lunes, 31 de agosto de 2020

Menuda noche.

 ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAATCHIIIIIIIIIIIIIISSSSSS!!! No paro de estornudar por culpa del frío de ésta noche. Los vecinos han protestado - ¡Calla, cooooñe, que no escucho la tele! - Al final se lo han tomado con filosofía y hacen apuesta entre ellos sobre cuántos estornudos hago en una hora.

Lo peor es que la timba la ha organizado la Cotilla y los tiene revolucionados. Así me han dejado un poco tranquila. Lo malo es que no voy a sacar ni un euro de éste negocio ¡¡¡AAAATCHIIIIISSSSSSS!!!

Esta noche me ha despertado el frío. Estaba tan liada en la sábana como una momia en sus vendas. Al final no sabía si era Nefertiti o yo misma.

Me daba pereza levantarme a buscar una manta. Pensé que podría aguantar así hasta la mañana pero no he podido. Así que me he levantado con sábana y todo. Sin encender la luz y fiándome de mi memoria y del tacto (¿?) he trasteado en las estanterías del armario. Así he estado un rato mientras me enfriaba más y más. No quería encender la luz para no espabilarme. Por fin he encontrado una manta zamorana que perteneció a la abuela. La compró en su primer viaje de bodas por tierras de Castilla en pleno invierno... Mi primer abuelito, sentado sobre la lámpara apagada del cuarto, lanzó tres suspiros de añoranza - Chiiiiist. No me espabiles... (le dije por lo bajini)

Al ir a acostarme me acordé de Pascualita. La pobre tendría frío metida en el acuario. Pisándome la sábana y con la mante en los brazos, fui a buscarla. Tampoco encendí la luz pensando que, con la farola de la calle me bastaba. No veía a la sirena. Me acerqué, tropecé con la sábana, tratabillé y caí ¡de cabeza dentro del acuario que acabó estrellándose en el suelo!.

Encendí, por fin, la luz. El comedor estaba lleno de agua fría y algas marinas. Pascualita salió del barco hundido lanzando dentelladas de cabreo por haberla despertado. Una de ellas se la llevó mi dedo índice. El que me va tan bien para urgarme la naríz. Está tan hinchado que no sirve para nada.

Mojada, tiritando y dolorida me fui a la cama mientras un apagón me dejaba a oscuras y tropezando contra los muebles. La sirena no soltaba mi dedo y tuve que animarme a dar un tirón seco para arrancarla de allí, tomándome más de media botella de chinchón.

Luego, mientras ella daba buena cuenta del trocito de dedo arrancado, y yo a punto del coma etílico, empecé a estornudar y todavía no he parado.

domingo, 30 de agosto de 2020

¡Panteras!

Aprovechando que es domingo y que como mejor se duerme una siesta es en buena compañía, la abuela nos ha hecho una paella para chuparme mis dedos y los del vecino. 

Hacía tiempo que no nos juntábamos a manteles los abuelitos, la Cotilla, Geoooorge y, sin que lo supieran, Pascualita escondida en mi escote.

Vino Bedulio a cobrar la multa que me puso el otro día. - El domingo no es día de pago. - Qué más te da un día que otro si, al final, no pagas nunca. - Y menos en domingo. 

La abuela salió a saludar al Municipal. - "¿A qué te gusta la paella? Pues ya puedes ir cogiendo sitio en la mesa. Estás invitado".- ¡Las sobras son para que me las coma yo mañana, abuela! - "No seas egoísta" - ¡Y encima quiere cobrarme una multa! - "¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino?" - ¡Mira, si tengo preparado hasta el taper...!

Bedulio dijo que estaba de servicio y que, aunque se le hacía la boca agua, no podía aceptar la invitación, etc. etc. etc. Que bien le salió la jugada al jodío porque la abuela, ni corta ni perezosa, llenó MI taper con una generosa ración de arroz y a mi me dejó a dos velas mientras que Bedulio se fue más contento que unas Pascuas.

El caso es que, a media tarde, cuando ya habíamos visto la llegada a meta del ganador de la etapa del Tour, llamaron a la puerta. Los vecinos llenaban mi rellano. - ¡Estamos HARTOS del ruído de ésta casa! - Uno me señaló con un dedo acusador: - ¡No se pueden tener pantertas en un piso! - ¿Quién las tiene? (estaba asombrada) - ¡¡¡TU!!! Han rugido toda la tarde. ¡Eres un peligro público! (gritó la histérica de 9º izquierda)

Los bomberos entraron en casa llevando dos jaulas enormes. Después de darles un buen repaso visual, protesté: - ¡Eh! ¿Dónde están los que salen en el calendario? - Nadie me hacía caso entre el girigay que se había montado. Finalmente, y después de no haber encontrado nada, el jefe de los bomberos dijo: - No hay panteras. ¡Eran ronquidos! - Y junto con las jaulas, se fueron por donde habían venido, no sin antes anunciar a los vecinos que les pasarían la factura por el desplazamiento.

sábado, 29 de agosto de 2020

¡El Tour de Francia!

 Estoy taaaaaaan emocionada, Pascualita, que se me saltan las lágrimas. Creí que no llegaría éste momento. Y de repente, aquí está: ¡el Tour de Francia! Ho la, la. ¡Volveremos a dormir aquellas épicas siestas que ya creía perdidas para siempre!

He llamado a la abuela: - ¿Te has enterado? ¡vuelve el Tour! - "¿Qué me dices? ¿Cuándo?" - ¡Esta tarde! - "¡Que nadie se siente en mi butaca!" 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Parece que va a llover... ¿por qué lloras, boba de Coria? - Esta tarde vuelve el Tour. - ¿Seguro?... ¿Y cómo no me he enterado yo? - Estará perdiendo facultades... -

Tampoco se ha enterado Pepe pero eso, a la Cotilla, no le importa.

He colocado las butacas y el sofá bien enfrente del televisor ¡Aaaaay, que nervios!. No es que no haya dormido siestas en los ocho meses que llevamos de año. Claro que sí. Todas las tardes. Pero con los ciclistas es más genuína. Además, este año tiene un aliciente añadido y es que, ha empezado tan tarde que, seguramente, algunos días tendremos que usar mantitas de sofá ¡Gloria bendita!

Cuando llegó la abuela la Cotilla ya estaba apalancada en el sofá y Pascualita (desde mi escote tiene controlada la pantalla de la tele) y yo ocupábamos uno de los sillones. Coloqué una jarra de chinchón on the rock en la mesa camilla y las respectivas copas. Brindamos las cuatro, una y otra vez, por tener una buena siesta y en cuanto los ciclistas empezaron a correr, y a pesar de tener los ojos abiertos como platos, el sopor fue bajándonos los pápados a todas como si fueran persianas...

Al despertar, hora y media después, volvimos a brindar con chinchón por las gloriosas siestas que teníamos por delante.

viernes, 28 de agosto de 2020

La multa.

 El timbre de la puerta sonó con fuerza y con prisa pero, como yo de lo último no tenía ninguna, terminé de hacer lo que estaba haciendo: contarle a Pascualita como hacía la abuela las albóndigas por enésima vez. Y lo que te rondaré, morena, porque aún no la he visto intentar hacerlas nunca.

Abrí, por fin, la puerta porque quien llamaba había dejado el timbre y ahora la aporreaba con los puños: - ¡¡¡Me vas a oir seas quien seas, energúmeno!!! (grité pasillo adelante)

Con cara de muy pocos amigos, tenía delante de mi al Municipal Bedulio. - ¿No podías abrir antes? - A la vista está que no. - A la vista no tengo a nadie más que tu, boba de Coria ¡Mira que le tengo dicho a los del cuartel que no me manden venir a tu casa! - ¿Por qué? si aquí te recibimos TODOS con los brazos abiertos. - Bedulio seguía con su soliloquio. - ¡Y siempre me tiene que tocar a mi! Allí hay una mano negra que se encarga de amargarme la vida ¡Pero lo descubriré y rodarán cabezas!

- En eso se te adelantó Pepe jijijijijiji - El Municipal ni me miraba. De echo tenía la vista fija en el suelo. - ¿Y qué te trae por aquí? - ¡Una multa de tus vecinos! A ver si pagas alguna o el día menos pensado te embargamos el piso. - Tuve que ponerme seria. - ¿Tu y cuántos más? Porque en casa somos muchos... te lo advierto, forassssssstero.

El color de su cara estaba cambiando del rojo al blanco. Hay que ver el miedo que le tiene a los fantasmas éste hombre.

