lunes, 31 de octubre de 2011

No puedo más. Están acabando con mi estabilidad mental. Y para remate han cambiado la hora. Voy zombie. Por la calle me he cruzado con un montón de brujas demacradas, algún vampiro y gente rarísima acabada de atropellar que marchaban juntas muertas de risa.
Al llegar a casa no había luz y el día había dado paso a la noche a horas intempestivas. Menos mal que brillaban las candelitas que la abuela ha colocado por todo y en cantidad para que ningún antepasado se sienta olvidado. De repente, una lámpara de pie que no conocía, alumbraba con luz ténue una de las habitaciones que dan al pasillo. La luz iba de abajo arriba. Fijándome un poco me ha parecido que la pantalla semejaba más un sombrero chino de esos de paja y lo que lo sujetaba me ha recodado a la abuela con una expresión aterradora.
He dudado entre salir corriendo o encerrarme en mi cuarto y dejar el tema de la cena para mañana porque se me empezaba a cerrar el estómago. He optado por esto último y al pasar como una exhalación por el comedor, una visión más horrible que las demás me ha puesto el corazón en un puño y he gritado como una loca mientras los pelos se me erizaban: La pecera, ingrávida en el aire y bajo ella, una luz fantasmagórica mostraba a una Pascualita lacia, flotando entre dos aguas como si ya no perteneciera a este mundo, mientras el juego de luces y sombras mostraban su rostro más feo, si cabe, que de costumbre.
El alarido se oyó en toda la vecindad. Me encerré con llave en mi habitación y coloqué la cama contra la puerta.
Unos golpes secos en la puerta me pusieron en guardia. La Muerte, en cualquiera de sus formas más horribles, venía a buscarme : "Hija ¿estás bien?... Abre la puerta y ven a la mesa. He hecho una sopita de las que levantan a un muerto" - Oh, no. Solo me faltaba la abuela. Habrá visto a la sirena y pensará que la he matado yo. Mañana mi esquela estará en los periódicos y aunque ya no tengo veinte años... ni cuarenta... ni cinc... bueno, no soy tan mayor y no me apetece nada despedirme de esta vida a la francesa. - ¡Abuela. No he sido yo. Te lo juro! ... Te pido perdón, abuelita. Nunca más volveré a amenazarte con tirar a Pascualita al mar... Perdóname.
Nos sentamos a la mesa como si nada hubiese pasado. Miré de soslayo en la habitación del pasillo y la lámpara había desaparecido. Pascualita, sentada en el borde de la pecera, parecía felíz mientras movía su cola. De vez en cuando me sonreía mostrando sus hileras de dientecitos puntiagudos. La sopa estaba buenísima. Y yo, disimulando el susto que aún tenía en el cuerpo, era la única que sabía que mi juramento había sido más falso que Judas.

domingo, 30 de octubre de 2011

30 de octubre

Estoy que no me llega la camisa al cuerpo. Si ayer me aterrorizaron los ojos de un conejo, hoy ha sido peor. Dormía profundamente cuando he sentido que la Muerte me tocaba con su dedo helado... El frío se extendía del cuello al escote. A medida que me iba despertando me daba cuenta de que era una cosa real  y no quería abrir los ojos, no quería verla; deseaba ser un avestruz para esconder la cabeza en un hoyo y no sacarla hasta que la Muerte se cansara de esperar y se marchara. Pero la curiosidad fue más fuerte que el miedo y abrí los ojos dispuesta a enfrentarme a mi destino. Y lo que ví me paralizó
Pascualita, mojada y fría como lo que es (un pez) se arrastraba sobre mi pecho. Cuando se dio cuenta de que la miraba echó hacia afuera sus afiladas tiras de dientes puntiagudos y me mordió en la barbilla una y otra vez. Grité con todas mis fuerzas pero la fiera currupia no cejaba en su ataque. Finalmente se cebó con mi yugular. Era tanto el dolor que sentía que mis manos no atinaban a cogerla y cuando por fin lo logré, las sentí paralizadas  ¿¡qué me estaba pasando!? entonces me di cuenta de que algo me sujetaba... ¡la abuela! mientras emitía una risa ronca que me erizó el cabello. ¿Qué querían aquellas dos harpías?... ¡Matárme! estaba muy claro... Ya casi no podía respirar porque el cuello se hinchaba rápidamente y solo dejaba pasar un hilillo de aire que no bastaba para llenar los pulmones... ¡Socorro... Socorr...!
¡Plis plás! Acababa de recibir dos tortas bien dadas. Desperté sobresaltada. La abuela estaba junto a mi cama con Pascualita metida en el termo. Ambas me miraban muy serias. - ¿Qué pasa. Por qué me has pegado? - "Para despertarte. Llevas un rato gritando como una loca. Se ve que has tenido una pesadilla... ¿qué soñabas?" - Esto... ejem... Nada... Ya no lo recuerdo" - ¡Vaya si lo recordaba! pero no me atreví a contársel, solamente le faltaba  a la abuela que le diera ideas. A mi lo que me daba era pavor al verlas junto a mi cama, sin quitarme ojo. Me dolía la cara. ¿Era necesario pegarme tan fuerte? Ya no sabía qué pensar pero de lo que estaba segura es de que me tenía que levantar rápido.
Al salir del cuarto de baño me esperaba una sorpresa: la abuela me había preparado el desayuno. Creo que en la historia de nuestra vida en común, no había pasado nunca. Deseé tener a mano un esclavo para dárselo a probar. No sé por qué me vino a la memoria la cicuta. Que retorcida es a veces nuestra mente... Haciendo de tripas corazón, dí las gracias a la abuela : ¿Quieres un poco?... - le ofrecí para ver si hacía las veces de esclava y me sacaba de dudas sobre el veneno pero no picó el anzuelo -  me encanta que hayas tenido este detalle aunque... no sé por qué? - "No hay de qué, hija. Anda come, come, que estás un poco demacrada" - dí un respingo - ¿Yo?... pues me encuentro muy bien... ¿A qué viene el que me hayas preparado este desayuno tan abundante? no suelo tener mucha hambre por las mañanas así que no se si me lo podré terminar - "Tú come lo que tengas gana... Te lo he preparado porque anoche estuve viendo un reportaje sobre la pena de muerte y hablaban de la última comida del reo. Procuran que sea abundante y de su gusto..." - ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? - el pulso se me había acelerado - "No, nada. Es que me acordé de que nunca te había preparado un desayuno que, como sabes, es la comida más importante del día... ¿verdad, Pascualita?" - si durante la pesadilla no me entraba el aire ahora, despierta, no podía tragar. ¿Qué tramaban esas dos? - De nuevo oí la voz de la abuela que, de repente se había convertido en una persona muy seria y hablaba con voz pausada: -" Nos vamos a la iglesia, cariño (¡¿cariño!?... Huy, huy) Tengo que rezar muchos rosarios" - ¿Por qué? - me costaba mucho articular palabra - "Para los muertos... ¿No sabes en qué fechas estamos? jejejeje... Tú come y... que te sea leve jejeje..."
¿Se puede tener más mala leche? Esta noche cerraré mi cuarto a cal y canto.

29 de octubre

¡Que paz se respira en casa! Y todo desde el día en que hice saber a la abuela quién manda aquí. ¡Ojalá lo hubiera hecho antes y me hubiese ahorrado muchos disgustos y sobresaltos! El orden ha llegado para quedarse. Ahora ella sabe que soy capáz de cumplir la amenaza y se muestra solícita y sumisa. Me da un poco de pena pero habíamos llegado a un punto en que no se podía seguir así. La verdad es que no me acostumbro al silencio continuado, incluso la tele tiene el volúmen bajo, cosa que me ha echo pensar que lo de la sordera de la abuela era otra patraña suya para ponerla a tope y poder escucharla desde cualquier rincón de la casa.
Cuando le doy conversación responde con monosílabos. Ha perdido la alegría de vivir. Incluso Pascualita está mústia. Ya no sube al borde de la pecera a observar nuestros movimientos y discusiones. Ahora está siempre sumergida, dando vueltas lentamente o dejándose caer en la arena del fondo y dormir hasta hartarse. En parte me gustaría que todo (casi todo) volviera a ser como antes pero no me atrevo a sugerirlo porque a la abuela le das un dedo y te toma entera, no se conforma con el brazo.
Desde nuestro último enfrentamiento he observado que todas las tardes, a la misma hora, salen a la calle Pascualita y ella. Si le pregunto, amablemente, a dónde van, responde: "A San Nicolás". No sé a qué vendrá ese cambio de iglesia porque siempre ha ido al lado de casa pero es bueno que salga y se distraiga y sobre todo que haga ejercicio ya que la iglesia de San Nicolás le coge bastante retirada de casa.
Cuando estoy sola me da por pensar y me figuro que el párroco de dicha iglesia es atractivo, simpático, de esos que se llevan de calle a las beatas y por eso mi abuela va allí. Así que fui a comprobarlo. Una tarde la seguí. También llegué a pensar que me decía lo de San Nicolás porque no quería contarme dónde iba realmente. Pero no me había dicho ninguna mentira. Pero me chocó que no entrara en la iglesia. Se colocó delante de la fachada, miró hacia arriba y levantó la mano en señal de saludo, luego se fue. Intrigada, esperé a que se alejara y tomé su lugar. En principio no ví persona alguna, luego me fijé en un cartel colocado junto a la imagen de San Nicolás en el que dice que a todo el que salude al Santo le serán perdonados los pecados durante cuarenta días. Así que a eso viene la abuela, a que le perdonen los pecados... ¿cúales? ¿los pasados o los venideros? Si son éstos últimos, está haciendo acopio de perdones... ¿por qué? ¿Es qué va a pecar?... ¿Contra quién?... He vuelto a casa pensativa. No sé quién será la persona a la que se la tiene jurada. En todo caso, que la coja confesada.
¡¡¡Ay, Dios mío!!! ¡Me temo que esa persona voy a ser yo! sino, que alguien me explique qué hacían ésta mañana dos ojos de conejo, sanguinolentos, sobre mi almohada!

28 de octubre

¡Estoy harta de tanto sermón! La abuela sigue en sus trece. ¡quiere un bisnieto! como si eso fuera tan fácil. Cansada de oírme, finalmente ha entrado en razón pero, para remediar el entuerto y allanarme el camino, se ha puesto a buscarme pareja. Así que ahora tengo un problemón encima porque cada dos por tres, trae un hombre a casa y cómo les dice para qué los quiere, vienen muy ilusionados a echar un kiki conmigo y con las bendiciones de la abuela. Lo estoy pasando fatal. En cuanto oigo la llave de la puerta corro a esconderme debajo de su cama (allí no creo que me busque) con bolso y todo para que piense  que me he ido. Mientras los invita a café, para hacer tiempo a que yo "llegue" les hace un  interrogatorio en toda regla y es entonces cuando hace la criba porque no encuentra ninguno sin defecto y claro, su bisnieto tiene que ser perfecto, sin taras paternas "ya bastan las tuyas" me dice. ¡Que cara tiene!
Tengo que hacer algo porque estoy cogiendo complejo de abeja reina rodeada de zánganos. ¡Por Dios, que estrés! Para despejarme un poco he quedado con una amiga en una cafetería. Hemos hablado de lo divino y de lo humano y me ha venido bien. Entonces he visto pasar a la abuela. Iba deprisa, acompañada de un tío agitanado ¡otro pretendiente a padre de su bisnieto! y me he fijado que llevaba en la mano una bolsa de la tienda de peces donde compramos la comida de Pascualita. Mi amiga también se ha fijado en ello y me ha comentado que le gustaría ver la pecera que tenemos en casa: He quedado sorprendida... ¿cómo sabes que tenemos una...? - No me ha dejado terminar - Por que me encuentro con tu abuela en esa tienda de vez en cuando. Yo solo tengo un pececito pero vosotras tenéis un verdadero acuário - ¿Qué te hace pensar eso? - Hija, porque ella me lo ha dicho. Además, basta ver la cantidad de comida que os lleváis. A mi un botecito me dura meses , a vosotras, poquísimo. ¿Cuántos peces tenéis? y sobre todo, ¿dónde? por que debe ser enorme ese acuario. ¿Por qué no me invitas a verlo? - Estooo... Verás, hay un pequeño problema, sobre todo para tí porque  debes tenerle mucho cariño a tu pez ¿verdad? - ¡Oh, sí! Es tan relajante verlo. A mi se me pasa todo el estrés de la jornada sentándome un rato delante de la pecera como si fuera un televisór solo que sin gritos, Belenes Esteban y demás fauna. Pero ¿por qué lo dices? - Es que... no es conveniente que te acerques a nuestro... acuario porque... tenemos a los peces en... cuarentena... Tienen un extraño virus muy contagioso. Ellos son portadores (eso nos dijo el veterinario) ejem... por eso son tan... peligrosos... Si vinieses a mi casa y uno de esos virus se pegara a tu piel ¡Dios no lo quiera!... - ¡Ay! ¡me estás asustando! - Lo siento pero tienes que saberlo para evitar que te quedes sin tu pez... como te iba diciendo... si se te pega uno de esos virus, al llegar a tu casa saltaría sobre tu pececito y lo mataría - ¡Oh, no!  - Gracias por avisarme. No sabía que existieran virus así -
¡Uf! un problema menos. Y mientras le mentía a mi amiga fui ideando una cosa para que la abuela me dejara en paz. Así que, al llegar a casa y ver que no había moros en la costa, he cogido a Pascualita ayudada por el guante de acero, la he metido en el termo y con él colgado del cuello, me he ido a la calle.
He llegado tardísimo a casa y la abuela me esperaba despierta y desesperada. Se estaba ahogando en pleno ataque de asma. En cuanto me oyó entrar me dijo, entrecortadamente: ¡Nos han robado a Pascualita y... y yo me ... estoy muriendo... No puedo respirar... ¡Llama a... la policía... Haz algo... por favor... por favor!
Entonces hice una entrada triunfal. - Nadie a robado nada salvo tú que me has robado la tranquilidad. ¡Mira, aquí está Pascualita y su termo! Cómo vuelvas a traer a otro tiparraco a casa, llevaré a la sirena al mar y entonces, abuela, sabrás lo que vale un peine.

