miércoles, 30 de septiembre de 2020

A Pascualita no le gustan los cambios.

 ¡Ya está bien! ¡Hasta aquí he llegado! Todos los días lo mismo: fregar la cocina de arriba abajo porque la media sardina la pone perdida de cola cao. ¡Pues se acabó el cola cao! Y dicho y hecho. Cuando ha llegado la hora del desayuno, quien había a mi lado en la mesa de la cocina era Pepe el jibarizado. Por lo menos él no salta.

De repente su ojo-catalejo ha iniciado un recorrido por todo el perímetro de la cocina buscando a Pascualita. Al no encontrarla ha puesto toda su atención en el frutero y finalmente, en mi. - Me estás poniendo de los nervios, Pepe. ¿A qué te tiro a la basura?

En un arrebato de rabia fui a levantarme para cumplir la amenaza cuando sentí un dolor, terrible y conocido, en el dedo gordo del pie izquierdo. - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYY, LA MADRE QUE TE TRAJO, PASCUALITA!!!

Pegué una patada al aire pero la sirena ya no estaba a tiro. Gruesos lagrimones caían al suelo encharcándolo. Gritaba y me retorcía de dolor cuando la muy bruja mordió el dedo gordo del pie derecho. Yo aullaba como una manada de lobos hambrientos y solté toda la retahíla de insultos de la lengua castellana y de la mallorquina, pero no pude correr ni saltar porque los dos dedos habían cogido el tamaño de un melón mediano. 

Mientras yo lloraba a lágrima viva, entró la Cotilla: ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Nena, el comedor está inundado! ¿se te ha roto la lavadora? 

Al oirla, Pascualita reptó hasta la despensa y se escondió entre las patatas mientras Pepe iniciaba su insoportable e inacabable OOOOOOOOOOOOOOOOOOOO 

Mis lágrimones salían ya por el balcón cayendo en cascada a la calle. Y a Bedulio le faltó tiempo para subirme una multa por regar las ¿plantas? a horas intempestivas. 

La Cotilla estaba empeñada en saber qué me había pasado. Entre hipos y llantos conseguí decir: - ¡¡¡MOSQUITO... JODÍO...!!! 

Al cabo de un rato de no verla, apareció hecha un manojo de nervios: ¡No lo encuentro! ¿Lo has matado? ¿Qué has hecho con él? ¡Te lo cambio por el rosario de mi madre! - ¿Para que... ¡snif!... lo quiere? - Para el Museo de Ciencias Naturales ¡Me darán un pastón!

martes, 29 de septiembre de 2020

Semillas.

 La Cotilla vino con su carrito de la compra lleno de cajas de semillas de toda clase de algas. - ¡Caray! Se habrá gastado un pastón. - Sí, bueno... Me han hecho un buen precio... - El titubeo la delató. - ¡Se lo ha llevado por la patilla! - No puedo ver una cosa abandonada. Es superior a mi... - ¡Lo ha robado! - ¡Eso nunca, boba de Coria!. - ¿No serán de la tienda de los chinos del señor Li? - ¡Nooooooo! Estaban en su acera, solas y no delante de la puerta... - ¡Nos van a rajar cuando se enteren! - ¿Se lo vas a contar? - ¡Ni loca! - Pues, hale, ves llenando cacharros con agua de mar y arena que vamos a sembrar las semillas.

 Cuando ya no quedaron tapers, cacerolas, vasos, palanganas, platos hondos, etc. etc. etc. donde plantar semillas, ni espacio en el suelo ni en los muebles donde poner tanto cacharro,  me di cuenta de que la Cotilla llevaba rato desaparecida. La llamé a gritos hasta que un: - ¡Calla ya, jodía! - me orientó hacia la salita. Allí quedaba una mesa libre de semilleros porque la vecina estaba montando un Altar a los Amigos de lo Ajeno. Le faltó tiempo para homenajear a todos los absueltos del Caso Bankia. - ¡¡¡COTILLA, NOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

La discusión fue escandalosa, subida de tono y larga. Acabamos agotadas ¡y con las velas encendidas.!

Al salir al comedor noté que algo había cambiado. Hice un repaso: la mesa, las sillas, la vitrina, su contenido, el aparador, la Santa Cena, incluso los candelabros, estaban en su sitio pero... Ese pero era la X de la ecuación y mi agotado cerebro tenía todas las neuronas en la UCI después de la trifulca con la Cotilla.

Cuando ésta salió de la salita se detuvo en seco, levantó una ceja, luego las dos y por último dijo: ¡LAS SEMILLAS!

No quedaba ni una. Alguien se las había comido todas, dejando los cacharros rotos y tirados por ahí y el agua inundando la casa... - Mientras la Cotilla corría, despavorida, hacia la escalera gritando. - ¡¡¡HA SIDO TU PRIMER ABUELITOOOOO. SOCORROOOOOO!!! - vi a Pascualita intentando subirse a una silla para volver a su acuario pero, su enorme tripa, no se lo permitía...



lunes, 28 de septiembre de 2020

Nuevo negocio a la vista.

 He ido a la tienda de los chinos del señor Li a comprar semillas de banderas. - Mi no tenel eso. Tu sel tonta. Bandelas no plantal en maceta. - ¿Cómo que no? Lo he visto en la tele... - Tele tuya sel tonta también. - Pues se veía un pradito lleno de banderitas sembradas en la hierba. - ¡Eso es lo que tú tomal ¡hielba! Plonto tu vel elefantes losas volando, boba de Colia.

- ¡Oh, no! Por ahí si que no paso. Boba de Coria solo me lo dice la abuela y la Cotilla. Nadie más. - Ahola yo también.

Tuve que irme de la tienda para no montar un conflicto político chino-mallorquín. 

Una vez en casa me asomé a balcón. Cuando el Seguro venga a arreglarme el agujero del balcón ya no hará falta porque el árbol de la calle sigue extendiendo sus ramas y ya casi no se ve la acera. Hay que reconocer que el árbol es un buen vecino.

Pascualita empieza a recuperar la calma y se la ve feliz en su nuevo acuario. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! - La Cotilla se ha quedado mirando el acuario mientras movía, negativamente, la cabeza. - No he visto una cosa más tonta que "esto" - Yo sí: sus altares dedicados a los Amigos de lo Ajeno. - ¡Uep! no te metas con lo sagrado que vamos a terminar mal. - Esto, por lo menos, es ecologista pero lo suyo... - ¡Me estás dando una idea! Ahora mismo voy a hablar con el señor Li. - Y salió dando un portazo.

Media hora después, volvió con una botella de chinchón: - Vamos a brindar por un nuevo negocio. ¡Serás mi socia! - ¡Que bien! ¿A partes iguales? - El 70% de las ganancias para mi y para tí el 30%. Piensa que la labia y el transporte es cosa mía. - ¿Y de qué va el negocio? - ¡Venderemos algas a los chinos! Ya puedes ir sembrando más matojos de esos en el acuario. 

No supe qué decir, así que nos dedicamos a brindar por el éxito del negocio hasta que acabamos la botella y olvidamos el porqué de tanto brindis.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Celebración.

 ¡Por fin hemos podido celebrar el cumpleaños de Pascualita sin la pesada de la Cotilla! Se fue tan enfadada pensando que la abuela le es infiel a Andresito que estará unos días sin volver... digo yo.

De todas maneras está encantada porque, en cuanto conozca a Pascual se lo contará todo a mi abuelito, éste se divorciará de la abuela, la Cotilla se casará con él y será la dueña de la Torre del Paseo Marítimo. Y de este modo habrá llegado a la cumbre de su "carrera trapichera"

He regalado a Pascualita algas para el fondo del acuario y Geoooorge, sin saberlo, también le ha hecho un regalo: trajinar un montón de garrafas vacías, llenarlas en el mar y subirlas a casa. Cree que ésta gilipuertez es una costumbre española. No se explica para qué quiero ese agua en un hermoso acuario lleno de plantas y vacío de peces. También a traído, ordenado por la abuela, unas bolsas llenas de arena. 

Antes de que Pascualita tomara posesión de su vivienda, rodeada de banderitas de los chinos, nos hemos hecho un montón de selfis las tres juntas porque no salía ninguna buena. ¡Que desastre! La medio sardina le ha cogido afición a ésto y no para de poner caras raras que, digo yo, no hace falta porque fea lo es un rato largo. Finalmente la abuela ha elegido una, tal vez porque ya estaba harta de hacerlas. Dice que le pondrá un marco ¡Madre mía!

Y como remate al cumpleaños, una vez estrenado el acuario, la abuela ha metido al langosto. - "Anda, nena. Vámonos que lo que pase entre ésta pareja es cosa de su intimidad jijijijijijiji... Aaaayyy, esto me recuerda mi primera noche con Andresito... (miré a la lámpara del comedor donde mi primer abuelito se tapaba los oídos) - ¡Para, para! que soy tu nieta, mujer...

