viernes, 5 de abril de 2024

Que alivio.

Desde la cama del hospital escuché el concierto de pitos que se forma cada vez que Geoooorge, el mayordomo inglés de los abuelitos, cuando aparca el rolls royce donde mejor le place. En éste caso fue en la parada de las ambulancias.

¡La abuela venía a rescatarme!... o a rematarme por dejar escapar a Pascualita hacia los abismos tenebrosos del fondo del mar. 

Quise saltar de la cama para esconderme de su furia pero estaba conectada a diversas bolsas que vaya usted a saber qué contenían y no tuve tiempo de arrancarme todas las guías clavadas en las venas. - ¡Ay, ay, ayyyyy! Nunca pensé que mi vida pudiese acabar a manos de la abuela ¡ay, ay, ay.aaaayyyyy!

La puerta se abrió de sopetón estampándose contra la pared. Y claro, se quejó: - ¡Que poco respeto me tienen! ¡Ni que fuera el pito del sereno, cooooñe! 

Los abuelitos entraron seguidos de médicos y enfermeros que intentaban cortarles el paso. - ¡No se puede entrar! ¡Está prohibido! ¡Es top secret lo que ocurre aquí! ¡Oigan!. - Pero no les hicieron caso y se adueñaron de la habitación. La abuela ordenó: - ¡Geoooorge, coge a la nena y vámonos que aquí no pinta nada! 

Si el inglés se fijó en mis enormes protuberancias, fruto de la saliva venenosa de Pascualita, no dijo ni pío. En un plis plás sacó las agujas, tiró al suelo los sueros y salió conmigo a paso de carga hacia las escaleras. 

La abuela hizo un lío con mi ropa, la metió en la bolsa que llevaba y salió tras Andresito y Geooorge. A través de las lágrimas vi a mi primer abuelito manteniendo a raya a médicos y cirujanos sin que ellos fueran conscientes. ¡Sabía que no me dejaría sola!

El rolls royce arrancó ajeno a los insultos. Minutos después entrábamos en casa. La abuela sacó mi ropa de la bolsa y una pequeña flecha azul metalizado, saltó de cabeza a la pila de lavar del comedor.

¡Uf, (me dije aliviada) ya estamos todos!

 

 

 

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