- ¿Por qué me han denunciado? - Por lo de siempre: RUÍDOS. - De la cocina y para demostrarme que había recuperado el oído con ayuda de la trompetilla que le salió hace poco, Pepe lanzó su grito penetrante: OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. 

El Municipal-camaleón tenía ahora la cara verde. Tiró la multa al suelo y dio media vuelta, titubeante, para salir escopeteado escaleras abajo: - ¿Te vas a ir sin saludar a mi primer abuelito? ¡Espera que se baja de la lámpara y vieneeeee...!

El último color facial de Bedulio que vi fue el morado amarillento. Y pensé que no iba mal con el color de su uniforme.

jueves, 27 de agosto de 2020

La Cotilla.

 He puesto a Pepe en el balcón, encima de un banquito, para que espíe lo que pasa por el barrio y luego me lo cuente. Así tendré información de primera mano, antes que la Cotilla.

Durante un rato he observado como "trabaja" el llavero jibarizado. El ojo-catalejo se mueve muy lentamente para acabar abarcando un buen tramo de la calle. He visto discusiones entre vecinas con mascarilla y otras sin, o porque fumaba alguien en la calle, o porque... en fin, un montón de cosas pero Pepe no ha hecho ningún comentario al respecto.

- Aquí hay un fallo (me he dicho) la Cotilla ya me hubiera dado pelos y señales de todo bicho viviente que se peleara... Hasta que caí en la cuenta de que el pobre Pepe sigue sin cuerdas vocales y no puede expresarse. ¡Valiente espía me he buscado! 

De repente soltó su: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - y cesaron las dicusiones callejeras. Todo el mundo miró hacia el balcón. Me veían a mi, no al llavero - ¿Qué pasa? ¡Mundo escándalo! ¡Calla ya, boba de Coria! - ¡¡¡NO SOY YO!!! - Pero el corte de mangas que me dedicó uno de los vecinos me dio a entender que no me creían. ¡Y Pepe no se callaba!. Este, cuando coje carrerilla no hay quién lo pare. 

Lo tapé con el cubo de fregar y seguía oyéndose aunque era más soportable. - Solo le faltaba a la tonta esa, ponerse  gritar (los vecinos seguían a lo suyo)  ¡A ver si te buscas un novio y le das la lata a él, atontá, que nos tienes hartos!

Fue mentarlo y sonar el teléfono. - "Nena ¿qué es eso de que vas a hacer tatarabuelastra a la Momia?" - No, no... - "¡Que no me entere yo que me pasa delante!" - Fue un comentario que hizo ella... - "Pues la Cotilla me lo ha contado de otra manera" - Pero, si no estaba delante... - "¡Que cruz tengo contigo!"

 


miércoles, 26 de agosto de 2020

Andresito pasa por el aro.

 Esta mañana le he dado un trapo a mi primer abuelito para que vaya limpiando el polvo de las lámparas. Total se pasa el día subido a ellas...  Pero, por telepatía, me ha dicho que solo le faltaba que, además de estar muerto, le tocara trabajar. 

Mientras teníamos éste diálogo, el ojo-catalejo y la trompetilla recién estrenada de Pepe, se movían, muy lentamente, espiando como una vulgar Cotilla. O sea que el tío, o lo que queda de él, piensa recuperar el tiempo perdido desde que los jíbaros se lo comieron, hasta ahora. Menos mal que no habla aunque cosas más raras se han visto.

La bisabuelastra me llamó por teléfono. Reconocería su voz cascada y chirriante entre miles. Me conformaré con tenerla así si llego a sus ciento veinte años. Está más contenta que unas castañuelas porque, por fin su hijo, Andresito, ha claudicado y ha contratado a tres cubanitos-culito-respingones. Y de nuevo la música sabrosona retumba entre las paredes de la Torre del Paseo Marítimo.

- Me ha costado un poco mover el esqueleto. Se me había quedado anquilosado durante el confinamiento y el tiempo que ha tardado el carca de mi hijo en hacerme caso. Todo ha sido gracias a tu abuela que le dio un ultimatúm: - Elije: si le traes cubanitos bailones a tu madre comerás tocinillos de cielo CADA DÍA. Si no se los traes ¡TARARÍ QUE TE VI!

- Tendrías que verlo llorando por los rincones. - Ah, pero ¿entendió el trabalenguas? - ¡Ya lo creo!... ¿Tú no, nena? - Pues no. - Es normal. Hasta que no tenga el bisnieto de tu abuela ... ¿Y cuándo será eso? - Pues, no sé... - ¡Aaaaay, aaaaayyyyyy! ¡De lo que me acabo de dar cuentaaaaaaaaaaaaaa! (La Momia parecía estar dando sus últimas boqueadas) - ¿Te estás muriendo en directo para mi? 

No me contestó y siguió a lo suyo: - Aaaayyyy ... Si mi nuera será bisabuela, yo seré ¡¡¡TATARABUELASTRA!!! 

- ¡Oh, noooooooooooooooo! Los astros se han conjurado contra mi. Si no era poca la presión de la abuela, ahora tengo, además, la de la Momia...

martes, 25 de agosto de 2020

No son de Christian Dior pero... tienen música.

 Mientras Pascualita se tiraba en picado, una y otra vez, en su tazón de cola cao poniéndolo todo perdido, acerté a oír a la Cotilla que acaba de entrar en casa: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa!  (es lo único bueno que tiene ésta mujer: su saludo)

Tuve el tiempo justo de coger a la sirena por los pelo-algas y tirarla por la ventana de la cocina que da al árbol de la calle. Supe que no había rebotado y caído a la calle porque enseguida los gorriones montaron una escandalera. A nadie le gusta que le muerdan. - ¡Lo siento! - fue lo único que pude decir porque la Cotilla entró en la cocina como Pedro por su casa.

- Nena, si no te apetece tomarte todo el cola cao, tíralo al fregadero o guárdalo en la nevera para más tarde pero no lo tires por toda la cocina. ¡Que cruz tiene tu abuela contigo!

- Por cierto, me estoy haciendo rica gracias a una idea que tuve. ¡Vendo mascarillas con música!

No pude reaccionar. Me pinchan y no me sacan sangre. Hasta mi primer abuelito, subido en lo alto de la nevera, se puso en jarras. Cuando pude hablar mi voz parecía tan cascada como la de la bisabuelastra. No me quedó otra que hacer gárgaras. - ¡¡¡¿Cómo que su idea?!!! ¡Ya me está dando los royaltis! - ¿Para qué quieres a la realeza? (preguntó, pasmada) 

Tuvo que pasar un buen rato. Apelar al honor de su gurú Bárcenas, al que ha levantado innumerables altares de los Amigos de lo Ajeno. Amenazarla con azuzarle el ánima de mi primer abuelito en cuya "desaparición" tuvieron mucho que ver ella y la abuela. Emborracharla con chinchón on the rock fresquito y cuando yo ya estaba a punto de tirar la toalla, la Cotilla alargó su mano huesuda, cogió su bolso-sin-fondo y sacó una mascarilla con una cajita que hace musiquilla, pegada a ella con cinta americana. - ¡Me las quitan de las manos. No te digo más!

lunes, 24 de agosto de 2020

¡Pepe oye!

 A la Cotilla le ha faltado tiempo para venir a ponerme a caer de un burro. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¡No eres más tonta porque no te entrenas! ¿No podías decirme que tu abuela gasta mascarillas musicales? - ¿Y a usted qué más le da? - ¡Mucho! Podrían haberme quitado la exclusiva. - ¿Cómo se la van a quitar si la exclusiva es mía, perdone que se lo diga... - ¿Tuya? Permite que me ría ja, ja y ja ¿Tuya de qué? - ¡Oiga, que se me ocurrió a mi!

Le costó Dios y ayuda hacerse a la idea. - La próxima vez que se te ocurra algo así quiero ser la primera en enterarme. - La primera será quién más me pague. - ¡Egoísta, más que egoísta! Con la cantidad de cosas que he hecho por ti. - ¿Cómo cuales? - ¿No querrá que las enumere todas ahora? - No tengo nada que hacer más que escucharla.

Entonces, sacando un kleenex del bolsillo, empezó a llorar, aunque fue un llanto seco porque no le cayó ni una lágrima, con lo cual no tuve que pasar la fregona. - ¡Pobre de mi, que desgraciada soy viéndome a mis años trapicheando para ganarme unos euros para llegar a fin de meeeeeeees porque la paga que tengo es una miseriaaaaaaaaaaaaaa.. ¡snif!... 