Mientras merendamos rosquillas de anís con chinchón me pareció oir chasquidos. Empecé a padecer un ataque severo de ansiedad. Por último corrí hasta el acuario. -     ¡¡¡LO SABÍA!!! (grité) - La abuela se acercó trastabillando. - "¡Aaayyyyyyyy,... ¡hip... ¡que ilusión! ¡Por fin disfruta de... ¡hip!... un celo!" (estaba tan emocionada que lloraba a lágrima viva. Como yo, aunque por diferente motivo - ¡¡¡ME HA DEJADO SIN LANGOSTO LA MUY JODÍA!!!

sábado, 26 de septiembre de 2020

Pascualita cumple 9 añitos.

 ¡Hoy es el día! ¡Pascualita cumple nueve años con nosotras! Los millones de años anteriores no se cuentan porque no nos cabrían las velitas en la tarta.

De buena mañana he colgado banderitas de papel, que he comprado en la tienda de los chinos del señor Li. Hubiese preferido que fueran de tela pero, como me dijo él: Gente loca. Complal bandelitas tela para inaugulaciones y lleval todas. Tú loca también. - ¡Oiga, que no son para mi!

La abuela ha tirado de cartera y le ha traído un súper acuario, más grande que el aparador y casi tan alto como el espejo. - Bastaba uno pequeño porque, desde que está en celo, se pasa el día reptando por el suelo. ¿Qué buscará? - "Jolgorio-erótico-sexual, boba de Coria" - Cada vez que saca este tema me mira mal ¿Qué puedo hacer yo si no encuentro pretendientes a padre de su bisnieto?

- "También le he traído un novio acorazado. A ver si le dura más: un langosto" - En ese momento, recé: (¡Que no se lo coma, ya lo haré yo!) Dichoso celo ¿Cuándo tendrá la menopausia? - "Los libros de Historia no llegan tan lejos".

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Yo también tengo celo - ¡¿Usted?! - Un montón. Y todas las noches acabo satisfecha. - ¡¡¡COTILLA!!! - Vendo muchos rollos trapicheando... ¡Anda, cuantas banderas! ¿Y ese nueve? ¿De quién es el cumpleaños? - Ay, Cotilla, todo lo quiere saber. Es cosa de Pasc... ejem, ejem (me di cuenta a tiempo de que iba a descubrir a Pascualita) - ¡¿Celebráis algo de Pascual. A qué sí?! Ya se lo que es (señaló a la abuela con un dedo acusador) ¡Hace nueve años que engañas a Andresito con el tipo ese. Mala mujer. Con lo rico que es... digo, que está tu marido! - Cuando a la Cotilla le entra en la mollera el tema del, para el resto del mundo, ficticio Pascual, hay que echarle de comer aparte.


viernes, 25 de septiembre de 2020

Bendito chinchón.

 Pascualita está inaguantable. Furiosa como el viento que azota Palma. Y lo único que la calma es el chinchón así que, cada dos por tres, le echo un buen chorreón a la olla exprés para que deje de pensar en imposibles Lunas de Miel con sirenos atléticos y sandungueros en las profundidades marinas.

La abuela ha venido a verla. En cuanto ha entrado ha olfateado. - Me tiene tan preocupada el problema de mi preciosa sirenita... - ¡¿?! (alucino en colores) - que se me ha estropeado el olfato ¡Huelo a chinchón! 

Iba a responderle cuando ha entrado la Cotilla a paso de carga, pasillo adelante: - ¡Avemariapurísimaaaaa! ¡Hummm, que bien huele! (y se fue a por una copa) ¿Dónde está la botella? - La he terminado... - ¡¿Tú sola?! (airada, se dirigió a la abuela) ¿Ves por qué es tonta tu nieta? ¡Porque no comparte, la jodía! 

- Lo poco que quedaba lo he echado a la comida. - ¡Si no guisas! - Hoy sí... - ¿El qué? - ¿Me está interrogando, Cotilla? - No señora. Pregunto por el menú. - Fabada asturiana (me salió debido a la costumbre diaria) - ¿Con chinchón?... bueno, no es mala combinación... - ¡Uf!

Pero al pasar junto a la olla exprés - ¡¡¡HAS METIDO EL CHINCHÓN EN ESTA BIRRIA DE ACUARIO DE ALGAS!!! ¡Está locaaaaaaaaa! ¡Que cruz tienes con ella! (gritaba a la abuela mientras corría escaleras abajo)

Creí que la tormenta había pasado pero no. La abuela se dio cuenta de que Pascualita no se movía. - ¡¡¡LE HAS PROVOCADO UN COMA ETÍLICO, BOBA DE CORIA!!!

Me ha obligado a hacerle el boca a boca a la medio sardina y todavía tengo pegada a la garganta, la peste a pescado podrido de su aliento... ¡AAAAHG!

jueves, 24 de septiembre de 2020

Va de inauguraciones.

 He pasado junto a la tienda de los chinos del señor Li y está atestada de gente. Y solo quieren una cosa: banderas. Cuanto más grandes, mejor. Con lo flaco que ha sido siempre éste hombre y hay que ver lo orondo que se ha puesto de gozo al ver como crecen los billetes en la caja registradora.

Desde que los de la Capital han puesto de moda inaugurar cualquier cosa, la ciudadanía, que está a dos velas de celebrar acontecimientos por culpa del coronavirus dichoso, se ha apunta a un bombardeo con tal de lucir palmito, beberse unas birras en buena compañía, guardando las distancias siempre. Y echarse unas risas. 

Y para ello necesitan banderas. A pesar de que los políticos madrileños no colocaron ninguna para hacerse la foto de la inauguración del bote dispensador de gel hidroalcohólico en uno de los Metros de Madrid. Y mira que había mogollón de banderas en el Ayuntamiento el otro día. Que derroche, que poderío y después, si te he visto no me acuerdo. ¿Dónde estarán?

Me he acercado, a prudente distancia, para oir de qué hablaba la gente que guardaba cola: - Pues yo quiero la bandera porque me han alicatado el aseo y quiero hacer una inauguración de postín. - Diga usted que sí. - Yo la quiero para inaugurar el dedo del pie derecho... - ¿Se lo han injertado? - ¡Qué va? es que me han quitado un callo que me hacía ver las estrellas y es como si me hubiesen hecho nueva. - A mi marido le he comprado unas pantuflas y las inauguraremos ésta tarde. Vendrán mis hijos y todo...

Pues yo también quiero inaugurar algo. No voy a ser menos que los demás. 

En casa me esperaba la abuela. - "Le he traído otro novio a Pascualita. A ver si éste le dura más" - ¿Ya lo has metido en la olla exprés? - "Todavía no. Me da penita" - ¡Menos mal! así podremos inaugurar el cortejo de la sirena ¿y?... - "Un merluzo vivo" - ¡Anda! No tenemos bandera. - "¡Espera! saca el mantón de Manila de mi abuela, que es guapísimo" - Habrá que cogerlo con pinzas.

Nos hicimos un selfi al meter el merluzo en el agua. Otro cuando Pascualita, ilusionada, se acercó a ver a quien le solucionaría su problemático celo. La abuela siguió haciendo selfis incluso cuando el agua se alborotó  y al final solo quedaron en la olla la sirena, muy cabreada y algunas escamas del merluzo, flotando.


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Aquí no se tira nada (norma de la Cotilla)

 En todos los barrios pasa y el de Pere Garau no es una excepción: hay vecinos a los que no les gustan las normas, les da sarpullido tener que cumplirlas y por lo tanto no lo hacen. Y encima son suertudos porque nunca les cae la multa de rigor.

Sacan trastos a la calle, para que se los lleven los basureros, el día que no toca. Siempre he pensado que son analfabetos, por eso ni leen ni entienden lo que ponen los folletos que nos repartió el Ayuntamiento y que hemos pagado todos. 

También he creído que son tímidos e incapaces de preguntar al resto del vecindario, qué dicen esos papeles. Tuvo que ser la Cotilla quién me sacara del error. Y la abuela quien me lo ratificara. - "¡No eres más tonta porque no te entrenas, boba de Coria! Lo hacen porque les da la gana y punto" - ¿En tu barrio rico también? - "También. Guarros y cabestros los hay en todos lados"

Sin embargo, la reacción de las dos amigas no fue la misma porque la Cotilla exculpaba a los incívicos. - Pobre gente. No tendrá otro momento para sacarlos y lo aprovechan. - Pero los trastos se tiran una semana en la calle ¿Y qué me dice de esos colchones tan asquerosos que no se sabe si la tela es una pintura abstracta o simplemente, mugre? - Y entonces ¡se le escapó!

