miércoles, 16 de febrero de 2022

Envidia cochina.

 Llamó Andresito. - Nena, me ha dicho el mayordomo que llamaste a tu abuela y la trastornaste ¿Qué le dijiste? - ¿No te lo ha contado? (pregunté mientras cruzaba los dedos) - No se puede hablar con ella. Lleva desde ayer haciendo reverencias delante de un espejo y luego me pregunta si lo ha hecho bien. - (¡Bien! dije para mi, por lo menos no ha descubierto a la sirena)

Puse mi neurona a trabajar para ver cómo salía del berengenal. - ¡Ya está, abuelito! Se celebran los 70 años de Isabel II en el trono de Inglaterra ¿Vais a ir a alguna fiesta en su honor en la Embajada inglesa? - Pues... no que yo sepa. De todas maneras no creo que tenga nada que ver lo que le pasa a mi mujer con eso porque, insiste, en que nos compremos elegantes trajes de neopreno para la recepción. - (Lo pillé al vuelo) ¡Lo ves. Vais a ir a una recepción real! - ¿Con neoprenos?

Mientras hablábamos, Pascualita, sentada en el frutero de la cocina, suspiraba viendo el anuncio de latas de atún puesto en la mesa.

La lámpara de la cocina se movió levemente y mi primer abuelito vino a colocarse a un palmo sobre mi cabeza. - A esta mujer se la come la envidia (me dijo telepáticamente) - ¿A Isabel II? (me sorprendí) - A tu abuela, nena. Quiere competir conmigo en elegancia, ya lo estás viendo ¡Yo no tengo un sudario de neopreno!

¡Solo me falta ésto!

- Pero si llevas obras de arte de los mejores modistos. ¿Cómo vas a compararlos con un sudario de neopreno? - ¡El que lo luzca primero será un revolucionario! Nunca se ha escrito nada de los segundones. 

Se esfumó como lo que es, un fantasma.

 


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