jueves, 30 de abril de 2020

47º día de confinamientooooooo.

- Abuela ¿no echas de menos a tu maridito? - "¿Ya has bebido de buena mañana?" - Y a ti, bisabuelastra, ¿No tienes ganas de darle un besito a tu hijito? - Huy jajajajajajaja ¡no se deja el jodío! - Cotilla ¿a qué hora tiene que irse a trapichear? - A ninguna mientras Bedulio esté al acecho. Además, aquí se está tan ricamente y no se come mal, a pesar de tanto guisante y tanta zanahoria como le pone Geooorge a todo.

Mi gozo en un pozo.  A esta gente no la va a mover nadie de aquí y yo quiero mi libertad, mi autonomía, mi... - "¡MI, MI MI!" (me parodia la abuela) - ¡Ya salió la egoísta! (saltó la Cotilla) Me extrañó que la Momia no dijera nada pero es que no estaba con nosotras en la salita. Salí a buscarla y la encontré haciendo manitas con el fantasma de mi primer abuelito. - ¡Pero bueno...!

Dispuesta a hacer lo que sea para recuperar mi territorio, decidí a tacar con toda la artillería. - Abuela, tengo que decirte una cosa... aunque no sé sí... debo. - Pues no lo digas. - (¡Vaya por Dios!) - Bueno, te lo diré porque es algo que te atañe como esposa de tu marido. - Se volvió hacia mi con un cuchillo en la mano porque estaba pelando una manzana.

- Cuando hablé con él el otro día... oí risas femeninas de fondo... Con esto te lo digo tó y no te digo ná. - Como si hubiese saltado un muelle del sofá y se le hubiese clavado a ella, saltó hacia mi como una fiera. - "¡Y me lo dices ahora, boba de Coria!" - Me acabo de acordar...

La Cotilla, su amiga del alma, apuntilló: ¿Decía algo esa fresca? - Pues... hablaba con fuerte acento alemán... creo. - "¡¡¡¿QUÉ?!! ¿Estás segura?" - Fue Andresito quien dijo: humm... No me hagas más cosquillas... Corina. - "¡MAL HOMBRE! ¡LOS MATARÉ! ¡HARÉ SOBRASADAS CON ELLOS!" - ¿Por qué te pones así, abuela? ¿qué quiere decir Corina? - Pero no me escuchaba . - "Esa se ha quedado sin buen árbol al que arrimarse y ha pillado por banda al calzonazos de Andresito y le sacará hasta los higadillos. Le limpiará la cuenta corriente que también ¡¡¡ES MIAAAAA!!! ¡Geoooorge pon en marcha el rolls royce. Nos vamos a casaaaaaa!"

En ese mismo momento un alarido, que nos heló la sangre, nos hizo salir en tropel, al comedor. Allí estaba el mayordomo corriendo al rededor de la mesa, llorando, moqueando, gritando, con el labio inferior hinchadísimo y colgándole hasta sus pezones ingleses.

Miré hacia la pecera. Allí estaba Pascualita urgándose los dientes después de comerse un trocito de labio de Geoooorge. No quedó más remedio que emborracharle a él y a la Cotilla para que mañana no recuerden nada y la sirena continúe siendo alto secreto... A la Momia la dejamos en paz porque, embobada con mi primer abuelito, no se enteraba de nada.


miércoles, 29 de abril de 2020

46º día de confinamientooooo...

Aaaaayyyyyyyyyyy me duele toooodo el cuerpo y encima tengo que sufrir el recochineo de todos los refugiados de mi casa que no entienden por qué. ¡Ja! Como todos ellos han dormido en cama o sofá, no se quejan. - ¡La culpa es suya Cotilla, por quitarme la cama! - Lo lógico es que me la cedieras ya que soy una invitada.

¡Encima! - Usted lo que es es una aprovechada, una lapa, una rémora, una... - "Vale nena. Ya está bien de quejarte, pareces una vieja. Así nunca encontrarás novio."

Cuando me pude enderezar llamé a Andresito. - Holaaa, guapaaaa... ¿necesitas algo? - ¡Sí. Que te lleves a tu familia a la Torre del Paseo Marítimo y os olvidéis de mi! - Pues no puedo complacerte y mira que me gustaría, nena, pero las autoridades no permiten que vayamos de visita a otras casas... - No irán a otras casa si no a la suya. - Pero saldrán de la tuya, nena y ya sabes que Bedulio está siempre al acecho... Además, me podrían infectar el coronavirus...

Antes de que pudiera replicar, colgó. Me volví, frenética, hacia mi primer abuelito que estaba subido a la lámpara del comedor, para pedirle ayuda pero era un caso perdido. Se notaba a la legua que se había enamorado de la Momia y solo tenía ojos y sentidos, fantasmales eso sí, para ella.

Entonces un escalofrío me sacudió como si recibiera una descarga eléctrica ¡¿Y si ésta tropa me contagiaba a mi?!

Cuando lo dije de viva voz se montó un cachondeo padre y yo cogí un cabreo madre. - ¿A qué habéis venido entonces? - "A cambiar de aires, nena, que pareces tonta" - ¿Y por qué no ha venido también Andresito? - "¡Quita, quita! No te he dicho que queríamos cambiar de aires" jajajajajajajaja

Y aquí estoy, en plena cuarentena, con la casa llena de antigüedades con una marcha tremenda, un mayordomo melancólico y yo durmiendo en la bañera. Creo que le pediré asilo-familiar a Pascualita porque también quiero "cambiar de aires"


martes, 28 de abril de 2020

45º día de confinamiento... ¡ay, Señor!...

Después de rezar el rosario la Momia volvió al cuarto de la abuela y se acostaron juntas. Geooorge durmió en el sofá de la salita y la Cotilla... no tenía ni idea de dónde se había metido.

Dicen que la curiosidad mató al gato y algo parecido me pasó a mi. No podía dormir pensando en la vecina hasta que la mente me jugó una mala pasada y me la imaginé ¡durmiendo junto al inglés!

No pude consentir que compartieran el sofá. Estarían muy estrechos. Agarraditos. ¡Ay! ¡No puede ser que ella sí y yo no!

Salté de la cama y corrí hasta la salita. La luz del cuarto de baño estaba encendida. La oí tararear - ¡Oh, no! Estos dos se preparan para pasar una noche erótico-festiva ¡en mi casa! ¡Eso sí que no! Encima que me invaden no querrán que me quede sin la guinda del pastel.

La puerta del baño se abrió y yo corrí al comedor. Recibiría a la Cotilla a puerta gayola, como los buenos toreros reciben al toro y le diría: ¡¡¡ALTO AHÍ. EL INGLÉS ES MIO!!!

Estuve esperando un rato pero no vino nadie. Me asomé a la cocina. Tal vez se estuviera tomando un reconstituyente para aguantar una noche de lujuria... Allí no había nadie. Toda la casa estaba a oscuras menos el cuarto de baño.

Llamé: ¿Cotilla... Cotilla... ? No contestó... Me temí lo peor y empujé con fuerza la puerta que, en realidad, no estaba cerrada con llave, y entré como un elefante en una cacharrería estrellándome contra el lavabo y rebotando luego hasta caer dentro de la bañera.

Cerré los ojos esperando la costalada pero caí en blando. ¿Qué pasa aquí? (me dije)

Habían puesto un colchón, sábanas, una manta y una almohada sobre la que había una nota: Que duermas bien, boba de Coria. Firmado: La Cotilla.

Que noche he pasado porque, encima, goteaba la alcachofa de la ducha.

lunes, 27 de abril de 2020

44º día de confinamiento... y sigue... sigue...

Andresito ha llamado a las tantas de la madrugada. Cuando el sonido del teléfono ha llegado al punto de mi cerebro desde el que podía escucharlo he dicho. - ¿Digaaaaa? - Luego dirás que no duermes, nena. Ya pensaba que te había dado un pasmo. - ¿Querías algo, abuelito? - Claro. Te mando a mi madre y a tu abuela. Estarán al llegar porque hace media hora que te llamo para decírtelo y tu estabas en el séptimo cielo... - Repite lo que has dicho, por favor. - ¿Todo? - Lo principal porque, creo y confío, que he oído mal. - ¿Lo de mi madre y tu abuela? - Sí... - ¿Que las mando a tu casa? - Sí...  - Me has escuchado bien. Gracias, nena. Me acordaré de ti en mi testamento y te dejaré mi colección de sellos raros.

¡Y colgó! en el mismo instante en que se abría la puerta de la calle. - ¡Oh, no! Ya están aquí. - Pasad, pasad. Estáis en vuestra casa (era la voz de la Cotilla)

Me hice la tonta cuando vi a mi familia. - Vaya horas de visita... ¿no? - "Pues no. Venimos a quedarnos en plan refugiadas familiares..." - ¿Traéis los papeles en regla? (no se me ocurrió decir otra cosa) - Nena, no debes abusar del chinchón. Ya no te funciona el cerebro (la preocupación de la Momia me emocionó)

Detrás de ellas apareció Geoooorge, cargado con maletas y bolsas. Desde que solo es inglés cada día tiene peor cara. - "Pon esas cosas en mi antiguo cuarto, plis." - Ejem, ejem... perdona pero ahora es el mío jijijijijijiji (la Cotilla bizqueó) - "Mi cuarto siempre será mi cuarto" - Pero es que yo duermo aquí cada noche y eso me da un plus sobre ti que no lo usas nunca. - Las dos amigas me miraron: - ¿Qué dices tú? - Puesta en un brete complicado, dije. - Hasta luego, Lucas.