- Ojalá los sacasen a la calle más apañados... ganaría más euros en los trapicheos nocturnos. - ¡No me diga que usted los vende! - ¡Claro! Todo lo que sacan ¿Y qué quieres que haga? La pensión no me llega hasta fin de mes y tengo que comer... - ¡En mi casa o en el comedor social! - ¿A ver si no voy a poder ir dónde me apetezca, hombre? Por cierto ¿qué comemos hoy? - Tiene usted más cara que espalda... ¿Una tortilla de patatas con sobrasada? - Pero de primero fabada de bote, nena. - ¡Faltaría más! ¡Eh, deje el chinchón!



martes, 22 de septiembre de 2020

Noche ajetreada.

 Me he pasado la noche en vela porque, en cuanto cerraba los ojos, una espiral en rojo, blanco y amarillo giraba sin parar a toda velocidad y me llevaba volando hasta la tienda del señor Li que, convertido en Fumanchú, contaba montones de billetes de euros a medida que banderas españolas y madrileñas salían por la puerta camino del Ayuntamiento de la Capital

Pascualita, que ha aprendido a subirse a mi cama trepando por las sábanas, se acurrucó en mi pecho descomunal mojada como estaba. Pensé que quería que la cobijara para darle calorcito pero no se trataba de eso, sino de tirarse teta abajo como si fuese un tobogán. 

Así que, entre unas cosas y otras, no he pegado ojo.

Para rematar la faena, Pepe el jivarizado estaba de uñas (las que no tiene) contra mi por haberlo llevado al pie de la guillotina, en plena Revolución francesa. Desde que el pobre se convirtió en una cabeza, después de que el resto de su cuerpo se lo comieran los jíbaros, es muy subceptible con estas cosas. Y para demostrarme lo cabreado que está, en cuanto he entrado a la cocina a desayunar , ha redondeado la boca, me ha enfocado con el ojo-catalejo y ha soltado su OOOOOOOOOOOOOOOOO infinito.

Ahora está en una bolsa del súper, colgando de uno de los barrotes del balcón, dando la serenata a los vecinos que se vuelven locos preguntándose de dónde sale este ruído tan insoportable.


lunes, 21 de septiembre de 2020

La excursión.

 Hace tiempo que no voy de excursión con mis amigos, Pepe y Pascualita, y mi primer abuelito. Me paso la vida metida en casa, salvo cuando voy a trabajar... Sin embargo la Cotilla está todo el día en marcha: que si "limpiando" los cepillos de las iglesias que se adjudicó a si misma hace ya tiempo. Más el trapicheo que la tiene entretenida día y noche para ganarse unos euros que la ayuden a llegar a fin de mes. Y eso que los cien años ya no los cumple.

Otro tanto pasa con los abuelitos que no dejan de ir a El Funeral ya sea para celebrar cumpleaños, bodas de oro o diamante. O festejando la colocación, en la Pared de los Finados, de la foto del últim@ soci@ que se ha dado de baja de ésta vida. Después los honran con la música, los bailes, las bebida y la juerga que más les gustaba. Y la Momia, que ya empieza a competir en edad con Matusalem, se pasa el día bailando samba con los cubanitos culito-respingones ¿Y yo? ¿Qué hago yo? Comer fabada, o albóndigas de bote y... ¡Ah, sí! Ver el programa de la Esteban. 

Hoy voy a romper mi rutina y nos vamos, los de casa, de excursión. 

Con Pascualita colocada en plan broche en mi solapa. A Pepe el jibarizado de llavero  y a mi primer abuelito subido en mi cabeza, salí al balcón, al que he colocado unas tablas para no despeñarme por el agujero, y entré en el árbol de la calle por la rama que tenía más a mano. Hubo un conato de rebelión entre los gorriones cuando la sirena se lanzó a por uno de ellos. Menos mal que la cogí al vuelo en el momento en que una hojita caía a mis pies y me subí a ella.

Al abrir los ojos me encontré en medio de una película- ¡Que chulo! (exclamé)

Estaba a los pies de un cadalso en el momento en que la guillotina decapitaba... ¡decapitaba! a un actor. - Caray (pensé) ¡que realismo!

Alguien me empujó hacia la escalera. Estaba emocionadísima a pesar de los tirones de pelo del abuelito, del OOOOOOOOOOOOOOOOOOO de Pepe y del mordisco envenenado que me dio Pascualita en un pecho. Gracias a él no pude subir al cadalso, a pesar del cabreo del verdugo, porque grité, lloré, moqueé, blasfemé, corrí dando vueltas a la guillotina... de dolor mientras el pecho crecia y crecía hasta arrastrar por el suelo y no poder levantarlo del peso. 

Enfadada ante tan poca consideración por parte de aquella gente escandalosa, me subí (como pude) de nuevo en la hojita y al abrir los ojos estaba en la rama del árbol. Me costó dios y ayuda entrar en casa, de lado y arrastrando un pecho digno de llevarlo a un circo e invitarlo a pipas.

domingo, 20 de septiembre de 2020

El problemón.

 - Pascualita, Pepe, tenemos un problema. Y gordo. Ha terminado el Tour de Francia... Aaaayyyy, que congoja tengooooo. ¿No decís nada? Pobrecitos, se qué lo sentís tanto como yo.

- Ya estamos como todos los años ¿Qué haremos ahora, después de comer? Sentirnos huérfanos... ay, no puedo hablar... snif... tengo un nudo en la garganta... 

Pepe ha movido su ojo-catalejo hasta enfocarlo en la tele. En ese momento salían anuncios sin parar pero ningún ciclista. Fue un duro golpe para él, que, lentamente, redondeó la boca cosida y soltó OOOOOOOOOOOOOOO durante una media hora, que fue lo que tardé en meterlo en el horno, apagado. - ¡Calla de una vez, cabezón desorejado!

Sonaron unos golpes en los cristales del balcón. Era una de las ramas del árbol de la calle, quejándose del escándalo del jibarizado. - ¡Lo sé! Es insoportable pero ¿qué puedo hacer? ¡¡¡¿ENCENDERLO?!!!, ¡jopé, no se anda por las ramas ésta!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿cón quién hablas, boba de Coria? ¿No será con Pascual, verdad? - ¡Claro que no! A éstas horas debe estar en la Torre del Paseo Marítimo... - ¡¿Con tu abuela?! ¿Y Andresito? - No se preocupe tanto, mujer. Mis abuelitos forman un matrimonio moderno y abierto. - Estuvo a punto de darle un soponcio a la vecina. 

Después de beberse medio litro de chinchón on the rocks pareció que le daba lo mismo ocho que ochenta si la abuela, su marido y su "amante" compartían algo más que una paella.

- ¿A qué sé lo que vamos a comer hoy?... ¡hip!... ¡Fab... ada! - Y se sentó a la mesa a esperar la hora de la comida. También mi primer abuelito se sentó pero en lo alto de la lámpara de comedor.

Todo fue bien hasta que acabamos de comer. Metí a Pascualita en mi escote, a Pepe sobre la mesa camilla de la salita, mi primer abuelito se tumbó sobre el televisór, la Cotilla y yo en las butacas. Y no ocurrió nada. - ¿Qué es lo que pasa? (preguntó la Cotilla) - Que ya no hay Tour. - ¿Y cómo... ¡hip!... dormiremos la ... ¡hip!... siesta ahora? - Ese es el problemón, Cotilla.

sábado, 19 de septiembre de 2020

Dichosa Cotilla.

 Estábamos en pleno desayuno Pascualita y yo, cuando llamaron a la puerta. Por supuesto, ni me movi. No eran horas para visitas. 

Seguimos a lo nuestro: Pascualita dando saltos mortales en su taza de cola cao y yo contándole cómo se hacen las croquetas de pollo: - Se va una al súper, a la sección de congelados, compras una bolsa de croquetas que pongan "De pollo" y cuando tengas hambre, las fríes... pero ¿cuándo se ha visto a una sirena friendo un pollo aunque sea en croqueta?

Sonó, de nuevo, el timbre. Pascualita dió un respingo y acabó dentro de mi escote poniéndome perdida. - ¿Qué te pasa?... ¡¿No estarás OTRA VEZ con el celo?! 

Tiene más años que la Humanidad y sigue igual la tía. Si por lo menos hubiera un sireno a mano... ¿A ver qué pez te traigo yo ahora? - Abrí la puerta y una parejita se coló hasta el comedor. - ¡Eh! ¿sois okupas? - Venimos a ver la acera por un agujero. - ¡Anda, que bien! Pues son dos euros. - ¿Perdonaaaaaaaaa? - A euro cada uno, siendo dos, son dos euros. - Hemos pagado abajo a una señora muy amable que nos ha puesto sobre aviso por si una "espabilada" nos pedía más. ¡Te ha faltado tiempo, tía! ¿Dónde está el agujero?