27 de octubre

Ha ocurrido algo importante en la familia y la abuela me ha puesto en su punto de mira. La han avisado que una nieta de su hermana ha tenido un bebé al que han puesto de nombre Aitor. Ha salido corriendo hacia la clínica para conocerlo. Por supuesto, a esa ceremonia no ha faltado Pascualita, yo sí porque he tenido que ir a trabajar. Cuando he comentado lo mucho que me gustaría ir con ellas ha contestado: - "¡No te preocupes, mujer. Yendo nosotras, tu estás disculpada!" - Estoy en un nivel más bajo que la sardina de las narices.
A mediodía había paella en casa. Bueno, eso solo ocurre en los grandes acontecimientos porque la mujer hace toda una ceremonia para cocinar este plato. Menudo bombo se da. Le sale muy buena, es cierto, pero a mi me repatea reconocérselo aunque siempre acabo comiéndome dos platos.Pero hoy había que celebrar la llegada al mundo de Aitor.
Como estaba picada con las dos por el desplante que me ha hecho esta mañana, les he gastado una broma. He quitado una gamba y he puesto en su sitio a Pascualita. Ha sido en un momento de despiste de la abuela y el caso es que no se ha dado cuenta hasta que la ha tenido en el plato, que le he servido yo. Se me caían las lágrimas de la risa. La sirena coleando, porque se le estaba calentando el culillo. Y el salto que ha dado la abuela cuando se ha dado cuenta de que le había cambiado a su amiga por la gamba correspondiente, ha sido de record de Juegos Olímpicos. ¡Que panzada de reir me he dado! ay, solo de pensarlo se me saltan las lágrimas... aunque no se si es por eso o por la brecha me que ha abierto en la frente cuando me ha tirado su plato, con arroz y todo. ¡Que poca correa tiene!
Luego se ha pasado toda la tarde diciendo que ella también quiere un nietecito. Le he dicho que se espere a que pongan las rebajas en el Corte Inglés, tal vez así logra uno...jejeje... estoy graciosa hoy... jejeje... Pero no puedes estar horas oyendo el mismo mantra sin que te duela la cabeza. ¿Por qué no tienes un bebé? ¡venga, haz algo, quiero un bebe en casa!... ¡se la come la envidia!... - ¡Pero como voy a tener un hijo sino tengo ni novio... ¿in vitro? - "Ah, no. Guarradas en esta casa no quiero. Ten un niño como todo el mundo. Te casas y lo tienes" - ¿Y con quién? - "Te lo he dicho mil veces. Siendo tan sosa y tan desaborida, nunca encontrarás novio" - ¡Encima!... Pascualita me la tiene jurada, lo sé, porque no hace más que rascarse las posaderas... jejeje. Ahora estará unos días sin poder sentarse en el borde de la pecera. Mejor, así no me podrá atac... ¡¡¡AY!!! ... ¡Será asquerosa ! ¡Otra que no sabe aguantar una broma! ... acaba de lanzarme un chorro de agua en el ojo ¡AAAAYYYY. esto me va a doler unos días y aún no he visto al pequeño Aitor. Pero le mando un beso muy grande y otro a sus papás.

26 de octubre

Desde la calle se oyen las risas de la abuela pero, al entrar en casa, he comprobado que no había ninguna visita. - ¡Abuela ¿dónde estás? - "¡Ay! ¡corre, corre, que me meo!¡Que graciosa es la jodía!"
Al entrar en su cuarto comprobé que "la jodía" era Pascualita. La tenía sobre la sábana de su cama y la manateaba. Cuando entré, la sirena iba derechita a la lámpara del techo mientras las risas de la abuela no aflojaban.
- ¡Para, para, que la vas a matar! - "¡Que va, exagerada. Si se lo está pasando pipa... Míra los pelos como se levantan jajajajaja... De vez en cuando la meto en la pecera, respira y volvemos a jugar" - Tienes el cerebro de un mosquito. Y mira como te está dejando las sábanas, todas mojadas - "Por eso no te preocupes. Si lo he hecho es porque voy a cambiarlas. Ya toca... ¡¡¡Mira que salto mortal!!! jajajajaja..." - Déjalo ya o tendré que ir a por el guante de acero. ¿No te das cuenta de que se ha puesto verde? Está mareada... ¡Que cruz tenemos contigo! - "Mira que eres aguafiestas. Todo lo tienes que estropear... ¿Por qué no haces la jornada contínua y sales a las diez de la noche?" - Pero tú cuántas horas quieres que trabaje? ... No te parece que ya deberías sentar la cabeza. ¡Mírate, si tienes más años que la Catedral! - "¿Y qué quieres qué haga, calceta? No me apetece... y ya he hecho suficientes fundas al termo de Pascualita. Va servida para una buena temporada, incluso le he hecho una de la Selección Española de fútbol... Hay días que me aburro mucho y no sé que hacer" - Apúntate a algo - "¿A qué? Ya estoy en Tay-chy, pintura, natación, macramé, gimnasia de mantenimiento, canto en una coral, hago informática, inglés y alemán, cocina..." - ¡Ja! pero si no te enteras de la misa la mitad. Lo confundes todo. - "¿¡¡¡Yo!!!?" - Sí, tú. ¿O no fuíste tú quién se puso a cocinar el otro día una receta que os había dado el maestro para hacer pintura con vegetales y minerales. Un poco más y nos los comemos en tortilla. Menos mal que entre el ocre, el siena y el carbón, la cosa no salía muy apetitosa ¡Y encima me dijíste que era oscura porque llevaba tinta de calamar! ¡Eres un peligro público! - "Con lo contenta que estaba yo hace unos minutos... ¡buaaaa"!  (se puso a llorar como una Magdalena y a mi me creó un sentimiento de culpabilidad muy grande. ¿Por qué tengo la sensación de que siempre pierdo?) - Verás, abuelita. Lo mejor sería que hicieras una o dos cosas pero bien, de la otra manera tienes una empanada mental. No tienes porque hacer más trabajos ni estudios. Hay gente que se dedica a ir a las sesiones del Parlament y otros a los juzgado a ver los juicios... - "¿Hay que pagar?" - No. Es gratis y ... - "¿Puedo llevar a Pascualita?" - Hombre, no son los mejores lugares para llevar un pez. Seguramente no te la dejarán pasar... - "Eso ya lo veremos. Mañana mismo iremos... ¡al Parlament! Has tenido una buena idea. Seguro que será divertido" - Temblando como una hoja me tiene la abuela solo de pensar lo que les espera a nuestros políticos, aunque... bien pensado... cada uno tiene lo que se merece jejejeje...

25 de octubre

La abuela  ha entrado en casa como una tromba. Despeinada, sudorosa y con Pascualita medio colgando del termo que, por supuesto, había perdido toda el agua. Con una mano agitaba un periódico mientras con la otra lanzaba las llaves sobre la mesa - "¡Ya te has enterado! ¡Que disgusto, Dios mío! ¡Una hecatombe! ¡Un desastre!" ... - ¿Qué ha pasado? ¿Ha ocurrido una desgracia? - "¿Y a tí qué te pasa? siempre estás en la higuera  ¡Pero en qué mundo vives!" - Es que hoy no he oído las noticias... ¿Qué ha sido? ¿Un terremoto... un tsunami... un incendio descomunal... un atentado...? ¿Qué?... Me estás asustando, suéltalo ya, mujer... ¿Pero tú has visto como llevas a Pascualita? Está más muerta que viva... - Corrí a buscar el guante de acero y en un plisplás la metí en su pecera y poco a poco, fue reviviendo. ¡Que estrés lleva la pobre con la abuela! Luego me enfrenté al periódico que me acababa de poner delante de las narices - "¡¡¡Aquí!!! ¡Mira aquí!... ¿Qué dice?" - Leí en silencio la noticia que me señalaba y me quedé tan pancha - Te has equivocado, aquí no habla de ningún cataclismo. A ver si en la otra página dice al... - "¡Te estoy diciendo que leas esto, leches!" - Ya lo he leído y solo dice que se han sorteado las personas que deberán estar en las mesas electorales el día de las elecciones - "¡¡¡¿Y te parece poco?!!!" - La verdad es que estaba confundida. ¿Realmente "ese" era el motivo de tanto aspaviento? - "¡¿Y si me han elegido?!" -  Pues vas y Santas Pascuas - "Desde luego tienes sangre de horchata. ¿Pero no ves que no puedo ir?" - ¿No se por qué? - "Pues por qué en el Club de la tercera edad tenemos, el fin de semana de las eleciones, el Campeonato Mundial del Juego de la Oca y tengo muchas posibilidades de ganarlo ¿Lo entiendes ahora, alma de cántaro?" - ¿Hablaba en serio? jajay, ahora podría vengarmen del mal trago que me hizo pasar con lo del butanero - Ves al médico y que te haga un parte diciendo que no puedes ir porque, por esas fechas sales de cuentas y puedes parir en cualquier momento - Se quedó pensativa un rato - "Quizás no convenga ajustar tanto las fechas, ya sabes que a veces los niños llegan antes de tiempo" - No me lo podía creer - Bueno, tengo otra solución. Deja que Pascualita te muerda en las dos manos y tendrán que poner un suplente en tu lugar - "Me gusta más lo del embarazo" - Pero, abuela... - "Me pongo una buena almohada bajo la falda y .." - Ya me estaba cansando porque no sabía si iba en serio o se estaba quedando conmigo otra vez. siempre sale ganando - ¡Que no te creerán! En cuanto te vean sabrán que hace ya muchos años que se te pasó el arroz - "Pues, hija, perdona que te lo diga, pero nadie me echa más allá de los... cuarenta ..." - ¡En cada pata será! - "¡Que mal educada eres!" - Pero, vamos a ver. Si todavía no sabes si te han elegido y ya has puesto el parche antes de que te salga  el grano. Espera a ver si viene el municipal con el sobre. Si lo más probable es que no te haya tocado. en cambio, a mí, no me importaría ir, creo que, incluso, me gustaría. Debe ser toda una experiencia. Conoces gentes, tienes anécdotas para contar. No sé. Ah y además te pagan ... - "¡Ah! eso no lo sabía yo. Así la cosa cambia" - Abuela, no te haces rico con lo que te dan - "Bueno, pero ya no pierdes el día. Ahora mismo me voy a la mercería a comprar hilo de colores, rojo y amarillo, para hacerle una funda al termo. Pascualita no debe perderse esa fiesta de la Democracia, así, cuando vuelva a su País sabrá lo que tiene qué hacer" -, ¿Pero llegará? ¿no dijiste que se la comería todo el mundo en cuanto entrara en el mar? - "¡Que sosa y que pava eres. Igualito que tu abuelo!" - Y salió deprisa para hacer su recado pero tuvo tiempo de escucharme cuando le grité ¡¡¡Pascualita no irá"!!! . No estoy segura porque había poca luz en el pasillo pero... creo que me ha hecho ¡un corte de mangas!

