jueves, 18 de abril de 2024

Chismosas.

Mi primer abuelito apareció a metro y medio del suelo del comedor. Llevaba un sudario vaporoso, de alta costura, tan bonito que iluminó toda la casa como si fuera el nacimiento del primer Sol del mundo.

Y yo, que temblaba como una hoja en la tormenta, me estremecí porque estaba muerta de frío. -Te vas a enfriar, abuelito. El tiempo se ha convertido en una Ola con mayúscula: ahora hace calor, mañana hará frío, al otro nos asaremos y en el siguiente nevará. ¡Que frío, jopelines!

- Ay, nena, me hace tanta ilusión que te preocupes por mi que soy capaz de cambiar este sudario fresquito por un chaquetón de martas cibelinas para que te quedes tranquila. - ¡Eso es carísimo! - En el Más Allá no hay ese problema. - ¡¿Trapicheáis como la Cotilla?! - Con más categoría...

De repente me di cuenta de que no estaba sola. La abuela y la Cotilla, boquiabiertas, no me quitaban los ojos de encima. Es muy estresante que cuatro ojos se te monten a caballito en la espalda y me rebelé: - ¡Fuera, bichos! 

Las Niñas de los Ojos se sintieron ofendidísimas y rompieron a llorar. En ese instante saltó la Fregona reivindicativa: - ¡Ha terminado mi jornada laboral! - Y salió, contoneándose, camino del balcón. Con la cabeza muy alta y la melena al viento. estaba muy atractiva. Al verla, el árbol de la calle abrió su enorme boca de madera y cantó el brindis de la Traviatta.

Las Niñas de los Ojos se tragaron las lágrimas y algunas copas de chinchón of the rocks que se sirvieron de extranjis.

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