Bajé la escalera de cuatro en cuatro. Como me temía, allí estaba la Cotilla pisándome el negocio. Vendía la mirada desde el agujero a ¡50 céntimos por persona! - ¡No puede hacerme ésto! el balcón es mío, el agujero y la casa también...! - Pero la idea del negocio es mía, boba de Coria.

Iba a protestar cuando ha llegado Bedulio con una multa que me alargó diciendo: - Para que luego digas que no te regalo nada. - Pero... pero..., pero... - Desde lo alto del aplique de la entrada, el ánima de mi primer abuelito, sonreía beatíficamente. - ¡Que no es un regalo, coñe ya!


viernes, 18 de septiembre de 2020

¡Ay, Señor, que cosas me pasan!

 Tuvieron que venir los bomberos. El balcón, la maceta con la flor más grande del mundo, Pascualita y yo, caímos a la calle en cuanto éste se hundió bajo el peso del tiesto. Menos mal que la rama del árbol de la calle más cercana a casa evitó que diera con mis huesos contra la acera. Me sujetó y bajó, lentamente, hasta dejarme en los brazos varoniles ¡de un bombero!

¡Aayyyyyy! que poco dura la alegría en casa del pobre. Los curiosos que se habían congregado en la acera de enfrente, aplaudían a rabiar ¡a la rama! que saludaba con una elegancia innata imitando a la Reina de Inglaterra. Y al bombero que esbozaba una tímida sonrisa. Yo no quise ser menos y levanté un brazo triunfante ... que tuve que bajar a toda pastilla para detener el abucheo que me dedicaron.

Para remate, la Cotilla apareció a mi lado acaparando al locutor de la tele cuando iba a preguntarme cualquier tontería. La Cotilla se hizo cargo de la entrevista: - La conozco de toda la vida y es más tonta que un adoquín. Su pobre abuela que, de pobre no tiene nada, tiene una buena cruz con ésta nieta...

De repente, toda la atención se desvió a la monumental flor que yacía maltrecha y casi cubierta de tierra. Alguien dijo que llamaría a los de Libro Guinnes de los Records - ¡Me darán un pastón! (dijo el listo) - La Cotilla, a la que le gusta estar en misa y repicando, plantó el pie sobre los grandes pétalos como hizo Cristóbal Colón cuando descubrió América y dijo: ¡Esto es mío!

Se armó un guirigay al que pusieron fin Bedulio y sus compañeros municipales. Hubo multas a troche y moche por no llevar mascarilla, ni guardar las distancias, ni lavarse las manos - ¡Pero es que aquí, en la calle, no hay lavabos! - ¡Ajo y agua! (dijo Bedulio mientras seguían escribiendo imperturbables)

A ver qué hago yo ahora sin balcón. La Cotilla me ha dado una solución que puede arreglar mi maltrecha economía: - Pon un letrero que diga que a quién quiera ver la acera por un agujerito (¡Que guasa tiene la jodía) SOLO le costará ¡un euro! - Mañana lo pruebo.

 



jueves, 17 de septiembre de 2020

La manifestación.

 Hay una manifestación debajo de casa muy ruidosa. Al oir el jaleo ésta mañana pensé que se estaban celebrando las fiestas del barrio. Cogí a Pascualita, para que viera lo que es una fiesta de vecinos por si, cuando vuelva a su hábitat, quiere hacer algo así en las profundidades del mar, y salimos al balcón, a unirme al gentío al grito de: ¡¡¡EL CORONAVIRUS HA MUERTO. VIVA LA FIESTAAAAAAA!!!

Pero no iban por ahí los tiros. En cuanto me vieron aumentó el griterío. Entonces me emocioné hasta las lágrimas: ¡me habían elegido Reina de las Fiestas! - ¡Ahora os abro, vecinos, para que subáis a ponerme la banda y la corona!

Corrí a abrir la puerta de casa y no encontré a nadie en el rellano. Quedé descolocada. Salí de nuevo al balcón donde me esperaba mi primer abuelito con cara de funeral. - ¿Por qué no estás contento? - Pero no le dio la ganan contestarme. 

Era tal el jaleo que, por mucho que yo gritara, no podían oírme, por eso decidí empezar la fiesta tomándome unas cuantas copitas de chinchón y brindando al aire. Noté que se me templaban los nervios de la sorpresa inicial y me fijé en las pancartas que llevaban. Tenían dibujos de árboles, ramas, hojas... Todo muy ecológico. Y aplaudí encantada porque, en el fondo, yo también soy muy ecológica.

Una frase me llamó la atención: Podar ramas, no. Cortar brazos, sí. - ¡Jopé! (pensé) 

Una de las ramas del árbol de la calle que se ha metido en mi balcón, me dió un pescozón movida por el viento. Huuuuy, no sé que me entró por el cuerpo y corrí a la cocina a por un cuchillo. - ¡Esta okupa no se reirá más de mi, Pascualita! Ahora verás. 

Ahí estaba la rama, esperándome muy chula ella. Yo levanté el cuchillo como un asesino cualquiera y entonces vi la humilde flor, pequeñita, de un amarillo intenso, que embellecía desde la enorme maceta, a mi balcón. Y se me cayó la baba. Y también a Pascualita. Pero la suya dio de lleno en la flor y ahora es tan grande como una palmera del Paseo de Sagrera. El suelo del balcón está crujiendo y temo que, de un momento a otro, necesite un paracaídas para... ¡¡¡CRACK!!!

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Para Laura Fanegas.

 Estábamos desayuando tan ricamente la sirena y yo cuando se escuchó un porrazo contra el cristal del aparador del comedor, a pesar del escándalo que formaba Pascualita saltando dentro de su taza de cola cao. 

Me sobresalté y pensé que había entrado un ladrón. Un ladrón torpe si se había dado contra ese espejo. Quizás llevaba monopatín y al saltar de la calle al primer piso perdió la verticalidad , dio un bandazo y se estrelló contra el aparador. Pero si hubiese llevado casco hubiese oído el ruído del espejo al romperse ¡Y eso son siete años de mala suerte!  Me enfurecí ¿no tenemos bastante con éste 2020? Agarré la escoba y salí a por el ratero que quería echarme mal de ojo... Pero, en el comedor no había nadie.

¡Ah! entonces habrá sido alguna rama del árbol de la calle. Se están tomando muchas confianzas y se pasan de la raya. - Me asomé y vi venir a Bedulio que estaba haciendo la ronda por el barrio. - ¡¡¡BEDULIOOOOOOO!!! - El municipal tardó ná y menos en meterse en el primer portal que encontró.

Se oyeron risas entre los peatones de pasaban por la calle, no sé a santo de qué. - ¡Señora, dígale al municipal que está ahí, que quiero poner una denuncia! ¡Que salga! - La mujer entró a por él y al ratito salió a decirme: - ¡No quiere! - Es muy tímido el pobre. Pues ponga la denuncia usted misma. Es contra éste árbol que quiere entrar en mi casa ¡Que le corten estas ramas! 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Aaaaaaaaaaaaaaah! - ¡¿Qué pasa Cotilla?! - Tienes un pájaro del revés. - Y usted un mal beber. - ¡Míralo! está colgado de la lámpara. - Efectivamente, junto al ánima de mi primer abuelito había un bicho negro colgado boca abajo. - ¡Drácula! (grité) - ¡Me lo quedo para trapichearlo ésta noche! - Y sin pensarlo dos veces, la vecina cogió al murciélago y éste, asustado, le mordió. - ¡Los murciélagos contagian la rabia! ¡Corra a vacunarse!

En sus cien y pico años la Cotilla ha visto tantas cosas que lo menos que pudo hacer es reírse. - ¿Quién, yo? jajajajajajaja Está apañado el pajarito. - Así fue porque, la poquita sangre que bebió el murciélago, bastó para que cogiera una cogorza del chinchón que lleva la vecina en vena.

martes, 15 de septiembre de 2020

De lo que se entera una.

 A la abuela no le hizo ni pizca de gracia que su amiga Cotilla quisiera violar a su mayordomo inglés y a su marido (así, por éste orden) y me llamó: - "Dile a la Cotilla que se ponga" - ¿Cómo sabes que está aquí? - "Porque espera mi rapapolvo. Toda la vida ha hecho lo mismo y no va a cambiar ahora, a sus años" - (¡Huy lo que ha dicho la abuelaaaa!: A sus años)... La cosa es seria porque este tema es tabú para ella)

La Cotilla, temblorosa, se puso al aparato. No podía escuchar las palabras de la abuela, solo las de la vecina, claro. - Que no... No... Yo estaba en la cama... ¡Yo que sabía!... Se metieron ellos... Sí... que sí... Que no pasó nadaaaa... Una desilusión... Era mejor tu primer marido... ¡No sé. Digo yo!... No, no y no. No lo caté... A éstos tampoco...

