgracia nuclear, por dejar sordos a la mitad de los vecinos y con problemas de vértigo a la otra mitad... Y siguió y siguió  multándome.

Me enfurecí: - ¡No está hecha la miel para la boca del asno! - Después me dije que no hay mal que por bien no venga ¡Tengo verduras y frutas hasta finales de Enero!

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Componiendo la mesa de Noche Buena.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Nena, en Noche Buena cenaré con mis compañeros de trapicheo. - Usted sabrá. - ¿Lo dices por la tercera ola? Somos convivientes todas las noches.

 - Fíjate (dijo abriendo su enorme bolso) he cogido cabos de velas de las iglesias que "límpio" para adornar la mesa esa noche. - ¿Y esas velas nuevas que asoman por aquí, las ha encontrado en la calle? - Son para trapichear... ¿Cómo quiéres que llegue a fin de mes si no?

Mi primer abuelito, viéndome enfadada, desenroscó una bombilla de la lámpara del comedor y se la tiró a la Cotilla. - ¿Tampoco sabes poner una bombilla, boba de Coria? (me dijo la pardala)

Llamó la abuela: - "Nena, que estas Navidades comeremos solos Andresito, su madre la Momia, los cubanitos culito-respingones, Geooooorge y yo en la Torre del Paseo Marítimo. - Pero... - "Es por lo de la tercera ola de la Pandemia. ¡Hasta luego, cocodrilo!"

Mi primera reacción fue de estupor pero, poco a poco, la idea de cenar sola en tan señalada fiesta, me pareció un lujazo. Pensé que era un buen motivo para brindar y fui a por el chinchón. 

Pascualita, asomada al borde del acuario estiró hacia mi los bracitos. - Mira, ya somos dos. - Y compartimos el brindis. El abuelito se balanceó en la lámpara, encendiendo y apagando la luz. - ¡Tu también estás invitado! La bola de polvo rodó hasta mis pies y se subió a mi falda. - ¿Quiéres hacerme compañía esa noche ¿y dónde te pondrás el rímel? - Salió disparada hacia arriba y poco después llevaba puestos sus encantadores ojitos y el abuelito, para no ir sin, se colocó mis gafas de sol. - ¡Estás chulísimo!

Desde la cocina salió un OOOOOOOOOOOOOOO en plan pregunta. - ¡Sí, Pepe, habrá un sitio para ti! - La rama del árbol empujó los cristales del balcón abriendo la puerta de par en par. - ¡Hey, que hace frío! - ¿Habrá canelones en tu cena? (la boca pintada y profunda del árbol de la calle acarició mi oreja) - Creo que tengo una lata en la despensa. - ¡Me apunto! - Un vozarrón que venía de la calle, cantó ¡Ande, ande, ande, la marimorena...! - ¿Pavarotti? (pregunté sorprendida) - Solo soy una voz. - El contenedor inteligente, de basura, abría y cerraba su tapa. - ¡Estás invitado! - La boca del árbol suspiró: - Ayyyy, seremos como la Caballé y Fredy Mercuri ¡que noche vamos a pasar! - Solo que el contenedor no podrá subir a casa porque seríamos siete. - Me conformo con cantar (dijo risueño)

martes, 15 de diciembre de 2020

Cumpliendo las normas.

 Andresito se aburre y trastea por toda la casa, abriendo y cerrando puertas y cajones.  Por donde pasa y mete mano lo deja todo ordenado ¡y después no encuentro nada!

En cambio él ha encontrado la caja donde guardo las figuras del belen. - Nena, vamos a montarlo. - ¿Tan pronto? Yo lo pongo el día de la Lotería porque, aunque lo que diga El Corte Inglés, para mi no es Navidad si no oigo el soniquete de los niños cantando los números del bombo.  

- ¿Y que más te da que lo montemos un día u otro si eres atea? - Hay que respetar la tradición. (que pesado) - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Tienes razón, nena, (menudo radar tiene la Cotilla) las tradiciones deben respetarse, por eso ahora mismo voy a montar un altar a los Amigos de lo Ajeno... - ¡NO! Lo montaré yo (saltó Andresito) - Tuve que ponerme seria: - ¡No y no!

 - Desde lo alto de la lámpara mi primer abuelito aplaudía a rabiar. - Además, hay que ver cuántos personajes podrán estar en el Belen. - ¡Los que hagan falta! (dijo Andresito) - Me puse a enumerar: tenemos la Virgen, San José, el Niño, el buey, la mula, el Angel anunciador, seis pastores, más los Reyes Magos y sus pajes, que se pondrán después, suman: ¡18! Nos sobran 12 personajes... Y en su altar Cotilla, sobran muchos más porque anda que no hay gente en lo de la Gurtel. No hay altar que valga.

- ¡Tengo que ayudar, moralmente, a mi gurú Bárcenas! - ¡Y yo quiero montar un belen como toca!

