domingo, 27 de febrero de 2022

¡Carnaval!

Estamos en pleno Carnaval y todavía no sé de qué disfrazarme. Le he dado muchas vueltas. He preguntado a todo quisqui de mi casa pero no me han ofrecido una respuesta que me ilusione hasta que: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Ay, vengo más contenta que unas Pascuas - ¿Le ha tocado la lotería? - Mejor que eso. He vuelto a "limpiar" cepillos en las iglesias. Ya tienen algo más que telerañas. - Cotilla se va a ir de cabeza al Infierno. - Estaré calentita. - Que mal hablada es usted.

- Este año me voy a disfrazar (prosiguió) - Pero si va todo el año... - ¡De sirena! 

¡Ostras! se me pararon los pulsos. ¿Acaso había descubierto a Pascualita? En cuanto tuve oportunidad corrí al comedor y allí estaba la medio sardina, nadando en círculo lentamente en el orinal. - ¡Uf, menos mal! - Eché un chorreón de chinchón al agua y me serví unas generosas copas que fui paladeando con cañita.

El sopor me invadió y fui incapáz de resisirme a él quedando más dormida que Carracuca. Y soñé... Iba en una comparsa de sirenas disfrazadas de calamares en su tinta. El trozo de mar por el que desfilábamos quedó más negro que las uñas de un carbonero. 

En lugar de llevarnos el Primer Premio como era nuestro deseo, nos llevamos el Primer rapapolvo del Certámen de Disfrases. ¡Que más da! Habíamos conseguido lo que buscábamos: ser las primeras en algo.

El árbol de la calle, disfrazado del submarino del Capitán Nemo, daba largas brazadas con sus ramas. Las hojitas, llenas de purpurina cantaban: ¡Se va el caimán, se va el caimán. Se va para Barranquilla...! Los peces aplaudían a rabiar. Nunca se había visto algo así. Sobre la copa del árbol iba Pascualita convertida en el Pirata de los Siete mares llevando y usando, a Pepe el jibarizado cuyo ojo-catalejo hacía las veces de él mismo buscando algún barco mercante que llevarse a la boca.

Una peluca rubia platino pasó flotando cerca de mi. Al cogerla gritó: ¡No me sueltes, boba de Coria, que no sé nadaaaaaar! - ¿Pero, Cotilla, no iba a ir de sirena? - Solo quedaban pelucones sireniles... ¡snif!... en la tienda... ¡snif!... del señor Li... 

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