lunes, 18 de marzo de 2024

¡¿El bicho que picó la panza?!

- Otra vez me toca ir a la playa a por agua de mar para llenar la pila de lavar del comedor. ¡Y luego Pascualita le hace las gracias a la abuela! Eres una desagradecida. 

- Teniendo un rolls royce y un mayordomo que lo conduce, no sé por qué no lo envía a él a llenar garrafas y traerlas luego a mi casa. Estoy cansada de decirlo pero dice la abuela que un mayordomo inglés es alguien de mucha categoría y no está para hacer de aguador. ¿Y yo sí? 

Estaba en la cocina pelando patatas mientras hablaba con quien quisiera escucharme... Todos los personajes de casa excepto la sirena porque le molesta que saque el tema: Abuela. 

De repente, la escoba se puso en marcha arreando escobazos a diestro y siniestro. - ¿A qué viene ésto? (pregunté, alarmada) - ¡Hay una cucarachaaaaaa! (gritó la fregona al tiempo que, de un salto, se subió a la barra de la cortina de la cocina) 

Por más que miré no vi bicho alguno. - ¡Para ya de pegar, jodía! - No me hizo caso aunque no creo que me oyera con el griterío que formó la fregona: - ¡¡¡SOCORROO, AUXILIOO!!! 

Acuciadas por el miedo, las bolas de polvo corrieron a esconderse bajo los muebles. Pepe el jibarizado ponía su granito de arena con su OOOOOOOOOOOOOOO asustado. El árbol de la calle ordenó a la Cristalera del balcón que no se abriera porque no quería cucarachas en su tronco. Pero no sabía el pánico que les tenían las dos caras. Y hubo rifirrafe entre ellos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaa ¡¡¡CRASH!!!... ¡¡¡Aaaaaayyyyyyyyyyyy!!! ¡¿QUÉ HE PISADO, NENAAAAAAAAA?! - No será...- Sí, Cotilla. Una cucaracha jijijijiji - ¡QUE ASCOOOOOOOOOOOOOOO!

domingo, 17 de marzo de 2024

Es la tradición.

Desde la cocina escuché pasos acelerados que parecían venir del comedor. Me asomé a mirar pero todo estaba en calma. Volví a mi quehacer de pelar y cortar patatas para hacer una tortilla española. Poco después las carreritas se reanudaron.

Me estuve asomando y escondiendo un buen rato porque quería pillar a quien fuese que corría, in fraganti.  

Mi primer abuelito se había colocado junto a Pascualita en el borde de la pila de lavar del comedor y se lo pasaban en grande, aplaudiendo y riendo hasta las lágrimas. - ¿Ya vale de cachondeo, no? ¿Quién corre, abuelito? - Esta fue su contestación: Adivina, adivinanza ¿cual es el bicho que te pica la panza? 

Después de pensar y pensar llegué a la conclusión de que no tenía ni idea de quien era el bicho en cuestión y fingí darme por vencida para que me dieran la solución pero me salió rana y hasta las raíces del árbol de la calle me miraron compasivamente. 

Se inició una nueva carrera mientras yo miraba el cuadro de la Santa Cena, por eso pude ver  una diminuta nubecilla de polvo sahariano que me dio la solución: la nube estaba en el cuadro, por lo tanto, quien corría, también. - ¿Qué pasa ahí dentro, señores? - ¡Perseguimos migas de pan pero no se dejan coger! - ¡¡¡Quiéren comernos, con lo duras que estamos después de más de dos mil años!!! 

Se asomó el de las treinta monedas. - ¡Estamos caninos! - Pero si falta ná y menos para Semana Santa y... - ¡Nada de Y...! Aquí todo el mundo come menos nosotros. - Es la tradición... 

La discusión siguió horas y horas sin llegar a nada. Ni siquiera pude saber quien es el bicho que te pica la panza...

sábado, 16 de marzo de 2024

Rememorando...

La abuela se ha presentado en casa precedida por Geoooorge el mayordomo inglés que nos sirvió luego unas humeantes tazas de cola cao, mientras las dos amigas, hablando por los codos, recordaron las clases de jota mallorquina a las que fueron apuntadas por sus madres cuando eran niñas, para descansar un rato de las pesadas de sus hijas.