Salí un rato al balcón. Bedulio, que pasaba por allí, me gritó: ¡Acuérdate de guardar las normas éstas fiestas o te pondré una multa que te dejará temblando.

Entré en casa e hice los descartes: en el nacimiento estarán Pascualita en plan Niño (sino la abuela me mata) los padres. Cambiaré a los animales por una caja de cerillas en plan estufa de butano. El Angel (aquí mi primer abuelito me hizo señas) ¡Yo, yo! y revolotearé sobre el Portal. (siempre le entusiasmó Supermán) - El pescador, porque un belén sin rio de plata es como un jardín sin flores. - Una vocecita gritó: ¡yo seré el pez! - ¿Pero no te habías fundido, bola de polvo? - Soy muy veleta yo. - Una hojita del árbol de la calle, se posó a mis pies. - ¡Yo seré la lavandera! - 

Escuché más ¡Yo, yo! pero ya eran seis. Misión cumplida... - ¡¿Lo monto, nenaaaaa?! -  QUE NOOOOOOOOOO...



lunes, 14 de diciembre de 2020

Sin Navidades en el horizonte.

 - Nenaaaa... ¿puedes acojerme en tu casaaaaa...? - ¿Abuelito? - Sí, soy yo. Tu abuela me ha mandado a paseo porque he cogido una tableta de turrón. Dice que son para Navidad y ahora no se tocan. - Pero si no habrá Navidad éste año. - ¡Exacto! Es lo que le he dicho pero es más tozuda que una mula... ¿dime querida? (es tu abuela, nena)... ¿Qué si tu eres la mula? Noooooo... Hablába de la Mula Francis con tu nieta. (¡Uf! por poco me pilla)

El caso es que Andresito ha llegado a casa con una maleta abultada. - ¡No me digas que has arramblado con mantecados, polvorones, turrones...! jajajajajaja - No te lo digo porque no es verdad. Tu abuela ha dicho que no vuelva a casa hasta Navidad, pero no ha dicho de qué año, por eso he traido ropa para todas las Estaciones

Se acabó la tranquilidad. He trasladado el acuario a mi cuarto para evitar sobresaltos entre Pascualita y el abuelito. Pero a la sirena no le ha hecho ni pizca de gracia. Allí está sola, no se entera de nada y en represalia ha vacíado el agua de la pecera sobre la cama. A ver dónde duermo yo ésta noche.

Mi primer abuelito, que está monísimo con sus nuevos ojitos de bola de polvo, le ha hecho la señal de OK a la medio sardina. Está mosqueado conmigo porque he metido a Andresito en casa. - ¡Tengamos la fiesta en paz o abro la ventana y dejo que se te lleve el viento hasta el otro extremo del mundo! - Y para enfatizar más mi enfado, me puse en jarras. Me respondió, telepáticamente, diciendo: - ¡Anda y que te ondulen con la permanent, boba de Coria! - y me dió la espalda.

Un impulso me ha llevado hasta el árbol de la calle, engalanado con lucecitas leds para hacernos olvidar el coronavirus. - ¿Puedo dormir aquí ésta noche, porfi? - La voz que salió de las profundidades de la boca de madera, dijo: - Si traes una manta... Debe ser agradable. - ¡Hecho!



domingo, 13 de diciembre de 2020

¡La bisnieta!

 - "Nena, llega la Navidad así que ya sabes..." - La abuela me ha llamado cuando todavía no habían puesto las calles, para recordarme una tradición navideña, aunque, con el sueño que tenía, no sabía de qué hablaba.

- "¡De qué va a ser! De la limpieza general de la casa" - Puedes mandarme a Geoooorge, gracias... zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Hasta que me espabiló no paró de darme la tabarra, luego pasé el resto de la noche con los ojos como platos. Después de desayunar me encontré más animada. Recordé algunas de las sorpresas que me han deparado las limpiezas generales. Por ejemplo: mi vestido de comunión. Desaparecido durante años, creía que la abuela lo había regalado pero no. Apareció en la despensa, tras los botes de tomate triturado que la abuela hace cada año y añade a los que ya hay.

Llevaba unas cuantas horas limpiando, viendo la tele con un chinchón on thr rocks, vuelta a limpiar, vuelta al chinchón..., cuando me agaché a mirar bajo la cama y algo llamó mi atención. Unos ojillos brillaban en la oscuridad.- ¡Una rata! (grité) 

Los ojitos se fueron acercando mi  y ya iba a darles un escobazo cuando escuché claramente: - ¡MAMÁ!

Hasta Pascualia, subida en mi cama, prestó atención. - ¿Lo has oído? - La sirena hizo la señal de OK con sus deditos. Corrí al teléfono. - ¡¡¡Geoooorge, que se ponga la abuela, por tus muertos!!! - "Hola..." - ¡Ya tienes bisnieta! - "Has bebido?" - ¡Y me ha llamado Mamá! - "¿La botella?"