24 de octubre

Estoy fatal. Tengo la moral por los suelos y me la voy pisando. Desde que la abuela me contó aquel secreto familiar , no levanto cabeza. ¡Con lo que yo quería a mi padre y ahora debo de pensar en él como si fuera un extraño! A ratos creo que hubiese sido mejor haber seguido en la higuera, no haber sabido nada. Yo era muy feliz con los recuerdos que guardo de papá (Hay, no. De papá no debo decirlo. De ... Marcelino... No me sale)
La abuela se tendría que haber dado un punto en la boca y haberse llevado el secreto a la tumba pero no, a ella le encanta liarlo todo ¡Dios mío, que desgraciada soy! Y para colmo aún me duele el brazo del mordisco que me dio la media sardina esa que ¡ojalá me hubiera comido la tarde que la encontré!
Lo que más me fastidia es que, cuando la abuela me ve, se ríe. No se que le hace tanta gracia porque, si nos ponemos a hilar fino, la fresca de esta historia es su hija... Ayer me faltó poco para tirarle un tiesto a la cabeza ¡a ver si la sienta de una vez! Y para colmo, no puedo ir a urgencias a que me den un antídoto para el veneno. Me preguntarán qué clase de bicho me mordió... ¿y qué digo? ¿una sirena?... En antídoto no me lo pondrían poque no debe haber  pero de la camida de fuerza no me libro. ¡Jesús, que mala vida llevo!... ¡Ay!... ¡Ay!... Así estoy todo día, de suspiro en suspiro... ¡Ay!
La abuela se ha acercado y me mira con ojos desorbitados - ¿Qué pasa, tengo monos en la cara? ¿Se me notan que no me quedan ni dos telediarios?... si supiera lo que me duele todo: la moral y el brazo... lo he puesto en remojo y parece que me da un poquito de alivio.. No puedo ir a trabajar porque, encima es el derecho. He dicho, como excusa, que la abuela ha perdido el juício y no he dicho ninguna mentira... basta ver como me mira. Supongo que se lo han creído porque la pobre hace ya tiempo que está un poco pallá
No paro de darle vueltas a la cabeza ¿quién será mi padre? ¿averiguo quién es o dejo las cosas tal como están? No me parece justo para él, Quizás no sabe que existo. ¿A mi me gustaría que me saliera de golpe una hija de casi cincuenta años? ¡Menudo susto! No sé que hacer . Mira que si después no me gusta o no congeniamos o le meto en un compromiso con su familia o me arrepiento de haberlo encontrado por ser un sinvergüenza, o un ladrón o un borracho o un cura... ¿un cura? Pero ¿cómo va a ser un cura si era butanero? ... Bueno, quizás la vocación le vino mientras subía bombonas a pisos altos sin ascensor y lo hacía como penitencia a sus pecados... Entonces, ¿el aprovechado éste, sabía que había dejado embarazada a mi madre?... Quizás la violó ¡pobrecita mía!... No se qué pensar ni qué hacer. Estoy echa un lío... Un momento... ahora que lo pienso... papá repartía butano por las casas... luego eso quiere decir... que el butanero era... ¡¡¡papá!!! ... ¡¡¡Me cago en todo lo que se menea!!!
Me he dejado embaucar por la abuela, como siempre. Y ha sido tan puñetera que me ha tenido días compungida y apocada mientras ella se lo pasaba en grande ¡¡¡bruja, más que bruja!!!... ¡Mírla, se muere de risa! ¡¡¡eso no se le hace a una nieta única!!! No, si no llora, le caen unos lagrimones de tanto reir... y ahora me señala con el dedo...- ¿qué pasa ahora? ¿Quiéres liarme otra vez?... ¡Déjame en paz. Estoy cabreada como un mono!... - Ahora me señala el agua donde tengo metido el brazo pero, la puñetera no puede parar de reír ¡¡¡No la aguanto. No la aguan...!!! ¡¡¡Aaaaahhhh!!! Tengo el brazo metido en ¡la pecera! y Pascualita duerme, plácidamente en la palma de mi mano. Estaba tan nerviosa que no sabía lo que hacía... ¡Por favor, por favor. Que no se despierte que me coserá a mordiscos. Porfa, porfa... Voy a ver si dejándola suavemente en la arena del fondo, no se entera... así, poco a poco... huy... Dios mío, que sudores. ¿Y esta bruja no sabía decírmelo? ¡¡¡La mataré. Un día la mataré!!!... Así... muy bien ¡Ya está! He salvado el brazo pero ahora me toca aguantar el cachondeo de la abuela durante muuuucho tiempo. ¡Qué cruz!

23 de octubre

Los días que a la abuela le da por cantar vale más emigrar a Australia. ¡Que tabarra da!. Empieza por Concha Piquer y acaba por la Pantoja pasando por Miguel de Molina y Antonio Molina. Y lo hace muy mal. Estropea las canciones sin compasión alguna, creo que alguien debería ponerle una multa por eso
Hoy está particularmente contenta porque ha encontrado la solución a las miradas y preguntas indiscretas sobre Pascualita. Por lo visto se lo ha explicado a ella que, curiosamente, parece que la ha entendido porque, aunque afortunadamente no canta, la jalea con sus manitas dando palmas (Otra de las gracias que le ha enseñado mi querida abuela)
Ha comprado una pecera igual a la de la sirena y un pececito rojo, de esos tan comunes que hay en todas las casas donde solo tienen un pez. "Este es el reserva. Así, lo único que tendremos que hacer será guardar a  Pascualita en tu cuarto y la gente siempre verá que tenemos un bonito salmonete" - No es un sal... - "Bueno, ¿qué más dá ¿no son rojos también? Serán parientes" - y se ha quedado tan pancha. Le he hecho la reflexión de que Pascualita debería quedarse siempre en mi cuarto y así no la tendríamos todo el día arriba y abajo, como nos está pasando últimamente - "¡Ni hablar del peluquín! Ella es parte de la familia y tiene que estar presente en todo: en las comidas, las cenas, los culebrones de la tele, los programas del corazón, en todo. ¿Te gustaría que te tuviera todo el día encerrada en tu cuarto? ¿No, verdad? Pues ella no es menos que tú, ¡que lo sepas!" - ¿Vas a comparar a ese bicho conmigo? ¡Que soy tu nieta! ¡Sangre de tu sangre! - "Bueno... eso habría que verlo..." - Quedé estupefacta - ¿Qué es lo que hay que ver? - "Nada, nada... déjalo correr" - Ni hablar. Anda, desembucha. ¿qué has querido decir? - ¡Jesús, que picajosa eres! ¿A quién habrás salido?" - ¿Otra insinuación? Esto no puede quedar así. ¡Habla de una vez! - le grité muy cerca de su cara y de Pascualita. Me arrepentí de haberle gritado a una anciana en el mismo momento en que sentí el mordisco y el dolor del veneno - ¡¡¡La madre que parió a la porquería esta!!! - dije, al tiempo que sacudía con fuerza la mano y mandaba a la sirena a tomar viento. - "¿Te das cuenta? No eres como yo. A mi nunca se me oye una palabra más alta que otra y sobretodo, no maltrato a un animalito inocente y desvalido ¡¡¡Salvaje!!!" - ¿Te refieres a "esto"? - dije señalando a Pascualita, que había quedado un poco grogui cuando se dio contra el cristal de la ventana - ¡Es ella la que me ha maltratado a mí! ¡Mira como se me está poniendo el dedo! - "Pobrecita mía, ¿qué te ha hecho esta loca?" - ¡Arráncale los dientes o comprale un caso a ese bicho! y no te vayas por las ramas ¿qué has querido decir antes? - "Espera por lo menos a que se recupere la pobre" - Pues métela en el agua si no quieres que se asfixie. ¿No ves que ya está en las últimas?... No caerá esa breva, no. - Pasado el susto, obligué a la abuela a que me dijera las cosas claras mientras sentía latir el dedo y el dolor me llegaba al codo - "No te lo tomes a mal pero... tu madre... era un poco... hum... No se cómo decírtelo finamente para que no te ofendas porque, hija, enseguida te subes por las paredes. ¡Menudo humor tienes! Será porque te hace falta un buen magreo y no encuentras quién te lo de" - ¡¡¡Abuela!!! - Reconozco que me saca de quicio a veces. - "Te decía que tu madre... mi hija... era un poco...  ligera de cascos ¿me entiendes? y claro, tu padre nunca estuvo seguro... de si eras suya o de..." - ¡¿De quién? Acaba ya! - "del butanero. Ah, pero no te preocupes porque era un cañón de hombre" - ¿Te das cuenta de que me acabas de chafar, no solo el día sino mi vida entera? - ¡Que dramática te pones por una tontería de nada. Si lo se no te lo cuento...

22 de octubre

Pascualita ha dormido dos días seguidos. Se ve que la pobre lo pasó muy mal con su dolor de muelas. Y esta mañana estaba como una rosa. Ha retomado su actividad nadando arriba y abajo, dando vueltas a la pecera a mucha velocidad y se ha subido no sé las veces, en el borde a contemplar el panorama. Me gusta verla así, por lo menos no suelta esas dentelladas tan peligrosas.
Casi a la hora de comer se ha presentado la curandera. Aún hacía mala cara, la pobre. Me he mostrdo muy solícita con ella pero no la he dejado entrar en la salita. Me ha pillado desprevenida y no me ha dado tiempo de esconder la pecera - Parece que no se encuentra muy bien ¿qué le pasa? - No lo sé pero es como si me hubiese pasado por encima un camión de los grandes cargado de piedras. Tengo mal cuerpo, la boca pastosa y un dolor de cabeza que no me aclaro - ¿Y cómo siendo sanadora, no se hace una cura?- pregunté ingénuamente - Uno mismo no puede hacérselo pero voy a ir a ver a una compañera que me ayudará. Por eso estoy aquí. Para preguntarle a tu abuela qué fue lo que me dió de beber porque estoy segura que ese es el foco de mis males. - Pues... es raro porque ella ... está muy bien. Ahora no está aquí. Lo siento mucho, además no sé a que hora volverá... - Ya me esperaba algo así y he venido preparada... - ¿Cómo dice? - Que me he cargado de paciencia y no pienso moverme de esta casa hasta que hable con esa bruja - ¡Oiga! ¿se refiere a la abuela? - ¿A quién si no? Esperaré en la salita, si no te importa - Y avanzó hacia aquella puerta (que no debía abrir) como si fuera un tanque. Apenas me dio tiempo a llegar y ponerme delante - Esto... perdone pero, no puede pasar... - Frenó en seco y con cara de pocos amigos, replicó - ¿Cómo que no? - ¡Como que no! - contesté yo de manera original. - Venga, déjate de tonterías. Vi que teníais unos sillones muy cómodos y no pienso romperme la espalda esperando en una de estas sillas - Yo había empezado a sudar - Es que... estoy límpiando y está todo manga por hombro - No te molestaré... por ciento, ¿qué era esa cosa que curé el otro día? - Ejem... esto... era una... una sardina - Nena, déjate de bromas que no estoy de humor. Venga, suéltalo - Cuando iba a abrir la boca, entró la abuela. Durante una mílesima de segundo, subió una ceja. No le había hecho ni pizca de gracia esta visita pero disimuló muy bien -" Pero, bueno ¡qué alegría! No esperaba encontrarte aquí... Hija, ¿es que no le has ofrecido nada de beber?" - No hables de bebida que aún se me revuelve el estómago. ¿Qué me diste? - "¿Estaba bueno, eh?" - Sí, lo estaba pero no recuerdo que ninguna bebida me haya tumbado tan rápido. ¿A tí no te pasó nada? - "Bueno, tuve unos mareitos y sueño, mucho sueño, eso sí? Bueno ¿y qué te cuentas?" - He venido por dos cosas y creo que no voy a sacar nada en claro: que me digas que bebí y que era lo que curé. Mira si son preguntas fáciles - "Tienes razón, aunque a veces, lo difícil es la respuesta, jejejeje... - Mientras hablaban, al verlas distraídas, aproveché para entrar en la salita, tapa la pecera y llevármela a mi cuarto. La camuflé con la falda de la camilla que cogí como si me la llevara a lavar, echa un bollo. Fui a pasar por detrás de ellas pero la curandera, que de tonta no tenía un pelo, se apartó para que tuviera que hacerlo entre ellas dos. En cuanto me tuvo a su alcance le dió un tirón a la falda de la camilla gritando ¡Que escondes ahí!. No supe reaccionar y la pecera se  volcó sobre ella mientras Pascualita aterrizaba en su escote- ¡Oh, no. Oh, no! - Pensé que la sirena la respetaría después de lo que había echo por ella pero no conté conque la mujer empezaría a pegar manotazos para sacudirse lo que, ella creía que era una sardina. En un segundo todo fueron manos sobre aquella superficie abultada y trémula como un flan porque a la señora hacía ya muchos años que las carnes prietas la habían abandonado. Pascualita se vio atacada por todas y se defendió como una leona dando colazos , arañazos y mordiscos. Corrí a por mi guante de acero y en un santiamén la tuve en la pecera y escondida. Mientra, la abuela preparaba una taza de tila cargada con chinchón para la pobre mujer que no entendía lo que le había pasado y corría a buscar alcohol, algodón y mercromina para curar las dolorosas y sangrantes heridas. Con voz temblorosa, la sanadora dijo, fuea de sí - ¡Si es una piraña ¿por que dijísteis que era una sardina, malas putas?!