Me metí en mi cama y un minuto después alguien hizo lo mismo. Me tragué un suspiro. El corazón aceleró su ritmo. Mis nervios estaban tensos como cuerdas de violín a punto de romperse. Finalmente me atreví a alargar el brazo y tocar ... - ¡Por fin, inglés, por fin! - La voz, cascada de la Momia, sonó en mi oído. - Recemos el rosario, nena... Los misterios de dolor...

Petrificada me quedé. En lo alto de la lámpara, mi primer abuelito miraba, embelesado, a la bisabuelastra.

domingo, 26 de abril de 2020

43º día de confinamiento y lo que te rondaré, morena.

He llamado a la abuela porque hoy es un gran día. Los niños y niñas pueden salir a la calle, durante una hora, después de mes y pico encerrados en sus casas a costa de la pandemia de coronavirus.

- ¿Yeeeessss? - Geoooorge, dile a mi abuela que se ponga. - Madame estar en cama. - ¡¿Está enferma?! - Yes. De aburrimientou. - Pásale el teléfono de una vez. - Mi no tener ganas. - ¡La madre que te parió, europeo!... ah, no... ¡solo, inglés! jajajajajajaja

Me costó soltarle varios insultos; amenazarle con llamar a la Guardia Civil; decirle que no hay bebida más asquerosa que el té. Y ahí se rebotó. Se puso hecho una fiera y con eso conseguí que moviera el culo e hiciera lo que le había pedido.

- "¿Qué quiéres, boba de Coria?!" - Que te levantes, te arregles, te maquilles, ponte las pestañas postizas, los estilettos, las plumas de marabú, los brilli brilli ¡lo que quieras! Pero vente a mi casa.

Cuando llegó parecía una puerta recién pintada. - "Ya estoy aquí... y ahora ¿qué?" - Entonces se fijó en mi. - "¿De qué vas?" - De nieta. - "¿Y esas trenzas?" - Como las que llevaba de pequeña. - "Si piensas que con ésta pinta vas a conseguir un candidato a padre de mi bisnieto, vas dada." - ¡Vamos a salir a la calle, abuela! Me llevarás de la mano y durante una hora, pasearemos por Palma tan ricamente.

La abuela pareció no entenderme  pero no tardó en encendérsele la bombilla. - "¡¡¡Estás como una puñetera cabra!!!" - ¿No te apetece salir a dar una vuelta? - "¡Claro, pero tu eres muy mayor!" - Anda, vamos que Pascualita se está poniendo nerviosa dentro del termo de los chinos.

Llevábamos casi una hora andando sin rumbo fijo cuando un municipal nos dio el ¡Alto! - "¡Vaya, nos han pillado!" - Es Bedulio, abuela ¡Eeeooo, Bedulioooooo! - El pobre palideció y trató de salir corriendo. Su compañero, asombrado, le dijo algo y el Municipal se acercó a nosotras. - ¿Qué hacen aquí? (a mi no me miró) - "Ya ves. Paseando a mi nieta" - Tiene más de catorce años. - "Uuuy, que va. Los cumple en octubre" - ¡No me líe o le pondré una multa que no se la salta un torero!

Al verlo tan nervioso, el compañero se acercó a ver qué pasaba. - No me deja que pasee a mi nieta. - El hombre volvió la cara. - ¿Dónde está? - "Aquí. Es ésta. Saluda al señor, nena" - Holaaaa. Me llamo... - ¡Ya está bien de guasa, señora! - En un momento rellenó un papel y se lo dio a la abuela. - ¡Son seiscientos euros, propina a parte!

Llevamos un buen rato discutiendo quién de las dos pagará la multa.

sábado, 25 de abril de 2020

42º día de cuarentena y pico.

Se me están terminando las latas de fabada, de judías con chorizo, de lentejas con chicha, de albóndigas con tomate, etc. etc. En casa hay latas de casi todo, es que se me da muy bien abrirlas. No me corto, ni me mancho. Soy una artista en eso. Pero lo que nunca entrará en mi despensas son latas de sardinas en aceite. No, no, no...

Todavía me dura el trauma del día que Pascualita llegó a casa ¡en una lata de sardinas!

Me di el susto de mi vida al que uno de aquellos bichos destripados, descabezados y abiertos en canal ¡se movía! Yo solo quería hacerme un pamb oli con sardinas y con ayuda de un tenedor las iba sacando de la lata y poniéndolas sobre el pan hasta que la última se movió ¡Estiró unos bracitos finos como fideos y agitó las manitas palmeadas!

Grité como una loca - ¡¡¡Abuelaaaaaaaaaaa, hay un feto en la lataaaaaaaaa!!!

Después de regalarme un rosario de insultos donde me dijo de todo menos bonita, se dignó a entrar en la cocina y mirar donde yo le señalaba. Al rato dijo: "Esto no es un feto... ni una sardina ¡Es una sirenaaaaaaaaaaaaaaaaa!" 

Todavía me pregunto ¿cómo pudo sobrevivir a ese sitio oleoso? No lo sabré nunca pero, si ha sido capáz de perdurar a través de miles de años, un trozo de hojalata para ella debe ser pan comido. Por eso no tengo latas de sardina en casa. No sea cosa que alguna lleve más sorpresas prehístoricas... que sé yo, por ejemplo, un centauro. En casa no hay sitio para una cuadra. O un unicornio, pues tres cuartos de lo mismo. O un ogro, un dragón tirafuegos, un gigante con botas de siete leguas, etc. etc. No, no, no... latas de sardina en mi casa ¡jamás!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Mira lo que me he encontrado en la calle, boba de Coria. Abandonadas cerca de un camión que no tenía nada que ver con ellas ¡¡¡Un montón de LATAS DE SARDINAS!!! - ¡Jodía Cotilla!


viernes, 24 de abril de 2020

41º días de confinamiento.

Va a ser una laaaarga cuarentena pero ya estamos acostumbradas. Me refiero a Pascualita, Pepe y yo. Y como nosotras somos dos y él uno, lo lógico es que prevalezca la mayoría por eso digo "nosotras" en lugar de "nosotros" Como no creo que se queje a éstas alturas de su vida de llavero, vamos a otra cosa, mariposa.

- ¡Avem... arí...apur... isim... aaaaayyyyyyyyyyy, que me a...ho...goooo! - La Cotilla entró sin aliento en casa. - ¡Vaaaaya! a todo cerdo le llega su San Martín (dije yo) - Me miró con cara de asombro pero seguía sin poder hablar. Todo eran resuellos, toses y ayes - ¿Ha subido corriedo la escalera? - Dijo que sí con la cabeza. - ¿Por qué no ha cogido el ascensor? ¿No estaba abajo? - Dijo que no con la cabeza. - ¿No podía esperarlo? - Repitió que no. - ¿La perseguían? - Dijo que sí. - ¡Lo sabía! ¿A qué era el cura de la iglesia de Santa... ¿No? Pues del Santo... ¿Tampoco? - Me tiré un rato diciendo nombres de iglesias y a todo me decía que no

Cuando su respiración dejó de sonar como un fuelle viejo, dejó de apoyarse en la mesa del comedor y se dejó caer en una silla, después hizo con la mano el gesto de pedir agua. Le traje un vaso lleno y ¡me lo tiró a la cara la muy jodía! - ¡Chin... chón...! (gritó)

Media hora después consiguió decir: - ¡Mi novio está en la esquina! - Aparté la botella porque se había tragado media y ya desvariaba. - ¡Trae pacá, boba de Coria! - ¿Ha dicho "mi novio"?

- Me propusieron una boda ficticia para que un emigrante obtenga los papeles para residir aquí... -¡Esto es un delito! Verá como se entere Bedulio. - Dije que sí... - Por humanidad ¿verdad? - ¡Por la pasta que me iban a dar, pardala! - Ya me extrañaba a mi - Pero ahora no quiero casarme porque he llegado a un acuerdo con él mucho mejor.

Llamaron a la puerta. Era un extraño. - ¿Tu ser Boba de Coria? ¡Yo hacerte bisnieto y Torre del Paseo Marítimo ser para mi y Cotilla! -  ¡¡¡LA MADRE QUE LA PARIÓ, COTILLAAAAAAAA!!!

jueves, 23 de abril de 2020

40º días de cuarentena.

Hoy si. Hoy se cumple la cuarentena porque si pensaban que iban a ser menos días ¿a qué viene llamarla cuarentena? Que digan treintena o quincena o lo que dure el confinamiento. Si es que no están a lo que están. Ahora sí. Llevamos 40 días ¡sin salir a la calle!

Cuarenta días estuvo Jesús en el desierto pero, por lo menos, tenía territorio para andar, correr y hacer el pino. Menos mal que ya se me empieza a ver la tableta de chocolate, como a Aznar, después de tanta gimnasia mañanera... Ay, no, que es la tableta que me he comido esta tarde mientras leía un libro, que para eso hoy es el Día del Libro.

A Pascualita y a Pepe les he regalado un libro a cada uno. Muy pequeñitos: edición pulga. A la sirena no le ha durado nada. En un santiamén se lo ha comido y parece que le ha sabido a poco. Ha sido una gozada ver como se ha lanzado a por él en cuanto lo ha visto flotar en el acuario. En cambio Pepe ni lo ha tocado. Ahí está, tal como se lo he dajado sobre su estante de la cocina. Con razón dicen que compran más libros las mujeres que los hombres... Lo que me ayuda a deducir que Pepe, cuando estaba vivo, su cabeza sobre los hombros y al resto del cuerpo aún no lo habían metido los caníbales en una olla, no era una mujer.