Madre mía la que se lió porque Pepe soltó su insoportable OOOOOOOOOOO, lo que me hizo pensar que, además de crecerle un ojo-catalejo, también tenía ahora un oído fino, a pesar que a la Cotilla se la escuchaba "llorar" de punta a punta de la calle.

Al quedarme sola, Pascualita y yo fuimos a ver a Pepe y, efectivamente, le había nacido una trompetilla donde, en vida, tuvo una oreja. - ¡Ah, puñetero! ahora vas a enterarte de todo, jodío.

Mi primer abuelito bajó de lo alto de la lámpara de la cocina y se pasó medio día inspeccionando el nuevo apéndice del jibarizado. total, no tenía nada mejor que hacer.


domingo, 23 de agosto de 2020

Mascarillas.

 La abuela ha venido a presumir de sus mascarillas, exclusivas, de Christian Dior. Solo les faltaba tener música y cuando le he hecho el comentario ha torcido el gesto, a tirado de móvil para llamar a la Maison y ha encargado una nueva partida, con música.

- "A veces tienes buenas ideas, boba de Coria. Me estoy imaginando las caras de envidia de mis vecinas millonetis" - Has tardado un montón para elegir los temas musicales, abuela. - "Es una cuestión muy importante" - Perdona pero con poner Paquito Chocolatero, alguna de... - "¡Nena, me niego a que vanalices mi idea!" - ¿Perdonaaaaaa? Esa idea ha sido mía. - "¿Vas a pagar tú la factura cuando me la envíen?" - ¡Por supuesto que no! - "Entonces la idea es mía"

Y no fue eso lo peor de la visita de la abuela sino la pedorreta que me dedicó Geoooorge, el mayordomo inglés más pelota de todo el Reino Unido. Naturalmente, no se fue de rositas porque, en cuanto lo tuve a tiro, le hice cisco la espinilla.

Pascualita, encantada ante todo lo que sea violencia, dio unos cuantos saltos mortales que a punto estuvieron de descubrirla pero como el inglés no paraba de llorar, ni se enteró.

 Unos días después llamó la abuela: - "Que sepas que te he denunciado ante la Comisión de Derechos Humanos de Estrasburgo por dejar cojo a un ciudadano europeo" - ¿A quién? jajajajajaja - "Rie, rie. Ya verás cuando te llegue la multa: Por tu culpa me he quedado, eventualmente, sin mayordomo porque le he pedido que me sirva el té y como andando parece el pirata Pata de Palo, se le ha caído todo lo que llevaba en la bandeja" - ¡¿Te ha roto la taza y el platito de Duralex color caramelo que te llevaste de casa para tener un recuerdo de tus días proletarios?! - "No. Pero le ha faltado el canto de un duro. Si lo llega a romper te mando la guardia civil. 

Fuen entonces cuando disfruté diciéndole que Geoooorge NO ES CIUDADANO EUROPEO - ¿No recuerdas el Brexit, abuela? jajajajajajaja 

Más enfadada que un mono, me dijo: - "¡Escucha!" - Y sonó, a través del teléfono, La Marsellesa. - "¡Chínchate! Ya tengo mis mascarillas musicales" - Entonces, desde la cocina llegó éste sonido. - OOOOOOOOOOOOOO - que anulaba cualquier otro. Por eso, el ánima de mi primer abuelito, la sirena y yo, aplaudimos a Pepe a rabiar.

 





sábado, 22 de agosto de 2020

Mañana de playa.

 Aprovechando que San Bernardo sigue sin caerse del guindo, he ido a la playa con Pascualita, la jaula del antiguo periquito de la abuela y Pepe en plan llavero-alarma.

He entrado al agua con la sirena escondida en el sujetador del bikini.  Una vez en remojo, la he metido en la jaula y se ha quedado tan pancha. De algo tiene que servirle su experiencia de miles de años en éste mundo y se ha acoplado perfectamente a la circunstancia de que, si no es así no nadaría en el mar porque, si se me escapara hacia los oscuros abismos del mar, la abuela me haría picadillo y comida para peces. 

Desde que vio a la sirena por primera vez después de que sacarla de la lata de sardinas en aceite donde la encontré,  conectaron, se gustaron y se hicieron amigas entrañables, a la abuela se le curó el asma. Es su talisman. Y ni siquiera mi segundo abuelito, Andresito, sabe de su existencia. Y menos que nadie, la Cotilla. 

Pensé que pasaría una mañana tranquila pero no fue así. En cuanto Pepe, la cabeza jibarizada, dejó de verme con su ojo-catalejo, empezó a emitir su particular sonido: - OOOOOOOOOOOOOOOOO. - Pensando que me estaban robando estuve a punto de salir del agua pero, al mirar hacia la toalla vi que  nadie me quería robar. La "alarma" sonó varias veces. Supongo que la pobre cabeza se encontraba muy sola...

En cuanto metí la jaula bajo el agua, peces curiosos se acercaron y fueron desapareciendo, uno a uno , a la velocidad del rayo. Al final me enfadé. - ¡Para ya, jodía, que no vas a caber en el termo de los chinos!

Primero un cormorán y después una gaviota, se emperraron en comerse a Pascualita. A veces en vuelo rasante, otras lanzándose en picado, intentaron llevarse el exótico bocado pero lo único que consiguieron fue tener, uno, un muslo gigantesco y al otro una pechuga escandalosamente sexi para los de su especie, claro.

A ambos "fenómenos" les faltaban los trocitos de carne a los que Pascualita se había aferrado y se los llevó entre los dientes después de darle yo un tirón seco, cada vez.

El camino de vuelta lo ha hecho metida en la bolsa de la playa porque en el termo no entraba ni de coña. A Pepe he tenido que meterlo en el estuche de las gafas para no oírlo.

viernes, 21 de agosto de 2020

¡Que calooooor!

 Los Santos ya no son lo que eran. Tal vez porque reciben pocas velas o porque los fieles no llenan los cepillos que tiene, a pie de peana, en sus altares. La cuestión es que, según la tradición, San Bernardo apaga el calor del verano. Mejor dicho, apagaba porque, o anda el santo despistado o el calor le da modorra y duerme la siesta en el palo de un gallinero.

¡No ha hecho su trabajo! Claro que tiene ya más años que la tos y la memoria no es la misma que a los veinte... Aunque teniendo en casa a la abuela, la bisabuelastra, el abuelito segundo y a la Cotilla que juntos suman unos quinientos años y están más frescos que una lechuga, no me valen las excusas que pueda darme San Bernardo.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Ay, que alegría, boba de Coria. Por fin están los cepillos de las iglesias a tope! - ¿Cómo lo sabe? (pregunté por preguntar) - ¡Porque los he "limpiado"! Mira que hacía tiempo que encontraba más telarañas que perrillas de euro. - No estará tan contento el cura que no ha llegado a tiempo de ver ese "milagro" - No es culpa mía si no se aplica el refrán de A quién madruga, Dios le ayuda.

Además del dinero de los cepillos de San Bernardo, la Cotilla se he traído de las iglesias que visita cada mañana, trozos de velas, velitas y velones y con ellos ha entrado en la salita dispuesta a montar un altar a los Amigos de lo Ajeno.

- ¡Ni hablar! ¡Por encima de mi cadáver! (grité haciendo valer mi situación de dueña del piso aunque no sirvió de nada) Al poco rato encendió todas las velas y el calor se hizo más inaguantable. Al asomarme a la salita, preocupada por si se quemaban las cortinas, vi la foto de la persona a la que estaba dedicado el altar. Era ¡Corina! - ¡¿ESA?! - ¿Qué tienes que decir de ella? Una mujer que consigue que un hombre le regale sesenta y cinco millones ¡¡¡DE EUROS!!! ¡es mi heroína!"

Me senté en el sillón de la salita fingiendo mirar el programa de la Esteban mientras Pascualita, escondida entre los pliegues de mi falda, tiraba buchitos de agua a las velas con una precisión extraordinaria. Vela que veía, vela que apagaba, para desespero de la Cotilla que se tiró toda la tarde encendiendo velas sin entender lo que pasaba.

jueves, 20 de agosto de 2020

El calor.

Como todos los años, en verano, nos quejamos de que nunca ha hecho tanto calor como ahora. Es una bonita tradición, como lo eran las verbenas, los conciertos de habaneras, las tortillas de patatas y los bistecs empanados en las playas. Claro que entonces, en el mítico y destructivo siglo XX, no salía ningún Hombre del Tiempo a decirte que eso era mentira cochina porque, según las estadísticas que se remontan a tiempos inmemoriales, hubo años en los que hizo mucho más calor.

