La abuela se ha presentado en casa con unas cuantas ensaimadas calentitas y no hemos abierto la boca, para hablar, hasta que no han quedado ni las migas.
Hacía tiempo que no desayunábamos juntas, Pascualita incluída y hemos pasado un gustazo. Después he sabido el por qué de su visita. - "La Momia me ha pedido que le lleve el orinal de su familia..." - ¡No puede ser! Es el hogar de la sirena. - "Tu bisabuelastra lo necesita para llenarlo de rosas y colocarlo en el centro de la mesa del comedor. Para mañana ha organizado un baile de disfraces en la Torre del Paseo Marítimo y sabe que sus familiares quieren verlo. Todos le tienen mucho cariño" - Dile que no puede ser ¿Dónde meto a Pascualita?
Estuvimos un rato haciéndo cábalas hasta que pensé que la mejor solución sería meterla en una garrafa de agua. - "Pero es transparente..." - ¡Es verdad! La pondré en la copa del árbol de la calle. - "¡Se caerá! ¡Tendrá frío! ¡Vendrá un gato! ..."
El árbol de la calle estuvo de acuerdo. - Soy un padre ONG. - Pascualia tampoco dijo que no. Me parece que se sentía minusvalorada delante de todos los de casa viviendo en el orinal por muy aristocrático que sea.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Nena ¿has puesto una garrafa en la copa del árbol de aquí al lado? - Pues... sí. - ¿Para qué, boba de Coria? - Para que el ábol beba cuando tenga sed. Y para que las algas estén con sus pariente terrícolas y hablen de sus cosas.
La Cotilla fue a por el chinchón. - No parece que hayas bebido desde ayer... Hale, vamos a Alcohólicos Anónimos que ya desvarías