Sin más explicaciones colgué el teléfono y corrí en pos de mi hija. La recogí del suelo y la examiné atentamente. Era la bola de polvo más encantadora que se haya visto jamás. -  Pascualita, ¿qué te parece? - La arrancó de mis manos y le arreó tal mordisco que casi le cuesta un diente porque ¡era de polvo! 

Cuando los pitos de los coches anunciaron la llegada de la abuela corrí hacia el rellano. - ¡Mira, tu bisnieta! - Se la acerqué a la cara sin acordarme de su asma y la mujer estornudó una y otra vez hasta que la bola de polvo se deshizo en el aire. 

Más tarde, mi primer abuelito llevaba puestos aquellos ojitos encantadores mientras se columpiaba en la lámpara del comedor.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Difícil dilema.

Es necesario que tome una decisión: ¿Me quedo la caja de gambas gordas y le digo al señor Li que no he encontrado ninguna, o le entrego la caja y me quedo sin comer gambas en Navidad?

He preguntado a todos los de casa: mi primer abuelito dice que me las quede porque hace mucho que no las prueba y le hace ilusión ver una mesa navideña con una buena fuente de gambas a la plancha.

Pascualita, cuando le he enseñado el dibujo de la tapa, con unas gambas rojas y gordas, ha saltado hacia ella con la dentadura de tiburón hacia afuera y babeando. Como si tuviese la rabia. ¡Que susto me he dado! Menos mal que he estado al quite y he apartado la caja antes de que la destrozase. Ahora está comatosa después de estrellarse contra la pared.

Pepe, ante la visión de las gambas de la tapa, ha llorado de emoción a través del ojo-catalejo, inundado el comedor mientras dejaba oir su OOOOOOOOOOOOOO y las lágrimas se escapaban balcón abajo. Hacía tanto tiempo que no veía una el pobre.

Una de las ramas del árbol de la calle protestó repicando, enérgicamente, a los cristales mientras los dueños de algunos nidos achicaban las lágrimas que habían caído dentro, entre trinos de cabreo.  

Otro que también se enfadó por el remojón fue Bedulio que patrullaba bajo mi balcón y recibió un buen chaparrón. El timbre sonó imperiosamente: - ¿Has visto cómo me has puesto el uniforme nuevo, boba de Coria? - (dijo cuando le abrí pero, ante la evidencia de la caja de gambas cambió el tono) - Vaya... ¿son para Navidad? - Sí (justo, en ese momento, decidí que las gambas se quedaban en casa) y estás invitado.

El señor Li me tuvo un buen rato al teléfono. No admitía un no por respuesta. - ¡Pero si no he encontrado ninguna en toda Palma! - Tu seguil buscando gambas goldas. Tu decil que tenel. - Alguien se me adelantó. - Tu sel tonta... Si tlaelme gambas goldas yo dal a ti soblino pala hacelte bisnieto... ¿Tu qué decil? - Que me de a su sobrino igualmente. - Pero colgó de golpe ¡Que egoísta!


viernes, 11 de diciembre de 2020

Gracias, Cotilla.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Acabo de pasar por delante de la tienda de los chinos del señor Li y me ha encargado preguntarte que cuándo puede pasar a recoger las gambas gordas,

Se me ha quedado cara de panoli. Toda mi sangre se ha retirado a pasar las Navidades en el talón izquierdo... ¡Ya no me acordaba del encargo que me hizo el señor Li! - ¿Qué le digo, Cotilla? - La fecha y la hora en que tiene que... - ¡Eso no puedo hacerlo! - ¿Tantos encargos tienes? Ni que te las quitaran de las manos. - Lo que no tengo son gambas gordas. - Encarga más. - No tengo porque nunca he tenido.

La cara de la Cotilla se convirtió en una máscara que no auguraba nada bueno. - ¿Has engañado al señor Li?  ¡Te cortará la cabeza y la servirá, al ajillo, en el Año Nuevo chino! - Menos mal que falta mucho para eso... - Tienen buenos congeladores ésta gente. - ¡Ay, calle ya! ¿Por qué no me ayuda? - ¿Para que me decapiten a mi también si no queda contento? No, gracias. ¡Hasta nuncaaaaa! - Del bolso de la Cotilla salió un sonido metálico. - ¿Que lleva ahí? - Los botes de fabada contra las goteras. - No han sonado huecos. - Porque no lo están. En el trapicheo, primero vendo la cena y después las latas. - ¡¿Mis latas?! ¡¿Mis fabadas?! ¡Ya me está dando la mitad de las ganancias! - ¡EGOÍSTA!