Mientras hablaban eché una ojeada a mi primer abuelito. Sentado sobre el televisor de la salita, tenía los ojos en blanco y una sonrisilla pícara en la boca... - Huy, huy, huy, abuelito... ¿qué pasó? - ¡Un abuelo no habla de éstas cosas con su nieta! (a pesar de comunicarnos telepáticamente, lo hizo junto a mi oreja y a punto estuvo de dejarme sorda)

La Cotilla seguía balbuceando hasta que se encabritó y gritó: - ¡No tendría que haberte ayudado a mandarlo al otro mundo!... (Di un respingo. El primer abuelito continuaba saboreando recuerdos) - La conversación no duró mucho más. Al colgar el teléfono la Cotilla preguntó: - ¿Qué hay de comer, nena? - Fabada asturiana en lata. - ¿Por qué sonríes, boba de Coria? - Mi primer abuelito te manda un besito.

Pensé que comería sola pero la vecina se quedó y rebañó el plato dos veces sin apartar la vista del televisor apagado.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Menuda noche.

 - "Nena, Andresito está de capa caída, como siempre que llegan la Primavera o el Otoño y no hay quien lo aguante. Geoorge y él han salido para tu casa. Quédatelo unos días," - Y sin darme tiempo a opinar, colgó. Me acababa de despertar de un sueño muy profundo y eran las cuatro y media de la madrugada. En momentos así mi cerebro duerme a pierna suelta y la ladina de la abuela lo sabe y se aprovecha.

Esperé junto a la puerta para que no llamaran al timbre y despertaran a todo el edificio. El inglés y el abuelito segundo, entraron arrastrando los pies y una maleta comprada en la tienda de los chinos del señor Li. Con un gesto de la mano, indiqué el camino hasta el antiguo cuarto de la abuela. Cerré la puerta de la calle y me acosté a toda prisa para no espabilarme más.

De pronto un alarido desgarrador resonó, rebotó en las paredes, salió luego por las ventanas abiertas y metiéndose en todos lo pisos de la finca y de las adyacentes. 

Salté de la cama asustada, pensando en Pascualita que suele deambular a rastras por los pasillos y les había atacado.

Otro grito estremecedor, que ésta vez sonó en estéreo, me puso los pelos de punta. Los vecinos, desvelados ya, fueron encendiendo las luces de sus dormitorios mientras no se privaban de insultar como carreteros... no sabían a quién.

Al llegar al cuarto de la abuela me di de bruces con el abuelito y el inglés que salían despavoridos: - ¡¡¡GO, GO!!! (decía uno) ¡¡¡ANTES MARTIR QUE VIOLADO!!! (decía el otro)

Un rato después, con el rellano lleno de vecinos alborotados pidiendo mi linchamiento, el abuelito, Geooooorge y yo estábamos sentados en la cocina tomando un te con chinchón, en tazón. 

El tembleque de los dos hombres no había desaparecido: - ¿Qué ha pasado? (pregunté al tiempo que, mentalmente, me comunicaba con mi primer abuelito, subido en lo alto de la nevera ¿has sido tú? Pero lo negó y le creí)

- Nos hemos metido en la cama sin encender la luz para no despertar a nadie... ¡y allí había algo que gritó como si la mataran! - ¡Ser ¡Cotillau! ¡¡¡Y querer violirme a mi!!! - ¡¡¡Y a mi!!! (dijo Andresito) - Menos mal que el chinchón los fue calmando y se quedaron dormidos en las sillas. Mientras, en el quicio de la puerta de la cocina, la Cotilla, con la cabeza llena de rulos, se quejaba amargamente: - ¡Que chasco! Y yo creyendo que me los mandaba algún dios...





domingo, 13 de septiembre de 2020

¡Mosquitos!

 Pensé que nunca diría esto: ¡que ganas tengo de que llegue el inviernooooooo! 

Esto viene a cuenta porque los mosquitos se han hecho dueños de mi balcón y de la plantita que intenta adornarlo. 

Me he sentado a disfrutar del calor que todavía nos acompaña y he sufrido un ataque de esos bichos sin que yo los haya molestado, ni insultado. Me rio yo de los vampiros de las películas, los mosquitos les dan cien vueltas porque he logrado estampar uno contra la pared y ha salido tal sangría que he metido la sangre en un taper y mañana la haré con cebolletas, ajos y patatas fritas, para el mediodía. 

Mientras yo me defendía con un paño de cocina y me cargaba a uno, me picaban diez. Era un no parar. Cosa que he hecho cuando me han aplaudido desde la calle. Era un vecino de otra escalera que vende cupones de la Once: - ¡Olé el salero y la gracia que usted tiene, morena! ¡En mi vida he visto manejar con tanto arte el mantón de Manila! ¡Olé las mujeres salerosas... etc. etc. et.!

He mirado hacia los balcones de los pisos altos para ver a la morena de la que hablaba el hombre pero no he visto a nadie.

No he querido quitarle la ilusión y le he dado las gracias por los piropos. Después se lo he contando a la abuela. - "¿Le has preguntado si estaba casado?" - ¡Huy, se me ha olvidado! - "Si es que no estás a lo que debes estar" - Lo siento... 

Salí de nuevo al balcón, esta vez  con Pascualita para que escuchara lo que es un piropo pero el hombre ya se había ido. No tardaron nada los mosquitos en atacar de nuevo pero esta vez les salió el tiro por la culata porque la sirena se los ha comido a todos en un visto y no visto.

Alborozada, le di un beso. - ¡Puag! (dije yo. Ella escupió) Tengo que aprender a dominar mis impulsos si no quiero pasarme el día entero sintiendo el sabor de un pez millonario en años que, durante los cuales NUNCA se ha lavado los dientes.


sábado, 12 de septiembre de 2020

A la pesca de un padre para el bisnieto.

 Hablé con la bisabuelastra sobre el arte de enamorar a un señor para que me haga un bisnieto. - ¿Y ya está? (me dijo la Momia) - ¿Qué hay más? (estaba atónita) - Pues cortejar, hacer planes de boda, la boda misma... porque ¿no querrás tener un bebé estando soltera? - ¿No se puede? - Sí pero no. Mejor si estáis casados. - No me importa que esté casado con tal de que me haga el bisnieto y la abuela deje de darme la vara.

- Me refiero a que os caséis juntos. - Uf, eso cuesta un dineral y yo no soy ni mileurista. - Aprovecha ahora que los invitados se cuentan con los dedos de las manos. -  Me estás estresando, bisabuelastra, porque no tengo novio ni perrito que me ladre. Y si mientras lo encuentro sacan la vacuna contra el coronavirus adiós diez invitados. Serán ciento y la madre.

- Entonces pónte, desde ahora, a practicar la pesca del marido. - Sigo creyendo que no quiero un marido... 

- Lo primero que tienes que hacer es conservar la línea. - ¿Conservar? Lo siento pero no tengo ninguna. - El tipito, hija, el tipito. - ¿No me digas que tengo que dejar de comer ensaimadas para desayunar los domingos? - No. Eso sería un pecado mortal peor que tener al bisnieto de tu abuela, soltera. - ¡Menos mal!

La Momia siguió dándome consejos que me entraban por un oído y salían por el otro. Debo tener un carril bici en el interior de la cabeza, de oreja a oreja, por el que corre el aire y lo que me cuentan.

Sin embargo, lo que decía no caía en saco roto porque Pascualita se estaba quedando con la copla. La vi sentada en el suelo de la cocina, pasándose las manos, sensualmente, por su pérfil. - ¡Mírala! (pensé) ¡No sabe ná la media sardina! Naturalmente, con la de milenios que lleva viviendo y conquistando sirenos y pescadores que llevarse al huerto marino. A ella es a quién debo imitar. 

Cuando la Momia me vió contorneándome y repasando, milimétricamente, mi silueta, aplaudió a rabiar - ¡Muy bien, nena! Yo tenía razón. ¡No eres tan tonta como dice tu abuela!

viernes, 11 de septiembre de 2020

No hay mal que por bien no venga.

 Me he fijado en los balcones de mis vecinos y da gloria verlos, llenos de plantas, de flores... y el mío no tiene más verde que el que le presta el árbol de la calle. 

Después de mucho pensar, tres vasitos de chinchón on the rock y tres o cuatro cabezaditas, he llegado a la conclusión de que, si tengo abatimiento de ese que me pesa hasta la sombra que llevo arrastrando desde niña, se debe a que no he puesto una maceta en mi vida. 