¡Menos mal porque esto me hubiese aportado un conflicto de identidad!. Siempre le he llamado Pepe y ahora tendría que buscarle un nombre de chica.  Por ejemplo, ¿Pamela?. Más de una vez la llamaría Sombrero, Palmera, Pánfila...cosas así con lo despistada que soy.

Claro que, si no ha tocado el libro es porque, tal vez, no sabe leer. Claro que tampoco se ha preocupado de aprenderlo ¡Huuuuy, estoy segura de ello! Basta ver la cachaza que tiene el tío que, desde que lo traje a casa, no ha dado un palo al agua. Siempre tiene la excusa de que es una cabeza decapitada y reducida; que ni habla, ni ve, ni oye ¡Y se queda tan pancho!.

Esperaré a mañana y si no ha leído el librito, ni lo ha tocado, se lo daré a Pascualita que ella sí que sabe apreciarlo.


miércoles, 22 de abril de 2020

39º día de confinamiento.

Estoy molida... Aaaaayyy, no me puedo levantaaaar. Y todo por culpa de la televisión. Me tienen enganchada y engañada, con el cuento de que van a dejarme un cuerpo diez para cuando podamos ir a las playas ¡y gratis!

El maestro de gimnasia está de toma pan y moja. A ver si me entero de dónde vive y le hago una visita para convencerlo de que me haga un bisnieto. Alguno picará, digo yo.

Digo que estoy engañada porque dice que tendré un cuerpo diez ¡¿Con todo lo que estoy comiendo estos días de encierro?! Habrá que verlo. Por lo pronto, todas las mañanas tengo preparadas botellas de agua, que sirven para hacer pesas. Un bolsa de Mercadona hace las veces de mochila para echarme peso a la espalda y a los brazos. El palo de la escoba para saltar, cruzar, en fin, lo que me sale ¡Menos mal que el monitor no me ve! Se le caería el alma  a los pies al pobre.

En fin, quien hace lo que puede no está obligado a más... dicen. Por eso, todas las mañanas, extiendo una colchoneta que tiene más años y más excursiones a cuestas, que el Yeti andando por el Himalaya. Preparo la toalla y los demás elementos que se necesiten ese día y, hale, a calentar se ha dicho.

Pero no estoy sola en la preparación del cuerpo diez. Pascualita también participa porque tiene tanto michelín como yo... sudar, sudamos poco pero nos reímos un montón. Está mañana, cuando me he caído sobre ella y ha quedado un poco pallá, solo me he reído yo.

Nos ponemos las dos en la colchoneta y mientras yo levanto las piernas, ella levanta la cola. En las abdominales, ella se levanta y yo me quedo aplanada contra el suelo. Cuando el monitor dice: meted la barriga, apretad el culete (dice eso) veo que mi tripa meterse, lo que se dice meterse, se mete poco. Y así todo. Eso sí, cuando termina la clase entramos en la cocina y nos ponemos como el Quico de cola cao con lo que haya a mano para mojar..


lunes, 20 de abril de 2020

37º día de confinamiento.

Mi casa está invadida. Me gire por donde me gire, veo abuelitos, mayordomo o Cotilla. ¡He perdido mi libertad, mi independencia, incluso mi lado del sofá de la salita! Por eso, en protesta y como terapia para no perder las formas, he trasladado mi cama al árbol de la calle.

Naturalmente ha habido quejas, trinos, picotazos pero he resistido el tirón y cargada con un saco de dormir y una tabla para estar más cómoda, me he instalado en la rama menos concurrida de nidos. aunque he tenido que trasladar algunos a otro sitio.

Pascualita, desde el borde del acuario, no me quitaba ojo y cuando ha visto que me marchaba hacia el balcón, se dio impulso con la cola y cayó sobre el saco de dormir, del que no ha querido bajarse hasta que le he jurado por Snoopy que se quedaría conmigo.

Elegida la rama, he colocado la tabla y solo entonces, me he dado cuenta de que mi primer abuelito también forma parte de mi grupo. - ¿No estarás mejor allí? (le pregunté) - Pero, por toda respuesta, se iluminó como si fuese una bombilla de bajo consumo.

Lo malo de todo aquello vino cuando Geoooorge abrió la ventana de la cocina y al poco rato, los aromas culinarios llegaron a mi nariz y las tripas empezaron a cantar la Traviata.

Para rizar el rizo, cuando mi primer abuelito se encendió los gorriones ya dormían y aquello los despertó. Cogidos por sopresa por lo que ellos pensaron que era un nuevo día después de una noche cortísima, empezó el parloteo y el trajín de un día normal.

Aquello era insoportable. Le pedía al abuelito que se apagara pero me dio a entender que me estaba haciendo el regalo que nunca me había hecho. No tuve valor para decirle lo que pensaba. Me metí en el saco de dormir y cerré la cremallera sobre mi cabeza. Al cabo de un rato, Pascualita y yo sudábamos como pollos y tuve que abrir el saco.

Cuando el abuelito decidió apagarse el silencio volvió al árbol. Por eso el parloteo de las tripas pidiendo comida sabrosa, se hizo más evidente. Hasta la abuela se asomó al balcón. - "¿Decías algo, nena?"

Era noche cerrada cuando ya no pude más y salté al balcón. Como mi cama estaba ocupada por la Cotilla y Geooorge dormía en el sofá de la salita, no me quedó más remedio que acostarme en la bañera.

Cuando el sueño me vencía sonó una voz que venía de la calle, amplificada. - ¡Alto a la Autoridad! Te hemos visto, Manoslargas. Sal con las manos en alto. - Me levanté a ver qué pasaba. Salí al balcón y un foco suave se puso sobre mi cabeza. ¡el abuelito me iluminaba!

La autoridad que llevaba el megáfono era Bedulio. Y Manoslargas un ratero de tres al cuarto con el que me habían confundido cuando salté a mi balcón. - ¡Quedas detenido! - ¡Bedulio, que soy yo! - Peor me lo pones, boba de Coria ¡Que cruz tenemos contigo!

domingo, 19 de abril de 2020

36º día de confinamiento.

No solo les pusieron una multa al abuelito, a la abuela y a Geooorge, una por barba, sino que se los llevaron al cuartelillo a pasar la noche. Me enteré por una llamada de teléfono que me hicieron desde la comisaría. - Perdone ¿usted es un municipal? - No señora..., - Señorita, si no le sabe mal. - Como usted quiera. - Yo, por querer, quisiera un bisnieto para mi abuela... ¿No le interesaría el puesto de Padre del Bisnieto?

No me contestó pero le escuché hablar con un compañero. - Está como una chota la tía ¡valiente familia! Quiere que le haga un bisnieto. - Será un hijo. - No, no. Me lo ha dicho muy claro. Lo quiere para su abuela. - ¿La centenaria de la mini falda? Hay que ver como afecta a las mentes la cuarentena...

En vista de que no sacaba nada en claro, colgué el teléfono y llamé a Bedulio. - Le conté lo de la detención de los abuelitos y el mayordomo. - ¿Y qué quiéres que haga? - Que los saques de allí. - ¡Ni que yo fuera el Ministro del Interior! - Y me colgó.

- Pascualita, no hay nada que hacer. Vamos al balcón. - Estuvimos un buen rato esperando a los vencejos pero no se presentaron. Los del otro día serían una avanzadilla de la migración.

No me podía quitar de la cabeza la escena de mis abuelitos encerrados en una lóbrega mazmorra junto a un lloriqueante inglés que ya no sabía si era europeo o no.

En plena meditación un bocinazo me hizo volver a la realidad. Justo debajo de casa, bien aparcado, estaba el rolls royce con Geoooorge al volante. Detrás se pararon dos motos de la policía. Uno de ellos me llamó. - ¡Oigaaaaa! ¿Es usted la nieta de esta gente? - ¡Del inglés, no!

El caso fue que se me terminó la buena vida. Los abuelitos han quedado confinados ¡en mi casa! y Geooorge también, claro. - Quedan bajo su responsabilidad. - ¡¿Queeeeeee?! ¡Ni hablar! ¡¡¡OIGAN. NO SE VAYAN!!!

Pero se fueron con sus motos a otra parte.

sábado, 18 de abril de 2020

35º día de reclusión

Desde la tranquilidad de éstos días, me llegó, clarísimo, el concierto de pitos y sirenas procedente de la calle. Salté como movida por un resorte ¡Nos dejan salir! (grité) y abrí el balcón para ver el rolls royce de los abuelitos aparcado en la parada del bus y estorbando como siempre. - ¡Volvemos a la normalidad!

Estaba el rolls royce y el autobús pero los coches que  no podían pasar eran de la policía. ¡Que ilusión! pensé. Vienen a darme una serenata aunque no sea mi cumpleaños. ¡Que guapos son y que bien les sientan los uniformes!

Pues, ni lo uno ni lo otro. Habían pillado a los abuelitos dando una vuelta por Palma y con Geoooorge de chófer. ¡tres personas de riesgo, porque Andresito y la abuela suman juntos más años que la Catedral y sin ninguna protección entre ellos . Además estaban mal aparcados, como siempre. - La abuela fue la primera en salir del coche. Primero salió su pie con un zapato estiletto de color verde manzana, siguió su pierna enfundada en un panti dorado con lentejuelas, el muslo, la mini falda, verde también y el resto de su cuerpo sandunguero de cien años o casi. Las plumas de marabú del sombrerito chocaban con el pestañamen que se había puesto y que abanicaba cada vez que parpadeaba. El top que apenas tapaba su cintura era verde también.

Se puso de pie en la acera y encarándose con el guardia, que ya había sacado boli y libreta de multas, le gritó: "¡¿A mi? ¿Me vas a multar A MI, que he salido de casa para llevar un toque de esperanza a mis conciudadanos con éste maravilloso color verde, de Christian Dior, que me he puesto para la ocasión?"