Me pasé la mañana pensando en cómo salir del atolladero. Pregunté a Pascualita mientras ella tiraba buchitos de agua al árbol de la calle a través de la ventana. Momentos después todo cuanto se mojó, murió. - ¡Jopé! solo me faltaba ésto. - Pepe tampoco me solucionó nada y se pasó media hora diciendo OOOOOOOOOOOOO, con lo pesado que es.

Cuando volvió la Cotilla dijo: - ¡Toma! gambas gordas. A cambio de no tener que darte parte de mis ganancias con los botes de fabada. - ¡Hecho!

Una caja de dos kilos, con unas hermosas gambas gordas pintadas en la tapa, salió de su bolso. - A ver... - (Estaba a punto de abrirla cuando la Cotilla me gritó) - ¡Ni se te ocurra! El señor Li se puede mosquear. - Pues, si...


jueves, 10 de diciembre de 2020

Menudo regalito.

 La abuela vino a traerme trabajo. - "Como te pasas el día rascándote la barriga he pensado traerte algo para que no te aburras:" - ¿Un regalo? ¡Madre mía, ya era hora! 

Geoooorge me dio una caja de zapatos que abrí con la mayor de las ilusiones: - Qué será? ¿una pulsera? un vestido de noche? ¿unos Manolos?  De todo eso ná de ná. La caja estaba llena de postales de Navidad... en blanco. También había una libreta de direcciones. 

- ¿Este es el regalo, abuela? - "¿He pronunciado, en algún momento, la palabra REGALO?" - No... - "Pues a buen entendedor... Esto es un entretenimiento. Tenemos taaaaanta vida social que no puedo abarcar el trabajo que me da felicitar las Pascuas a todos nuestros conocidos y amigos. Y he pensado en ti. No te quejarás" - Pues, no sé... 

Cuando se fue me sentí un poco agobiada por el trabajo y la urgencia - "Este fin de semana tienen que estar en el buzón de Correos" 

Así que me pasé el día escribiendo chrismas sin parar. La mayoría de las direcciones eran del extranjero. Por la tarde ya había gastado dos bolígrafos Bic y me quedaba mucho por escribir. 

Llevo tres días y parece que las postales se multiplican. Pascualita curiosea desde el acuario. Un de éstos días saltó encima de los sobres ya cerrados y lo puso todo perdido de agua de mar. Ese día la estampé contra el espejo del aparador pero era tan fea la visión que acabé tirándola por la ventana. Poco después llamaron al cristal de la ventana. La abrí y la sirena me fue devuelta con un cabreado susurro del árbol de la calle: - Hermanas, si... primas no, ricura. 

Después de escribir la última postal y el último sobre, llamé a la abuela. - Ya está. - "Mandaré a Geoooorge a buscar los chrismas y los llevará al buzón. ¿Has puesto los sellos?" - NO. - Eso es cosa tuya" - ¿Mía? - "¿Quién ha escrito las postales?" - Yo... Y los bolig... - "¿Dónde lo has hecho?" - En mi... casa pero no... - "Por lo tanto, los sellos también son cosa tuya. Anda, aligera que Geoooorge ya ha salido hacia tu casa."

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Gambas gordas.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡los salvagoteras han sido un éxito! Los he vendido todos. - ¿Tantas goteras hay hoy en día? - Si no las hay, las fabricamos como hicimos con la tuya. - ¡Eso es un fraude! - Un fraude es no poder comer por culpa de la mini pensión que cobro. - ¡Si come en mi casa día sí y día también. - Pero eso no le importa a nadie. - ¡Qué cara tiene! -  Míra, sin arrugas.

He tenido que tomar una tila con un cuarto de litro de chinchón para calmar los nervios.

Antes de volver a sus "ocupaciones", la Cotilla me ha anunciado: - Para que te ganes unos eurillos, le he dicho al señor Li que si quiere comer gambas gordas éstas Navidades, tu se las puedes vender. Hay una en el acuario aunque, con las algas moviéndose, no la he visto muy bien. - Si me pinchan en ese instante, no me sale sangre... aunque puede que chinchón, sí.

Al poco de irse la Cotilla, a la que estuve a punto de hacer picadillo, llegó el señor Li. - ¡Hola! yo estal contento. Yo complal a ti gambas goldas. ¡Muchas! A mi gustal y quelel diez kilos. - No se dónde se compran. - Cotilla decil... - ¡Que diga misa! - ¿Sel cula ella? Oh, mi no sabel. 

Me costó casi una hora echarlo de casa. El señor Li es muy cabezón. Al final, para que se marchara tuve que prometerle que le conseguiría las gambas gordas... 

Ahora tengo un gran problema. Había pensado comprar gambitas de oferta del súper y dejar que Pascualita las mordiera, una por una, para que se hincharan y crecieran gracias al veneno de su saliva. He comprado un cuarto de kilo de gamba pequeña en el Mercado de Pere Garau para hacer una prueba. 