21 de octubre

Estoy que trino contra la abuela. No deja de mirarme con cara de cachondeo y a mi eso me repatea. ¿Cómo iba imaginarme que El Funeral era una cafetería? Para fastidiarla le he dicho que, con la edad que tiene, lo más lógico es que se pase los días de funeral en funeral por sus amigos. Se ha reído en mi cara: "¡Ilusa! antes te enterraremos a tí. ¿No ves que tenemos el espíritu más joven que tu?" - Lo malo es que tiene razón. Tienen una energía que ya quisieran para sí muchos y muchas de los que ahora tienen veinte años. Claro que no se lo he dicho. Solo me faltaría alegrarle la oreja.
De repente Pascualita ha dado un salto y ha caído sobre la mesa. ¡Menudo susto nos ha dado! La abuela ha ido a cogerla pero se ha echado atrás en seguida - ¿Qué pasa? ¿por qué no la coges? - "Porque está lanzando dentelladas a diesto y siniestro" - ¡Vaya!. Que raro que te lo haga a tí... Voy por el guante de acero y las gafas, por si acaso - Intenté cogerla con cuidado pero era una fiera así que me dejé de contemplaciones, la agarré y volví a meterla en el agua. Pareció calmarse pero un rato después volvió a saltar como si se entrenara para las olimpiadas y quisiera batir algún record y otra vez cayó fuera de la pecera, llegando hasta el sofá donde yo estaba sentada leyendo. Me levanté de un brinco, por si las moscas - ¡¿Que le pasa a este bicho? ¿Nos está atacando?!... La pobre debe estar neurasténica desde que va a esos sitios raros que frecuentas. - "Oye, a mi no me cargues el muerto (jijijii). Algo le habrás hecho tú porque no suele comportarse mal" - No empieces a darme la culpa. No le he hecho nada, salvo velar por su salud aunque la mental seguramente esté deteriorada gracias a tí... ¿Por qué no hacemos una buena obra y la reintegramos al mar? - "No vuelvas a marearme otra vez con tus sermones, pesada. Pascualita no quiere separarse de nosotras ¿Qué crees que le pasaría si la soltaramos, sin más, en medio de tanta agua, eh, lista? - Para empezar, no se ahogará y con nosotras ha estado ya muchas a veces a punto de hacerlo. Y por otro lado, supongo que se alegrará muchísimo de volver con los suyos - "¡Pero si no llegará, alma de Dios! Se la comerán antes las gaviotas, los cangrejos, los pingüinos, los tiburones..." - ¡Caray! no me figuraba que un bicho tan pequeño diera para llenar la barriga de tantos, jajajaja - ¡No te rías de tu abuela, jodía!" - A todo esto Pascualita saltaba fuera de la pecera tantas veces como la metía. Mirándola con más tención ví que, mientras estaba tendida en la arena del fondo, se llevaba las manitas a la cara y que uno de sus carrillos estaba un poco hinchado - Ya se lo que le pasa ¡tiene dolor de muelas! - Menuda papeleta porque no podíamos llevarla al veterinario. Como siempre, la abuela encontró la solución - "Ahora mismo llamo a mi amiga Fuencisla, que es curandera y esto lo arregla en un pispás" - ¡No puedes! - "¿Cómo que no? Mira..." - después de marcar el número me dijo, conciliadora - "No dirá nada". Un cuarto de hora después, una mujer gorda, baja, con el pelo rojo como el fuego, de la edad de la abuela y pintada como una puerta, entró en casa como un vendaval directa hacia mi: - ¡Abre la boca, cariño, que esto te lo arreglo en un santiamén, pobrecita mía! - La abuela la sacó del error - "Tu paciente está en la pecera" - Puso cara de estupor y de ahí pasó al asco: ¿Qué es eso? - "Un ser que está sufriendo horrores. Cúralo y ya hablaremos después" - Le ofrecí el guante de acero para que no se quedara sin dedos. La mujer lo rechazó (esta no sabe con quién se la está jungando, pensé). Sacó unas estampitas, unas velas, dijo unos rezos, tocó varias veces la pecera y finalmente a la sirena cuando ésta subió a sentarse en el borde tan tranquila como siempre. - ¡Ya está! ¿Ahora vas a decirme qué es lo que acabo de curar? - "Siéntate porque es una larga historia" mientras tanto puso la botella de chinchón y dos copas sobre la mesa. Media hora después la curandera roncaba a pierna suelta sobre el sofá sin dejarnos escuchar la novela. - "Cuando se despierte no recordará nada. Pon la pecera en tu cuarto" - ¿Por qué no te has dormido tu también? - "Yo he bebido agua de la botella que tengo debajo de la silla y ella chinchón mezclado con ginebra y vodka. Tu abuela es vieja, niña, pero no tonta"

20 de octubre

No se le ha ido del todo el cabreo a la abuela. Ella ya había hecho sus planes  y pensaba disfrutar las vacaciones a tope, sobre todo ahora que se le ha despertado la líbido desde que el pobre Marcelino tuvo aquel percance con Pascualita en el cuarto de baño de casa. Ahora ve unos pantalones y se enciende como una cerilla - ¡Pero, abuela, contente un poco! - "¡No me da la gana!. Toda la vida yendo con cuidado, rehuyendo a tu abuelo, mintiendo sobre ficticios dolores de cabeza, vistiéndome como una vieja para que no me viera atractiva..." - Pero ¿por qué? - "Para no quedarme embarazada, mujer. Es que hay que explicártelo todo. Ya me bastó con tu madre. en cuanto acabó el puñetero parto me dije: Una y no más, Tanto Tomás. Y finalmente, lo conseguí. Y ahora,que ya estoy libre de estos sobresaltos. Que puedo acostarme con un regimiento entero sin que pase nada, van esos cabrones de la Agencia y me dicen que no hay viaje" - ¿Pero es que ibas a ir de viaje a un cuartel? - le pregunté, extrañada. "Dios mío, para una nieta que tengo y me sale tonta del culo... ¡No, hija! Es que se que se lo pasan muy bien los de la tercera edad en esos viajes del Inserso. Por lo visto, durante la noche, los pasillos de los hoteles son un contínuo ir y venir de abuelos y abuelas de una habitación a otra ¡Allí hay más fuego que en el cráter de un volcán! Claro, como no hay peligro de quedarse preñadas, aquello es un desmadre. Con decirte que, al día siguiente hay quien no encuentra su dentadura y aparece en otra habitación... ¡Y todo esto me lo estoy perdiendo!" - No hagas caso de las habladurías que a mi, todo esto, me parece una patraña para dar envidia a los que, como tú, no podéis ir - "¡Que no, que lo se de buena tinta!" - Cuando se pone así, mejor dejarla por imposible.
A continuación a cogido a Pascualita, la ha metido en el termo y se ha ido. Ha sido todo tan rápido que a penas me ha dado timpo de preguntarle a dónde iban: "¡Al funeral"  - ¿Qué funeral? - pero ya había cerrado la puerta. Me ha entrado un malestar en el cuerpo, fruto de un mal presagio ¿Marcelino? Y sin pensármelo dos veces, he salido corriendo tras ellas. Las he pillado a punto de coger el autobús. - Abuela, ¿por qué no me has dicho nada, mujer? - "No sabía que mis cosas te interesaran tanto"- Bueno... piensa que fue muy especial. Además, lo he conocido y no me gusta dejarte sola en este trance - La abuela bajó la cabeza y dirigiéndose a la sirena que asomaba los ojos a través de la ventanita del tapón, le comentó: "¿Te has fijado si ésta ha bebido vino a escondidas?" - Los ojos saltones e inexpresivos de Pascualita me miraban fijamente - Yo seguí hablando para distraer a la abuela ya que algunos trances son muy difíciles de pasar y es entonces cuando la familia tiene que estar para echar un capote - ¿Por qué no me has dicho nada? Hubiese comprado unas flores bonitas... - Otra vez bajó la cabeza para comentar con la sirena: "Creo que esta chica lleva mal camino. Tu fíjate bien en ella y no la imites. No es bueno estar emporrada todo el día... Esto... Nosotras nos bajamos aquí. Ya hemos llegado" - Entonces yo también me bajo... Y no fumo porros... Por cierto... ¿Dónde está la iglesia? - "¿Qué iglesia? si cuando yo digo que estás descentrada..." - Entonces vi a sus amigas haciendole señas, todas con una copa de la manos y más alegres que unas castañuelas,  desde la puerta de una cafetería muy concurrida... por gente mayor - ¿Pero no ibas al funeral de Mariano? -"¿Se ha muerto Mariano? vaya, no lo sabía. Por lo menos se habrá ido al otro mundo con la sonrisa en los labios, jejejeje..." - Entonces me fijé en el letrero del toldo - Cafetería El funeral - Me sentí tan enfadada que le grité ¡Dame a Pascualita. La vas a pervertir a la pobre! - "Ni hablar, nieta. Le enseño cultura general"

19 de octubre

Cuando me he levantado, legañosa y somnolienta, la abuela ya estaba en perfecto estado de revista y con el termo de la sirena colgado del cuello. Apenas me ha dado tiempo de saludarlas y preguntar a donde iban. "Hoy empiezan a dar los viajes del Inserso y hay que llegar la pronto para poder coger algo potable"- Pero has visto la hora que es... ¡las 6,30 de la mñanana! no creo que haya ninguna oficina de viajes abierta" - Ya lo sé. Si me escucharas te habrías enterado de que he dicho HAY QUE LLEGAR PRONTO" - Te he oído, te he oído... y ¿hacía falta darle este madrugón a Pascualita? No creo que le interesen lo más mínimo tus viajes - "¿Cómo que no? ella también va a venir. Ya sabes que si no está conmigo me ataca el asma..." - Mucho cuento tienes tú. Pobre bicho, no se como te mira a la cara - "Entre otras cosas, porque no la llamo bicho" - La he dejado por imposible. Al salir de la ducha ya se habían ido
A mediodía la abuela estaba de un humor de perros. Refunfuñaba por los rincones, se le caían los cubiertos de las manos, los garbanzos se le habían pegado y estaban incomibles. Pascualita estaba en el fonda de la pecera y parecía no querer salir a la superficie. A pesar de saber que me estaba equivocando, de que más valía vivir en la ignorancia y de que, finalmente, acabaría metiéndome en la boca del lobo, abrí la mía para preguntar ¿Qué ha pasado en la agencia de viajes? - A borbotones le salían las palabras a la abuela "¡Esas hijas de su madre, van y me dicen que ya no hay nada! ¡Que todos los viajes ya están cogidos!" - Me quedo con la boca abierta ¿Pero no has sido la primera en llegar? - "¡Claro! ¡dos horas me he tirado en la puerta de esos chanchulleros para nada! ¡Mecago en sus muertos!" - ¡Abuela, ponte tranquila! - "¡¿cómo quieres que me tranquilice si me han robado?! ¡¿A quién han dado mi viaje? porque allí solamente estaba yo! ¡Me voy a liar la manta a la cabeza y me iré con los Indignados!" - y así siguió, gritando y soltando tacos a diestro y siniestro. Yo la dejé porque, después de todo, tenía razón. Cuando se calmó un poco le propuse acompañarla a la Agencia y pedir explicaciones porque, seguramente la abuela, ante la negativa, se puso nerviosa y no se enteró de nada más. Se negó en redondo: "¿Que quieres, que me detenga la policía? porque si voy y me cuentan un cuento chino arrastraré a alguien de los pelos" - No hay que recurrir a la violencia. Ya sabes que hablando se entiende la gente - "Esos no son "gente" sino marionetas puestas en el mostrador por el Sistema para, con carita de pena, jodernos vivos a los pobres pensionistas que no tenemos ni enchufes ni padrinos ¡Maldita sea mi estampa!... En lugar de acompañarte voy a hacer algo positivo..." - Miedo me das -" Pues no te asustes que no es nada malo. Voy a ir a las oficinas de los partidos políticos mayoritarios (al fin y al cabo son los que cortan el bacalao) y me voy a afilliar..." - ¿A cúal? - "A los dos ¿no te enteras?" - Eso no se hace así, abuela. O te afilias a uno o a otro... - "Siempre vas de pardilla por la vida, hija mía. Hay que apuntarse a todos, así, cuando quieras una cosa que te interesa, enseñas un carnet u otro, dependiendo de la inclinación política a la que pertenezca quien tiene que darte la ayuda..." - Eso es ser chaquetero - "¿Y?" -¡Abuela! cómo que ¿Y? pues que tener el carnet te obliga a guardar una disciplina de partido y votarle, te guste o no... - "¡Tu eres tonta! ¡votaré a quién me de la gana! No hacen todos ellos lo que quieren, pues yo no voy a ser menos ¡hala!" - Si todos hiciéramos lo mismo, España ... - "¿Qué? ¿Se iría al carajo? ¿Y sería por culpa mía, verdad? Voy a coger el bolso y me marcho a hacerme carnets de todos los colores. Hasta luego" - Bueno, la cosa podría haber sido peor porque sé que la abuela guarda en uno de los cajones de su cantarano, una pistola Lüger, recuerdo de un antiguo novio de cuando la guerra civil que resultó ser un nazi de mucho cuidado, por eso, cuando se enteró lo primero que hizo fue quitarle el arma sin que se diera cuenta y lo segundo, desparacer de su vista.
Con las prisas y la rabia que lleva, la abuela se ha olvidado de la sirena. Veremos qué tal se comporta su asma. Ahora que nos hemos quedado solas, Pascualita ha dado un salto y se ha sentado en el borde de la pecera. Se ve que la pobre, lo ha pasado mal esta mañana. Seguro que los empleados de la Agencia no olvidará la bronca de la abuela.