Bastante trabajo tenía Mariano Medina, el primitivo Hombre del Tiempo, colocándo "los huevos fritos", supuestamente adhesivos, que representaban el sol con una nube, que no paraban de caerse. En cambio, ahora, no puedes abrir la boca ni delante de la tele. Pepe, Pascualita y yo lo hemos comprobado cuando estábamos a punto de entrar en el sueño reparador de una gloriosa siesta.

Por lo he visto he murmurado algo así como: - ¡Nunca he tenido tanto calor como ahora, chicos! - mientras le daba el último sorbito al chinchón on the rocks, fresquito, que compartía con la sirena.

Como por arte de mágia, la Mujer del Tiempo alargó el brazo y dándome un golpecito en el hombro , me dijo: - ¡Eso no te lo crees tú ni harta de vino, boba de Coria! - Y después me soltó una retahíla de fechas y grados de calor de otros tiempos, apabullantes.

En mi letargo, me costó encontrar el mando de la tele pero lo conseguí y tuve el placer inenarrable, de apagar el televisor. Pascualita hizo la señal de OK con sus deditos palmeados. Pepe redondeó su cosida boca y soltó un OOOOOOOOOOOOOOOOO, que acallé cogiéndolo del llavero, volteandolo y lanzándolo lo más lejos posible de la salita para no oírlo.


miércoles, 19 de agosto de 2020

La Cotilla emprende otro de sus negocios.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo más contenta que unas Pascuas, boba de Coria. - ¿Quién se ha muerto, Cotilla? - La juventud salvará el mundo. Esto no se acaba aquí. - Ha empezado temprano a empinar la botella de chinchón... - ¡Que va! No creas que no me doy cuenta de que hay una gran parte de jóvenes que son educados, emprendedores, ciudadanos ejemplares. Y luego están los otros. Y son éstos lo que salvarán el mundo, por lo menos el mío particular.

- Tenga un poco de chinchón on the rocks porque el calor le ha afectado a la sesera. - Naturalmente, la acompañé mientras ella, entre copita y copita, seguía argumentando: - Los otros jóvenes a los que me refiero no sienten su ciudad como si fuera su casa y por ello la ensucian con total desparpajo. Por ejemplo, tirando al suelo del parque, o de la parada del autobús, en la puerta de los bares o recreativos, cualquier sitio es bueno, ¡cáscara de pipas de girasol!

- ¿Y esa tropa salvará el mundo? Tenga, otra copita más, a ver si se le aclaran las ideas. - Mis compañeros de trapicheo y yo, nos dedicaremos desde hoy, a recoger esas toneladas de cáscaras de pipas del suelo. Y cuando llegue el invierno y la Economía esté a dos velas, las venderemos a tanto el kilo para encender estufas y braseros. ¿Qué te parece? ¿Me forraré o no? - ¡Ya lo creo! ¿Por qué no me hace socia? - Porque no. - Vaaaa, porfi. - Nasti de plasti, avariciosa.

Cuando despertamos de la siesta, después del plato de fabada de bote que comimos, la Cotilla se largó a iniciar su negocio. Y yo quedé mohína viendo a la Esteban.

¿Por qué no se me ocurren a mi negocios como a la Cotilla? - Salí al balcón. La copa del árbol de la calle daba un poco de sombra... Con la mente en blanco, porque es muy cansado llenarla de ideas, salté a la rama más cercana cuando una de sus hojitas aterrizó a mi lado. Subí en ella, cerré los ojos y al abrirlos de nuevo me encontré en un inmenso campo sembrado de quilómetro y quilómetros de girasoles que, al verme, se giraron todos hacia mi. Me sentí un poco cohíbida ante tanta espectación pero todos, a la vez, dijeron: ¡¡¡HOLAAAAAAAAAAAAA!!! - En ese instante regresé al balcón con una sonrisa de oreja a oreja.


martes, 18 de agosto de 2020

La Momia se aburre.

Me ha llamado la bisabuelastra y he notado que está de capa caída. - ¿Dónde está tu alegría? - El calzonazos de Andresito me la ha quitado. No puedo vivir sin bailar y no quiere traer a casa cubanitos-culito-respingones que toquen ritmo sabroson para menear el esqueleto como hacía antes. - ¿Te ha dado alguna excusa? - ¡Que soy mayor! - Bueno... - ¿Tú también lo piensas? - No, no. Pero reconocerás que  ciento veinte años son... muchos. - ¡Más tenía Matusalem! - Ves, ahí tienes razón.

La pobre Momia, que desde que se quedó víuda sacó los pies del tiesto y disfrutó como jamás en su larga vida, no puede consentir que su hijo le haya cortado las alas. - Primero dijo que por la Pandemia no podíamos meter gente extraña en casa. Después del Estado de Alarma no quiso contratar a nadie extranjero por si sus compañeros de partido no lo veían bien. Y ahora dice que soy mayor ¡pero yo quiero bailar salsa! 

Llamé a la abuela. - Me ha dado penita tu suegra. - "Se va a enterar el bobo de Andresito" - ¿Me lo contarás? - Ya había colgado.

Esa misma noche, el abuelito me llamó. - ¡Nena! necesito que me des asilo familiar pero ¡ya! Tengo que salir de mi casa. Tu abuela se ha vuelto loca y se ha ido con mi madre a El Funeral. No sabría decirte quien llevaba la minifalda más extrema y el top más colorido. Parecían dos arco iris andantes. Con decirte que Geoooorge no quería llevarlas. Pero tu abuela ha sacado su genio proletario y le ha soltado un mítin que lo ha puesto firmes y no le ha quedado más remedio que sacar el rolls royce del garaje. Se han ido hace un momento. El pobre mayordomo tenía los ojos llorosos.

- No te acepto en la República de mi casa, abuelito, hasta que dejes de ser un carca. Solo tenemos una vida y hay que vivirla bien. - Pero, nena... - ¡Ni nena, ni leches! - Y le colgué el teléfono a sabiendas que iba a borrarme del testamento. 

Llamé a Geoooorge: - ¿Qué hacen mis abuelas? - Tu escuchar... mi tener vergüenza... - Paquito el chocolatero sonaba a todo meter y las voces cascadas de los socios de la cafetería El Funeral, gritaban. ¡¡¡HEEEEEEEYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!

lunes, 17 de agosto de 2020

Mascarillas.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Que susto pasé ayer viendo a los manifestantes de Madrid. - ¿Los antimascarilla? - Es que, cuando puse la tele ya estaba empezada la noticia y no sabía si era a favor o en contra porque unos la llevaban puesta y otros no. Claro que después de una comida dominguera copiosa, con su heladito al final y rematando con el café y el licor, queda la mente embotada. - ¿Y a qué venía el susto, Cotilla? - Que tengo un montón de mascarillas para trapichear con ellas ésta noche... - ¿Las ha comprado en la tienda de los chinos del señor Li? - Pues, no... - ¿Las hace alguna amiga suya? - Hum... tampoco.

Una campana sonó, estrepitosamente, en mi cerebro. - "¡¡¡TALAN, TALAN, TALAAAAAAN!!!" ¡Las ha robado! - ¡Lávate la boca con lejía, boba de Coria. No sé a quién sales...Encontré una caja, sin abrir, en la acera. No la vigilaba nadie y como tengo una pensión tan escuálida con la que no llego a fin de mes pensé, para que se la lleve otra, me la llevo yo. Es algo muy razonable.

- ¿La caja estaba en la acera de la tienda del señor Li? - ¿Cómo lo sabes? - Por su culpa, algún día tendremos un problema diplomático con China. - Ah, bueno. Yo también soy muy diplomática, nena.

Llamaron a la puerta. - ¡Tu ablil, boba de Colia! ¡Cotilla tenel mascalillas mias! 

A pesar de que le hacía señas de que estuviera callada, no pudo. - ¡Mentira! ¡Demuestra que son tuyas, jodío! - ¡Tenel factula! ¡Ablil puelta o yo tilal de una patada!

La violencia nunca me ha gustado pero tener que pagar una puerta que ha roto otro, tampoco. Por eso fui a por Pascualita y cuando el furioso señor Li dio la primera patada a la puerta la abrí de golpe y, sin mirar, le tiré a la sirena a la cara.

Media hora estuvo saltando, gritando, llorando, moqueando de dolor hasta que se terminó una botella, entera, de chinchón. El señor Li sangraba como un toro de lidia por el trocito de carne que se llevó la sirena en la boca cuando la arranqué de un tirón seco. La frente era como un mascarón de proa de un galeón español y los ojos habían desaparecido bajo la hinchazón.