Ese puede que sea el  motivo por el que nadie se fija en mi, cosa que me imposibilita para tener al bisnieto de mi abuela. En cambio, si tengo un balcón florecido, los posibles candidatos levantarán la vista hacia él y tendrán ganas de ser el padre.

He ido al mercado de Pere Garau a comprar macetas. Las había grandes, pequeñas, medio pensionistas, espectaculares, más humildes... - ¿Y rosas? ¿No tiene rosas? Valiente floristería... - Una señora me ha dicho que - Ahora no es el tiempo, moneta. 

Por fin he visto una flor que me ha gustado. - ¿Qué vale éste Obispo? - El Obispo no sé (estaba de guasa la vendedora) pero el ibisco está a cinco euros el pequeño. - ¡¿Qué!? Con eso compro medio kilo de carne picada. - ¿La pondrá en una maceta? - Pues... no lo había pensado.

Al final me llevé una macetita con flor por dos euros. Hasta que no la coloqué en el balcón, no vi lo pequeña que era y me pareció escuchar risas en el árbol de la calle. 

Tuve que ir a comprar tierra y una maceta grande, a la tienda de los chinos del señor Li. 

La maceta ocupa todo lo ancho del balcón. La tierra está llena de bichitos, muchos se han ido volando cuando he abierto el saco. Y si la planta era pequeña en su macetita, en ésta se pierde.

He quitado tierra. El saco se ha volcado y ha caido una poca a la calle. - ¡Eeeeeeh! (ha gritado alguien) - ¿Qué pasa tiquismiquis? (¡Jesús, que gente. No aguantan nada!) - ¡La madre que te parió! Me ha caído un saco de tierra encima. - Un saco, un saco... ¡Exagerado!... (Tenía razón porque el saco estaba vacío)

Llamaron a la puerta y corrí a coger a Pascualita para protegerme. - ¿Dónde estás, media sardina? (grité por lo bajini) - Tuve que seguir el rastro de agua del suelo y la encontré en la cocina, impulsándose con la cola para llegar a la mesa y beberse lo poco que había dejado yo del chinchón on the rocks.

Al abrir la puerta Pascualita, cabreada por haberla interrumpido, escupió su saliva envenenada. No a mi, que la había girado, sino a Geooooorge que llegaba cargado con los avíos de una paella de marisco... Encima tuve suerte porque, en lugar de cocinar el inglés, el ojo le ocupaba media cara, lo hizo la abuela. ¡Mucho mejor, dónde va a parar!

jueves, 10 de septiembre de 2020

¡Cuanto estres... o escuatro!

 El árbol de la calle parece felíz. Debe sentirse como quien va al gimnasio y después de meses y meses de pagar cuotas, empieza a ver como aparece la tan deseada tableta de chocolate en el torso... A mi también me sale la tableta de chocolate pero de la nevera y me la como con pan. Ya sé que no es lo mismo pero está buenísimo.

El árbol se ha reforzado con las lluvias. Sus ramas se han estirado tanto que no para de llamar a los cristales de las ventanas de la cocina, la salita y el balcón. Ya me tiene cansada porque no paro de ir a ver qué quiere. He tenido que amenazarle con llamar a los de Parques y Jardines del Ayuntamiento para que vengan a podarlo "al cero". Desde entonces no ha vuelto a llamar.

El abuelito primero dice que he sido muy grosera: - ¡Pero si no me deja hacer nada! Cojo la escoba, me pongo a barrer y me llama; cuando vuelvo ya no sé donde he puesto la escoba o el trapo del polvo y me tiro media hora buscando. 

Después está Pascualita a la que no le gusta estar en la olla exprés y, en cuanto puede, salta a la mesa del comedor, de allí a una silla y de ésta al suelo, repta por la casa a toda velocidad y se mete donde menos me lo espero. Hoy, por ejemplo, se ha lanzado de cabeza al cubo de fregar. 

¿Cómo lo ha hecho? Pepe la cabeza jibarizada, me lo ha contado: - La sirena ha trepado, a pulso, por el palo de la fregona y desde allí se ha lanzado espectacularmente, al agua dulce con amoniaco que empleo para fregar el suelo. Pepe lo ha visto todo porque estaba encima del aparador y me ha podido  decir: OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO... 

- ¡Así no se puede trabajar! - le dije a Pascualita una vez que la saqué del cubo. Menos mal que acababa de saltar y no he tenido que hacerle el boca a boca. - ¡¿Te molesto yo cuando colocas bien las algas de la olla?!...  

La estaba reprendiendo a grito pelado cuando a mi espalda sonó: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿A quién estás riñendo, boba de Coria? - ¡Hablo conmigo misma, Cotilla! (y lancé con fuerza a la sirena a la olla) - 

Algo falló porque Pepe, convertido en chafardero oficial de mi casa que todo lo ve con su ojo-catalejo, dijo: OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO... - La Cotilla se llevó las manos a los oídos y sin pensárselo dos veces, agarró al llavero Pepe, entró en la cocina ¡y lo tiró a la basura!

Mientras, corrí a socorrer a Pascualita, a la que había estampado contra el espejo del aparador porque, con las prisas, había errado el tiro.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

La nieta quiere irse lejos.

 Después de las lluvias de los últimos días el árbol de la calle ha desarrollado ramas nuevas que crecen con la fuerza de un titán. Y ayer llamaron a la ventana de la cocina mientras Pascualita y yo desayunábamos. Me asusté porque por allí no llama nadie. Después pensé que era una broma de mi primer abuelito. 

- No es el mejor momento ¡¿No ves cómo ésta dejando la cocina la media sardina?! - Ella siguió con sus saltos mortales al fondo de su taza de cola cao. Y el abuelito, que se me apareció sentado sobre el frutero, negó con la cabeza ser el autor de "la broma". - Perdona... ¿Entonces quién...? - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla me miró. - ¿Has visto un fantasma, boba de Coria? - Sí... ¡No! es que han llamado a la ventana de la cocina. - ¿Has desayunado con chinchón? - En ese mismo instante se repitió la llamada. 

La Cotilla se puso blanca como la pared. - ¿No será... tu... primer... abuelito...? - Me ha dicho que no. - El color blanco se intensificó. - No juegues... con... esas cosas..., jodía... - Dio media vuelta y se fue a la salita diciendo: - Tengo algo mejor que hacer que escucharte.

Abrí la ventana y dos ramas nuevas entraron por ella. Eran expléndidas, llenas de hojas tiernas, verdes y relucientes. Me saludaron dándome suaves golpecitos en la cabeza. Fue todo un detalle. Y de repente me entraron unas ganas terribles de subirme a ellas e irme muy lejos.

De la salita llegaban ruídos sospechosos. - ¡Otra vez, no! ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAA!!! 

Efectivamente, la vecina estaba montando un nuevo altar dedicado a los Amigos de lo Ajeno. En éste caso, a su gurú más querido y por el que suspira todas las noches: Luis Bárcenas. 

Una foto suya presidía aquella mesita llena de velas. Las había desde restos de velones de las iglesias donde "límpia" los cepillos cada mañana, hasta velitas de cumpleaños. - ¡Al final será el mejor de todos! ¡No ha hecho nada, nada...! Y al pobre le rompieron el ordenador. Que sufrimiento el suyo... ¡Ayúdame a encender las velas! - ¡¡¡No, que me quemará la casa!!! - Pero la pirómana en potencia ya se había puesto manos a la obra. 

Corrí al teléfono y llamé a los bomberos. - ¡¡¡Vengan rápido, pero solo LOS DEL CALENDARIO!!!

 


martes, 8 de septiembre de 2020

Mascarillas de castigo-

 Es poner la radio y echarme a temblar. La Pandemia sigue creciendo y creciendo. Se ha convertido en un monstruo al que alimentan los iluminados que no creen en el poder de las mascarillas. Algo hay que hacer para cambiar el ritmo creciente del jodío coronavirus.

Se lo comenté a la abuela. - Andresito puede hablar con la Consellería de Sanidad para ver cómo podemos ayudar a fomentar el uso de la mascarilla. - "Esos ya no son de su cuerda" - ¿Pero...? - "Ahora lleva unos días tranquilos y quiero que siga así. ¿Ya le has comprado el acuario a Pascualita?" - Estoy esperando que me toque la Primitiva (dije con despecho) - "Que cruz tengo contigo, boba de Coria"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - Hola, Cotilla ¿cómo va la venta de sus mascarillas musicales?