En cuanto se las ha visto, la sirena, que estaba tranquila, se ha activado dando saltos mortales del acuario al techo del comedor. A mi primer abuelito no le ha quedado otra que cambiarse de la lámpara al cuadro de la Santa Cena. 

Le he dado una gamba a Pascualita. - Muérdela un poquito... ¡No te la comas! - En uno de los saltos ha caído en el plato donde estaba el resto y, en un parpadeo, ha terminado con todas. ¡Tendré que vestirme de arbol de Navidad, con luces y todo, para que no me encuentre la Mafia china cuando llegue el momento!












2

martes, 8 de diciembre de 2020

Goteras.

 Tengo una gotera en casa. Normal, si llevamos dos días viendo lluvia. Incluso granizo... - ¿Sabes qué es el granizo, Pascualita? - Me enseña los dientes. Que inculto es éste bicho. - Son bolitas de hielo que caen del cielo y, a veces rompen cristales y tejas, cosa que provoca goteras... ¡Un momento!

He subido corriendo al terrado para ver las tejas porque, de repente, no recordaba si había o no. Y no. No hay. Solo un terrado grande, con hilos para tender la ropa de nadie porque todas las vecinas tienen secadoras.

Al bajar hablé, de nuevo, con la sirena pero no estaba atenta porque se dedicada a sacar fuera, con ayuda de sus manitas palmeadas y su hermosa cola de sardina, el agua del acuario.

Faltó el canto de un duro para estrellarme contra el suelo, menos mal que tengo experiencia en salvar trompicones y patinazos pero, no por eso, dejé de llevarme un buen leñazo en la cadera contra la mesa del comedor.

Mi primera abuelito se entusiasma con mis proezas y telepáticamente, me anima a presentarme a las Olimpiadas - ¡Ganarás el oro y la Cotilla te lo birlará! - Se cabrea cuando le repito que mis habilidades no son olímpicas.

El caso es que, teniendo nueve pisos encima, es difícil que haya una gotera ¡pero la hay! Ahora mismo suenan sus gotas en la lata, vacía, de la fabada que nos comimos ayer la Cotilla y yo.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Funciona! Estaba segura de ello. - ¿Qué se ha "encontrado" hoy en la calle. - Mal empezamos... - Vale, perdoneeee... pero ¿tiene usted algo que ver con ESTO? (señalé la lata) - Naturalmente. Usamos tantas latas a la semana... - "Uso" - ¿Qué quiéres decir? - Que las compro yo, por lo tanto, las uso yo aunque usted las vacíe por la patilla.

- Decía (se hizo la locatis)... ¿qué decía? ... pues, eso, que la vecina del segundo, también cobra una pensión como la mía: mínima. Me pidió ayuda ¡Ya ves tú, a mi, que estoy a dos velas! y pensé que sería una buena ocasión para aprovechar tanta lata vacía pero tenía que ver si funcionaba.

- Ayyyyy, que mal me huele estoooo... - Con ayuda de un berbiquí de si difunto marido, agujereamos una baldosa y quedamos que, cuando lloviera, ella tiraría un chorrito de agua por ese agujerito ¡Y funciona! - ¡La madre que la parió! - Esta noche, en el trapicheo, me voy a forrar vendiendo latas contra las goteras. - ¿Me llevaré un tanto por ciento de las ganancias por lo menos, no? - No. Lo justo es que se lo lleve la vecina del segundo. Tu no has hecho nada, boba de Coria. - ¡Comprarlas, ¿le parece poco? - Sí, pero llenas y así no me sirven.

lunes, 7 de diciembre de 2020

El árbol de la calle se pone fino.

 


Pregunto a Pascualita: - ¿En que se parecen las ensaimadas a las montañas de la Sierra de Mallorca? - Como no lo sabe se enfada, da un giro en el aire desde su atalaya en el borde del acuario, entra de cabeza en el agua y remata con un fuerte coletazo que me deja chorreando. - ¡Maldita sea, media sardina! Si no lo sabes, dilo.

Le traspaso la pregunta a Pepe. Me enfoca con su ojo catalejo y comienza con su OOOOOOOOOOO hasta que lo cubro con el azucarero... pensando que estaba vacío. - ¡Será posible que tenga tanto inútil a mi al rededor!

Mi primer abuelito, subido al florescente de la cocina, se parte de risa. - ¿De qué te ríes? (estoy muy suspicaz) - De que los árboles no te dejan ver el bosque, nena... ¡Inútiles dice! jajajajajajajaja

- ¿Alguien ha hablado de árbolessssss? - Me susurra al oído el árbol de la calle que, desde que se pinta "los lábios" habla como Sara Montiel. - Yo se la respuestaaaaa aaaa tu preguntaaaaa: - ¿Qué pregunta? - pregunto porque ya he perdido el oremus.