Ahora duerme como un bendito en el sofá de la salita.

domingo, 16 de agosto de 2020

A la compra.

 Mientras Pascualita y yo desayunábamos en la cocina para que Pepe, la cabeza jibarizada, no se sintiera solito en su estante, hice la lista de la compra. Pero como la puñetera sirena no dejaba de dar saltos mortales del frutero al fondo de su taza de cola cao, tuve que rehacerla varias veces y al final ya no sabía qué tenía que comprar.

- ¡Con la de milenios que llevas en el mundo ya podrías haber aprendido a comportarte en la mesa, jodía! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿a quién le gritas? - A nadie, Cotilla. - Pues se te oye desde la calle... ¿Has pensado en ir a que te mire la sesera un loquero? 

Mientras hablábamos, Pascualita se movía, ofendida, en mi escote. Por unos segundos, la Cotilla no la había descubierto. 

Harta de aguantar sus críticas cogí el carrito de la compra y me dispuse a dejarla con la palabra en la boca. 

Salí tan deprisa que no me acordé de meter a la sirena en el termo de los chinos hasta que estuve en la puerta del mercado de Pere Garau. - ¡Que harta me tiene ésta mujer! (pensé) - El guarda de seguridad no me dejó entrar - Tiene que dar la vuelta. - La di y entré en la pescadería aunque no era esa mi intención - De repente la sirena se puso frenética. Mi escote pareció cobrar vida. - ¡Ay, ay, ay, No te escapes! - Pero pude hacer nada por detenerla.

En pleno celo y oliendo a pescado, Pascualita enloqueció. Saltó sobre una langosta que todavía se movía. Y yo me lancé a por la medio sardina. - ¡¡¡NOOOOOOOO!!! - El pescadero saltó sobre el mostrador - ¡¡¡Quietaaaaa!!! (me gritó) - Pascualita siguió saltando de bicho a bicho, mordiendo aquí, cortando allá, tragando a la velocidad de rayo.

Al final la arranqué del bonito al que ya le había hincado el diente y se trajo medio lomo consigo. Corrí hacia la salida: había una valla, giré hacia la otra: ¡otra valla! Y cuando los pescaderos, cuchillos en mano, estaban a punto de cogerme y, por lo tanto, descubrir a la sirena, entró la abuela, repiqueteando con sus zapatos de aguja, la minifalda de lamé, el top de lentejuelas y su pelo multicolor, seguida de su mayordomo inglés. Taponaron la salida mientras yo corría como una posesa hasta refugiarme en casa.






















sábado, 15 de agosto de 2020

Delicadeza de abuela.

Mientras yo dormía a pierna suelta, a esas horas brujas en las que todavía no han puesto las calles, la abuela pensó que era un buen momento para "refrescarme". Los abuelitos volvían a la Torre del Paseo Marítimo después de haber pasado unas cuantas horas en El Funeral, celebrando con alegría, jolgorio y buenas dosis de chinchón, la colocación de fotos de los socios que, debido a sus avanzadas edades, habían cesado definitivamente, como tales. 

Pasaban por mi casa y fue entonces cuando la abuela tuvo la luminosa idea. Subió, cogió a Pascualita del interior del acuario donde la sirena dormía a cola suelta y chorreando agua, entró en mi cuarto y me me tiró al bicho encima.

¡Que despertar tan brusco y traumático! porque la media sardina no lleva nada bien que la saquen del sueño de esta manera. Menos mal que salté de la cama sacudiéndome lo que pensé que sería un sapo y grité: - ¡Ni borracha te beso por muy príncipe que seas! 

Los dientecitos de tiburón me rozaron pero no me hirieron ¡por milímetros!

Por lo visto la abuela se enfadó al escuchar mi frase de sonámbula. Salió de mi cuarto con un taconeo que despertó a toda la finca. - "¡Vámonos, Andresito, la boba de Coria de nuestra nieta ni en sueños quiere darme un bisnieto!"  

El ruído del motor de rolls royce se alejó en el silencio de la noche y yo me di la vuelta para seguir durmiendo.

Por la mañana, al levantarme, fui con cuidado para no pisar al sapo... 


viernes, 14 de agosto de 2020

Yo prohíbo, tu prohíbes...

 A media mañana se ha producido una escandalera en la copa del árbol de la calle. Me asomé al balcón. Los gorriones estaban revolucionados. Y en la calle pasaba otro tanto. El Municipal, Bedulio, discutía a grito pelado con unos ciudadanos encendidos. - ¡¡¡He dicho que fumo y fumo!!! - ¡No se puede, caballero! - ¡No podrá usted que tendrá una birria de sueldo pero mi marido es director de banco y fuma si quiere y sino, también! - ¡El Gobierno ha dicho que... ! - ¡¡¡¿Me va a decir, A MI, cuando puedo fumar y cuando no, joven?!!! - ¡Oiga, que soy una autoridad! - ¡Y usted no sabe con quién está hablando!

Le llamé: - ¡¡¡BEDULIOOOOOOO!!! ¿Le digo al ánima de mi primer abuelito que baje a ayudarteeeeee? - ¡¡¡NOOOOOO!!! - Y salió corriendo dejando a los enfadados ciudadanos con la palabra y el pitillo en la boca .                  

De repente tuve un mal presentimiento y corrí a buscar a Pascualita al acuario. No estaba. Ni bajo la arena del fondo, ni entre las espesas algas ni en el barco hundido... ¡Estaba en el árbol la muy jodía! Me bastó con asomarme para darme cuenta de ello al ver algunos gorriones con pechuga de pavo navideño o muslos para comer un regimiento. 

Salté a por ella con el guante de acero puesto porque éste bicho vuelve a estar con el celo ¿Cómo es posible que después de milenios la tía siga igual? ¡Y sin sirenos a la vista!

Yo estaba intentando coger a la sirena cuando una hojita se ha puesto a mis pies y no he dudado en subirme en ella, junto con el abuelito subido en lo alto de mi cabeza y con Pascualita a la que me dio tiempo a coger por los pelo-algas.

Al abrir los ojos, una bocanada de aire caliente me hizo pensar que no me había movido de casa pero no. Estábamos en la cúspide de la pirámide de Jafrá ¡haciendo malabarismos! porque no había sitio para estar de pie, ni sentada. Y jugamos a saltar de pirámide a pirámide. Así estuvimos unas cuantas horas hasta aterrizar en el balcón de casa. El cucú dió las seis: hacía cinco minutos que nos habíamos ido pero habíamos disfrutado durante una mini eternidad.


jueves, 13 de agosto de 2020

Un paseo tranquilo.

 He salido temprano de casa con Pascualita metida en el termo de los chinos colgado de mi cuello. Se trataba de caminar por placer para no sudar como un pollo.

Tita, tira he llegado hasta la Catedral. La vista de la bahía, sin los grandes trasatlánticos echando humito sin parar, es una belleza. Me he colocado frente a la Puerta del Mar y mirando al Obispado, he saludado al caballo imaginario del patio. 

Me mira, feliz, porque soy la única persona que lo hace. Debe encontrarse algo deprimido desde que su amo le dejó allí en plena Edad Media. A Pascualita, en cambio, se la llevaban los demonios de pura envídia y llenándose la boca de agua del termo, que su antidiluviana saliva vuelve puro veneno, le tiró buchitos a los caballos de las calesas. Al sentir el dolor salieron a galope chocando entre sí. La escandalera de relinchos dio paso a los gritos de los cocheros que no podían creer el cambio que se operó en sus animales: algunas orejas medían un metro; unos cuellos eran tan largos como los de las girafas; algún caballo no podía andar por tener una pata tan grande como la de un gran elefante africano.

Menos mal que, al final, no les salió del todo mal a los cocheros porque todo el mundo quiso hacer fotos a esos repentinos fenómenos de la Naturaleza. Y los calés estuvieron ojo a vizor, cobrándolas. Y, como siempre, la que se queda a dos velas soy yo. 


 

 



miércoles, 12 de agosto de 2020

Orgullo de gremio.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo tan contenta que hasta me dan ganas de hacerte un regalo, nena. - Empieza temprano a darle al chinchón, Cotilla. - No es eso, boba de Coria. Es que el niño es digno hijo de su padre. - ¿Qué padre? ¿qué niño? - Es que te lo tengo que dar todo mascado: ¡el niño Taburete Bárcenas. El hijo de mi Maestro del gremio del trapicheo. Ahora mismo voy a montarles un altar en la salita.