El guardia empezó a escribir. La abuela a hacer aspavientos. Y en uno de ellos levantó la cabeza y me vió. - "¡Nena, baja y dile al guardia que eres amiga de Bedulio!" - Me hice la sorda. - "¡Que bajes, te digo y trae el chinchón para que se le desarrugue el ceño a la autoridad!"

Mientras salió Andresito por la otra puerta del coche, hecho una fiera contra el guardia al que se le empezó a amontonar el trabajo. - ¡A mi mujer no la multa nadie! ¡Usted no sabe con quién está hablando, agente! ¡Cuádrese ante mi que he sido político mucho tiempo!

El guardia empezó a escribir otra multa. Y como solo falta Geooooorge para el duro, éste también salió en defensa de... él mismo. - Mi no saber nada. Mi ser inglés. Mi no ser europeo. Mi... - Mire que multa más bonita le pongo, ¡inglés!

Total, tres multas como tres soles. Mientras, yo estaba escondida tras la cortina del balcón. Pascualita lo observaba todo desde mi escote y cuando el griterío de abajo se convirtió en escándalo, la sirena saltó, dispuesta a proteger a su amiga. Yo grité, asustada y también lo hizo Geoooorge cuando, en un sntiamén, le quedó la cabeza monda y lironda.

viernes, 17 de abril de 2020

34º día de confinamiento.

El cielo de mi calle está alborotado ¡Ha llegado la alegría de la Primavera! ¡Los vencejos! Tienen una energía desbordante. - ¡Mira, Pascualita. Ya han llegado! - Nos hemos asomado al balcón al escuchar sus chillidos para verlos jugar a perseguirse.

Los gorriones jóvenes del árbol los miran curiosos. Los más veteranos parecen molestos o envidiosos ante la llegada de los reyes del aire. Algunas pajaritas suspiran embobadas. Y yo aplaudo a rabiar y me gano la bronca de una vecina - Eso es a las ocho de la tarde, boba de Coria. Siempre vas a destiempo.

La gente está de uñas a consecuencia de la larga cuarentena. Al principio todo eran caras alegres pensando pasar días y días, encerrados con el amor de su vida. Pero todo cansa. Por eso no tengo pareja... y porque tampoco me sale ninguna pero esa es otra historia - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! ¿Hablas sola? ¡Madre mía cómo está el patio! Estoy deprimida. Como no se reactive la economía no sé que va a ser de mi. - La Cotilla cabeceaba preocupada. - Usted seguirá cobrando su pensión... - Si pero ¿me pagará el Gobierno los extras? - Claro que le pagará la Paga Doble. - ¿Y los extras? - ¿Qué extras? - Lo que me saco "limpiando" los cepillos de las iglesias, por ejemplo. O lo que gano con el trapicheo porque, ahora, ni se puede salir a la calle, ni abren las iglesias, ni dejan mercancías abandonadas a las puertas de los comercios porque también están cerrados ¡Maldito coronavirus!

- ¿Por qué no le escribe una carta al Presidente del Gobierno y se lo pregunta? - ¿Crees que me responderá? - ¡Naturalmente! No tiene otra cosa mejor que hacer...

Mientras la Cotilla buscaba papel y boli Pascualita y yo salimos de nuevo al balcón a disfrutar de los nuevos vecinos. Y fue tanta la ilusión de volver a verlos y las ganas de volar con ellos, que levanté un brazo para imitarles y en dos segundos estaba jugando con los vencejos a perseguirnos.

Fue tan divertido que se me pasó la tarde volando, nunca mejor dicho. La sirena estaba entusiasmada. Asomada a mi escote, abría los bracitos y chillaba como ellos. Algunas veces pasábamos delante de casa y veía a la Cotilla concentrada en la carta para el Presidente, trazando las letras trabajosamente, y la punta de la lengua asomando entre las mellas de su dentadura.

Cuando el día empezó a declinar los vencejos subieron cada vez más, dejándose llevar por las corrientes de aire hacia arriba... cada vez más alto hasta desaparecer de nuestra vista. Decidí bajar y prepararme un pan con aceite y lo que sea.

- ¡Toma! Ya está lista para echarla al Correo. (dijo la Cotilla) - Déjela en la mesa. Mañana se la llevaré ¡volando!


jueves, 16 de abril de 2020

33º día de cuarentena.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mira lo que traigo para que te entretengas, boba de Coria! - A mis pies dejó un gran saco blanco lleno de ¡harina! Tuvieron que ayudarle dos amigos que venían con ella. - Les he dicho que los invito a comer. - Buen detalle, Cotilla. Ya se podría estirar así algún día conmigo. -  ¿Y cómo llego luego a fin de mes? - ¿Es que yendo con sus amigos no gasta? - No porque venimos a comer aquí. Hay fabada de bote ¿Qué os parece? - Da buten. ¿Habrá vinillo, supongo? - Supones mal porque ésta se estira menos que un portero de fútbolín.

Yo no salía de mi asombro ante la caradura de la Cotilla. - Pero hay chinchón. - A falta de pan, buenas son tortas. (dijo el menos viejo de los dos) - Y se sentaron a la mesa del comedor.

Como yo tenía ganas de guerra, dije: ¿Dónde ha robado ésta harina, Cotilla? (me temblaba la voz de rabia) - La cara se le desencajó y un rictus de tristeza infinita se dibujó en su cara. - ¿Véis cómo me trata? Levanta falsos testimonios contra mi mientras yo, que soy una persona generosa, le traigo un saco de harina de cincuenta kilos. - Los hombres dijeron que si no me daba vergüenza. Dicho ésto se volvieron a sentar, cogieron vaso y cuchillo y empezaron a dar golpes al ritmo de ¡¡¡QUEREMOS COMER!!! La Cotilla se sumó a ellos con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Será falsa!

Cuando se fueron todos cogí a Pascualita, la puse en mi escote, porque en el termo de los chinos no cabrá hasta que pierda los michelines. De un salto subí al árbol en el momento justo en que una hojita se desprendía de su rama ¡Y nos subimos a ella!

Al abrir los ojos volábamos en ala delta a una altura considerable. Habíamos cogido una corriente de aire caliente y nos deslizábamos como plumón de pato mecido por la brisa. Que gozada. De pronto me pareció que no estábamos solas: - Será el Angel de la Guarda (pensé) Pero no.

En nuestra "autopista de aire" había un gran despliegue de aguilas y buites dando vueltas, cada vez más cortas, a nuestro alrededor. Cuando una de las garras emitió un destello de poderío solté el ala delta y caímos al vacío. Las aves se lanzaron a por nosotras. Y cuando un buitre nos alcanzó y estiró la pata para agarrarnos, Pascualita que tiene miedo a las alturas y a las caídas en picado, sacó a pasear su dentadura de tiburón y mordió. Yo cerré los ojos hasta llegar al árbol de la calle. En la acera había un enorme buitre con una garra tan descomunal que no le permitía volar, cosa que aprovecharon los gorriones para picotearlo a gusto.

miércoles, 15 de abril de 2020

32º días de cuarentena

Hasta hoy no me había dado cuenta de lo gorda que está Pascualita. Tal vez ha engordado, de golpe, ésta noche. No sería raro porque como no sabemos nada del metabolismo de las sirenas...

He llamado a la abuela para decírselo y me ha puesto de hoja de perejil: que si la culpa es tuya; que si está en tu casa y por lo tanto, eres la responsable de su salud; que si no es raro que todavía no tenga un bisnieto; que si... ¡yo qué se lo que me ha dicho! 

El caso es que, un poquito de razón tiene. Desde que estamos encerradas no paramos de comer. Si yo como, ella come porque, por inercia, le doy de lo mío y como todo le gusta pues la grasa se le acumula en las cartucheras y parece una sirena del Oeste, solo le faltan las dos pistolas.

Algo habrá que hacer... - Lo he hablado con ella pero ha pasado de mi. No le gusta el tema. He intentado razonar hasta que ha amenazado con tirarme un buchito de agua envenenada.

Finalmente, nos hemos sentado en el balcón a pensar en una solución... pero, entre el gorgojeo de los gorriones, el solecito, el silencio de la calle y una brisa que silbaba flojito entre las ramas del árbol de la calle, nos hemos quedado más dormidas que carracuca.

Ha sido, ya por la tarde, cuando me he acercado a la puerta a mirar por la mirilla en busca de un vecino despistado que llevarme al catre, cuando se me ha iluminado la bombilla: ¡Caminar! Eso es lo que tenemos que hacer, Pascualita.

Vamos de la puerta de la calle a la cocina y vuelta. Ya llevamos media docena de paseos arriba y abajo. Pascualita está quejosa porque la obligo a caminar y no quiere. Si creía que le llevaría en brazos ¡está lista!  Una vez vi un reportaje de National Geográfic donde salían peces que andaban con las aletas. - ¡Si ellos pueden, tu también!

Le he puesto una cinta al rededor de los michelines en plan arnés y la llevo arrastrando. Tengo que ir con cuidado por si me pilla un talón con los dientes. Está frenética pero ¡vaya si andará! como que me llamo... ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!


martes, 14 de abril de 2020

31º día de Cuarentena

Según me ha dicho la Cotilla, que ha vuelto a salir a la calle a trapichear y se mete por todos los rincones a pesar de la cuarentena, la abuela sufrió un soponcio al llegar a la Torre del Paseo Marítimo. Todo por mi culpa, natruralmente. - Por qué ya me dirás tú para que te sirve la cuarentena... - ¿Para no infectarme de coronavirus? - No hablo de eso. - ¿Entonces? - Treinta días sola en casa. Solita. ¿Y no has sabido aprovechar la ocasión para meter aquí dentro al primer vecino que pase por delante de tu puerta y que te haga el bisnieto? Que poco te pareces a tu abuela.

