sábado, 19 de septiembre de 2020

Dichosa Cotilla.

 Estábamos en pleno desayuno Pascualita y yo, cuando llamaron a la puerta. Por supuesto, ni me movi. No eran horas para visitas. 

Seguimos a lo nuestro: Pascualita dando saltos mortales en su taza de cola cao y yo contándole cómo se hacen las croquetas de pollo: - Se va una al súper, a la sección de congelados, compras una bolsa de croquetas que pongan "De pollo" y cuando tengas hambre, las fríes... pero ¿cuándo se ha visto a una sirena friendo un pollo aunque sea en croqueta?

Sonó, de nuevo, el timbre. Pascualita dió un respingo y acabó dentro de mi escote poniéndome perdida. - ¿Qué te pasa?... ¡¿No estarás OTRA VEZ con el celo?! 

Tiene más años que la Humanidad y sigue igual la tía. Si por lo menos hubiera un sireno a mano... ¿A ver qué pez te traigo yo ahora? - Abrí la puerta y una parejita se coló hasta el comedor. - ¡Eh! ¿sois okupas? - Venimos a ver la acera por un agujero. - ¡Anda, que bien! Pues son dos euros. - ¿Perdonaaaaaaaaa? - A euro cada uno, siendo dos, son dos euros. - Hemos pagado abajo a una señora muy amable que nos ha puesto sobre aviso por si una "espabilada" nos pedía más. ¡Te ha faltado tiempo, tía! ¿Dónde está el agujero?

Bajé la escalera de cuatro en cuatro. Como me temía, allí estaba la Cotilla pisándome el negocio. Vendía la mirada desde el agujero a ¡50 céntimos por persona! - ¡No puede hacerme ésto! el balcón es mío, el agujero y la casa también...! - Pero la idea del negocio es mía, boba de Coria.

Iba a protestar cuando ha llegado Bedulio con una multa que me alargó diciendo: - Para que luego digas que no te regalo nada. - Pero... pero..., pero... - Desde lo alto del aplique de la entrada, el ánima de mi primer abuelito, sonreía beatíficamente. - ¡Que no es un regalo, coñe ya!


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