- ¡Por encima de mi cadáver, Cotilla! Estoy harta de decirle que no... - Anda, calla y no estorbes ¿Qué habrá hoy para comer? - Fabada Asturiana, para variar.

Entró como una exhalación en la salita llevando su bolsa a cuestas, llena de velas, velones y velitas de todos los tamaños sacadas de las iglesias donde "limpia" los cepillos. 

Cuando me quise dar cuenta el altar estaba montado y las fotos de padre e hijo Bárcenas presidiendo el tingaldo. - ¡Ni se le ocurra encender las velas con éste calor! - Tengo que hacerlo... - Espere, por lo menos, que llame a los bomberos para pedirles que manden a los que salen en el calendario.

La Cotilla llevaba tanto tiempo sin saber de su gurú que no cabía en sí de alegría. - Mira, nena, que bien queda su foto en el Altar de los Amigos de lo Ajeno. - ¿Y qué ha hecho el niño? - ¡Desobedecer! - ¡¿A su padre?! ¿Y lo pone en el altar? - Al Sistema Sanitario, el muy jodío. En pleno concierto, porque él canta... - ¿Cómo su padre? - Nooooo. Dijo: ¡NI UNA PUTA MASCARILLA! - ¡La madre que lo parió! Lo que me extraña es el nombre que le pusieron ¿Taburete? - Debe ser cosa de ricos. - Menos mal que la abuela era proletaria cuando nací...




martes, 11 de agosto de 2020

Dichosa abuela.

 Una voz insistente y desagradable se había instalado en mi cerebro y aunque me abrí la sesera con ayuda de un abrelatas, no fui capáz de echarla. Decía: - Neeeeeenaaaaaaaaa..., neeeeeenaaaaaaaa... - Así todo el rato.

No fue hasta oìr a Andresito cuando supe que la abuela intentaba despertarme del mejor de los sueños, del más profundo, del que sueñas y no recuerdas nada al día siguiente. Poco a poco, una vez cerrado el cráneo, emergí de las profundidades abisales donde me encontraba, ¡que a saber dónde ésta eso! y pude abrir un ojo a pesar de las legañas.

- "¡Por fin! Ya iba a llamar a las Pompas Fúnebres" - ¿Qué... pasa? - "Que venimos a decirte que ya nos vamos para casa" - ¿A las... cuatro de la madrugada? - "Luego dices que no te cuento nada. Por cierto, estaba El Funeral de bote en bote. Con la Pandemia no paramos de colgar fotos en la Pared de los Finados y vamos de celebración en celebración" 

Como mi subconsciente seguía adormilado no pudo avisarme de que se mascaba la tragedia cuando abrí la boca y dije: - No sé como aguantan vuestros hígados con LA CANTIDAD DE AÑOS QUE TIENEN. - 

Quise cerrar la boca pero ya lo había soltado. - "¿Qué insinúassssssss?" - La lengua de la abuela se había vuelto bífida. - Na... da... - "¿Me estásssssss llamando... vejesssssstorioooooooo?" - Estoy dormida, ... abuelita... 

Dio media vuelta y salió de mi habitación a la velocidad del rayo, la misma con la que volvió y me tiró algo helado, mojado y repulsivo al pecho. Por el mordisco supe que era ¡Pascualita! aferrada con los dientes de tiburón a uno de mis pechos. Salté, grité, lloré, moqueé, corrí de una parte a otra, tropecé con los muebles y el bicho no se soltó hasta que la arranqué de un tirón. 

Ahora duerme entre las algas del fondo del acuario después de haberse comido y relamido, el cachito de mi carne que se le quedó en la boca. Por eso, para remediar el dolor, no me ha quedado más remedio que tragarme tres cuartos de botella de chinchón. Y, encima, camino de lado porque voy arrastrando un pecho desmesurado por la hinchazón. ¡Mira que se lo tengo dicho a la abuela! Procura que la sirena caiga en medio y tendré un tetamen grande pero nivelado. Que jodías.

lunes, 10 de agosto de 2020

La entrevista.

 Aaaaaayyyyyyyy, cuanto he disfrutado con la entrevista que me han hecho los de Tu Antes Molabas. Ellos hubiesen preferido entrevistar a la abuela pero ha pedido el oro y el moro y le han dicho que nones, que la cosa está muy mal, que andan caninos y que tampoco tiene ella una vida como para hechar cohetes. Así que se ha quedado con el moro (es un decir) y sin el oro. 

Estos ricos, cuanto más tienen más quieren. ¡Acaparadores! Cualquiera diría que, hasta hace poco, era una proletaria de las que aguantan las pancartas en las manifestaciones. 

A mi, el entrevistador no me ha dado opción a pedir. Podría haberle sacado para comprar dos botes de fabada o una botella de chinchón. Pero ha sido bonito. Muy bonito. Y quién sabe, tal vez he ligado y ¡por fin! la abuela tendrá su deseado bisnieto. ¡Ojalá porque es más pesada con éste tema, que una vaca en brazos!

Pascualita sigue sin caber en el termo de los chinos después del atracón de pescado fresco del domingo.  Le he puesto varias veces el trozo de película de Nemo donde se explica que los peces son amigos, no comida pero se ha hecho la loca dedicándose a bostezar, nadar entre dos aguas, a hacerse la chulita dando saltos mortales con tirabuzón incluído y tirarle buchitos de agua envenenada al pobre Pepe jibarizado.

 - ¡Estate quieta, jodía, o acabará con dolor de cabeza! (que es lo único que puede dolerle desde que los caníbales se comieron su cuerpo)

 Viendo que yo estaba pendiente del ordenador, la medio sardina ha montado en cólera porque le encanta ser la novia en la boda y el muerto en el entierro, aunque es verdad que es la única sirena del mundo mundial. Al final ha sacado los dientes de tiburón a pasear y no me ha quedado más remedio que echar media botella de chinchón en el acuario para calmarla.

 Ahora duerme la mona, o tiene un coma etílico, vete a saber, la cuestión es que se ha quedado tranquila y yo he podido disfrutar de la entrevista sin más interrupciones.



domingo, 9 de agosto de 2020

Día de playa.

 Embutida en el bañador que heredé de mi abuela de cuando era proletaria, que es el único que me cabe desde que pasé el Estado de Alarma junto a la nevera de casa, he ido a la playa cargada con la jaula del antiguo periquito, el termo de los chinos y todos los avíos que suelen usarse en ese sitio, bocadillos incluídos.

Pepe iba enganchado a una de las asas del bolso playero de Agatha, regalo del Hola de antes de la Pandemia, para que vaya viendo el panorama con su nuevo ojo-catalejo, lo malo es que todo le asombra y se ha pasado el trayecto en autobús diciendo: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - El chófer me tenía enfilada en el espejo retrovisor. Le hice señas de que no era yo la escandalosa pero no se lo creyó y unas paradas antes de llegar a la playa, frenó en secó mandándonos a todo el pasaje hacia adelante, después hacia atrás, vertiginosamente. Cuando las personas, después de acordarse de los siete padres del hombre, se estabilizaron sobre sus piernas, el tío dijo: - La ventrílocua ¡a la p... calle!

 Hubo un aplauso general y me tocó andar un buen trecho. Al tocar la arena caí de rodillas y la besé. Me parecía mentira.

Me llevé a Pascualita en la jaula. El agua era cristalina, fresca, fantástica. Los peces nadan a mi alrededor como si estuviera en el Caribe... Supongo que en el Caribe dirán: como si estuviésemos en Mallorca.

De repente un pececillo curioso se metió entre los barrotes de la jaula y duró ná y menos. ¡Menuda bronca le metí a la sirena mientras se relamía! - ¡Los peces son amigos, no comida! - Pero debió entenderlo al revés porque en un momento se puso las botas. Alargaba los bracitos a la velocidad del rayo y era visto y no visto como se comía los peces.

 Al volver a la arena había un montón de gente junto a mi cesta. - ¿Esto es suyo? Pues apague la alarma porque es insoportable. - La "alarma" era Pepe. - Si no llega usted a venir, le tiro la cosa esa al mar. - Lo único que se me ocurrió fue meterlo en el taper de la merienda, echarle la toalla encima y así y todo, el OOOOOOOOOOOOO se escuchaba claramente. 

Tardamos mucho en llegar a casa porque, autobús que cogía, a las dos o tres paradas me echaban a la calle. He decidido que Pepe se quedará en casa como llavero guardián, ya que no tengo perro... Pascualita lleva durmiendo en su acuario desde que hemos llegado. Después del atracón que bien va una siesta.



sábado, 8 de agosto de 2020

Arena: mano de santo.