- Podría ir mejor si la gente no fuera tan tiquismiquis con la música. No se puede contentar a todo el mundo... Y mira que las canciones son bien bonitas. Por ejemplo: Doce cascabeles, La vaca lechera, Echale guindas al pavo... - ¡¿No será verdad?! - ¡Otra remilgada! Pues bien que triunfaron en la posguerra.

Finalmente tuve que ser yo quien se estrujó las meninges y gastarme la cara para pedirle a Bedulio que, como autoridad, cooperase en la lucha contra el coronavirus. 

Renegó desde el momento en que entré por la puerta del cuarte de los municipales y se instaló en el NO. - ¡Nononononononononononononono! - Harto de oírlo, su jefe salió del despacho, escuchó mi idea y le pareció de cine. - Por supuesto que el agente Bedulio cooperará (giró la cabeza amenazadoramente hacia él) - ¿V-E-R-D-A-D?

Ahora, la Cotilla, Bedulio y yo, vamos todos los días al mercado de Pere Garau y a quién vemos sin mascarilla o llevándola mal, la Cotilla le endosa una de las suyas, musicales, por la que pagan dos euros. Y están obligados, como justo castigo, a llevarla puesta escuchando los gustos musicales de la vecina mientras nosotros nos ponemos las botas merendando, cada día en uno diferente, en los bares del Mercado.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Goteras.

 ¡Tengo la casa inundada! Ha llovido mucho pero tengo goteras... y siete pisos sobre el mío. Le he preguntado a mi primer abuelito pero está muy cabreado y hecho una sopa. - ¿No has sido tú entonces? - Por toda respuesta me ha tirado una bombilla de la lámpara del comedor, a la cabeza. - ¡Eh, que la millonaria es tu exmujer!

Pascualita, que no aguanta estar "encerrada" en la olla exprés, ha saltado al suelo y se dedica a deslizarse de barriga, de charco en charco. Y como es una tarambana no se fija por dónde va. En éste caso ha ido derecha al balcón, abierto de par en para que el agua de la gotera caiga a la calle y se ha ido detrás de ella camino de la dura acera.

- ¡Ay, que se ha matado! - Corrí escaleras abajo y me di de bruces contra Bedulio. Llevaba a la sirena en una mano mientras con la otra me amenazaba. - ¡No podía ser de nadie más! Solo te faltaba tirar sardinas a la calle. - Abrí la boca para contestar mientras guardaba a Pascualita en el bolsillo del delantal. - ¡Ni se te ocurra decir que la ha tirado tu primer abuelito porque te llevo para el cuartelillo!

Pascualita debe haberse asustado al caer, por eso no se revolvió contra el Municipal. Ahora duerme tranquila en la olla. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo chorreando... ¿Qué ha pasado aquí? - Tengo goteras. - ¡Pues pon esa olla debajo, alma de cántaro! 

No he llegado a tiempo. La Cotilla ya había levantado, bruscamente, la olla exprés y colocado bajo la lluvia que cae del techo. - ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!! (grité porque es agua dulce) - ¿Has hecho un cocido en ella? (preguntó sorprendida) Bedulio solo me ha comentado que comeremos sardinas fritas... - Agachó la cabeza para ver el "cocido" pero yo ya me lo llevaba a mi cuarto cerrándolo luego con llave.

Ni comimos cocido, ni sardinas fritas. Abrí una lata de albóndigas con tomate y, a pesar de que remugó media hora, nos lo comimos todo. Antes de irse me piropeó: - ¡Egoísta! Así te den cagaleras el cocido y las sardinas.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Cumpleaños a la vista.

 Pascualita ha vuelto a la olla exprés y yo he tenido que llamar al técnico de la lavadora porque la arena la ha estropeado. Y han mandado al tio más feo y soso de la empresa. Así no se anima una a tener bisnieto.

Este mes hará DIEZ AÑOS que nos encontramos Pascualita y yo al prepararme un bocadillo de sardinas en aceite para merendar. Solo de pensar que me la podría haber comido se me revuelven las tripas. ¡Es más vieja que los dinosaurios! Me hubiese partido un diente porque debe tener las escamas de la cola acorazadas.

Desde entonces no como peces. No por manía sino porque la sirena es rápida como el viento y se los zampa mientras vacío el carrito de la compra.

Seguramente, cuando llegue la fecha del cumpleaños, la abuela le regalará el pez vivo que ella crea que le gustará a Pascualita sexualmente. Hasta ahora no ha tenido suerte. Y mira que había algunos bien guapos. Se los ha comido igualmente. Lo que necesita es un sireno, si es que hay y, de haberlo, dónde está.

Una vez se comió un pez rojo que tenía la Cotilla como oro en paño. Lo soltó en el acuario, lleno de algas que teníamos. No podía consentir que no hubiese peces en él. No sabía que había una sirena  (el secreto mejor guardado de mi casa) durmiendo en el barco hundido... Solo encontramos una o dos escamas flotando en el agua. Menudo disgusto tuvo la vecina que nunca se ha explicado qué pasó con su pez

La abuela y Pascualita hicieron muy buenas migas enseguida. Además, la abuela está convencida de que no ha vuelto a sufrir ataques de asma gracias a tener a la sirena en casa. - "Es mano de santo" - Pero si no os tocáis... - "Basta con que esté aquí y yo lo sepa" - Pues llévatela a tu Torre del Paseo Marítimo. - "¿Para que la descubran?" - Al menos paga su comida... - "¿Dónde vive?" - En mi casa pero... - "Tú lo has dicho" - No es raro que sea rica la jodía.


 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Centrifugando.

 Anoche me acosté a las diez y me he despertado a las nueve. ¡Ni diez horas! Si es que no pego ojo buscando una solución para meter a Pascualita mientras le traen, o no, un acuario.

De repente, porque éstas cosas vienen así: de golpe, grité ¡EUREKA! ¿A caso no tengo lavadora? ¿Y la lavadora no tiene una buena ventana? Y, encima, puede servirle a Pascualita de parque acuático si le programo un centrifugado. ¡Si es que no me beso porque no me llego!

No he comentado nada con la abuela porque, desde que es millonaria se ha vuelto muy tiquismiquis y diría que tener una sirena en una lavadora barata es chabacano. Pero ¿y lo que se divertirá la medio sardina?

Cerré la puerta de casa con llave para que la Cotilla no me pille con las manos en la masa. Vacié en el bombo unas cuantas garrafas de agua de mar. Eché arena porque a Pascualita le encanta descansar en ella. También puse el barco hundido para que duerma en él.

Como ya no me quedan algas he puesto perejil y apio para simular la vegetación del mar. Ha quedado muy bien... lo malo ha sido que la arena se ha ido por los agujeros del bombo pero me he estrujado el cerebro y, en su lugar he puesto una espontex de color veig.

Después se lo he enseñado a Pascualita. Le ha parecido bien porque ha saltado de mi mano al bombo. Lo ha inspeccionado con mucha curiosidad. Ha sido entonces cuando he cerrado la puerta de la lavdora y he puesto el programa de centrifugado. Estaba loca por verla disfrutar de esta especie de tíovivo.

Yo aplaudía mientras ella, el barco hundido, el perejil, el apio y la espontex chocaban unos contra otros ¡Que bien nos lo estábamos pasando! Entonces, por unos segundos, la vi pegada a la ventana del bombo y su cara no era de felicidad. ¡Lógico! nunca había experimentado esa sensación.

Cuando me pareció que ya estaba bien de cachondeo paré la lavadora. Pascualita flotaba en medio de hojas verdes. La cogí: - ¡¿A qué te ha gustado?!

Un chorro de vómito salió de su boca como un surtidor y me lo tragué porque me pilló desprevenida mientras hablaba. Después saltó hacia mi y me arreó un mordisco en la primera teta que encontró...

Ahora camino de lado porque tiene el tamaño de uno de aquellos dolmenes que llevaba Obelix a la espalda... Esta noche dormirá en mi cama (ha decidido ella) y yo... ¡yo qué sé!

viernes, 4 de septiembre de 2020

¡QUIERO UNA SOLUCIÓN!

 No encuentro un sitio donde meter a la sirena sin que me cueste un euro. He pensado en pedirle el orinal de cerámica antigua a mi bisabuelastra que heredó de una antepasada, pero como no es de cristal... Llamaré a la abuela. - ¿Yes? - Dile a mi abuela que se ponga, Geoooorge. - Madame no estar here. - ¡Dile que se ponga o te monto un pollo a costa de Gibraltar! 

- "¿Qué pasa?" - Pascualita necesita un acuario nuevo... - "¿Quién rompió el que tenía?" - La Cotilla pero... - "Tu misma te has contestado, boba de Coria" - Y colgó.

