jueves, 9 de abril de 2020

26º días de Cuarentena.

Hoy es Jueves Santo y no se ve a un nazarenos por las calles. Ni nazarenos ni nadie, a pesar del solazo, del día tan precioso que ha hecho. Estamos todos encerrados en las casas esperando que el dichoso Coronavirus deje que ensañarse con la gente y desaparezca para siempre jamás...

Sentada en el balcón, con Pascualita tumbada en mi regazo como una turista cualquiera tomando el sol en la playa, pensé que sería m.a.r.a.v.i.l.l.o.s.o. darme el primer baño de mar del año. Y tal como lo pensé, agarré a la sirena e hice intención de saltar al árbol de la calle pero... un ejército de cabreados gorriones levantaron con sus cuerpecitos un muro infranqueable. - ¡Pero, bueno. El árbol está en mi casa! - Ni por esas se movieron ni dejaron de trinar en plan cabreo. Decidí no hacerles caso y cuando alargaba la mano para cogerme de la rama más cercana, un silbido me hizo mirar a la calle. Allí estaba Bedulio sobre la acera, con cara de pocos amigos y meneando el dedo pulgar diciendo: - ¡¡¡NO!!!

- ¿No puedo subirme al árbol? - ¡NO! - Solo quiero ver el panorama que hay más allá de éstas casas - ¡NO! - Y me enseñó la libreta de las multas. - Quieres escaquearte de la Cuarentena... - Que noooo...- Y son 600 euros de multa. -  Un escalofrío me recorrió de arriba abajo.

Volví a sentarme pero, en cuanto Bedulio se distrajo con un hombre que venía de comprar el periódico, me metí en la copa del árbol a toda prisa. La reacción de los gorriones fue trinar más fuerte y asaetearme con los picos. Salté a una de las hojitas que caían de las ramas y aparecimos, la sirena y yo, enmedio del Oéano Pacífico.

Supe que lo era porque cerca había una boya con un letrero que decía: Estás en el Océano Pacífico, boba de Coria ¡Quédate en tu casa, jodía, que nos contagias!

A ver qué podía hacer yo. Pues volver a casa a pesar del enfado de Pascualita que había visto la aleta de un gran tiburón y quería echarle el diente.

Con todo sigilo por  mi parte, pero no por los gorriones, salté al balcón y entré en casa. ¡Había burlado a Bedulio y estaba encantada de la vida hasta que... - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Bedulio me ha dado ésto para tí, nena ¿Has comprado chinchón?

¡Era una multa de 600 euros! - ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

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