- "¡Mira lo que he traído, Cotilla! El vestido de payesa que me hizo María la modista ¿Te acuerdas de ella?" - ¡Sí! A mi me hizo otro. (Y corrió a su cuarto a buscarlo) - El caso fue que cuando Geoooorge entró en el comedor con la bandeja de la merienda, se encontró con dos mujeres distintas a las que había dejado allí unos minutos antes.

Los vestidos les sentaban como un guante a pesar de los años transcurridos desde la última vez que los llevaron. ¡Y todo fueron aspavientos y risas! - ¡Estamos igual que con quince años! - "¡Totalmente!" - Y, entre jolgorio y jolgorio, acabamos con todo lo que había en la bandeja. Luego la abuela manipuló su móvil y sonó ¡una jota mallorquina! que movió aquellas piernas centenarias haciéndolas saltar.

Miré a mi alrededor. Los personajes de casa, asombrados, tocaban las palmas, menos Pepe el jibarizado que no tiene manos pero su OOOOOOOOOOOOO seguía el ritmo. 

De pronto, se desplomaron al suelo y tuve que llamar al 061 porque no reaccionaban. Pascualita, alarmada viendo a su amiga caída, estiró un bracito señalando el mueble bar.  - ¡Claro, el chinchón! -

Cuando la ambulancia aparcó debajo de casa yo me estaba peleando con las dos amigas que no querían soltar la botella. No me encontraron los médicos con ella en las manos por un nano segundo. El tiempo justo de cogerla, tirarla a la pila de lavar del comedor y abrir la puerta. 

El parte del médico decía: ingresadas dos payesas por ingesta de chinchón. ¡Menuda tajada!

viernes, 15 de marzo de 2024

Palabras mágicas.

 He sentado a Pascualita en el frutero de la cocina y a Pepe el jibarizado a su lado. - A ver, señorías (dije con sorna) Está llegando el tiempo de ponerse hasta arriba de buenos dulces y mejores potajes. - A la sirena se le alegraron las pajarillas.

- Cuando haga las empanadas te encerraré en mi cuarto porque no quiero tener que desmontarlas cuando no te encuentre por ningún sitio. - Pascualita uso los ojos en blanco como diciendo: Por un perro que maté me llamaron Mataperros. - No pongas esa cara de víctima. ¿Cuántas veces has estado a punto de que te metiera en el horno porque te habías caído dentro de la cazoleta sin que me diera cuenta... eh?

El ojo catalejo del jibarizado iba recorriendo, poco a poco, el perímetro de la cocina. - ¡Y tú no disimules! Os encerraré a los dos en mi cuarto ¡Y pobre del que me haga una trastada! ¡¡¡NO COMERÁ EXQUISITECES!!!

Poco después, con el cuaderno de recetas de cocina en la mano, donde está el ancestral Potaje de Semana Santa, no pude evitar leerlo en voz alta... incluso nombré a los repápanos... De la página de las rosquillas nos llegó el olorcito del anís.

¡PLAF!... se me cayó la baba en el cuaderno y tuve que secarlo rápidamente para que no se borrase ninguna palabra mágica como: garbanzos..., azúcar..., Jeréz... espinacas.... ralladura de limón...

¡PLAF!... ¡PLAF!... ¡PLAF!... ¡PLAF!...

Los personajes de casa también babeaban...

            

jueves, 14 de marzo de 2024

Hay que salir más.

Recompuesto el árbol de la calle, todo verdor y alegría, ésta a cuenta de los muchos gorriones que volvieron a sus nidos. Llevan dos días parloteando entre ellos sin parar. El miedo ha dado paso a la tranquilidad. ¡Y he podido dormir sin oír el castañeteo de los dientes de madera del árbol!

Con la normalidad me vino una pregunta a la cabeza: - ¿El Alcalde  ha amnistiado al platanero? ¿O tal vez, le da largas para que se confíe y darle matarile  cuando menos se lo espere? Todo esto me tuvo en un sinvivir durante media hora... porque me dormí viendo nadar, pausadamente, a Pascualita en la pila de lavar del comedor.

Un ¡¡¡PAPAM!!! contra el suelo me espabiló: - ¿Qué ha sido eso? (pregunté al ánima de mi primer abuelito que pasó volando a cinco centímetros de mi cabeza) - La sirena ha saltado a por uno de los comensales de la Santa Cena y ha herrado el tiro.

