miércoles, 17 de abril de 2024

El enfado de la Cotilla.

 Pascualita se siente Almirante de la mar océana desde que tiene el velero en la pila de lavar del comedor. Todos los personajes de casa han desfilado para verlo. Las exclamaciones de asombro empiezan y no acaban. - ¡Que bonito! - ¡Quiero montarme en él! - ¡Eso es un barco y no las barquitas que teníamos nosotros! 

A quienes más se les caía la baba era a los comensales de la Santa Cena ya eran del gremio marinero. - ¡Te lo compro! - le dijo el de las treinta moneda a Pascualita. Pero ella se hizo la sorda. Lo que resultó ser una mala praxis porque el tío repitió la frase una y otra vez, como un disco rayado hasta que, harta de oírlo, la sirena sacó su dentadura de tiburón a pasear.

Unos días más tarde, la Cotilla se asomó a la pila de lavar para criticar de nuevo el estorbo que era tenerla enmedio del comedor - Con cuatro birriosas algas del mar. - Un día me la llevaré al trapicheo. - ¿A la pila? ¡Por encima de mi cadáver! - Por mi, de acuerdo... - Fue entonces cuando vio la botella con el barco sobre el fondo de arena  donde también reposa el barco hundido.

- ¡¿Qué hace esa botella aquí?! - La sorpresa transformó su voz en un clarín. - Un barco debe estar en el mar ( llevaba tanta verdad esa frase que los personajes me aplaudieron largamente) - ¿Esto es el mar? (señaló la pila de lavar con desdén) ¡Esto es una mamarrachada, boba de Coria! 

Me puso como hoja de perejil por haber profanado su armario sin permiso - ¡Esa botella ES MIAAAAAAA! - Entonces Pascualita salió como un misil hasta la cabeza de la Cotilla y se armó la marimorena...

Ahora, mientras bebía chinchón para calmar el dolor, la animé diciendo:  - Por lo menos, ahora, no tiene ningún  pelo de tonta. - ¡La maaaa... ¡hip! dre que te pa... ¡hip! ri... ooooo!

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