- Lo de la similituuuuud entre la Sierra y la, hummmm, ensaimadaaaaaa. - ¿Yo he dicho eso? - Exactamente, noooooooo... Tu eres más del campo que las amapolaaaassss, querida. En cambio yo, soy más intectuuuual.

- ¿Me vas a decir la respuesta o qué? - ¡QUÉ! jajajajajajaja Vale, vale, no pierdas la compostura. Se parecen en el manto blanco que las cubreeeeee, cheri: a la Sierra, la nieve... a la ensaimada, hummm, el azzzzzzzzzzzzzúcar... ¿A qué sssssssí? - ¡Que sí, coñe ya!

La voz del árbol de la calle se fue alejando de mi oído, diciendo: - No está hechaaaa la miiiiieeeel para la booooooca del asssnooooo... Asnaaaaa, en este casoooooo ...

domingo, 6 de diciembre de 2020

Una oportunidad perdida.

 La abuela me ha llamado para que vaya con ella a nadar. - Dirás merendar. - "Si quisiera decirlo, lo diría ¿no te parece?" - Como nadar y merendar terminan igual... - "Pasaré a recogerte a las... " - ¡Ni hablar del peluquín! Me quedo en casita tan ricamente. - "Es en la piscina de mi amiga y vecina, Maripuri. La tiene climatizada" - ¿Y? - "Conocerás gente nueva" - ¡Que no! - "¡Pues yo quiero un bisnieto para el 2021!"

Cada vez que acaba un año, a la abuela le entra la neura del bisnieto y éste, aunque raro y perverso a causa del coronavirus, no se va a diferenciar de los otros en éste caso. 

Por la puerta abierta del balcón entra una hojita, caída del árbol de la calle. Antes de subirme en ella, meto a Pascualita en el termo de los chinos y lo cuelgo de mi cuello. 

Al abrir los ojos tengo ante mi un paisaje blanco inmaculado, con abetos colocados con maestría aquí y allá. El frío es glaciar y la sirena ni siquiera asoma la nariz por mucha propaganda que le hago: - ¡Mira que bonito! - Ni caso. Es más lista que el hambre. En cambio yo me presento en el Polo Norte (he visto el letrero indicador) con una bata de boatiné que fue de la abuela cuando todavía era una proletaria y zapatillas rosa con pompón del mercado de Pere Garau.

Unos hombrecitos verdes, con cascabeles en sus ropas, se nos acercan alegres. - Vaya, Pascualita, ésta vez si que hemos viajado lejos ¡Estamos en Venus! Nunca una sirena había llegado hasta aquí. 

- Me cogen de la mano y me arrastran con ellos. Me ponen la cabeza como un bombo con tanto cacabeleo y no me fío de ellos. - ¡Eh, eh, las manos quietas! - Al oírme gritar, Pascualita, que está de mal humor por el frío que está pasando y que ha tenido que meterse en uno de los bolsillos de la bata porque el agua del termo se ha helado, le arrea un mordisco al venusiano que tiene más cerca. Y de repente, todos gritan. - ¡Anda, los venusianos se llevan tan bien que, lo que le duele a uno, le duele a todos!

Una zapatilla gigante viene volando hacia mi. Del zapatillazo me manda de vuelta a casa. Aturdida, llevo a Pascualita al acuario y al sacarla del bolsillo cae un papel al suelo: - ¿No querías un bisnieto, boba de Coria? ¡Anda y que te lo traigan los Reyes Magos, atontá!... Firmado: Papa Noel.



 

 

 


sábado, 5 de diciembre de 2020

Que mal repartido está el mundo.

 Pascualita está inaguantable. Tiene el genio subido y no hay quien la tosa. - ¿Qué demonios te pasa? - Por toda respuesta me enseña los dientes de tiburón y me parecen más afilados que otros días. - Llamé a la abuela.

- Geoooorge, que se ponga mi abuela. - Madame decir... - Que diga misa. Mira lo que te digo yo, inglés. ¡Brexit, tururú! - Se ha cabreado como un mono y yo he disfrutado como un cosaco enterrado en un barril lleno de vodka.

- "¿Qué pasa, nena?" - ¿Por qué no te llevas a Pascualita a tu casa? No la aguanto más. - "¿Quién la encontró en aquella lata de sardinas?" - Yo, pero... - "Pues pencas con ella" - Pero la que tiene asma eres tú y la sirena quien te la calma. - "Las dos hemos llegado a tal grado de entendimiento, que me basta con saber que está contigo para que me haga el mismo efecto que si estuviera conmigo. Y así no hay peligro de que Andresito la descubra". - ¡Está insoportable! - "Estará en celo, angelico" - ¡¿Otra vez?!