 Andresito ya está en su casa. El mismo me dio la idea que me ha librado de él y de sus llantinas: ¡Arena!

Fui tempranito a la playa, llené dos bolsas del súper con arena y las coloqué sobre la mesa de la cocina. En cuanto nos sentamos a desayunar, Geoooorge se apresuró a quitarlas: - ¡Nooooooooooooo! Es un regalo para el abuelito.

El primero de ellos, subido al florescente, me miró y levantó una ceja en plan interrogación. - Es para Andresito. - Se quedó mohíno porque, aunque sea un fantasma, le gusta que le hagan regalos. Claro que, cuando vio lo que era se tranquilizó. - ¿Para mi, nena? - Para que, cuando sientas nostalgia del Emérito, toques la arena que ha venido del desierto volando para ti. - Geoooorge, envidioso, dijo: - Ser arena plaia, mister. - ¡NO! Esta ha caído ésta noche de una nube amarillenta que se colocó, justo, sobre mi balcón ¡listo! La he recogido para ti, abuelito. 

La llantina, agradecida y emocionada, de Andresito sobrepasó todos los límites y las lágrimas inundaron la casa, menos mal que abrí la puerta de la calle y desbordaron escaleras abajo.

Cuando se le pasó el soponcio nos dimos el codazo de despedida reglamentario, ordenó al inglés que cargara con las bolsas de arena y se fueron en el rolls royce camino de la Torre del Paseo Marítimo.

Poco después la abuela me llamó: - "¡¿Tú estás tonta?! ¿No te dije que te lo quedaras una temporada? Y encima ahora hay arena por toda la casa porque el atontao de Andresito quiere reproducir el Sahara, habitación por habitación ¡De esta te quito del testamento!" 

- Pero..., pero..., pero... - "¡Ni pero ni leches! Y encima, dice Geooorge que un mayordomo inglés no está para barrer arena" - Yo que tu no le daría té al muy jodío.

viernes, 7 de agosto de 2020

Día de ideas.

Viendo que Andresito no levanta cabeza desde que se marchó el Emérito, se me ocurrió una idea insuperable: - Prepárate, que nos vamos a pasar el día en la playa ¿No querías viaje? pues toma viaje. - ¿Al Caribe? (lo dijo con una sonrisilla ilusionada) - Si pagas tu... - Huy, no está el horno para bollos, nena. 

De modo que con Pascualita metida en el termo de los chinos y colgada de mi cuello, Pepe ejerciendo de llavero llevando las llaves de casa, Geoooorge cargando con la nevera portatil con los bocadillos y las bebidas. Y Andresito arrastrando su depresión por los suelos, salimos de casa con las mascarillas puestas. 

Antes de que un avergonzado Geooorge, por tener que cargar con la nevera dominguera siendo todo un mayordomo inglés, se declarara en huelga, corrí a casa porque acababa de tener otra estupenda idea. Volví con la jaula de un periquito que tuvo la abuela allá por los finales del siglo pasado. - ¿Y ésto, nena? - Yo me entiendo, abuelito. - Estar como cabra, boba de Coria (dijo el inglés) - Te debo una patada en la espinilla, jodío.

El agua estaba maravillosa, la arena límpia y yo tenía muchas ganas de playa. Con disimulo metí a Pascualita en la jaula y nos fuímos al agua. Cuando la sirena se dio por vencida después de tirarse un buen rato intentando romper los barrotes de la jaula, se dejó llevar por la sensación de estar bajo el mar. En un momento dado el abuelito se acercó a mi y muy extrañado dijo: ¿eso es un pez?

Había descubierto a Pascualita, ahora solo podía tratar el caso con normalidad. - Sí, de la vecina de arriba. - Ah. - (dijo y se quedó tan pancho) Solo al irnos comentó como de pasada. - Que bicho más feo. - El no lo vio pero la sirena sacó la dentadura de tiburón a pasear.

Por la tarde,  ya en casa, el abuelito primero, desde su atalaya de la lámpara del comedor, vio estupefacto como Andresito me daba un beso. - ¡Gracias, nena! ¡Eres maravillosa! Sabías que el Emérito estaba en Arabia y me has acercado a él llevándome a la arena del playa... - ¿Mande?


miércoles, 5 de agosto de 2020

A Andresito le dura el luto.

He guardado todos los cuchillos y solo he dejado en la cocina una navaja curva que llamamos trinxet, por si tengo que pelar patatas. He pensado en darle un toque distinto a la fabada, poniéndole unas patatas fritas. Ay, que difícil es contentar un estómago de gente de casa bien.

Geoooorge ¡otro que tal baila! se ha negado en redondo a comer "esa cosa de bote"  Solo comerá zanahorias y guisantes. - ¿En serio, inglés? ¿todos los días que estéis aquí? - Yes. Tu también comer todos los días "esa cosa" -  Se llama fabada. Ojo que se te va a caer el pelo si me cabreas.

Pascualita está hasta las narices de los huéspedes. Ya no desayunamos juntas, ni salta fuera del acuario, ni nos sentamos en el balcón, ni nos vamos de viaje sobre una hojita. Le doy la razón. Han invadido nuestra intimidad y encima se quejan de la comida.

Cada día llamo a la abuela para darle el parte de noticias de su marido. Hoy me ha cogido el teléfono Andresito: - Hola, cariño ¿Por qué no me llamas? ... No, no lloro todo el tiempo... Parece que el disgusto se me va pasando un poco... ¡snif!... ¡Vaya, me ha entrado algo en un ojo... ¡snif!... Nena, dice tu abuela que te pongas... ¡buuuuuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

- Si que llora. Por ejemplo, ahora mismo ¡Abuelito, coge la fregona, por favor! Esto es un no parar ¿Por qué no dejas que se vaya con el Emerito y que disfrute? ... ¿Corina? ... Abuelito ¿te gusta Corina pregunta la abuela? ... Dice que no. Que ha sido para el rey como Yoko Ono para los Beatles... Pero ¿te gusta o no? - Que noooooo... - ¿Lo has oído? ¿Le dejo que se marche? ... ¿Por qué no? ... ¡Aaah! lo siento, abuelito, tenéis que ir a El Funeral. Mañana os toca el turno de disfrutar de la cafetería a vuestro grupito de amigos y no puedes faltar.

Al pasar junto al acuario, cogí a Pascualita que, al verme, levantó los bracitos. - ¿Te portarás bien? Sobretodo no me muerdas. - La metí en mi escote desde donde puede ver cuanto pasa.

El abuelito estaba en el balcón regando la maceta con la planta seca por el calor, con sus lágrimas. De repente, en la barandilla se posó uno de los gorriones que viven en el árbol de la calle y Andresito gritó: - ¡Ya están aquí los marcianos y sus monstruos, nena! ¡Mira que muslo tiene el animalito! ¡¡¡Como el de un pollo de dos kilos!!!

Al gorrión le costaba trabajo aguantar la verticalidad porque sus patas estaban muy descompensadas, pero se le veía orgulloso de saberse bien dotado aunque fuera de un muslo. Pascualita no le quitaba ojo, pensando en que no estaría mal darle un mordisco en el otro muslo... para compensar.

martes, 4 de agosto de 2020

De jaleo en jaleo.

Que noche me ha dado el abuelitoooooo. Era como un león enjaulado yendo de acá para allá, vigilado de cerca por Geoooorge que también se ha quedado en mi casa. No me ha quedado más remedio que llamar a la abuela. - ¿Están de oferta los hombres en tu casa que me mandas dos por uno? (le he preguntado como el que no quiere la cosa)

- "Ya sabes que donde comen dos comen tres... ¿qué más te da?" - ¿Vas a pagarme su manutención? - "¿No están en tu casa? Pues eres la anfitriona." - No me llegará el dinero de la semana para tanta lata...  - "Estamos en Mallorca? ¡Pues pa amb oli para cenar todos los días!" - ¿El inglés no se quejará? - "Dale té."

