sábado, 5 de septiembre de 2020

Centrifugando.

 Anoche me acosté a las diez y me he despertado a las nueve. ¡Ni diez horas! Si es que no pego ojo buscando una solución para meter a Pascualita mientras le traen, o no, un acuario.

De repente, porque éstas cosas vienen así: de golpe, grité ¡EUREKA! ¿A caso no tengo lavadora? ¿Y la lavadora no tiene una buena ventana? Y, encima, puede servirle a Pascualita de parque acuático si le programo un centrifugado. ¡Si es que no me beso porque no me llego!

No he comentado nada con la abuela porque, desde que es millonaria se ha vuelto muy tiquismiquis y diría que tener una sirena en una lavadora barata es chabacano. Pero ¿y lo que se divertirá la medio sardina?

Cerré la puerta de casa con llave para que la Cotilla no me pille con las manos en la masa. Vacié en el bombo unas cuantas garrafas de agua de mar. Eché arena porque a Pascualita le encanta descansar en ella. También puse el barco hundido para que duerma en él.

Como ya no me quedan algas he puesto perejil y apio para simular la vegetación del mar. Ha quedado muy bien... lo malo ha sido que la arena se ha ido por los agujeros del bombo pero me he estrujado el cerebro y, en su lugar he puesto una espontex de color veig.

Después se lo he enseñado a Pascualita. Le ha parecido bien porque ha saltado de mi mano al bombo. Lo ha inspeccionado con mucha curiosidad. Ha sido entonces cuando he cerrado la puerta de la lavdora y he puesto el programa de centrifugado. Estaba loca por verla disfrutar de esta especie de tíovivo.

Yo aplaudía mientras ella, el barco hundido, el perejil, el apio y la espontex chocaban unos contra otros ¡Que bien nos lo estábamos pasando! Entonces, por unos segundos, la vi pegada a la ventana del bombo y su cara no era de felicidad. ¡Lógico! nunca había experimentado esa sensación.

Cuando me pareció que ya estaba bien de cachondeo paré la lavadora. Pascualita flotaba en medio de hojas verdes. La cogí: - ¡¿A qué te ha gustado?!

Un chorro de vómito salió de su boca como un surtidor y me lo tragué porque me pilló desprevenida mientras hablaba. Después saltó hacia mi y me arreó un mordisco en la primera teta que encontró...

Ahora camino de lado porque tiene el tamaño de uno de aquellos dolmenes que llevaba Obelix a la espalda... Esta noche dormirá en mi cama (ha decidido ella) y yo... ¡yo qué sé!

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