- Pues... ¿qué quiere que le diga? No se me ocurrió... - Como aún queda cuarentena, tienes tiempo boba de Coria ¡Es que te lo tengo que decir todo, jopé!

Pascualita, al oír los gritos, se asomó al borde del acuario. La Cotilla giró, rápidamente,  la cabeza. - ¡Algo se ha movido! - ¡Una rata! (grité) - ¿Las ratas nadan? - Pues... - Si es una rata me largo. - Y sin más, cogió su bolso y salió de casa a trotecillo rápido.

Libres ya de la vecina, la sirena y yo nos sentamos en el balcón a tomar el sol y pensé que no era todo tan fácil como lo pintaba la Cotilla... por eso de guardar las distancias, llevar la cara tapada, guantes, gafas...

Mientras tanto, la modorra hacía presa en mi y fui cayendo en un sopor buenísimo del que desperté de un brinco cuando el timbre de un interfono me llegó desde la calle. - ¡Un vecino! (grité) - y salí corriendo, abrí de golpe la puerta de la calle mientras quien había llamado, llegaba a mi rellano. Le cogí de un brazo y de un tirón entró en casa, cerré la puerta y dije: - Por tu madre ¡¡¡HAZME UN BISNIETO!!!

He tenido que ponerme un paño caliente en la cara del bofetón que me arreó la vecina del 7º que se ha ido gritando: ¡¡¡NO ERES MÁS TONTA PORQUE NO TE ENTRENAS!!!

lunes, 13 de abril de 2020

30º día de Cuarentena

A las tantas de la madrugada, la abuela me ha llamado para decirme que ya hace ¡treinta días! que estamos en cuarentena. - ¿Esto no me...  lo puedes decir por la... mañana?  - "Por la mañana yo duermo" - Y yo por la noche... ¡que jeta tienes!

- Nena (era la voz de Andresito) estamos tan acostumbrados a zascandilear hasta las tantas en El Funeral, que no sabemos ir a dormir temprano jejejejejeje Espera que tu abuela no ha terminando aún. - Pero yo sí. - Y colgué antes de que me hablara.

Pero fue peor el remedio que la enfermedad porque el teléfono no dejó de sonar hasta que lo desconecté.

Por la mañana, mientras Pascualita y yo desayunábamos, llamaron a la puerta. ¡Era la abuela! - ¿Has venido andando? - "¿Tu estás tonta? ¿Para qué te crees que tenemos un rolls royce?" - Hummm... ¿para fardar? - "¡También! pero, sobre todo, para que nos lleve donde nos apetezca" - No he escuchado el concierto de pitos... - "Si no hay nadie en la calle, boba de Coria... Que cruz tengo contigo"

Se sentó con nosotras a la mesa de la cocina, sacó un paquete con ensaimadas recién sacadas del horno, seis empanada y otros tantos robiols de requesón. Cuando los vi torcí el gesto y me dio una arcada. La abuela lo vio y se le iluminaron las pajarillas. - "¿Estás embarazada de mi biznieto?" - ¿Hein?... ¡Quita "eso" de mi vista, abuela! - "Aaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyy, que alegría más grandeeeeeeee"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿A qué vienen esos gritos? - "¡Son de alegría, Cotilla! ¡Habemus bisnieto!"

Después de tres copas seguidas de chinchón, empecé a encontrarme mejor. - Ay, Cotilla, todo es culpa suya. - "¿A sí? ¿Tú le presentaste al futuro padre?" - Que yo sepa... no (la cara de la vecina era un poema) - "Entonces ¿de qué tienes la culpa?" - Eso quisiera saber... - ¿Quién trajo los botes llenos de requesón que nos comimos en una sentada compañados de moscatel? ¡¡¡USTED!!!  Y después del empacho que cogí se me revuelven las tripas con solo olerlo...

La abuela metió de un manotazo las ensaimadas, las empanada y los robiols, en la bolsa que traía y en dos zancadas se plantó en la puerta. Al cerrarla dio tal portazo que saltaron las bisagras y cayó al suelo rebotando. Solo me dio tiempo a decir: - ¡Las ensaimadas no... !

domingo, 12 de abril de 2020

29º día de Cuarentena por el Coronavirus.

Es necesario que llueva para que se nos quite el malhumor por tener que estar enclaustrados mientras el sol y el calor inundan nuestras calles vacías. Por eso salgo todos los días al balcón a cantar a voz en grito: ¡¡¡QUE LLUEVA, QUE LLUEVA, LA VIRGEN DE LA CUEVAAAAAAAAAA!!! Y nada. San Pedro, o quien sea que abre los grifos, no sabe, no contesta el jodío.

Los vecinos me tiran de todo pero se, que en el fondo, saben que tengo razón. Y no me quejo porque, lo mismo me llenan el balcón de patatas, o de tomates (chafados, si, pero van bien para hacer salsa), algún que otra bolsa de frutos secos... Lo que tienen más a mano, vaya. Lo que no han hecho nunca es tirar papel de váter ¡Eso no. Es su tesoooooooro!

Comento el caso con la Cotilla. - Y el día de mañana, este fenómeno mundial, se estudiará en las universidades y en las aulas de psiquiatría. ¡Y nosotras lo hemos vivído, Cotilla!. Las genraciones venideras nos preguntarán: ¿Por qué? - ¿Por qué, qué? - Lo de los rollos de papel de váter, mujer. - ¡A mi que me cuentas! Yo lo vendo a buen precio, usado eso sí. - ¡¿QUEEEEEEEEE?! - Es que nuevos no los encuentras ni buscando con lupa. - También tiene usted razón.

Mientras comíamos sacó un móbil de su bolso. Es algo así como el de Mary Popins porque le cabe hasta la catedral de Palma como se empeñe en venderla y llevársela a trapichearla.

- Tengo un concurso entre manos y tienes que ayudarme. Si lo gano te doy... mil euros. - ¡Vale! ¿qué tengo que hacer? - Tirarte por el balcón pero con gracia. - ¿Está de guasa? - Venga, mujer que son 1000 euros. - ¿Por qué no se tira usted y le hago yo la foto? - Porque no tienes ni puñetera idea de hacerlas. ¡Tírate de una vez!

Pensé que me vendrían muy bien esos euros y que si me había caído una vez y no me había pasado nada... Total, que me subí a una silla, de allí a la barandilla del balcón y la Cotilla contó hasta tres. Cuando iba por el dos y medio cosideré que un buen batacazo valía más de 1000 euros. - ¡Espere! 1500 o no salto.

La Cotilla se encampanó toda. - ¡Egoísta! ¡Te dan un dedo y te coges el brazo entero! - Y a grito pelado nos pusimos a discutir en el balcón. Fue en pleno rifirafe cuando se le calentó la boca y dijo: - - ¡Necesito los 10.000 euros del premio para poder llegar a fin de mes!

Mi primer abuelito me ayudó y la vecina cayó sobre Bedulio que patrullaba el barrio en busca de vecinos insolidarios. El pobre, asustado, gritó: - ¡Socorrooooooooooooo. El coronavirus me ataca!







sábado, 11 de abril de 2020

28º día de cuarentena

Llevo todo el día pensando en lo que habló por teléfono, la Cotilla. ¿Quién estaba al otro lado de la línea? ¿Soy una bruja?... No, si lo fuera sabría cómo funciona lo de las hojas del árbol y no me hubiese dado una buena costalada que todavía me duele.

La Cotilla vino en son de paz. Para congraciarse me trajo unos envases de plástico grandes, repletos de requesón- - ¡Mira lo que me he encontrado en la calle! - ¡Caray! entre lo que se encuentra, más lo que se "encuentra", tiene usted la suerte de cara hasta que se la rompa alguien.

- ¡Desagradecida! Con la de cosas ricas que se pueden hacer con ésto: requesón con miel, robiols rellenos de requesón, requesón con... - ¡Pare, pare! Yo no sé hacer eso... - ¿Tampoco? ¿Cómo vas a encontrar novio si ni siquiera puedes conquistarlo, tampoco, por el estómago? - ¿Cómo que "tampoco"? - Para una sola cosa que te ha pedido tu abuela en la vida: darle un bisnieto, eres incapáz de hacerlo... Pobrecita mía... - ¿Quién? ¿yo? - ¡No! Tu abuela. Que crúz tiene contigo.

Ya me extrañaba a mi. Para cambiar el curso de la conversación, dije: - El otro día hablaba usted con no sé quién, de hojas del árbol de la calle... - Ah, ¿sí? - ¿Qué pasa con las hojas? - Eso digo yo. Escuché que decía que era cosa de brujas... - ¿Las hojas? ¿por qué? - ¡No se haga la loca! - ¡Niña, un respeto! ¿Qué lata abrimos hoy para comer?

Y así zanjó la discusión.

Mientras esperaba que se hiciera la hora de comer una lata de lentejas con chorizo, me senté en el balcón con Pascualita puesta en el escote. De repente, una ráfaga de aire sacudió la copa del árbol y cayeron unas cuantas hojitas a la acera. Un vecino que pasaba miró hacia arriba, me saludó y dijo: Si te vas a dar un costalazo como el del otro día, espera que voy a por el móvil. Le hice un corte de mangas y me quedé tan pancha.