18 de octubre

Apenas he saludado a la abuela y he salido corriendo hacia el trabajo, no me apetecía empezar la mañana con broncas. O quizás estoy equivocada porque ayer tarde apenas la ví. Se acostó pronto, cosa rara en ella y por eso no se si está  enfadada conmigo por lo que pasó con su novio. Así que lo mejor es poner tierra por medio entre nosotras y más tarde ya veremos qué pasa.
Al llegar a medio día me he encontrado una sorpresa. Sobre la mesa del comedor, además del ramo de flores que trajo Marcelino y que la abuela colocó en el  más bonito jarrón de la tienda de los chinos de la esquina, había unas bandejitas con el resto de las delicatesen que sobraron de ayer. Normalmente, la abuela los hubiese congelado y guardado para la comida de navidad, por muchos meses que falten.
Al oírme entrar en casa ha salido a recibirme (¡glub!) con una sonrisa de oreja a oreja (¡vaya!) Me ha dado dos besos sonoros (¿cómo Judas?) y me ha preguntado qué tal lo he pasado en el trabajo (si me pinchan no me sacan sangre. ¡Nunca me había hecho semejante pregunta!) - Abuela ¿éstas bien? -"Como nunca, hija. Anda, cómete estas cositas, te las he guardado porque se que te gustan mucho" - (Aquí hay gato encerrado... ¿les habrá puesto arsénico?) - ¿Tú no comes? - Vale. Sentémonos y hablemos de lo ocurrido ayer (mientras lo decía me ofreció la mejor de sus sonrisas y vi brillar el diente de oro del que tan orgullosa está) - ¿Es necesario que lo hagamos ahora? - "Por supuesto... ¿cómo se te ocurrió esconder a Pascualita en el cuarto de baño?" - Pensé que allí no la buscarías, lo siento - "No tienes porque sentirlo, es verdad que no se me ocurrió pensar que estuviera allí pero ¿por qué crees que se cayó la pecera?" - La coloqué en la estantería más alta y tuve miedo de que patinara así que le puse una toalla debajo. Seguramente quedó colgando, Marcelino se cogió a ella para ayudarse y se le vino todo encima... - "Esta mañana he llamado a la Residencia para preguntar por él. Me han dicho que no está bien, tiene mucha fiebre y a veces delira. Dice que una piraña le ha mordido su colita..." - ¿Colita? - "Eso dice. Es que es una persona muy educada y jamás dice una palabra que pueda ofender el oído de quien le escucha" - ¿incluso delirando? ¡jopé! - "También dice que una ninfómana, aprovechándose de su dolor, lo ha violado repetidamente..." - ¡¡¡Abuela!!! - "No puedes creer todo lo que dice un moribundo... solo fue una vez..." - ¡Pero el pobre estaba herido! ¿Cómo has podido... - "Nunca has oído aquello de que cuando la fortuna pasa delante de tí, hay que cogerla porque puede ser la última vez... pues eso hice. Aproveché la oportunidad. No me mires así. Hacía tanto tiempo que no había visto una cosa igual que se me nubló la razón y solo escuché mis instintos" - Vale. No te juzgo porque quizás tienes algo de razón, además, Marcelino casi se carga a Pascualita. La pobre estaba medio asfixiada entre sus muslos y cada vez los apretaba más ¡qué animal y qué guarro! Menos mal que la pude sacar de allí de un tirón que sino no lo cuenta. - "Bueno, tampoco cargues todas las tintas contra él. Y en cuanto al tirón debo decirte que fue lo que más le dolió porque la sirena se llevó un trozo de pellejo entre los dientes" - ¡Huuuyyy! ¡que repelús!... ¿Vas a ir a verle esta tarde? - "No. Me han prohibido la entrada en la Residencia. Dicen que soy una viciosa y una mala influencia para los residentes. Por lo visto hay algunos que están deseando compartir "jueguecitos" conmigo. Ya ves, a pesar de todo, he triunfado, jejeje..." - ¡Menuda fama te estás labrando, abuela. O sea que te has quedado compuesta y sin novio!- "Pero con un nutrido grupo de pretendientes. Bien está lo que bien acaba...Por cierto, Pascualita no ha comido nada en toda la mañana. La encuentro rara" - Estará asustada todavía. Voy a buscarla - Coloqué la pecera en la mesa, como siempre.  La sirena estaba escondida dentro del cofre del tesoro que adornaba el fondo. La abuela le tiró una migas de pan pero ella no hizo intención de salir de alli. Me puse las gafas para verla mejor - Déjemosla en paz, abuela" - "¿pero qué hace?" - ¡Escupe!

17 de octubre

En casa se respiran aires de gran acontecimiento. La abuela está desquiciada, no para de limpiar sobre límpio una y otra vez. Y tiene la nevera a rebosar de delicatesen que le deben haber costado un ovario y parte del otro. No sé qué es lo que le pasa porque no suelta prenda, lo máximo que me ha dicho ha sido que no puede perder tiempo en explicaciones y que ya me enteraré cuando toque. Bueno, también refunfuña mucho, quejándose de que todo lo tiene que hacer ella sola, que no tiene ayuda de nadie (entonces me mira de reojo con el ceño fruncido) pero es que, aunque quisiera,  no podría echarle una mano porque es rápida como el rayo, además ¿por que tengo que limpiar lo que ya está reluciente?
Ni para Pascualita tiene un rato, salvo cuando se sienta a su lado por las tardes, después de comer, a tomarse un cafelito con un chorrito de chinchón (se me revuelve el estómago solo de pensarlo) y coge luego su labor de ganchillo. Está haciendo una colcha desde hace medio siglo y ahora ha reanudado el trabajo con más ánimo, cosa que me da que pensar así que, para salir de dudas, le he preguntado: - ¿estás preparando tu ajuar? - y me ha tirado un cenicero que, si me da, me mata.
Pascualita se sienta en el borde de la pecera y la mira fijamente, extrañada de que no le hable.  A mi me duele esta falta de atención con la sirena y procuro compensarla hablándole yo pero parece que no le hago el mismo efecto porque al ratito se sumerge para acostarse en su cama de arena. Se diría que la aburro.
La abuela me lo confirmó mientras procuraba entretener a Pascualita leyéndole unas páginas del Quijote: "aburres a las ovejas. Menudo tostón" - Naturalmente, me piqué y decidí vengarme metiéndome con ella. -¿Qué tal te va con el millonario? - "¿Qué millonario?" - respondió. Estaba absorta en su labor y no sabía de qué le hablaba - El del descapotable... jajajaja - "Ya no puedes ser más tonta, hija mía. Lo que te pasa es que me tienes envídia porque no tienes a nadie, con descapotable o sin él, ¡JA!" - (que cabrona es) - ¿Me dirás de una vez a qué viene tanto gasto y tanto trabajo? Ni que fuera a venir el rey a casa - "Para mi, como si lo fuera... ¡Ay!, mañana nos visitará Marcelino... ¡y no se te ocurra nombrar el pan y el vino, cretina!" - Me alarmé. - ¿Cómo que vendrá a casa? ¿Y Pascualita? - "¿Qué pasa con ella?" - Que no debe verla - "No sé por qué no. Al fin y al cabo Marcelino es como de la familia" - ¡De eso nada! Es tu ligue. Punto. No quieras ponerle al nivel del abuelo... - "Déjalo donde esté, que buen favor me hizo cuando se marchó de este mundo. Era un pájaro de mucho cuidado" - ¡¡¡Abuela!!! que estás hablando de tu marido - "Por eso digo lo que digo... Pero Marcelino es otra cosa: amable, cariñoso, detallista ... " - Jajajaja sí, te invita a comer ... ¡en la Residencia! ¡Que rumbo! jajaja... - "Si cuando digo que eres tonta tengo más razón que un santo" - En serio. No le enseñes a Pascualita que podemos tener un disgusto. Quizás a tu novio le funcionan aún las neuronas y se de cuenta de que, denunciando que tenemos una sirena en casa, le puede caer un buen dinerillo como recompensa - "¡Pero que mente tan retorcida tienes! mi novio es una bellísima persona" - Vale, pero Pascualita estará escondida mientras él esté en esta casa - Yo digo que no porque quiero que, a partir de mañana, venga todos los días a cortejarme y ambos tienen que acostumbrarse a verse" - La discusión se alargó y creo que, al final quedó en tablas aunque no estoy muy segura.
A las 12,30 del día siguiente sonó el timbre de la puerta y un acicalado Marcelino, con un ramo de flores sobre las rodillas, entró en nuestra casa por primera vez.  Una vez hechas las presentaciones, pasamos a la salita donde la abuela había preparado la mesa con esmero para tomar el aperitivo, no sin antes advertirme de que no me tirara en plancha sobre los platillos llenos de cosas ricas que me hacían babear. Por mi parte me encargué de retirar de la vista la pecera. La abuela no se había dado cuenta y al ir a enseñarsela a Marcelino se quedó parada - "¿Dónde la has metido?" - ¿El qué? (soy muy buena haciéndome la loca) - "¿Está en tu cuarto?" - Frío, frío - "¿En el mío? ¿En la cocina? ¿En un armario?" (me entró la risa floja mientras no paraba de repetir como un loro: frío, frío) El tono de voz de la abuela se fue endureciendo y sus cejas alcanzaron la máxima altura en la frente pero yo no daba mi brazo a torcer. Al final me dejó por imposible. Tomamos el vermut y pasamos después al comedor para dar buena cuenta del almuerzo. Incluso me ofrecí a empujar la silla de ruedas para que ellos siguieran hablándose cara a cara. Todo estuvo muy bueno. Después, antes de volver a la salita para tomar el café, Marcelino dijo que necesitaba ir al baño "a evacuar" (lo dijo así, que le voy a hacer) Le llevé hasta el cuarto de baño con la silla y esperé fuera. Mientras, la abuela buscaba frenéticamente la pecera. De repente se oyó un fuerte ruído de cristales estrellándose contra el suelo, acompañado de un grito sobrecogedor que salían del baño. Antes de que pudiera abrir la puerta, la abuela ya estaba a mi lado gritando enloquecida -"¡¡¡Marcelino, amor mío (¡Dios, que cursi!) ¿qué te ha pasado?" . El pobre hombre estaba sentado en el suelo, con los pantalones por las rodillas, mojado, rodeado de cristales rotos. Entre sus piernas sobresalía una cola de pez que daba bandazos a diestro y siniestro. Era Pascualita, eso era seguro pero no veíamos su cabeza, enterrada entre los muslos del hombre que los apretaba mientras lanzaba aullidos escalofriantes -¡¡¡Me muerde. Me está mordiendo un monstruo!!! - Nos costó Dios y ayuda hacer que Pascualita, aterrada, soltara algo sonrosado, flácido y lleno de sangre que, por segundos iba creciendo e hinchándose a consecuencia del veneno de los dientes de tiburón -¡¡¡Abuela, corre, llama a un médico!!! - Pero la muy bruja no se movió. Me di cuenta de que no quitaba ojo al apéndice mordido repetidamente que no dejaba de crecer - Me pareció que esbozaba una sonrisa picarona. Entre las dos levantamos al pobre Marcelino mientras ella, con voz muy dulce, le decía - "Te llevaramos a mi cama, cariño. Verás que pronto estarás curado" - Lo que sabe esta mujer.

16 de octubre

Hoy es uno de esos días en que no tendría que oirse ningún ruído. Hasta el  movimiento de las hojas del árbol que hay frente a mi casa, resuena como si dentro de la cabeza estuviera tocando  la banda de tambores y trompetas del Ayuntamiento. Y a Pascualita le pasa lo mismo y debe haber asociado su dolor conmigo, porque fui yo quién la metió de cabeza en la copa de chinchón. Total, que las relaciones entre nosotras van de mal en peor. Ahora me enseña los dientes, como un perro rabioso, cada vez que me ve. Tendré que andar por casa con las gafas de sol y el guante de acero. No me fio un pelo del bicho ese. Claro, que ella tampoco se fia de mi.
Pero lo peor de todo, la madre de todos los cataclismos, es la abuela. Desde que nos vio borrachas no ha parado de meterse conmigo... a gritos. ¿No podría decir las mismas cosas más bajto?
Ahora quiere que le ayude ha hacer unas cocas con verdura para llevar esta tarde a la Residencia. Por lo visto celebran una fiesta y quiere que su novio se sienta orgulloso de ella al verla cooperar. Bueno ¿y qué tengo que ver en eso? Al fin y al cabo ella no abrirá la boca para decir - "Mi nieta me ha ayudado ¿a qué es encantadora?" - Todo el mérito será suyo, además, lo que quiero es tomarme otra aspirina (creo que esta será la cuarta en cuatro horas) y acostarme pero no me deja en paz. - "Ni lo sueñes. Venga, ponte a cortar la verdura que no tienes nada mejor que hacer" - ¿Cómo que no? quiero dormir la mona. Pascualita lo puede hacer y yo no ¿a qué vinene esos favoritismo - "Que te crees tu eso. La sirena tampoco dormirá, así aprenderá que no tiene que fiarse de tí. Ves al comedor y tráete la pecera a la cocina" - ¿yoooo? Ni hablar. Ese bicho me atacará - "No te hará nada, no ves que no puede ni moverse" - Pero bien que me enseña los dientes y yo aún tengo el pecho hinchado de los mordisco que me dió - "Encima te quejarás, desagradecida" - (¿de qué hablaba?) - "Ahora, por lo menos, tienes el pecho bonito en vez de esos tristes colgajos" - ¡Pero, bueno. Que mala baba tienes, abuela! - "A ti lo que te pasa es que no te gusta que te digan las verdades. ¿Cómo vas a encontrar novio? Opérate y que te ponga un kilo de silicona en cada teta, coño" - ¡¡¡Abuela!!!.
Pascualita no me atacó. No tenía fuerzas, a lo único que llegaba era a enseñar los dientes. En cuanto llevé la pecera a la cocina, la abuela cogió a la sirena y la sentó en el borde. El pobre bicho boqueaba, estaba blanca como el papel y la cabeza se le iba de un lado a otro hasta que se cayó al agua. Pero, tantas veces como se cayó, la abuela la volvió a levantar - Déjala, pobrecita - "¡Tiene que aprender a hacer coca con verdura para cuando esté en su País!" - Desde que visitas la Residencia tan a menudo, cada vez dices más tonterías - No me quedó otra que hacerle caso y ponerme a cortar la verdura, al final ni me enteraba de lo que hacía, era como si estuviera flotando en una nube ¿sería consecuencia de tantas aspirinas? Bueno, que más daba, se estaba bien así, incluso había momentos en que veía a la abuela allá leeeejooos y a penas la oía, lo que era una bendición. Acabé por no entender sus palabras que se habían convertido en un rumrrum. Era como si me hubiera fumado unos cuantos canutos. Flotaba aunque me daba cuenta de que no dejaba de hacer mi trabajo. Cortaba, despacito eso sí, tomates, pimientos, cebollas, tira, tira. Hasta que algo desagradable me sacó de mi ensueño. La abuela gritaba como una descosida - ¡¡¡La vas a matar!!! - Algo estaría haciendo la dichosa Pascualita - ¡AY! - sentí un dolor profundo en la mano y otro más en la cara y ambos se repetían una y otra vez, además, alguien tiraba de mi brazo como si me lo quisiera romper. Poco a poco volví en mí y comprobé, horrorizada, lo que pasaba. Tenía sujeta a Pascualita sobre la tabla de cortar, la abuela me sujetaba con una mano el brazo con el que blandía el cuchillo dispuesta a hacer rodajas a la sirena, mientras con la mano libre me abofeteaba con furia, gritando -"¡¡¡Que la matas, desgraciada, que es Pascualita!!!" - A todo esto la sirena se defendía con furia y clavaba sus dientes una y otra vez en la mano que la sujetaba a la plancha, la mía.
La abuela, deseperada y asustada, me mandó a la cama. Ahora, después de dormir nueve horas seguida, tengo la mano y la cara como si me hubiese atacado un boxeador pero por lo menos me he salido con la mía. ¡Juro que no volveré a probar el chinchón!