No me quedó más remedio que insistir. - ¡Que se ponga mi abuela, inglés! - Madame decir que... - ¡La madre que te parió! ¡¡¡Gibraltar español!!! - ¡Tu loca! - "¿Qué pasa ahora?" - Que la sirena es tuya a pesar de aguantarla yo. Por eso creo que deberías comprarle un acuar... - "¡Las quejas a la Cotilla!" - ¡¿QuiéresqueseenteredelaexistenciadePascualita?!" (lo dije todo seguido antes de que volviera a colgar el teléfono) 

Al final conseguí que dijera: - "Me lo pensaré. Aunque, después de pagar las mascarillas musicales a Christian Dior voy mal de dinero... " - ¿Te hago un préstamo? (¡y colgué antes de oir su respuesta!)

Me urge encontrar un lugar donde meter a Pascualita porque me estoy deshidratando. No sé cómo se las apaña pero, en cuanto ve que voy a beber un vaso de agua, la tía salta dentro.

Al final he optado por el bidé. Lo he llenado de agua de mar y he puesto el barco hundido para que duerma en él.  Parece que le ha gustado. De paso he aprovechado para hacer pipí. 

Liberada de una preocupación, me he sentado a ver el Tour de Francia. Al despertar el ganador estaba pisando la meta. Habían pasado dos horas desde que me dormí. Así que fui a ver qué tal le iba a Pasc... - ¡¿Dónde estàs?! 

La encontré, boca abajo, dentro del váter cuya tapa yo había dejado abierta. - ¡Oh, no! - El agua dulce se la había cargado... - ¡¿Qué hago, qué hagoooooo?! - Solo había una solución: el boca a boca. La saqué, chorreando y grité: - ¡¡¡QUE ASCOOOOOOOO!!!


jueves, 3 de septiembre de 2020

¡Jopé con Pascualita!

 Pascualita está que trina desde que se quedó sin acuario. En la olla a presión no ve nada y tiene que subirse al borde para enterarse de lo que pasa en casa. En cuanto me ve me enseña los dientecitos de tiburón y me da mala espina.

Esta mañana, durante el desayuno, después de saltar, como siempre, en su taza de cola cao hasta vaciarla, ha saltado a la mía poniéndome perdida. - ¡Para, para! (le he gritado) - Después, mientras descansaba de su ajetreo sentada en el frutero, me he llenado un vaso de agua y antes de que pudiera beberla se ha tirado de cabeza dentro. ¡Por poco me la trago!

La he metido en la exprés, que está encima del aparador. Se ha quedado tranquila hasta que me ha dado por limpiar el cuadro en relieve de la Santa Cena que compró la abuela cuando se casó con mi primer abuelito porque entonces se llevaban mucho estas cosas. 

Cuando le he quitado el polvo y ha visto la mesa, el pan y ¡el vino! ha saltado como un resorte hacia él, clavando los dientes en la copa, que es de yeso. - ¡Pascualita que la rompes! ¡No la mastiques! - Pero no ha servido de nada. En un momento se ha comido la copa y el pan. Menudo estropicio ha hecho la muy jodía.

Para templar los nervios me he preparado una jarra de chinchón on the rock, me he tomado tres copas y he guardado el resto en la nevera. Después he puesto todo mi empeño en arreglar el cuadro sustituyendo el yeso por miga de pan prensada. He rematado la "obra de arte" pintado el pan y la copa de vino con esmalte de uñas... 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Que calor hace otr...! ¿Qué es eso del cuadro?  ¡Ay tu abuela cuando lo vea! Con el cariño que le tieneeeee... - ¿Y si se lo lleva usted, Cotilla y trapichea con él ésta noche? - ¡Ni hablar! ¿quiéres que se rían de mi? ¿Tienes chinchón fresquito? - En la nevera.

De repente tuve un pálpito y corrí a la cocina. El grito que salió de allí me confirmó que Pascualita tenía algo que ver.

- ¡¡¡Mira que eres guarra, boba de Coria!!! ¿Cuánto hace que no límpias la nevera? ¡Había un hongo chino flotando en el chinchón! ¿De qué año es? - ¿Dónde... está...? - ¿Para envenenarme? Lo he tirado por la ventana. 

Me asomé. Pascualita estaba en una rama del árbol de la calle... ¿Llegaría hasta ella con la fregona?...


miércoles, 2 de septiembre de 2020

Ballet acuático.

 ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyy! ¡ZAASSSSSSS! -  La entrada de la Cotilla en casa fue un visto y no visto. Llegó tan decidida, pisó el agua que Pascualita había tirado por el suelo del comedor dando saltos mortales con tirabuzones, patinó y... ¡salió por la ventana y aterrizó en el árbol de la calle!.

¡Madre mía que hartón de reir me pegué! Nunca la había visto hacer ballet clásico jajajajajajaja.

Cuando pude parar, secarme los ojos, sonarme las narices y beberme unas copitas de chinchón para templar los nervios, oí un lejano lamento que, en principio, adjudiqué al ánima de mi primer abuelito porque parecía salir de ultratumba. Pero él estaba tan tranquilo sentado en el riel de la cortina de la ventana por donde había salido zumbando la Cotilla.

- Ya podrías haberla parado, abuelito. - (dije poniéndome seria) Pero él se rió y volvió el jolgorio a casa. 

Pascualita, asomada al borde de la olla exprés que usa ahora como acuario hasta que le compre otro, estaba entusiasmada con su hazaña y no paraba de hacer la señal de OK con sus deditos palmeados mientras yo la jaleaba.

Llamaron a la puerta. -  Bedulio llevaba las esposas en la mano: - ¡Uauuuuuh, hoy es mi día de la suerte! (dije al verlas) ¡Sexo duro por fin! ¡Vamos antes de que te arrepientas! ¡¡¡ABUELAAAAAAAAAA, BISNIETO A LA VISTAAAAAAAAAAAAA!!!

Dura poco la alegría en casa del pobre, dicen. Pues en la de LA pobre, menos. - Después de recobrarse del soponcio que le produjo mi recibimiento, la cara de Bedulio fue volviendo a su color natural. - Estás detenida por intento de asesinato. - ¿De quién? (estaba perpleja) - De la Cotilla ¿no la oyes? - ¿Es ella? Pensé que era el ánima de... - ¡Ni una palabra más o tiro de pistola! 

De pronto me dio la risa floja. Esa risa nerviosa que no hay quién pare. Y así sigo, tres días después.


martes, 1 de septiembre de 2020

La foto.

 La abuela me ha contado que hoy han temblado los cimientos de la Torre del Paseo Marítimo. Pensé que habían tenido un terremoto particular. - "Eso no existe, boba de Coria" - Ah, como sois tan ricos... - "Ahí tienes razón pero me refería a otra clase de terremoto: ¡una trifulca familiar! por culpa de Andresito" - ¿Me llamaS para pedirme asilo en casa? - "Noooo... - Uf, menos mal!

Todo ha empezado cuando la abuela le ha comentado al abuelito que debería buscar, o hacerse, una foto en la que esté guapo, para ella tenerla a mano el día que haya que colgarla en la Pared de los Finados de El Funeral.

- "Ha saltado de la silla como si le hubiera picado un escorpión, gritando ¡Largo, lagartooooo!" - ¡Ostras, que risa! - "¡Y que lo digas, se me caían las lágrimas! Pues al jodío le ha sentado mal que le dijese lo de la foto y encima, con guasa." - Que tiquismiquis se está volviendo tu marido. - "Ya te digo. El caso es que, hecho una fiera, ha dicho que quien tiene que arreglar lo de la foto es su madre, la Momia." - En parte tiene razón... - "Pero si está como una rosa y más desde que vuelva a tener cubanitos culito-respingones con los que no para de bailar salsa" - Eso es verdad... 

- "Ya sabes cómo son los hombres..." - Pues... no. - "Cabezones. Ya te enterarás." - Espero... - Y hasta que no ha dado con la partida de nacimiento de su madre, no ha parado de abrir y cerrar cajones. Estaba tras una puertecilla secreta de un antiquísimo bargueño. - "¡Mira! (me ha dicho) Escrito en pergamino y lacrado." - ¡Jopé!... 

Andresito, pergamino en mano, ha ido a ver a su madre y ha estado dos minutos con ella. Ha salido alicaído, cabizbajo, mohíno, apesadumbrado. Vamos, que se le había caído el alma a los pies.

- "La Momia se puso muy contenta al ver el pergamino" - "¡Es de mi bisabuela que vivió hasta los ciento sesenta años! Y se lo guardó en el bolsillo de short amarillo que llevaba. Antes de cerrar la puerta de la habitación le dijo a su hijo: Tendrías que ir haciéndote una foto para la Pared de los Finados porque tu sales, desgracidamente, a tu padre... ¡¡¡ASUUUUUUUUUUCARRRRRRR!!!