Esta noche he soñado que volaba hasta el Infinito y más allá, a lomos del cepillo de barrer...

viernes, 10 de abril de 2020

27º día de cuarentena

La abuela está aburriiiiiiiiida y no para de llamarme por teléfono. - "Nenaaaaa, ¿sabes qué día es hoy?" - Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz - "Andresito, esta nieta tuya se pasa el día durmiendo" - Es que son las tres de la madrugada... - "Siempre tienes una excusa para defenderla"

La pregunta ¿sabes qué día es hoy? es una de sus favoritas. ¡Que ganas tengo de que habrán ya El Funeral y se pase allí el día entero!

Hoy ha vuelto a hacerlo aunque más tarde: - Viernes Santo. - "¿Te lo ha chivado la Cotilla?" - Noooo. - "¿Entonces quién?" - Abuela, si ayer fue Jueves Santo, pues blanco y en botella. - "¡Andresito, tu nieta me habla en clave! ¡¡¡Llama al médico!!! - Abuela, estoy bien. No exageres. - Entonces bajó la voz: "No es por ti, pardala. Es por si le contagias algo malo a Pascualita" - ¡Huuuuy, que mal me sentó aquellooooooo!

Cogí a la sirena, salimos al balcón y sin prestar atención a la escandalera de los gorriones, salté al árbol de la calle, arranqué una hoja y la tiré al aire. Cuando empezaba a bajar me subí en ella y ¡¡¡me estrellé contra la acera!!!

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYY! ¿Qué ha falladooooo? - A Pascualita no le pasó nada porque cayó encima de mi. Cuando me puse en pie los vecinos, en balcones y ventanas, me aplaudieron. Hasta se escucharon gritos de ¡¡¡Otra, otra, otra!!! No les hice caso y entré en mi portal renqueando, oyendo las quejas de algunos que decían que no les había dado tiempo de grabar la caída. - ¡Que estúpida es esta chica! ¿qué le cuesta repetirlo una vez más?

Al entrar en casa encontré a la Cotilla preparándose un café con leche en la cocina. - ¡¿Qué hace aquí?! - Voy a merendar. - ¡Deme mi llave! - De tuya, nada. La he pagado yo. Me debes dos euros.

El mundo se desmoronaba a mi alrededor. La culpa era del coronavirus de las narices, que me tenía emparedada en casa. - ¡¡¡NO PUEDO MÁS!!! - Y corrí de nuevo al balcón con la sirena en el bolsillo. Salté al árbol y una hojita se desprendió de la rama. Me subí a ella, con los ojos cerrados esperando el golpetazo contra el suelo pero... no pasó nada.

Al abrirlos estaba en mi playa, frente a la bahía de Palma que me abría sus brazos acogedores. Pascualita saltó a la arena y reptando, se metió en el agua. La seguí dispuesta a disfrutar del primer baño de la temporada y aunque el agua estaba muy fría aún, no me importó.

Nadamos juntas. La sirena era feliz y yo también... De repente un silbato rompió el equlibrio perfecto entre tranquilidad y paz. En la orilla Bedulio hacía aspavientos instándome a salir del agua. El recuerdo de los 600 euros de multa apareció nítido en mi mente. Metí a la sirena en mi escote, cerré los ojos y aparecimos en el árbol de la calle.  Escuché a la Cotilla hablar por teléfono - ... siempre se ha dicho que las hojas que se arrancan no valen... Sí, son cosas de brujas pero, en algo tengo que entretenerme...

jueves, 9 de abril de 2020

26º días de Cuarentena.

Hoy es Jueves Santo y no se ve a un nazarenos por las calles. Ni nazarenos ni nadie, a pesar del solazo, del día tan precioso que ha hecho. Estamos todos encerrados en las casas esperando que el dichoso Coronavirus deje que ensañarse con la gente y desaparezca para siempre jamás...

Sentada en el balcón, con Pascualita tumbada en mi regazo como una turista cualquiera tomando el sol en la playa, pensé que sería m.a.r.a.v.i.l.l.o.s.o. darme el primer baño de mar del año. Y tal como lo pensé, agarré a la sirena e hice intención de saltar al árbol de la calle pero... un ejército de cabreados gorriones levantaron con sus cuerpecitos un muro infranqueable. - ¡Pero, bueno. El árbol está en mi casa! - Ni por esas se movieron ni dejaron de trinar en plan cabreo. Decidí no hacerles caso y cuando alargaba la mano para cogerme de la rama más cercana, un silbido me hizo mirar a la calle. Allí estaba Bedulio sobre la acera, con cara de pocos amigos y meneando el dedo pulgar diciendo: - ¡¡¡NO!!!

- ¿No puedo subirme al árbol? - ¡NO! - Solo quiero ver el panorama que hay más allá de éstas casas - ¡NO! - Y me enseñó la libreta de las multas. - Quieres escaquearte de la Cuarentena... - Que noooo...- Y son 600 euros de multa. -  Un escalofrío me recorrió de arriba abajo.

Volví a sentarme pero, en cuanto Bedulio se distrajo con un hombre que venía de comprar el periódico, me metí en la copa del árbol a toda prisa. La reacción de los gorriones fue trinar más fuerte y asaetearme con los picos. Salté a una de las hojitas que caían de las ramas y aparecimos, la sirena y yo, enmedio del Oéano Pacífico.

Supe que lo era porque cerca había una boya con un letrero que decía: Estás en el Océano Pacífico, boba de Coria ¡Quédate en tu casa, jodía, que nos contagias!

A ver qué podía hacer yo. Pues volver a casa a pesar del enfado de Pascualita que había visto la aleta de un gran tiburón y quería echarle el diente.

Con todo sigilo por  mi parte, pero no por los gorriones, salté al balcón y entré en casa. ¡Había burlado a Bedulio y estaba encantada de la vida hasta que... - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Bedulio me ha dado ésto para tí, nena ¿Has comprado chinchón?

¡Era una multa de 600 euros! - ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

miércoles, 8 de abril de 2020

25º día de cuarentena

Sonó el teléfono y al abrir los ojos todo estaba oscuro. Sobrecogida, solté un grito que no tuvo nada que envidiar al de Tarzán. La totalidad de los vecinos estaban ante mi puerta dando porrazos. - ¡¡¡¿Por qué no te vas a vivir debajo del puente de la autopista, loca perdida?!!!

Cogí el teléfono. Era la abuela. - "¿Ya has hecho empanadas, boba de Coria? Las nuestras las ha hecho Geoooorge porque en algo se tiene que entretener el pobre. Ya que no sabe si es inglés o europeo, o ninguna de las dos cosas y está que no le llega la camisa al cuerpo" - ¡Ajo y agua! - "¡Niña! ¿qué modales son estos?" - "Le he enseñado a hacerlas y las ha modernizado. En vez de agua le ha puesto te verde, en lugar de manteca, que es un producto muy burdo, ha puesto mantequilla. Para el relleno, en lugar de carne, ha puesto aguacates, piñones, orejones, pipas de girasol peladas, canela en rama, pistachos y sobrasada." - ¡Perdónalo, Señor, porque no sabe lo que se hace. Es inglés! (dije escandalizada)

- "¿Has hecho empanadas" - Sííííííííí´... - "¿A qué te han salido feísimas? jajajajajajajajajaja. ¡Mándame una foto!" - Más tarde. ahora tengo sueño.

Finalmente pude volver a dormir, después de que la abuela colgara y mis vecinos dejasen mi puerta casi descolgada.

Las hubiese comprado pero, al estar todo el comercio cerrado, no me quedó más remedio que hacer las empanadas.
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Pascualita, que estaba sentada en el frutero de la mesa de la cocina, en cuanto me vió sacar los ingredientes saltó a mi lado intentando comerse toda la masa. -¡Quita, jodía! ¡Fuera de aquí!

Puse la radio, me concentré en hacer lo mejor posible las cazoletas de las empanadas y se me fue el santo al cielo.

Las horneé. Mientras limpiaba la mesa llamó la abuela. - "Estoy esperando la foto. ¡No sabes el éxito que ha tenido Geoooooorge entre mis amigas millonetis!" - Las tengo en el horno. Voy a ver como... ¡¡¡Pascualita!!!

La abuela, a través del móvil lo había visto, horrorizada: Pascualita saliendo, por un agujero, del interior de una empanada. - "¡¡¡LA VAS A MATAAAAAAR!!! - No sabía que... se había... metido dentro... - La cogi ¡quemaba! y la tiré hacia el fregadero mientras la abuela gritaba: ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! (melodramaticamente) - Pero no acerté y salió por la ventana. Cuando di con ella, estaba tendida en el nido de unos gorriones que la miraban sin saber qué hacer mientras los pelo-algas todavía humeaban.

martes, 7 de abril de 2020

24º día de confinamiento por el Coronavirus.

La Cotilla ha entrado en casa cuando yo no estaba. Habrá hecho copias de la llave, la tía.

En la salita he visto el montón de velas, velitas y velones que habrá acaparado de las iglesias donde va a "limpiar" los cepillos. Siempre lo ha hecho pero ésta vez se ha pasado tres pueblos ¡Hay como para montar una tienda!

Pascualita me reclama que la saque al balcón. Esta se está acostumbrando a mandar más que un Capitán General con mando en plaza. - ¡No se sale! Estamos en cuarentena ¿no te enteras?  - Por toda respuesta me enseña la dentadura de tiburón y mueve la cola amenazadoramente. - ¿Qué me vas a hacer con la cola, media sardina de la puñeta? jajajajajaja (siempre se me olvida que no hay enemigo pequeño)

La sirena tensó la cola y salió disparada hacia mi oreja más cercana a ella, a la que se enganchó con los dientes como si le fuera la vida en ellos. - ¡¡¡AAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYY!!!