15 de octubre

No puede ser que Pascualita y yo estemos tan distanciadas, así que he pensado que me la tengo que ir ganando poco a poco. De momento aparcaré mi idea de convertirla en vegetariana, ya habrá tiempo, una vez que seamos amigas (si es que ocurre) para convencerla de que es bueno comer verdura.
Tendré que aprovechar los ratos en que no esté la abuela porque tiene acaparada a la sirena que, dicho sea de paso, bebe los vientos por ella porque, en cuanto la ve entrar en el comedor (donde tenemos la pecera) sube como un rayo y se sienta en el borde para no perderse nada de lo que hace o le habla. He pensado en imitarla, así que le hablaré todo el tiempo para que vaya acostumbrándose a mi voz. Esta mañana he empezado el "tratamiento" me he sentado cerca de ella y le he leído unos poemas de Gustavo Adolfo Bequer. Es tan romántico que por fuerza le tenían que gustar.
Al verme, ha subido, curiosa, a ver que hacía. A los pocos minutos de leer he oído un ¡chaf!. Pascualita se había caído al agua, al parecer, dormida porque no se ha movido de su cama de arena. Quizás la poesía no sea su fuerte.
Más tarde, cuando la he visto recuperada, he vuelto a su lado y otra vez le ha podido la curiosidad. entonces le he cantado unas canciones del Duo Dinámico. Ya se que canto como un grillo pero no creo que su oído lo perciba. A la segunda canción se ha tirdo al agua y a dado vueltas como una loca durante varios minutos. ¿Preferirá marearse por su cuenta?
Lo último que he intentado ha sido cogerla para que note que le tengo confianza, que no tiene nada que temer de mi (aunque no se si puedo decir lo mismo de ella) pero una cosa es pensarlo y la otra hacerlo. He alargado la mano hacia ella pero me temblaba aparatosamente. La he retirado para que no viera que le tengo miedo. Le he contado la receta de la coca con verdura de la misma manera que lo haría mi abuela, con naturalidad y de manera amena, para que no se aburra y pierda el interés. He intentado cogerla varias veces pero mi mano decía que nanay así que, para armarme de valor me he tomado dos copas de chichón bien colmadas. Me he sentido mejor, con ganas de comerme el mundo y un calorcito muy agradable subiéndome por el cuerpo. Entonces he pensado que si me tomaba otra copa aun tendría más ánimo y fuerza de voluntad y dicho y hecho, solo que en vez de una me he tomado dos. Esa era la dosis perfecta porque me he sentido capáz de meter mi cabeza en la boca de un león muerto de hambre, así que, sin pensármelo dos veces, he ido a coger  a Pascualita por la cintura pero, cual no sería mi sorpresa al ver que no había una sirena sino ¡dos!. Tan fea una como otra pero ¿cúal era la auténtica Pascualita? Menudo dilema... ah, pero yo tenía la... solución ... ¡otra copita de chinchón jejeje...
He cogido a la sirena por la cintura... pero... resulta que no la he... cogido ¡hip! (vaya, ahora tengo hipo je,je...) - Pascualita... jodía... no te muevas tanto... ¡Te cogí! ... vaya, ahora tampoco ¡hip! - Finalmente y después de muuuuchos intentos... la he atrapado jiji... ¡Uf, que calor tengo!... ¡¡¡Aaayyy!!! se me ha ... escurrido jiji... ¡vaya ostia se ha ... pegado, la pobre... Ven conmigo ¡guapa! jajaja, que chiste... Bueno, ya la tengo... otra vez, ahora no te escap... ¡Menudo salto!... ¿Qué es eso tan... frío que me ha entrado por ... el escooote? ... ¿Pascualita? ... ¡Pascualita, sal de ahí! ni se te ocurra... morderme... Espera que te cojo... ¡espérate!... ya, ya te tengo... ¡¡¡Aaaaaaaayyyyyyy! me está mordiendo un pecho... ¡Noooooo, que duele muchooo!
Finalmente pude atraparla y la metí, cabeza abajo, dentro de la copa de chinchón donde aún quedaban unas gotas.
Cuando la abuela llegó a casa, la sirena y yo ya éramos buenas amigas (de momento) Me encontró cantando a voz en grito Asturias patria querida mientras Pascualita, sentada en el borde de la pecera, intentaba seguir el ritmo con el cuerpo. Menuda cogorza llevámos las dos.

14 de octubre

Mareada me tienen estas. Desde hace dos semanas se están preparando para ir a los toros. La abuela llegó excitadísima anunciando: "¡Viene Cayetano, viene Cayetano!" - Me cogió descolocada y no supe reaccionar - ¿Quién es Cayetano? ¿otro novio? - "Cuánto te queda por aprender, hija mía. Si en vez de leer tanto librajo, vieras más programas del corazón sabrías de quién hablo. Cayetano es el hijo de Carmina... ¿tampoco sabes quién era?" - Pues... ahora no caigo... ¿alguna vecina que ya no vive aquí...? - "Pascualita ¿tú la oyes? es burra como ella sola" - Durante un rato me estuvo poniendo al día de "las cosas que hay que saber para poder andar por la vida" y luego ordenó - "Vamos a ir a la corrida" - Ese "vamos" me mosqueó. ¿Me incluía a mí... y a Pascualita? Me negué en redondo - Ya te lo puedes ir quitando de la cabeza. No iremos - Al no comentarme nada más pensé que la habría convencido pero mi sorpresa fue cuando la encontré enseñándo a aplaudir a la sirena. Se ponía a batir palmas delante de ella y la otra la imitaba. Luego la  abuela cogía un paño de cocina a modo de capote y toreaba a un imaginario toro. Cada pase era aplaudido por Pascualita. Y para que el ambiente fuera más propicio, ponía música de pasodoble. - Abuela, Pascualita no puede ir a la Plaza, ni aplaudir como una descosida. No te das cuenta de que la van a ver - "Ya he pensado en eso. Mira. Con un cuter he hecho una ventana en el tapón del termo. No estará bien cerrado, solo un poco y así podrá mirar lo que pasa en el ruedo y sobre todo, verá a Cayetano... ay, es taaaaannnn guapo" - Abuela ¿qué diría el del descapotable si te oyera? jejejeje
Al final me dejé convencer. entre otras cosas porque ella pagó las entradas y no fue tacaña, no, ya que sacó dos asientos de tendido bajo - "Es que, desde aquí, se verán mejor los ojos verdes" - La miro y me hago cruces.
Una vez en la Plaza desenroscó el tapón del termo hasta dejarlo casi suelto para que Pascualita tuviera un poco más de holgura. La abuela estaba hecha un flan. El ambiente taurino le subía la adrenalina. Se había puesto un mantón de Manila que sacó del fondo de un cajón de su armario y que yo no recordaba haber visto nunca y se colocó un clavel reventón en el pelo - "Es para tirárselo a Cayetano" - dijo ilusionada.
Mientras hablábamos, un hombre se sentó a su lado y al poco, la piropeó. Me di cuenta de que iba bebido pero, antes de poder comentarlo, ella ya le respondía, graciosa. Y así estuvieron hasta que salieron las cuadrillas y ya no tuvo ojos más que para Cayetano. Entonces empezó a contarle todo cuanto pasaba en el ruedo a Pascualita. el hombre creyó que le hablaba a él y acabó mosqueado porque él venía por otro de los toreros que, a su juício, era el mejor de la terna.- ¡Déjeme ya de Cayetano, hombre, que me tiene loca la cabeza y no me concentro en la faena! ¡Calle un poco, cacatúa! - La abuela se picó y con desparpajo le soltó - "¡Cacatúa tu madre! Estoy hablando con mi amiga, imbécil!" - Empecé a tragar saliva. Aquello empezaba a pintar mal. En el ruedo, el torero de nuestro vecino se estaba luciendo y la plaza aplaudía a rabiar, también Pascualita, que no distinguía entre el torero de ojos verdes y el otro. Eso tampoco gustó a la abuela, enfadada como estaba, con el aficionado de al lado. -"¡A ese no le aplaudas, Pascualita, solo a Cayetano!" - El hombre me miró con sus ojos de borracho y dijo - Pero si el guardia civil que lleva al lado no se mueve, tía loca. No se para que venís a los toros si no tenéis ni idea. !Ese que está ahí, en la arena, es el torero más grande que ha parido madre! - "¿Ese? si es más feo que pegarle a un padre" - ¿Acaso te has visto en el espejo, fantoche? - Yo, por lo bajini, para no liar más las cosas, rogaba - ´vamosnos, abuela. Por favor - "¡Calla ya!. No nos vamos hasta el último toro de Cayetano. ¿Te da miedo esta media puñeta? si no tiene un guantazo... ¡Pascualita. No aplaudas, coño!" el torero había rematado su faena y le concedieron las dos orejas del toro. La plaza le aplaudía a rabiar y dio la vuelta al ruedo. Cuando pasó delante de nosotras, el vecino le tiró el mechero, la cartera y al ver que no tenía más cosas se giró hacia la abuela y de un tirón le arrancó el termo y también lo tiró a la arena. En la caída, se abrió y ví como Pascualita salía disparada por los aires yendo a caer sobre la cabeza de Cayetano que estaba en el callejón. El bicho se agarraba al pelo con todas sus fuerzas. El torero, que notó el golpe y los movimientos extraños, la cogió sintiendo un repelús que le sacudió todo el cuerpo. Entonces le vimos agitar con fuerza el brazo mientras la sirena le clavaba con los dientes en los dedos, asustada. Un movimiento más brusco la desprendió y fue a parar a la cara del maestro, en su naríz, junto a sus ojos verdes, que lagrimeaban de dolor mientras la otra mordía a diestro y siniestro, defendiéndose.
No se cómo lo hice pero en dos saltos bajé al callejón, arranqué a Pascualita de la cara del pobre hombre, le pedía al banderillero del otro torero que me diera el termo que tenía en las manos, metí en el a la sirena y salí corriendo por el callejón hasta dar con una puerta abierta. Seguí corriendo hasta casa para meter a Pascualita en su pecera a donde llegó boqueando. Mucho más tarde llegó la abuela. Venía alterada: -"¿Puedes creerte que la policía quería llevarme detenida por escándalo público? al final se han llevado al borracho. Ya sabes que cuando quiero, soy convincente" - Esa noche, en el telediario, dijeron que Cayetano suspendía una lucrativa sesión de fotos propagandísticas por "extraños motivos extrataurinos" ocurridos en la Plaza de Palma. Yo sabía que, ahora mismo, debía tener la cara y la mano, hinchados y doloridos a causa del veneno. -Menuda se ha montado por tu culpa, abuela - Y ella, tan pancha, suspiró diciendo - "Que envidia me das, Pascualita, de haber estado tan cerca de esos ojos, ¡Aaaayyy!"