Desde lo alto de la lámpara mi primer abuelito no se perdía detalle. Tampoco Pascualita lo hacía, camuflada entre las algas del acuario. Por telepatía respondí a la pregunta de ¿Qué le pasa a éste?, de mi primer abuelito. - (Se le ha ido el Rey)  - (¿De Bastos, de Espadas, de Copas o Oros?) - (Más bien de ésto último) - (Que no se preocupe. A ésta familia siempre le pasa igual)

Abrí una lata de albóndigas con tomate justo cuando... - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡El Emérito se ha largado! (gritó la Cotilla como si estuviera voceando una exclusiva) - Lo sabemos. - Entonces se fijó en las visitas, abrió mucho los ojos y soltó un ¡OOOOOOOOOH! - ¿Qué pasa? - ¡¡¡ESTÁ AQUI!!! ¡¡¡NO ME LO PUEDO CREER!!! ¡¡¡VOY A SER RICAAAAAAAAAAA!!! ¿Está en el baño? ¿Bajo tu cama? ¿Detrás del cantarano de tu abuela? ¡¡¡DÍMELOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

- ¿Quién, Cotilla? - ¿Quién va a ser? ¡El Campechano? - Andresito saltó de la butaca de la salita, donde llevaba rato lloriqueando, se plantó ante mi con toda la ilusión del mundo reflejada en sus ojos: - ¡Gracias, nena, por ampararlo, protegerlo de los vampiros de la prensa, por saber guardar un secreto! ¡¡¡Y tú, Cotilla del demonio (su voz se volvió tonante) callarás para siempre!!!

Con un cuchillo atacó a la pobre vieja, paralizada por el susto. Yo grité: - ¡No, abuelito, que es el del pan! - Y mientras desde lo alto de la lámpara me llegaban las risas de mi antepasado, Andresito, con el brazo armado en alto, quedó desconcertado, momento que aprovechó Geoooorge para desarmarlo.

Vuelta la calma, un desmadejado Andresito me dijo: - El cuchillo del pan... ¿Y? - Pero yo ya estaba con la cabeza en otra cosa aunque me di cuenta de que Pascualita hacía el signo de OK con sus deditos palmeados.


lunes, 3 de agosto de 2020

El rey se ha ido...

El teléfono ha llamado insistentemente. Era la abuela: - "¡Nena, te mando a Andresito para que te lo quedes para siempre porque ya no lo aguanto más. ¡Ni su madre tampoco!" - ¡No me hagas eso! al fin y al cabo, quién se casó con él fuíste tú... - "Y tu quieres heredar, algún día, la Torre del Paseo Marítimo ¿verdad? ¡Pues apechuga con él!"

Recapacité rápidamente, ¿la Torre del Paseo Marítimo bien merece aguantar unos días al abuelito? ¡Sí! Pues no hay más que hablar. De todas maneras he querido saber qué ha pasado. - "El rey se ha ido de España y Andresito no quiere dejarlo solo. ¡Quiére irse con el y eso no puede ser!"

Si en ese momento me pinchan no me hubiese salido sangre. Las piernas me temblaban, tenía la boca seca y un hormigueo en la nuca muy desagradable. Como pude, pregunté: - ¿Qué... rey?... ¿Melchor..., Gaspar... o Baltasar, abuela? - "¿Estás tonta? ¡Juan Carlos I, coñe!" - ¡Uf! que peso me has quitado de encima... - "¡Que cruz tengo contigo, boba de Coria!"

Poco después entraron Andresito y Geooorge en casa. - Soy muy desgraciado, nena. Tu abuela quiere tenerme recluído aquí, donde se come tan mal... - ¡Oye, no te pases. La fabada de bote es buena. -  ¡Quiero irme con el rey! - ¿Por qué? Serías un... ¿apátrida? - ¡Y qué! Pero nos lo pasaríamos chupi guay del Paraguay. Es muy campechano

Andresito estaba desolado. Pascualita, harta de oirle quejarse, le tiró unos buchitos de agua envenenada pero erró el tiro y mojó el suelo del comedor y lo convirtió en una pista de patinaje, cuando el abuelito lo pisó, salió disparado hacia arriba, dio dos vueltas de campana con tirabuzón incluído y se dio tal costalazo que se ha roto la cadera, la rodilla, el coxis y se ha torcido el tobillo, todo del lado derecho, naturalmente.

¡Ahora sí que me voy a ganar a pulso ser la dueña ,algún día, de la Torre del Paseo Marítimo.

domingo, 2 de agosto de 2020

Que trajín.

Después de comerme la ensaimada dominical con un cola cao bien calentito y de fregar el suelo y las paredes de la cocina que Pascualita deja hechos unos zorros después de su peculiar manera de desayunar, he decidido ir a pasear por las aceras con sombra de Palma. Sola.

La sirena no me quitaba ojo mientras yo cogía el bolso, las llaves, las gafas de sol y de leer, los kleenex, los caramelos contra la tos, la mascarilla, la cartera y he ido a baño ha echar una meadita antes de salir a la calle. Inmediatamente después he tenido que vaciar el bolso y cambiarlo por otro más grande, al que he añadido la cámara de fotos, un block y un boli por si me da por escribir algo (cosa que no suele pasar) y antes de abrir la puerta de la calle, cargada con todo esto, he vuelto al baño, después he salido al rellano . ¡Ostras, la mascarilla!

He entrado de nuevo en casa, me he puesto la mascarilla e hidroalcohol en las manos, he entrado unos segundos al baños, he cogido las llaves y... ha sido cuando Pascualita ha saltado del acuario al suelo y ha reptado hacia mi con cara de pocos amigos. - Que no vienes he dicho. - Pero la frase le entró por un oído y le salió por el otro mientras me mostraba sus dientecitos de tiburón.

Así que llené el termo de los chinos de agua de mar, metí a la sirena dentro haciendo un poco de presión, me lo colgé al cuello, me puse el hidroalcohol en las manos, me coloqué la mascarilla, fui un momentito al baño, cogí el bolso, las llaves... Salí de nuevo al rellano, bajé las escaleras a toda pastilla para no encontrarme con nadie y, al llegar a la acera un repartidor me puso un paquete en las manos. - Su vecino dijo que usted lo cogería. - ¡Y salió corriendo! - ¡¡¡OIGA!!!

No me quedó más remedio que subir a casa, dejar el paquete, ir unos segundos al baño , el cual, harto de verme me gritó - ¡¡¡Vete ya, jodía!!! y... repetir todas las operaciones previas a salir a la calle. Cuando, por fin, lo conseguí el sol estaba ya en todo lo alto y el termómetro marcando cerca de 40º . Y tuve que volver a subir porque se me había olvidado ¡el abanico!


sábado, 1 de agosto de 2020

¿No te importa, verdad?...

- ¿Podrías hacerme un favor, vecina? Van a traerme un paquete y, como vives en el Primero, he dicho que lo dejen en tu casa... ¿No te molesta, verdad?  - Pues... no. ¿A qué hora vendrán?  - Por la mañana.  Adios, guapa.

En este plan llevo unos días. Las vecinas se han acostumbrado a comprar por internet durante el Estado de Alarma y yo no paro de recibir sus paquetes - Como no trabajas... Como tienes un horario flexible... Total, si no haces nada en todo el día... - Una vez abrí la boca para decir que concretaran un horario porque así como vamos no puedo salir a la calle por si vienen los repartidores. - Pues, hija, vienen cuando pueden y no te quejes, boba de Coria (todo esto dicho con una sonrisa de oreja a oreja) que nosotros no lo hacemos y te aguantamos muchas cositas...

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿qué hay hoy para comer? - ¡Nada, Cotilla! No voy a comprar por miedo a que vengan los de los paquetes y no me encuentren... - ¡No eres más tonta porque no te entrenas! - Por una vez y sin que sirva de precedente, reconocí que la Cotilla tenía razón.

Se fue al comedor social. - ¡Tráigame algo, por favor, que me muero de hambre!

Cada día la gente era más exigente. - Mira que te dije que no te movieras de tu casa ¡Pues te fuíste y me quedaré todo el fin de semana sin las sartenes de la Esteban! ¡Si te molestaba hacerme un favor, haberlo dicho!

Me desahogué hablando con Pascualita y Pepe. Ella, que estaba sentada en el borde del acuario, dio un salto mortal con tirabuzón y se zambulló entre los cubitos de hielo que le pongo para mitigar el calor. Pepe fue más receptivo y se tiró toooooda la tarde diciendo OOOOOOOOOOOOOOOOOO ... Si lo sé, no le comento nada.

Y una vez más, fue una de las hojitas desprendidas del árbol de la calle, la que me sacó del apuro. Aterrizó a mis pies, me subí en ella y al abrir los ojos unas maravillosas vidrieras emplomadas dejaban pasar una luz con mil colores. Las catedrales góticas pasaban ante mi como en un desfile de modelos y yo aplaudía a rabiar. Los órganos tocaban música celestial y el colorido me llenaba el corazón de alegría. Por eso, cuando volví al balcón de casa, no me importó que estuvieran aporreando la puerta.