Después de llantos, moqueos, gritos, aspavientos, carreras y demás repertorio, acabé bebiendo chinchón a morro para quitarme el dolor. Mientras, iba de lado porque la oreja tenía las dimensiones de las de Dumbo. - ¡Así no puedo salir ni al balcón, jodía sirena dels collons! - Pero ella insistía en salir y al final, para no sufrir otro ataque, le hice caso.

¿Los gorriones ríen?... ¿que no? ¡JA! Toda la comunidad pajaril del árbol de la calle se reía a gorgoritos de mi aspecto. Cosa que me irritó profundamente y decidida a tomar venganza moví la oreja en plan abanico con tal fuerza que formé un tornado que, apunto estuvo de llevarse el árbol entero.

Ni siquiera sé cómo aterrizamos en la Luna. Pero ahí estábamos Pascualita y yo, sin escafandra ni nada. A pelo. El primer pensamiento que me vino a la mente fue ¿Habrá coronavirus? Después ¿qué se puede hacer aquí? Porque no había nada a la vista más que polvo, lunar claro y baches. También pensé en el rolls royce de los abuelitos. Aquí no habría problema para aparcarlo... pero ¿qué sería de mi calle sin el concierto de pitos que se forma cada vez que vienen a casa?

Alguien dijo: - ¡Holaaaaaaaaaa! - Aquello me desconcertó. ¿A alguien se le había perdido un astronauta? - Miré en derredor y vi venir a un hombre acompañado de un perro, a pelo también. - El hombre volvió a gritar. - ¿Una cervecitaaaaa? - No, gracias. Solo bebo chinchón. - Digo que si trae  cerveza. - Pues no, porque no tenía intención de venir hasta aquí. ¿Usted quién es? - ¿Quién voy a ser? El hombre de la Luna y éste es mi perro. - ¡Anda, pues mi abuela le conocía!- Seguramente. Es que a mi las mujeres se me dan muy bien... Y usted tiene su puntito, primor, con esa oreja que es lo más bonito que ha parido madre.

Estuve a punto de quedarme con este, más que seguro candidato a padre del bisnieto de la abuela pero luego pensé que quería aclarar con la Cotilla, ¿a santo de qué había traído tantas velas a casa? Y, en un santiamén, Pascualita y yo, regresamos al árbol de la calle y, de allí, al balcón. 

lunes, 6 de abril de 2020

23º día de cuarentena.

De vez en cuando escucho la lista de muertos por ésta Pandemia en Baleares, en España, en el Mundo y tengo la impresión de que están hablando de una película de miedo. Y no es así. Esto es mucho peor que la más terrorífica de las películas y siento mucha pena por tantos seres humanos desaparecidos, generaciones enteras más las que ya no nacerán nunca, y por los familiares que no han podido acompañar a los suyos en sus últimos momentos. Es un gran dolor extendido por toda la faz de la Tierra.

Y mucho el coraje de quienes luchan por salvar vidas y ven como la Muerte se las lleva. Cuando todo termine necesitarán mucha ayuda psicológica para digerir lo que ha pasado en tan poco tiempo...

Estoy en casa. No puedo salir y no me quejo. Se me tendría que caer la cara de vergüenza si lo hiciera. Todos los míos están bien ¿qué más puedo pedir? ¿Y que doy a cambio? ¡Nada! Por eso intento sacaros una sonrisa todos los días con la ayuda de mi familia virtual.

Os deseo mucha salud a tod@s.

Las tres moscas egipcias siguen en casa, aunque ya no son de oro. Quizás nunca lo fueron y lo que ocurrió fue que me deslumbró el sol del desierto y lo vi todo dorado. ¿Cómo voy a empeñar unas moscas en caso de apuro? Que mala pata.

Salir al balcón éstos días es imposible porque me sube la líbido (eso decía la abuela cuando veía un tio bueno) y no porque la Primavera me altere más de lo normal pero ¡es que los gorriones y gorrionas, están todo el día dale que te pego en sus nidos! Tengo que perderlos de vista.

Con ayuda del guante de acero metí a Pascualita en el termo de los chinos, me lo colgué del cuello y salté al árbol de la calle. Los pájaros, asustados, se revolvieron nerviosos y montones de plumitas flotaron en el aire. Y algunas fueron a parar a mi nariz. - ¡¡¡AAAAAAAAAAATCHIS!!!

Cuando me sequé las lágrimas por poco me mato. Estába subida en lo alto del palo mayor de una de las carabelas que marchaban a descubir América. - ¡¡¡Socorroooo!!! - Grité hasta desgañitarme mientras aquella cáscara de nuéz daba bandazos a troche y moche. Estábamos en plena tormenta en medio del Atlántico.


Por si fuera poco, Pascualita estaba loca por salirse del termo. Tan rabiosa estaba que saltó desde aquella altura y sería por el mareo, o por mala puntería, el caso es que cayó en la cubierta del barco en lugar de hacerlo en el agua. Me tiré tras ella... con tan mala suerte para el Almirante, que le caí encima y lo aplasté contra el suelo. La sirena, que seguía enfadada conmigo, reptó hasta mi, con la dentadura de tiburón presta a morder. Afortunadamente, tropezó con la cabeza de Colón y, antes de que pudiera decir Amén, había perdido su hermosa melenita.

Con Pascualita en la mano volvímos rápidamente al árbol de la calle antes de que nos tiraran a los tiburones... Así que cuando veáis los retratos del Almirante pisando tierra conquistada, recordad que ese pelo no es suyo. Es una peluca.





domingo, 5 de abril de 2020

22º día de cuarentena en casita.

Ha llamado la abuela. - "Me han llegado noticias de que te pasas el día saltando de rama en rama del ábol de la calle... ¿Nena, tú estás bien o lo que tienes es de nacimiento?" - ¡Habrá sido la Cotilla! Y no estoy todo el día, solo cuando la sirena y yo nos aburrimos. - "Pues ya estás bajando un colchón a la calle porque un día de éstos te caerás y no quisiera que le pasara nada a Pascualita. A ver si vamos a tener un disgusto." - ¿Y yo? - Me colgó.

Antes de eso le pregunté que día era hoy. - "Domingo de Ramos" - ¿Es amigo tuyo? - "¿Quién?" - Ese tal Domingo de Ramos. - "¡¡¡Que cruz tengo contigo!!!"

Después de explicármelo bien, comprendí que se refería a un día de la semana y a una fiesta religiosa ¡Podría haber empezado por ahí la abuela!

El caso es que, sea domingo o no, para mi siempre es lunes ¡Qué más da! Por eso el aburrimiento se cernía sobre el horizonte y enfilaba el camino de mi casa. Así que, cogiendo a Pascualita con una mano y con la otra la rama que pendía sobre mi balcón, salté al árbol. Una hoja se desprendió y dió dos o tres vueltas antes de iniciar, llevada por la brisa, una ruta turística. Para entonces la sirena y yo ya estábamos subidas a ella.

La gran Esfinge me miró con curiosidad y cuando iba a saludarla, la hoja descendió, entró por un agujero que había en su garra derecha y entramos en la oscuridad hasta que un cielo azul nos iluminó y la hoja cayó al Nilo, flotó unos segundos y se hundió. No me quedó más remedio que nadar hacia la orilla manteniendo a la sirena entre mis dientes porque el agua del rio es dulce y ella es de agua salada.

Llegué a la orilla, seguida muy de cerca por cocodrilos e hipopótamos. ¡Y gané! El faraón en persona me regaló un collar con tres moscas de oro. Fue muy emocionante. Y debido a eso estuve a punto de tragarme a Pascualita cuando bebí una jarra de cerveza calentuja para ¿refrescarme? la boca para dar un discurso.

Menudo cabreo cogió la sirena al darse cuenta que me la podía haber comido. Se puso tan pesada que no me quedó otro remedio que volver a casa para no dar un espectáculo ante toda la realeza. Lo malo fue que me hicieron devolver el collar. - ¿Y las moscas? (pregunté) - Te las puedes quedar. Aquí tenemos suficientes.

En mala hora lo hice. No puedo quitármelas de encima. Creo que me han cogido cariño y son muy pegajosas . Le he propuesto a Pascualita que se las coma pero sigue enfadada. Me ha hecho una peineta y se ha zambullido en el acuario hasta esconderse en el barco hundido.

sábado, 4 de abril de 2020

21º día en cuarentena.

Menos mal que tengo el árbol de la calle pegadito al balcón y puedo interactúar con él. Por eso, todas las mañanas, para evadirme del aburrimiento que me ronda contínuamente, dispuesto a clavarme las uñas y dejarme sentada frente al televisor, ojiplática, ensimismada, catatónica perdida, viendo sin prestar atención lo que me vayan echando al cerebro donde se junta todo, se arma un revoltijo de noticias, anuncios, musiquitas y demás mandangas y acabo el día hecha una braga mentalmente.

Así que, en cuanto acabamos de desayunar Pascualita y yo, y límpio el pollo que sigue armando con el cola cao, salimos al balcón y nos montamos una película. Hoy convertiremos al árbol en un cocotero, a los gorriones que lo  habitan, en cacatúas, loros, papagayos. La calle en una playa de arenas de coral, finísmas, a las que besa suavemente un mar de color turquesa y aguas cristalinas que se mece al ritmo lento de un ukelele.

Al saltar del balcón al árbol nuestro aspecto cambia... bueno el de la sirena tiene poco arreglo pero alguna florecilla tropical queda prendida en su pelo-algas. Mis vaqueros se convierten en una falda de hierbas y ... ¿Y?... ¿Dónde está mi jersey, top, blusa, camisa... ¡¡¡DÓNDE?!!! 