Me toca aguantarme... Le he enseñado una botella, vacía, de chinchón y me ha puesto perdida de agua envenenada, menos mal que no me ha acertado. La he cogido por los pelo algas, he hecho molinete con ella y la he lanzado contra la ventana... que estaba cerrada. El cristal ha estado a punto de romperse. Y el bicho ha quedado como una pegatina , aplastada.

Aprovechando que estaba inconsciente, he abierto la ventana y la he tirado al árbol de la calle. Al girarme para cerrar de nuevo,he quedado en suspenso porque me ha parecido ver... - ¿Te has pintado los labios, árbol? 

¡Y tanto! llevaba todo el contorno, irregular, de la boca pintado de rojo pasión. - Voy vomitando cosas del bolso de la Cotilla y ayer salió una barra de carmín. Nunca he estado más sexi. Los otros árboles pierden sus raíces para acercarse y meterme mano. Y yo me dejo querer.

¡Hasta el árbol de la calle tiene pretendientes y yo no! 






viernes, 4 de diciembre de 2020

Hermafroditas.

Si me silban me giro y voy a ver quién ha sido porque nunca se sabe dónde puede aparecer el futuro padre del bisnieto de mi abuela. Y ésta mañana me han silbado y me he asomado al balcón: - Era el viento. 

Al verme me ha levantado en vilo y zarandeándome de acá para allá, como una hoja en la tormenta, he recorrido el barrio entero. Al principio estaba un poco asustada pero me he dicho: - Si Supermán puede, yo también. - Y sin ponerme las bragas por fuera.

Entre torbellinos, subidas y bajadas bruscas, he disfrutado del paisaje. La gente corría, como hormiguitas, a esconderse de los embates del viento enfurecido. 

Pasamos junto a la iglesia y me encontré con Teresina, una conocida, a la que el viento había estampado contra el campanario. - ¿Qué haces ahí? - Estoy de Santa Ana. - ¿No eres atea total? - ¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? - Cualquiera sabe ¿Estás a gusto? - Lo estaría si no fuera por las campanas. - Lo comprendo... - Pero como nunca me acostaré sin saber una cosa más, he descubierto que son hermafroditas. - ¡¿Qué me dices?! - Menudo badajo tienen. 

Una nueva ráfaga se me llevó. - ¡Adiós, Teresinaaaaaaaaaaa! - ¡Que soy Santa Ana, coñeeeeeee!

Ahora estoy en casa. El viento ha sido tan amable de dejarme caer en el balcón. No ha calculado bien la altura, tampoco voy a pedirle peras al olmo. Me han escayolado la pierna izquierda porque la derecha ya me la escayolaron hace años y no quiero que surjan envidias entre ellas.


jueves, 3 de diciembre de 2020

Obsesiones.

He llegado a casa echando el bofe y sudando a mares. He tenido que coger el ascensor para subir porque las piernas no me daban más de si. ¡Y toda la culpa la tienen los del Tiempo de la tele! Me obsesiono con lo que predicen y si va a nevar, aunque la nieve caiga en el mar, yo me tapo con siete jerseys. 

Lo último que he escuchado es que habrá un vendaval en la isla y como no dicen, exactamente ni dónde ni cuándo, pues me he llenado de piedras los bolsillos del vaquero y del anorak para que no me lleve el viento mientras voy por la calle. ¿Alguien ha visto al viento?... yo tampoco.

- Aaaaaayyyyy, que cansancioooooooo. -

Pero lo malo es que no soy la única que se obsesiona con las predicciones meteorológicas. El árbol de la calle, que desde que se tragó el bolso de la Cotilla no había abierto la boca, se ve que ya ha hecho la digestión de semejante bocado y hoy ha vuelto a cantar, pero no como un pajarillo, sino como un grillo afónico.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! - A usted quería verla ¿qué llevaba en el bolso, Cotilla? - De todo un poco. - Y nada bueno al parecer porque mire que voz se le ha quedado al árbol. - Pues, dentro de la desgracia de quedarme sin mis avíos, fue una suerte que encestaras en su boca. Eso me libró de la persecución de la Mafia China... - ¿Qué me dice? - Pues lo que te estoy diciendo, boba de Coria ¿no te enteras?

La abuela llamó por teléfono: - "Nena, tu que tienes amistad con el árbol de la calle, dile que quiero  que cante villancicos en la Torre del Paseo Marítimo" - ¿Cuánto le pagarás? - "Nada. Es un árbol" - ¡Y tú una aprovechada! - "Pues anda que tú que te quedas su sombra en verano" - Que jodía es la abuela.


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Se acerca la Navidad.

 

 Al salir a la calle he dado una media vuelta con tanto arte que hasta me han aplaudido. ¡Que frío! 

He corrido escaleras arriba en busca de ropa: jersey de lana, anorak, botas, bufanda, guantes... Me decía a mi misma: - ¡Que más, que más! - y cosa que se me ocurría, cosa que me ponía. Al final no podía moverme. Estaba embutida como una sobrasada. Y después me he desprendido de capas de ropa como  una cebolla.