La medio sirena yacía en el suelo dentro de un gran charco de agua. Un poco más allá, el comensal de las treinta monedas, lloriqueaba asustado. - ¡El monstruo ese me ha querido comer! - ¿Qué hacías fuera del cuadro (le pregunté) - Quería... ¡snif!... ver lo que hay ... ¡snif!... dentro de la pila de lavar ... - ¿No sabes que la curiosidad mató al gato? - No, no lo sé porque apenas hago vida social...


 

miércoles, 13 de marzo de 2024

¡Que susto!

El árbol de la calle ha amanecido mondo y lirondo como si Pascualita se hubiese ensañado con él. Cosa que no ocurrió, dicho por los airados gorriones que tienen sus nidos en las ramas y se han pasado la noche temblando como conejos al quedarse sin el cobertor de las hojas.

En la acera, quedaban cientos de hojas caídas que no han sido arrastradas por el viento hacia los confines de la Galaxia.

Al asomarme al balcón he puesto el grito en el cielo y en los oídos de los vecinos que, inmediatamente, se han soliviantado al unísono. - ¡¡¡Es que ni despertarse tranquilamente se puede en ésta finca!!! - ¡¡¡Y en las adyacentes, tampoco!!! - ¡¡¡¿Dónde está Bedulio el Municipal cuando se le necesita?!!!

- ¡¡¡Tápate las vergüenzas!! (grité escandalizada) - No puedo... snif... No tengo nada que ponerme... ¡snif.... (lloriqueaba el árbol de la calle) El miedo a la sierra mecánica me ha dejado en cueros... - ¡Anda, pues es verdad que se te atragantó el manillar de la bicicleta del Alcalde. Se nota perfectamente. (exclamé, encantada) - Tengo... frío.... brrrr...

Llamé a la abuela contándole el caso del pobre árbol de la calle. - A ver si Andresito tiene algún contacto político que le deba algún favor y puede hacer algo por el pobre platanero.

Dicho y echo. Poco después aparcó bajo mi balcón la furgoneta de Parques y Jardines: - ¡Oh, no, oh, nooo, oh noooooooooooooooooo! ¡Adiós, mundo cruel! (Se despidió de la vida temblando aún más)

Los operarios se pusieron manos a la obra. Al irse dejaron al árbol de la calle tapado con un hermoso y caliente edredón de musgo cubriendo su desnudez. Poco después, con el calorcillo,  asomaron en sus ramas pequeños brotes verdes que, a mediodía, se habían convertido en espectaculares hojas verdes que fueron la envidia de los demás árboles del barrio.

Como decía mi padre: hay que tener amigos hasta en el Infierno.

martes, 12 de marzo de 2024

Problemas.

El Alcalde, plantado delante del árbol de la calle, gritaba desaforadamente: - ¡¡¡Quiero mi bicicleta!!! ¡¡¡Exijo mi bicicleta!!! - Harta de oírlo, desde el balcón aconsejé al árbol: - ¡Vomítala de una vez! No seas ceporro. - Que más quisiera yo (me susurró) pero no puedo. El manillar se me atravesó y no va ni atrás ni adelante. - Pues, según escuché a los operarios de Parques y Jardines, fue la mujer del Alcalde quién le ordenó hacer ciclismo como deporte para quemar grasas de la barriga. - Huy, pues estás apañado, arbolito. - Eso, tu dame ánimos, nena. 

Por otro lado, en el cuadro de la Santa Cena, los comensales se han enterado de que la Semana Santa está al caer y están de los nervios con los preparativos: - ¡Ya no recuerdo lo que comimos entonces! - Da igual. Así podremos innovar. Por ejemplo, yo me pido shusi. - Eso sería mucha innovación ¿no os parece? - Pues yo sigo sin recordar el menú...

- ¡Aaaayyyy, aaaayyyyy... (el árbol de la calle, doblado de dolor, intentaba vaciar el estómago)

- ¡Aaaayyyy, aaaayyyyy ... ¡Mi mujer me matará! ¡¡¡Pero antes talaré, a ras de suelo, al tragahierros arbóreo!!!