En aquella playa imaginaria de los mares del Sur hay que ir como la sirena. Pronto me olvido del pequeño detalle y me dejo llevar por la cadencia sandunguera de la música pegadiza. Pascualita y yo avanzamos hacia la orilla, meto un pie en el agua... luego el otro y ¡¡¡salto hacia atrás cuando pasa un tiburón acariciandome los dedos!!!

Corro asustada hacia el árbol, gritando como una posesa: - ¡¡¡QUE ME COME, QUE ME COMEEEEEEEE!!! - Entonces toda la caterba de aves tropicales se lanza contra mi entre un griterío infernal. Cambio de dirección sin saber dónde ir. Y entonces me doy cuenta de que la sirena no está conmigo. Se me cayó de la mano cuando me asustó el tiburón ¡Oh, noooooo!

Me acerco, con mucha precaución, a la orilla. Tengo los ojos anegados de lágrimas por la ¿amiga? a la que no veré nunca más... ¿O sí? El tiburón está tendido en la arena y algo se mueve alrededor... ¿Pascualita?... ¡¡¡Pascualita!!! ¿Qué haces? - ¡Se está comiendo al tiburón! -

Esto me recuerda que tengo hambre y es hora de abrir la lata de fabada.


viernes, 3 de abril de 2020

20º día de cuarentena por el coronavirus.

Me estoy construyendo un casco psicológico para escuchar, solamente, buenas noticias. Por ejemplo: hoy, en España, se ha dado el alta a X personas que fueron afectadas por el coronavirus ¡Eso es un notición! Y mi autoestima ha subido.

Han llamado a casa varios vecinos para alquilarme un perro, a pesar de que no tengo ninguno. Vienen con la ilusión pintada en la cara y se van alicaídos. Algunos preguntan si sé de alguien que alquile. Cuando les digo que no y esa pequeña llamita de esperanza se apaga, lloran. - ¡No aguanto más! ¡quiero salir a la calle! ¡Me aburro, me aburroooooooooooooo!

- Pobrecillos. Les aconsejo que cocinen. - ¡Yo, que solo sé abrir las latas de fabada, aconsejando que se metan entre fogones, Pascualita jajajajajajajaja! Primero me miran como quien oye llover y poco a poco, la palabra COCINAR va horadando el cerebro anquilosado de mis vecinos y puede que alguno me haga caso.

- Las vecinas cuyos maridos se meten a cocineros caseros, viene contentas a darme las gracias. En su casa y en su cama vuelve a haber ilusión. "Ya no recordaba lo divertido que es jugar entre las sábanas ¡Ay, pillina, gracias a ti hemos recuperado la ilusión festivo-erótica de los primeros tiempos de casados!"

- ¡Otra incongruencia, Pascualita! Ya quisiera yo tener una fiesta de éstas de vez en cuando. Y me dicen que "gracias a mi" . Hay que ver la de cosas raras que se escuchan en un confinamiento largo como el que estamos pasando.

Empezaron a llegar a camiones de reparto que descargaban paquetes en los diversos pisos donde el marido se puso el delantal. Y por la ventana de la cocina me llegaban olores, sobretodo a quemado.

Los camiones de reparto siguieron viniendo y lo que antes eran risas, carreritas por el piso, ayes y suspiros cargados de erotismo-casolano, se convirtiron en riñas, portazos, peleas tipo " ¡tu madre, más!" "¡Pues anda que la tuya!" "¡manirroto!" "¡Ni que fueras Arguiñano, payaso!" "¿Tienes que poner vino caro? ¡Echále don Simón al estofado, fantasma!" - Al ser nombrado, el abuelito primero saltaba de las alturas y venía a ver qué decían de él. - Tranquilo, están insultado a un marido (le decía yo) Y se volvía, tranquilamente, a lo alto de la lámpara del comedor.

Ahora nadie me saluda cuando nos vemos. Solo un vecino dijo entredientes: - Por tu culpa he gastado un dineral en delicatesen. Como dice tu abuela: ¡Que cruz tenemos contigo, boba de Coria! - ¡¡¡Encima!!!

jueves, 2 de abril de 2020

19º día de confinamiento por el coronavirus.

Me preparo todos los días, junto al balcón, para ver quién es la persona que, todas las tardes, inicia los cinco minutos de aplausos dedicado a quienes velan por la salud de la ciudadanía y no hay manera.

No la pillo. Y tengo mucho empeño porque tengo que decirle algo muy importante: ¡Que lleva el reloj atrasado! Acabaremos saliendo al balcón a las ocho ¡de la mañana!

Veinte días ya encerrada en casa ¡y no me subo por las paredes! Tal vez sea debido a la tranquilidad que se respira a mi al rededor, sin la Cotilla al lado... ¿qué habrá sido de ella?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - ¡Cotilla! ¿No me diga que se llevó la llave de MI casa? - Me miró ojiplática, - Dijiste que me fuera pero de la llave... nada de nada. - Es algo que se sobrentiende. (y alargué la mano para que me la entregara). - Ahora mismo no puedo... Traigo un negocio entre manos que nos puede hacer ricas, boba de Coria. - Ni negocios ni leches ¡La llave! - Te daré el cincuenta por ciento de las ganancias (dijo, presurosa) Antes de que yo contestara salió hacia la escalera con sus pasitos de gorrión más viejo que la tos - ¿A dónde va? - Regresó con una cajas en las manos. - Coje el resto. Lo meteremos en el cuarto de tu abuela. Debajo de la cama.

Viendo una oportunidad de sacarme unos euros ahora que el País está paralizado, noté que se me alegraban las pajarillas. Abrí dos latas de fabada y nos las comimos en un santiamén. Mientras hacíamos la digestión me interesé por el negocio. - En época de vacas flacas, faltan cosas imprescindibles.(dijo la vecina) - Ya... - Y yo tengo una de esas cosas...  fue por casualidad que encontré esas cajas que has visto.

Empecé a sudar. Pensé que era la reacción de la fabada. - ¿Dónde las... "encontró"? - En un sitio nada apropiado. - No sería... en la puerta de... un ... hospital... - ¡No me lo puedo creer! Pero, chica, ¿cómo has cambiado? Eres una visionaria, nena. - Luego vino un rato de cháchara que no llevaba a ninguna parte.

- ¡Son mascarillas! - ¡Bingo! ¡Muñeca chochona para la señorita! - ¡¡¡No puede ser verdad!!! - Que sí, mujer. Y hay un montón. Podemos pedir... - ¡¡¡No pediremos NADA!!!

Fui a por Pascualita. La sirena estaba tensa, chirriando los dientes. Saltaban chispas de su dentadura de tiburón. Los ojos, inyectados en sangre, no se apartaban de la Cotilla. - ¡Claro que pediremos! Menudo negocio íbamos a hacer si no las cobráramos... ¿Qué pasa?... ¿Por qué me miras así? ... No son feas. Abre una caja y míralas... ¿Qué tienes en las manos? ...

A punto estuvo de descubrir a la sirena.  Menos mal que, asustada por mi modo de actuar, abrió una caja y ¡¡¡sacó montones de máscaras que habrían sobrado del Carnaval!!! ¡Uf! me quité un peso de encima... Me puse una del Lobo Feroz y con ella sigo mientras bebemos chinchón con cañita... De momento solo tengo ganas de jajajajajajajaja ¡reirme!


miércoles, 1 de abril de 2020

18º día de reclusión por el coronavirus.

La radio ha dicho que estamos en alerta amarilla por lluvia y claro, he corrido a buscar el chubasquero, el paraguas y las katiuskas. - ¡Pascualita, hoy no podrás salir al balcón porque lloverá agua dulce, con barro o no. Eso no se sabe hasta que te mancha la ropa blanca que haya tendida.

Después me acordé que no puedo salir a la calle por la cuarentena del dichoso Coronavirus de las narices y me ha dado un bajón anímico... Sin embargo, el cielo gris y amenazador, cargado de agua, ha sufrido un pequeñísimo rasgón por el que se ha asomado un fino rayo de sol que ha iluminado, durante una décima de segundo, al árbol de la calle. Y no me lo he pensado dos veces. Llevada por las ganas de salir del encierro forzoso, salté al camino dorado que formaba el rayo y me lancé a la aventura con Pascualita en plan broche.

Mientras caminaba sentí que no estábamos solas y al volver la cabeza vi al primer abuelito correr hacia mi. - ¿Tú también estás aburrido? Pues ya ves, siempre pensé que esto no le pasaba a los fantasmas.

Palma se veía solitaria y triste. Las gotas de lluvia que empezaron a mojar las calles no ayudaron a levantarme el ánimo. Ante mi pasaron hojas y más hojas de periódico que el viento arremolinaba y luego esparcía a los cuatro puntos cardinales. Y todos decían lo mismo en grandes letras negras: TANTOS MUERTOS EN...

Caminando a buen paso por la pasarela dorada, llegamos a la Gran Pirámide de Egipto y me senté en su cima. Mirando en la lejanía vi a los faraones y reinas del pasado, algo que, en otro momento, me haría dar saltos mortales de alegría. Pero ahora no porque en la arena del desierto el viento escribía en letras negras: TANTOS MUERTOS EN...

Volvimos a casa cuando se cerró el pequeño rasgón de las nubes y el rayo de sol desapareció.

Pascualita, sentada en el frutero de la mesa de la cocina, me mira cariacontecida y a mi ni siquiera me apetece un chinchón. Ella ha visto muchísimas pandemias a lo largo de su extensa vida y sabe que hay muchas lágrimas que llorar antes de que desaparezca.