13 de octubre

No me ha echo falta el despertador esta mañana. El violento portazo de la puerta del baño me ha despertdo y puesto en pie a la vez. He quedado aturdida. ¡Menudo vendaval! Por el pasillo, camino de la cocina he encontrado a la abuela y le he comentado lo del viento: -Tendremos que cerrar bien por todo, no se nos vaya a romper algún cristal - "¿Por qué si hace calor?" - Bueno, nos aguantamos un poco. Fíjate en el portazo de hace un rato - "¿El del baño? ¿Te he despertado? Perdona, pero es que voy estresada y le he dado a la puerta un empujón sin querer" - Pues si que tienes energía de buena mañana... ¿a qué viene el estrés? - "Ay, se me olvidó decírtelo. Marcelino me ha invitado a comer" - ¿Pan y vino? - una de sus cejas se ha levantado (malo) y a mi me ha dado la risa floja (peor)...ejem...ji, ji ... No, en serio ji, ji, ji... ¿quién es? - "¿Quién va a ser? Mi novio" - lo ha dicho muy seria y mirándome con recelo. De momento no he caído pero, en seguida me he acordado - ¡El del descapotable! jajajajajaja... - La risa me la ha cortado un pescozón con muy mala baba.
Toda la casa huele a la colonia, años cincuenta, Flor de Blasón. No quiere usar otra, la mujer. Y bien que le digo que hay que adaptarse a los tiempos, evolucionar y lo hace pero con la colonia no claudica. Me gustaría saber dónde la compra.
Menudo trajín lleva. Por todo hay ropa que saca del armario, se prueba y descarta, al cabo de un rato se la vuelve a poner, la combina con otra y vuelta a empezar. Después ha salido como una exhalación hacia la calle - "¡Me voy a la peluquería que se me hace tarde!" - ¿Para qué? - le he gritado- si en el descapotable te despeinarás jajajaja - reconozco que ahí he tenido mala uva, lo malo es que la abuela también lo ha creído, ha vuelto atrás y me ha dado una patada en la espinilla que aún me duele. Tendré que aprender a tener la boca cerrada.
Al final, peinada y vestida, se ha dado los últimos retoques pintándose los labios, en el comedor y sosteniendo un espejo de mano. Entonces se ha fijado en Pascualita que la observaba desde su atalaya del borde de la pecera - "¿Qué te parece? ¿Estoy guapa? ¿A qué sí? Tu si que estás guapa, pequeñina. Que pena que no puedas venir conmigo pero no te preocupes que te lo contaré todo... ¿Quiéres verte en el espejo? claro que sí, mujer. Anda, mírate y verás lo guapa que eres" - Yo me hacía cruces. La abuela cada vez estaba peor de la vista.
Le puso el espejo delante y Pascualita bizqueó un poco hasta que sus ojos se adaptaron y miró fijamente. dio un respingo - "¡Se ha visto. Seha visto. Que rica!" - De repente las algas que conformaban la birria de melena, se pusieron de punta. Abrió la boca y los dientes de tiburón saltaron hacia adelante al tiempo que ella se estrellaba contra el espejo. Fue un porrazo seco y cayó aturdida al suelo. La abuela, asustada, no sabía qué hacer. -"Pero ¿qué le ha pasado? si estaba tan tranquila" - A creído que un monstruo se la iba a comer y se ha defendido. Ella no se había visto nunca,. No sabe lo fea que es.  Menudo susto se ha dado. - La abuela, llorosa, se disculpó diciendo que no podía quedarse a atenderla. -Vete, vete... y cuidado con las curvas jejeje... Oye, ¿a qué restaurante vais? Es muy pronto aún para comer - "Vamos al comedor de la Residencia donde vive Marcelino, me ha invitado a comer el menú.

12 de octubre

A la abuela se le caían unos lagrimones como garbanzos. Estaba mirando a Pascualita, embelesada, conmovida. La observe con disimulo durante un rato pero no me pareció que se encontrara mal.Sin embargo, la sirena, subida al borde de la pecera, mostraba un color de piel lastimoso -A ver si es ella la que está mala - pensé. Como allí no pasaba nada y nadie me prestaba atención, me fui a trabajar.
Al volver a mediodía, la comida no estaba hecha y la abuela seguía tal como la había dejado - ¿le habrá dado un aire? - A su lado había un montón de pañuelos de papel arrugados - pues sí que ha llorado - y unos suspiros emocionados salían de su pecho. La piel de Pascualita había pasado de ser blanca a verde. Finalmente, llenándome de valor, me atreví a romper aquel extraño silencio que, por lo visto, había durdo toda la mañana. - Abuela ¿vas a contarme lo que pasa? A mi también me parece que Pascualita se está muriendo, tiene un color que... - "¿Es que nunca puedes decir algo coherente? No se está muriendo, tonta, sino dando vida..." - Ya, ya se que es buena para tu asma pero ese color... - "¿Qué color quieres que tenga? Pues el normal en estos casos. Y no te estoy hablando de mi asma sino de su ¡EMBARAZO!"
Quedé pasmada. ¿De que estaba hablando aquella mujer? Miré en derredor buscando la botella de chinchón a la que, seguro, le había dado un buen tiento. - "Mírala -siguió diciendo - que guapa está" (¿guapa? ¡glup!) - Abuela ¿te encuentras bien? Ves a la óptica porque creo que necesitas una graducación más alta en las gafas - "¿Me estás llamando cegata?" -  ¿Pero es que no ves que Pascualita está enferma?  y de guapa, nada - "Es que tiene los vómitos propios de las embarazadas  pero me hace tanta ilusión ser abuela..." - ¡Pero si ya lo eres! Tu nieta soy yo - "Ya lo se pero no es lo mismo, este nuevo nieto, o nietos, serán muy especiales" - ¡Y tanto! - "¿No me digas que no te ilusiona ser tía?" - Si tuviese hermanos, claro que sí pero soy hija única de hijos únicos, así que ya me dirás que sobrino voy a tener - "¡Los hijos de Pascualita, boba!" - Pero, abuela ¿cómo va a estar embarazada si se comió al pez que le traje? - "Piensa, alma de cántaro, piensa... ¿Qué, no caes?... ¡Ya estaba embarazada cuando apareció en la lata de sardinas!" - ¿Estás segura? - "¿Pero si solo hay que verla? Se ha pasado la mañana vomitando. Ya no se las veces que le he cambiado el agua... por ciento, luego coges la garrafa y te vas a la playa a por más"
Pascualita se dejó caer hasta el fondo de la pecera y se acostó sobre la arena. - Abuela, cada vez la veo peor y lo que no veo es la barriga. La tiene como siempre, plana. - "Porque es medio pez" - ¿Y? - "Pues que pondrá huevos" - ¿Y? - "¿Cómo que Y? Pues que si no hay crío, no engorda" - ¿Y dónde lleva los huevos? Se le tienen que notar ¿no crees? - "A tí lo que te pasa es que te crees muy lista porque estás enganchada a los programas de animales de la 2 y ya lo sabes todo. Mira, si no quieres ser tía, no lo sea pero deja de dar la lata" -
Estuvimos en silencio observando al pobre bicho hasta que, finalmente, se me encendió la bombilla. - Abuela ¿qué ha comido Pascualita? - "El pienso de todos los días ¿por qué?" - Y tú ¿qué has desayunado? - "Ay, hija. Me he levantado con un hambre canina y me he frito dos huevos con chistorra que me han sentado divinamente" - ¿Y ella también ha comido de eso? - "Ya sabes que le encanta probar lo que como. Le he dado unos cuantos trocitos de pan, unos mojados en huevo y otros en el aceite de la chistorra. No ha dejado nada. Da gusto verla comer, le gusta todo, no como tú que eres una melindres y no sales de las verduritas y los desnatados. A ella le gustan las cosas que se agarran al riñón" -¿ Al riñon...? ¡Estás loca! Pascualita tiene ¡un empacho de caballo! ¡Un día de estos te la vas a cargar!

11 de octubre

Al llegar a casa me ha extrañado no oir la cháchara contínua de mi abuela hablando con Pascualita. Creyendo que no estaban y he tenido un subidón de adrenalina ¡sola en casa! ¡que alegría!...Pero al llegar al comedor, mi gozo en un pozo. allí estaban las dos... en silencio. La abuela estaba tejiendo algo, muy concentrada en su labor y Pascualita, subida al borde de la pecera, la observaba con sus ojos saltones, muy atenta al movimiento de las agujas.
No quise interrumpir la paz del momento, así que me senté en el sofá con un libro entre las manos y a los pocos segundos ya estaba enfrascada en él. No se el tiempo que pasó hasta que me sobresalté, grité y el libro salió volando... ¡¡¡Ya está, Pascualita!!!
Aturdida, pregunté con voz entrecortada - ¿Qué... qué es lo que... pasa, abuela? - "¡Mira que funda más bonita le he hecho a la sirena!" - y me enseñó lo que acababa de tejer: algo, azul y blanco, que parecía una funda de botella - ¿Qué es eso? - "Una funda para el termo de Pascualita con los colores de nuestro (¿nuestro?) equipo porque este domingo nos vamos las dos al fútbol" - se quedó mirándome como si fuese un bicho raro - "¿Sigues sin comprender, alma de cántaro? ¡Son los colores del Baleares! Vamos a ir al campo a animar al equipo porque el domingo puede subir de categoría. Me he comprado una camiseta y Pascualita no iba a ser menos!"
Yo flipaba oyéndola. Esta mujer estaba peor cada día. Le gustaba rozar la línea roja, temerariamente, sin pensar que, si la cruzaba nos quedábamos sin la sirena. La descubrirían y su vida se convertiría en un infierno, encerrada en un laboratorio secreto donde harían mil pruebas con ella hasta volverla del revés como un calcetín.
¡No te llevarás a Pascualita al fútbol y menos a un partido de riesgo! No ves que se puede montar una tangana cuando menos te lo esperes ¡Antes la tiro al mar que es lo que tendría que haber hecho el primer día! - La abuela se levantó de un salto (hay que ver lo ágil que está cuando quiere) amenazándome con su temible dedo acusador - "¡¡¡Por encima de mi cadáver!!!" - Y luego hizo algo más horrible aún, se volvió hacia la pecera mientras seguía señalándome - "¿La has oído, Pascualita? No quiere que vayas al fútbol. Es una egoísta, solo quiere divertirse ella y a las demás que nos den morcilla" (¡que arte tiene para tergiversar las cosas!) - La sirena fijó en mí sus ojos de pez mientras los dientes amenazaban con salirse de la boca - "Con lo bonito que me ha quedado el forro que te he hecho. ¡Es una amargada que disfruta amargando a los que están a su  lado!" - Pascualita subía y bajaba dentro de la pecera una y otra vez, luego dio vueltas, cada vez más rápidas hasta que, tomando impulso, salió despedida hacia mí con la dentadura hacia afuera y la boca abierta. Fue una visión terrorífica ¡me estaba atacando un pequeño tiburón con los dientes llenos de veneno! Tuve una reacción de defensa instantánea. Le di un manotazo al bicho en pleno vuelo y se estrelló contra el sofá. Solo perdí un segundo para observar que la sirena se movía y me fui a la calle a toda velocidad.
El domingo, tal como lo había planeado, la abuela fue al fútbol con Pascualita, ambas vestidas de azul y blanco. Y tal como había pronosticado yo, hubo tangana (estoy por decir que provocada por la abuela ya que le tocó sentarse junto a los seguidores del equipo contrario) Varias horas después de terminado el partido no habían vuelto a casa. Yo había llamado a los hospitales, clínicas y a la policía. Allí fue donde me dijeron que, de momento, estaba detenida. Pasé toda la noche allí, sentada en un banco duro mientras esperaba que las soltasen... a las dos. Finalmente, cerca de las ocho de la mañana, la abuela salió acompañada de un guardia y con el termo colgado del cuello ¡menos mal! Cuando me vió noté que se alegraba y dio una palmadita al escondite de Pascualita como diciendo ¡está aquí!. Ya en la calle, me cogió del brazo y muy contenta, dijo: "Te invito a desayunar. Vamos a ese bar que tenemos que celebrar ...- la miré atónita ¿el qué? me preguntaba - ¡que hemos subido de categoría!"

10 de octubre

La abuela lleva unos días muy rara. La oigo hablar mucho con Pascualita. Reir entre dientes como si la sirena le hubiera contado algo gracioso. Lo cierto es que hay tanta complicidad entre ellas que no me extrañaría que se entendieran al hablar. Pero lo más asombroso es que, de repente, le sube el rubor a las mejillas y digo yo que no será cosa de la menopausia porque hace ya siglos que la pasó.
De vez en cuando dejo caer un: ¿Abuela, estás bien? - "Perfectamente" - me responde con voz cantarina. Y eso no es normal. Ahora a penas para en casa. Mete a la sirena en el termo y se van las dos a la calle como una exhalación. Cuando esto ocurre, a los dos segundos ya están de vuelta porque se le han olvidado las llaves o la cesta de la compra, o las gafas (cómo estará que ni se da cuenta que no las lleva y no ve tres en un burro). A veces entra y sale varias veces hasta que lo recoge todo. No puedo explicarme esta actitud. Incluso he llegado a preguntarle, abiertamente, a la sirena qué es lo que pasa. Y lo más que he conseguido de ella es que me mire de arriba abajo (como hace la abuela cuando se enfada conmigo) y volver la cara a otro lado. Claro, como yo sigo con mi idea de convertirla en vegetariana para que no resulte tan peligrosa, no puede ni verme. El otro día creí haber conseguido un triunfo cuando le di un trozo de remolacha. La vió con ese color tan apetitoso (creo que pensó que era carne) que se la llevó a la boca con avidez pero en cuanto la probó la escupió, directamente, a mis ojos. Menos mal que ya soy una experta y llevaba puestas las gafas.
Ayer, cuando nos sentamos a comer, la abuela estaba más distrída que nunca. Y daba unos suspiros que levantaba hasta el mantel. Le expresé mi preocupación, si estaba enferma tendríamos que ir al médico - "Los médicos no sirven para lo que yo tengo" - ¿No me digas que te han desahuciado? ¿Qué tiempo te queda de vida? - pregunté con un nudo en la garganta y las lágrimas a punto de aflorar a mis ojos. -"¿Pero de qué hablas? ¿Ya estás pensando en enterrarme y disfrutar de la herencia? ¡Lo tienes claro porque todo va a ir a parar a mi amiga del alma: Pascualita!" - ¡¡¡¿Qué?!!! ¿Y para que necesita ese bicho las cuatro perras que guardas entre las sábanas de tu ropero? - "¿Has tenido el valor de registrar mi cuarto?" - No. Son cosas que me has dicho tú muchas veces. No te hagas la loca ahora. Además, te estaba hablando de otra cosa,  no cambies de tema. A ver ¿qué te pasa? - Inexplicablemente sus mejillas ajadas se tiñeron de rubor y con voz apenas audible, dijo: "Estoy enamorada" - Habla más fuerte que no te oigo - "¡Estoy enamorada! ¿Me oyes ahora? ¡Señor, que cruz tener una nieta sorda a la que hay que gritarselo todo para que ella y los vecinos se enteren de lo que me pasa!" - Me dio la risa floja y en seguida me arrepentí pero no pude parar, cosa que no le gustó a mi abuela - "Pascualita, mira a la tonta insensible ésta ¡se ríe de mi! ¿Qué pasa? - dijo en plan guerrero - ¿solo se puede enamorar la Duquesa? ¿a las demás que nos parta un rayo o es que también quieres que te reparta la herencia antes de irme al otro barrio? Vale, toma nota: ¡te dejo mi dentadura! no te quejarás. Es algo muy personal y puede serte útil el día de mañana" - Se había embalado y Pascualita comenzaba a afilar sus dientecitos. Intuía que habría jarana; nada más lejos de mi intención. - ¿Y quién es él? - me atreví a preguntar - "Un real mozo que bebe los vientos por mi, cosa que tu no puedes decir de nadie (¡que mala es cuando quiere, la puñetera!) y tiene un descapotable" - ¡Vaya con la abuela!
La curiosidad ha podido conmigo y esta mañana las he seguido. Han llegado al parque y allí las esperaba un señor muy mayor ¡en silla de ruedas eléctrica! ... ¡¡El descapotable!... Se me ha escapado la risa y eso me ha delatado. La abuela se ha vuelto hacia mi mientras Pascualita, furiosa, daba saltos, arriba y abajo del termo, enseñándome, amenazadora, los dientes.¡Menuda comida me espera!

