sábado, 18 de abril de 2020

35º día de reclusión

Desde la tranquilidad de éstos días, me llegó, clarísimo, el concierto de pitos y sirenas procedente de la calle. Salté como movida por un resorte ¡Nos dejan salir! (grité) y abrí el balcón para ver el rolls royce de los abuelitos aparcado en la parada del bus y estorbando como siempre. - ¡Volvemos a la normalidad!

Estaba el rolls royce y el autobús pero los coches que  no podían pasar eran de la policía. ¡Que ilusión! pensé. Vienen a darme una serenata aunque no sea mi cumpleaños. ¡Que guapos son y que bien les sientan los uniformes!

Pues, ni lo uno ni lo otro. Habían pillado a los abuelitos dando una vuelta por Palma y con Geoooorge de chófer. ¡tres personas de riesgo, porque Andresito y la abuela suman juntos más años que la Catedral y sin ninguna protección entre ellos . Además estaban mal aparcados, como siempre. - La abuela fue la primera en salir del coche. Primero salió su pie con un zapato estiletto de color verde manzana, siguió su pierna enfundada en un panti dorado con lentejuelas, el muslo, la mini falda, verde también y el resto de su cuerpo sandunguero de cien años o casi. Las plumas de marabú del sombrerito chocaban con el pestañamen que se había puesto y que abanicaba cada vez que parpadeaba. El top que apenas tapaba su cintura era verde también.

Se puso de pie en la acera y encarándose con el guardia, que ya había sacado boli y libreta de multas, le gritó: "¡¿A mi? ¿Me vas a multar A MI, que he salido de casa para llevar un toque de esperanza a mis conciudadanos con éste maravilloso color verde, de Christian Dior, que me he puesto para la ocasión?"

El guardia empezó a escribir. La abuela a hacer aspavientos. Y en uno de ellos levantó la cabeza y me vió. - "¡Nena, baja y dile al guardia que eres amiga de Bedulio!" - Me hice la sorda. - "¡Que bajes, te digo y trae el chinchón para que se le desarrugue el ceño a la autoridad!"

Mientras salió Andresito por la otra puerta del coche, hecho una fiera contra el guardia al que se le empezó a amontonar el trabajo. - ¡A mi mujer no la multa nadie! ¡Usted no sabe con quién está hablando, agente! ¡Cuádrese ante mi que he sido político mucho tiempo!

El guardia empezó a escribir otra multa. Y como solo falta Geooooorge para el duro, éste también salió en defensa de... él mismo. - Mi no saber nada. Mi ser inglés. Mi no ser europeo. Mi... - Mire que multa más bonita le pongo, ¡inglés!

Total, tres multas como tres soles. Mientras, yo estaba escondida tras la cortina del balcón. Pascualita lo observaba todo desde mi escote y cuando el griterío de abajo se convirtió en escándalo, la sirena saltó, dispuesta a proteger a su amiga. Yo grité, asustada y también lo hizo Geoooorge cuando, en un sntiamén, le quedó la cabeza monda y lironda.

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