lunes, 13 de abril de 2020

30º día de Cuarentena

A las tantas de la madrugada, la abuela me ha llamado para decirme que ya hace ¡treinta días! que estamos en cuarentena. - ¿Esto no me...  lo puedes decir por la... mañana?  - "Por la mañana yo duermo" - Y yo por la noche... ¡que jeta tienes!

- Nena (era la voz de Andresito) estamos tan acostumbrados a zascandilear hasta las tantas en El Funeral, que no sabemos ir a dormir temprano jejejejejeje Espera que tu abuela no ha terminando aún. - Pero yo sí. - Y colgué antes de que me hablara.

Pero fue peor el remedio que la enfermedad porque el teléfono no dejó de sonar hasta que lo desconecté.

Por la mañana, mientras Pascualita y yo desayunábamos, llamaron a la puerta. ¡Era la abuela! - ¿Has venido andando? - "¿Tu estás tonta? ¿Para qué te crees que tenemos un rolls royce?" - Hummm... ¿para fardar? - "¡También! pero, sobre todo, para que nos lleve donde nos apetezca" - No he escuchado el concierto de pitos... - "Si no hay nadie en la calle, boba de Coria... Que cruz tengo contigo"

Se sentó con nosotras a la mesa de la cocina, sacó un paquete con ensaimadas recién sacadas del horno, seis empanada y otros tantos robiols de requesón. Cuando los vi torcí el gesto y me dio una arcada. La abuela lo vio y se le iluminaron las pajarillas. - "¿Estás embarazada de mi biznieto?" - ¿Hein?... ¡Quita "eso" de mi vista, abuela! - "Aaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyy, que alegría más grandeeeeeeee"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿A qué vienen esos gritos? - "¡Son de alegría, Cotilla! ¡Habemus bisnieto!"

Después de tres copas seguidas de chinchón, empecé a encontrarme mejor. - Ay, Cotilla, todo es culpa suya. - "¿A sí? ¿Tú le presentaste al futuro padre?" - Que yo sepa... no (la cara de la vecina era un poema) - "Entonces ¿de qué tienes la culpa?" - Eso quisiera saber... - ¿Quién trajo los botes llenos de requesón que nos comimos en una sentada compañados de moscatel? ¡¡¡USTED!!!  Y después del empacho que cogí se me revuelven las tripas con solo olerlo...

La abuela metió de un manotazo las ensaimadas, las empanada y los robiols, en la bolsa que traía y en dos zancadas se plantó en la puerta. Al cerrarla dio tal portazo que saltaron las bisagras y cayó al suelo rebotando. Solo me dio tiempo a decir: - ¡Las ensaimadas no... !

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