9 de octubre

Esperaba que el domingo fuese un día de paz y tranquilidad. No tenía nada mejor que hacer que relajarme con un buen libro o adormecerme escuchando música. La abuela había salido para ir a misa con Pascualita metida en el termo. Antes de que yo pudiera abrir la boca, me dijo: "No tocará el agua bendita pero me la llevo porque allí se siente tranquila y además, yo me encuentro mejor del asma" Si diésemos a conocer este descubrimiento seríamos millonarias.
Llevaban más de una hora fuera y yo me había traspuesto mientras leía el periódico que hablaba de una Prima de Riesgo (¿quién será?) y de la boda de una Duquesa (¿serán familia que las nombran tanto?). Perol a alegría dura poco en casa del pobre. Un portazo que hizo vibrar las paredes me sacó, bruscamente, de mi letargo. La abuela acababa de llegar y no venía relajada precisamente. "¡Ya no se puede ir a misa sin que te den un mitin!" - ¿Qué ha pasado? - "El cura, en vez del sermón correspondiente, nos ha nombrado todos los males del infierno que caeran sobre los que voten a tal partido. ¡Solo le ha faltado decir que arderán en una pira comunitaria que él mismo plantará frente a la iglesia! ¿Crees que hay derecho a esto? Pues yo creo que no y me he levantado a gritarle: Cuidate de tu kiosko, que lo tienes medio vacío ydeja que la gente haga lo que le venga en gana ¡Cucaracha!" - ¡Jopé! ¿Y qué ha pasado? - "Pues que se ha montado la de Dios es Cristo. Y Pascualita, que estaba tan pancha, al notar mi nerviosismo también se ha alborotado y ha hecho saltar la tapa del termo para ver lo que estaba pasando. Se ha fijado en la mujer que estaba a mi lado, con mantilla ¡fíjate si será carca la tía! que no dejaba de gritarme ¡abortista, abortista! No se por qué si no he abortado en mi vida. A mi no me llama eso nadie y luego se va de rositas así que, a sus insultos yo le contestaba, educadamente, ¡facha de mierda!. Total, que Pascualita que siempre está de mi parte, ha salido disparada contra ella ..." - ¡Oh, no! - "... ¡Oh, si! ella sabe defenderme, no como tu que en seguida te achicas... y se le ha enganchado en una oreja... - ¿Le ha mordido? - "Claro. Lo que pasa es que la pobre se ha quedado trabada en el pendiente ..." - ¡Ay, Dios! - ...y me ha costado un montón sacarla de ahí sin hacerle daño. Además, se me escurría. Cuando la gente ha visto que la mujer y yo rodábamos por el suelo han debido creer que nos estábamos zurrando, además ella gritaba como si la mataran. Al final, he conseguido soltar a Pascualita de la trampa dorada en la que había caído y la he metido en el termo. Y a gatas he buscado la tapa, menos mal que la tenía al lado. Luego, pasando por debajo de los bancos (así tengo ahora los riñones) he podido salir a la calle. Además, toda la atención estaba sobre la tonta esa. He oído decir que la oreja se le estaba poniendo enorme y aunque ella repetía una y otra vez, que le había mordido un bicho, todos le decían que no, que le dolía tanto porque yo le había roto el lóbulo cuando le arranqué el pendiente." - ¿Eso hiciste? - "Se ve que sí... ¿cómo, sino, podría haber rescatado a Pascualita, tía melindres?"

8 de octubre

Hemos ido de excursión a la playa... con Pascualita. Yo no quería porque es como mentar la soga en casa del ahorcado pero la abuela se ha empeñado y a tozuda no le gana nadie. Levanta una pared entre ella y cualquier razonamiento que vaya contra su decisión. Así que, a media mañana hemos salido de casa con una nevera pequeña, la bolsa con las toallas, las cremas, libro y revista, un cubito de plástico, dos sillas plegables y una sombrilla. La mayoría de los trastos he tenido que llevarlos yo mientras la abuela iba "cargada" con Pascualita al cuello y las dos sillitas colgadas del brazo. Hemos cogido un autobús abarrotado de gente, malhumorada y sudorosa y me he resignado a hacer el trayecto de pie y aguantando los vaivenes.
En seguida he perdido de vista a la abuela. La bolsa de las toallas y la sombrilla me impedían todo movimiento y no ha sido hasta unas paradas más tarde cuando la he visto sentada, tan ricamente, hablando por los codos con la mujer que tenía al lado. Cuando, por fin, he llegado junto a ella, estaba contando, compungida, a su vecina y a un señor muy mayor que apenas aguantaba el equilibrio y que estaba de pie junto a ella, los desastres que habían hecho los médicos con su cadera ¿La cadera que quién? pensé yo.
En la playa, nos pusimos en un rincón  y mientras colocábamos los trastos le pregunté por la historia del autobús. "He fingido una cojera exagerada. ¿No querrás que me pase todo el camino de pie? anda, llena el cubito de agua que Pascualita se va a bañar" - No me parece buena idea. La pueden ver. - "Tu siempre tan melindres" - Ya que estamos aquí, lo más humano es dejarla en el mar y que se vaya con los suyos - "¿Qué suyos? ¿A saber dónde estarán? ¿Es que no ves los reportajes de la dos? antes de zambullirse ya se la habrán comido las gaviotas o los cangrejos o los peces o..." -¡Vale, vale! Tengamos a fiesta en paz. - "Claro hija, en el cubito estará tan ricamente. Olerá el mar, sentirá el ruído de las olas y no estará expuesta a ningún peligro"
Me fui a bañar antes de que me doliera la cabeza. Nos estuvimos turnando para que siempre una de nosotras estuviera al tanto de Pascualita, que , dicho sea de paso, no se inmutó por la cercanía del mar. Se había echado sobre el fondo de arena que le habíamos hecho y parecía dormir.
Más tarde sacamos los bocadillos y mientras comíamos, la abuela le tiró, según era su costumbre, migas de pan. Eso sacó a la sirena de su letargo, subió a la superficie y de un salto se sentó en el borde del cubito. Toda su atención estaba centrada en la comida que le daban, luego, satisfecha su gula, paseó la mirada en derredor, distraída pero algo llamó su atención porque volvió la cabeza hacia el mar. Pareció que enfocaba la vista y poco a poco los ojos se fueron agrandando hasta casi salirse de las órbitas. Se zambulló y volvió a salir, una y otra vez, siempre mirando al mar, como si quisiera cerciorarse de que no estaba viendo visiones. Entonces dió un salto espectacular y se lanzó sobre la arena a más de un metro de distancia de nosotras. Nos pilló de sorpresa. Fui hacia ella para cogerla pero volvió a saltar como un saltamontes enharinado. La abuela, siempre tan discreta, la llamaba a voces ¡¡¡Pascualita, vuelve aquí ahora mismo!!! Pero la sirena repetía los saltos una y otra vez, acercándose a la orilla. Sabía que si entraba en el agua no la volveríamos a ver y estuve a punto de dejar la persecución para que lograra su empeño pero la voz quejosa de la abuela me hizo desistir: "¿Que será de mi sin Pascualita? Me atacará el asma y me moriré. ¡Cógela, por amor de Dios!" (dichosa mujer. Mira que es convincente cuando quiere) Así que volví atrás, cogí una toalla y la tiré sobre Pascualita pero no la toqué, estaba furiosa y lanzaba dentelladas a diestro y siniestro. Solo la abuela lo logró. Le estuvo hablando suave, creo que le contaba la receta de la paella, luego, cuando se calmó un poco, la cogió y la metió en el cubito (ahora pienso que se calmó, no por oir la voz de la abuela sino porque se estaba ahogando) luego volvimos a casa.
Ahora Pascualita está triste. Ha tenido su mundo muy cerca y no ha logrado entrar en él ¿Y por culpa de quién? ¿de la abuela? No, ella le ha salvado la vida metiéndola otra vez en el agua pero quién la ha cazado con la toalla he sido Yo. Me odia. Lo veo en su mirada cuando me acerco a la pecera y por más que le cuento recetas dulces, como la del arroz con leche, por ejemplo, ella no deja de enseñarme sus dientecitos de tiburón. Ahora no tiene ánimo para sentarse en el borde de la pecera pero cuando lo haga voy a tener que llevar las gafas de sol puestas en casa todo el día.

7 de octubre

La abuela está inquieta desde el lamentable episodio ocurrido en el Club de la tercera edad. No se encuentra a gusto allí porque la Directora y sus amigas le hacen la vida imposible.
Parece un alma en pena, yendo de acá para allá sin remugar, ni cantar, ni gritarme hasta ponerme de los nervios. Hasta Pascualita está mohína. Ella no sabe lo que pasa pero su sexto sentido (creo que lo tiene) le dice que algo le pasa a su amiga. No paro de darle vueltas a la cabeza para encontrar una solución pero no se me ocurre nada, sin embargo, cuando al mediodía mientras comíamos la abuela, distraída con sus preocupaciones, en lugar de tirarle a Pascualita las consabidas migas de pan, le ha tirado una aceituna con hueso a la cabeza,  tirándola sobre la mesa y dándole un susto de muerte más dos respetables chichones (uno delante y otro detrás) he decido que hay que arreglar las cosas:
Creo que lo mejor será que hables con la Directora, le pidas disculpas y la invites a casa a merendar para enterrar el hacha de guerra ¿qué te parece? - "¿Y mi orgullo?" - Te lo tragas o te apuntas a otro Club - "...Es que allí están todas mis amigas..."
Por la noche, al volver del Club, al que no se lleva nunca a Pascualita por lo que pueda pasar, ha venido cansada y ojerosa. El asma la ha atacado fuerte: "Como me paso horas sin llevar a la sirena conmigo..." (según ella, Pascualita es la panacea contra esa enfermedad)  Bueno, ¿qué ha pasado? - "Mañana por la tarde, a las cinco, estará aqui... con las tres lameculos que siempre la acompañan" - Vaya.
Por la mañana ha hecho una coca de albaricoque (le salen buenísimas) y ha dejado la casa como una patena. Después de comer nos hemos sentamos un ratito como hacemos siempre y dejamos el fregado para luego. Hay tiempo. Pero a las CUATRO en punto las pájaras han llamado a la puerta. A la abuela por poco le da un soponcio. "¡Brujas!" dijo y le he dado la razón. Mientras la ido a abrir he tenido el tiempo justo para poner la pecera sobre el aparador y echarle una servilleta, grande y blanca, por encima.He oído decir con descaro y retintín: Ah, pero no era a las cuatro que habíamos quedado? Oh, lo sentímos muchííísimo... pero bueno, ahora ya estamos aquí...
Mientras merendábamos la coca y unas copitas de chinchón, las brujas no dejaban de mirar a todas partes, al final la Directora ha dicho: ¿Y qué me dijiste que era aquella cosa del otro día? - "Un tamagochi" (se me atragantó la coca. Cada vez se inventa trolas más gordas) ¿Y que tienes ahí tapado? ¿La cosa esa? - "Pues..." - en ese momento, la servilleta se estaba levantando como si fuera un pequeño fantasma y oscilaba de derecha a izquierda - ¡Dios mío! - dijo una de las brujas - !Parece cosa del Demonio! - "No, del Demonio no... Es el alma de mi marido que, a veces quiere salir de la urna donde están sus cenizas" - ¡¡¡Qué!!! - Despegaron el culo de los asientos como si se estuviesen quemando y corrieron escaleras abajo sin apenas tocar los peldaños.
Pascualita estaba enfurruñada porque la habíamos tapado. Se había subido al borde de la pecera moviéndose de un lado a otro para quitarse la tela de encima. Al ver que nos partíamos de risa, suavizó el gesto, luego, a modo de gracieta (espero) me ha lanzado un chorrito de agua a la cara que, afortunadamente, he podido evitar. Es su modo de participar en la fiesta.