jueves, 2 de abril de 2020

19º día de confinamiento por el coronavirus.

Me preparo todos los días, junto al balcón, para ver quién es la persona que, todas las tardes, inicia los cinco minutos de aplausos dedicado a quienes velan por la salud de la ciudadanía y no hay manera.

No la pillo. Y tengo mucho empeño porque tengo que decirle algo muy importante: ¡Que lleva el reloj atrasado! Acabaremos saliendo al balcón a las ocho ¡de la mañana!

Veinte días ya encerrada en casa ¡y no me subo por las paredes! Tal vez sea debido a la tranquilidad que se respira a mi al rededor, sin la Cotilla al lado... ¿qué habrá sido de ella?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - ¡Cotilla! ¿No me diga que se llevó la llave de MI casa? - Me miró ojiplática, - Dijiste que me fuera pero de la llave... nada de nada. - Es algo que se sobrentiende. (y alargué la mano para que me la entregara). - Ahora mismo no puedo... Traigo un negocio entre manos que nos puede hacer ricas, boba de Coria. - Ni negocios ni leches ¡La llave! - Te daré el cincuenta por ciento de las ganancias (dijo, presurosa) Antes de que yo contestara salió hacia la escalera con sus pasitos de gorrión más viejo que la tos - ¿A dónde va? - Regresó con una cajas en las manos. - Coje el resto. Lo meteremos en el cuarto de tu abuela. Debajo de la cama.

Viendo una oportunidad de sacarme unos euros ahora que el País está paralizado, noté que se me alegraban las pajarillas. Abrí dos latas de fabada y nos las comimos en un santiamén. Mientras hacíamos la digestión me interesé por el negocio. - En época de vacas flacas, faltan cosas imprescindibles.(dijo la vecina) - Ya... - Y yo tengo una de esas cosas...  fue por casualidad que encontré esas cajas que has visto.

Empecé a sudar. Pensé que era la reacción de la fabada. - ¿Dónde las... "encontró"? - En un sitio nada apropiado. - No sería... en la puerta de... un ... hospital... - ¡No me lo puedo creer! Pero, chica, ¿cómo has cambiado? Eres una visionaria, nena. - Luego vino un rato de cháchara que no llevaba a ninguna parte.

- ¡Son mascarillas! - ¡Bingo! ¡Muñeca chochona para la señorita! - ¡¡¡No puede ser verdad!!! - Que sí, mujer. Y hay un montón. Podemos pedir... - ¡¡¡No pediremos NADA!!!

Fui a por Pascualita. La sirena estaba tensa, chirriando los dientes. Saltaban chispas de su dentadura de tiburón. Los ojos, inyectados en sangre, no se apartaban de la Cotilla. - ¡Claro que pediremos! Menudo negocio íbamos a hacer si no las cobráramos... ¿Qué pasa?... ¿Por qué me miras así? ... No son feas. Abre una caja y míralas... ¿Qué tienes en las manos? ...

A punto estuvo de descubrir a la sirena.  Menos mal que, asustada por mi modo de actuar, abrió una caja y ¡¡¡sacó montones de máscaras que habrían sobrado del Carnaval!!! ¡Uf! me quité un peso de encima... Me puse una del Lobo Feroz y con ella sigo mientras bebemos chinchón con cañita... De momento solo tengo ganas de jajajajajajajaja ¡reirme!


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