martes, 15 de septiembre de 2020

De lo que se entera una.

 A la abuela no le hizo ni pizca de gracia que su amiga Cotilla quisiera violar a su mayordomo inglés y a su marido (así, por éste orden) y me llamó: - "Dile a la Cotilla que se ponga" - ¿Cómo sabes que está aquí? - "Porque espera mi rapapolvo. Toda la vida ha hecho lo mismo y no va a cambiar ahora, a sus años" - (¡Huy lo que ha dicho la abuelaaaa!: A sus años)... La cosa es seria porque este tema es tabú para ella)

La Cotilla, temblorosa, se puso al aparato. No podía escuchar las palabras de la abuela, solo las de la vecina, claro. - Que no... No... Yo estaba en la cama... ¡Yo que sabía!... Se metieron ellos... Sí... que sí... Que no pasó nadaaaa... Una desilusión... Era mejor tu primer marido... ¡No sé. Digo yo!... No, no y no. No lo caté... A éstos tampoco...

Mientras hablaban eché una ojeada a mi primer abuelito. Sentado sobre el televisor de la salita, tenía los ojos en blanco y una sonrisilla pícara en la boca... - Huy, huy, huy, abuelito... ¿qué pasó? - ¡Un abuelo no habla de éstas cosas con su nieta! (a pesar de comunicarnos telepáticamente, lo hizo junto a mi oreja y a punto estuvo de dejarme sorda)

La Cotilla seguía balbuceando hasta que se encabritó y gritó: - ¡No tendría que haberte ayudado a mandarlo al otro mundo!... (Di un respingo. El primer abuelito continuaba saboreando recuerdos) - La conversación no duró mucho más. Al colgar el teléfono la Cotilla preguntó: - ¿Qué hay de comer, nena? - Fabada asturiana en lata. - ¿Por qué sonríes, boba de Coria? - Mi primer abuelito te manda un besito.

Pensé que comería sola pero la vecina se quedó y rebañó el plato dos veces sin apartar la vista del televisor apagado.

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