Después de rezar el rosario la Momia volvió al cuarto de la abuela y se acostaron juntas. Geooorge durmió en el sofá de la salita y la Cotilla... no tenía ni idea de dónde se había metido.
Dicen que la curiosidad mató al gato y algo parecido me pasó a mi. No podía dormir pensando en la vecina hasta que la mente me jugó una mala pasada y me la imaginé ¡durmiendo junto al inglés!
No pude consentir que compartieran el sofá. Estarían muy estrechos. Agarraditos. ¡Ay! ¡No puede ser que ella sí y yo no!
Salté de la cama y corrí hasta la salita. La luz del cuarto de baño estaba encendida. La oí tararear - ¡Oh, no! Estos dos se preparan para pasar una noche erótico-festiva ¡en mi casa! ¡Eso sí que no! Encima que me invaden no querrán que me quede sin la guinda del pastel.
La puerta del baño se abrió y yo corrí al comedor. Recibiría a la Cotilla a puerta gayola, como los buenos toreros reciben al toro y le diría: ¡¡¡ALTO AHÍ. EL INGLÉS ES MIO!!!
Estuve esperando un rato pero no vino nadie. Me asomé a la cocina. Tal vez se estuviera tomando un reconstituyente para aguantar una noche de lujuria... Allí no había nadie. Toda la casa estaba a oscuras menos el cuarto de baño.
Llamé: ¿Cotilla... Cotilla... ? No contestó... Me temí lo peor y empujé con fuerza la puerta que, en realidad, no estaba cerrada con llave, y entré como un elefante en una cacharrería estrellándome contra el lavabo y rebotando luego hasta caer dentro de la bañera.
Cerré los ojos esperando la costalada pero caí en blando. ¿Qué pasa aquí? (me dije)
Habían puesto un colchón, sábanas, una manta y una almohada sobre la que había una nota: Que duermas bien, boba de Coria. Firmado: La Cotilla.
Que noche he pasado porque, encima, goteaba la alcachofa de la ducha.
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