Aaaayyyyy, con lo bien que se está en verano, con aquel calorcito, el sudor empapándome de arriba abajo, entrando en los ojos y escociendo a más no poder...

Pascualita, subida en el borde del acuario, no me quitaba de encima esos ojos saltones de pez. - ¡No me mires que me crispas! - Al no darse por aludida, le tiré una bufanda a la cabeza y eso la sublevó. Se zambulló y salió flechada hacia la mesa del comedor, con los mofletes inflados llenos de agua envenenada. Que subceptible es éste bicho. Me salvaron las gafas de sol.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla volvía a las andadas porque llegó cargada de velones, velas y velitas de todos los tamaños y grosores, fruto de la rapiña en las iglesias que "limpia". - ¿No irá a montar otro altarcito a los Amigos de lo Ajeno? - Tienes el corazón más duro que el cemento armado ¿No ves que se acerca la Navidad? - Sí, y comeremos turrón ¿no es eso? 

Levantó la cabeza haciendo que su nariz apuntara al techo, ofendidísima; entró en la salita y se encerró en ella. - ¡Abra, Cotilla! - Pero no lo hizo hasta acabar el altar que estaba presidido por una foto, recortada de alguna revista, de una mujer. Después de mirarla, dije: - No es la Pantoja... - ¡Claro que no!

-  Es la esposa de mi gurú Bárcenas. - ¿Y porque está aquí? - Para inspirarme en la recolecta que iniciaré éstos días para que pase la Navidad como Dios manda, con unas botellitas de Möet Chandon, unas cajitas de caviar, un... - ¡Vale ya! ¿Y no le bastaría con una botella de chinchón? - Que poca categoría tienes, boba de Coria. - Pues yo lo encuentro bueno. Y usted. - En eso tienes razón... ¿lo traes? - Lo hice y al pasar por el acuario le heché un buen chorreón al agua para congraciarme con la sirena.

martes, 1 de diciembre de 2020

¿Un Auto de Fe a éstas horas?

 La abuela me ha visitado cuando aún no habían puesto las calles. - "Dile a tu pregonero que se calle de una  jodía vez¡ - ¿Ein...? zzzzzzzzzzz - "¡Despierta o arderás junto con el árbol de la calle!" - ¿Ah... sí...? zzzzzzzzzzzzzzzz

Zarandeándome, cada una de un brazo, la abuela y la Cotilla intentaban traerme al mundo real mientras  yo me aferraba al de los sueños hasta que me echaron una jarra de agua fría a la cara.

- ¡Socorrooooooooooooooo, me ahogooooooooooooooooo! - Las marmotas se quedan a la altura del betún durmiendo comparado con tu nieta. ¿Cómo puedes dormir con éste escándalo? 

Tenía razón la vecina porque, una vez vuelta a la vida, oí que el árbol seguía llamando a Pascualita. - "¡Desde la Torre del Paseo Marítimo se oye! Toda Palma esta despierta pero he oído decir que van a preparar un enorme fogueró con él y aprovecharán que, ya que estamos estamos levantados, asaremos botifarrones, sobrasadas, pan y lomo" - Ya están poniendo las mesas y sillas que les ha facilitado el Ayuntamiento.

- ¿Estáis hablando del árbol de ESTA calle? - No hay otro en toda la ciudad, como éste, nena. -¡Por eso no pueden quemarlo!

Salí al balcón, con el camisón mojado y pegado al cuerpo. Grité: - ¿De qué váis? - De repente alguien silbó con admiración. La abuela se hinchó como un pavo - "¡Gracias!" - hasta que se dio cuenta que, piropos y groserías, eran para mi: - ¡Eso es un cuerpo y no el de los munici... pa... ¡Holaaaa, guardia!

Bedulio traía cara de pocos amigos: - ¡Circulen, circulen! - Noooo. ¡Yo quiero torrar la sobrasada, puñemas! - Muchos mecheros se encendieron cerca del árbol que, de pronto, entendió lo que pretendían y cambió el Pascualita por ¡Asesinooooooooooooooooos!

- ¡Calla, coooooñe! -  E hice canasta en su bocaza con el bolso de la Cotilla (lo que tenía más a mano) y se lo tragó. - ¡¿Qué has hecho, boba de Coria? Allí llevo todos mis chanchullos de los trapicheos nocturnos! Ayayayayayayayayyyyyyyyyyyy ¿Qué va a ser de mí ahora? ¡Buuuuuaaaaaaaaaa! 

El árbol enmudeció. Y todos respiramos aliviados, tanto que se olvidaron de la hoguera y de la fiesta que pensaban montar. Ahora les invadía el sueño y cada mochuelo se fue a su olivo a dormir... Menos la Cotilla.