miércoles, 5 de agosto de 2020

A Andresito le dura el luto.

He guardado todos los cuchillos y solo he dejado en la cocina una navaja curva que llamamos trinxet, por si tengo que pelar patatas. He pensado en darle un toque distinto a la fabada, poniéndole unas patatas fritas. Ay, que difícil es contentar un estómago de gente de casa bien.

Geoooorge ¡otro que tal baila! se ha negado en redondo a comer "esa cosa de bote"  Solo comerá zanahorias y guisantes. - ¿En serio, inglés? ¿todos los días que estéis aquí? - Yes. Tu también comer todos los días "esa cosa" -  Se llama fabada. Ojo que se te va a caer el pelo si me cabreas.

Pascualita está hasta las narices de los huéspedes. Ya no desayunamos juntas, ni salta fuera del acuario, ni nos sentamos en el balcón, ni nos vamos de viaje sobre una hojita. Le doy la razón. Han invadido nuestra intimidad y encima se quejan de la comida.

Cada día llamo a la abuela para darle el parte de noticias de su marido. Hoy me ha cogido el teléfono Andresito: - Hola, cariño ¿Por qué no me llamas? ... No, no lloro todo el tiempo... Parece que el disgusto se me va pasando un poco... ¡snif!... ¡Vaya, me ha entrado algo en un ojo... ¡snif!... Nena, dice tu abuela que te pongas... ¡buuuuuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

- Si que llora. Por ejemplo, ahora mismo ¡Abuelito, coge la fregona, por favor! Esto es un no parar ¿Por qué no dejas que se vaya con el Emerito y que disfrute? ... ¿Corina? ... Abuelito ¿te gusta Corina pregunta la abuela? ... Dice que no. Que ha sido para el rey como Yoko Ono para los Beatles... Pero ¿te gusta o no? - Que noooooo... - ¿Lo has oído? ¿Le dejo que se marche? ... ¿Por qué no? ... ¡Aaah! lo siento, abuelito, tenéis que ir a El Funeral. Mañana os toca el turno de disfrutar de la cafetería a vuestro grupito de amigos y no puedes faltar.

Al pasar junto al acuario, cogí a Pascualita que, al verme, levantó los bracitos. - ¿Te portarás bien? Sobretodo no me muerdas. - La metí en mi escote desde donde puede ver cuanto pasa.

El abuelito estaba en el balcón regando la maceta con la planta seca por el calor, con sus lágrimas. De repente, en la barandilla se posó uno de los gorriones que viven en el árbol de la calle y Andresito gritó: - ¡Ya están aquí los marcianos y sus monstruos, nena! ¡Mira que muslo tiene el animalito! ¡¡¡Como el de un pollo de dos kilos!!!

Al gorrión le costaba trabajo aguantar la verticalidad porque sus patas estaban muy descompensadas, pero se le veía orgulloso de saberse bien dotado aunque fuera de un muslo. Pascualita no le quitaba ojo, pensando en que no estaría mal darle un mordisco en el otro muslo... para compensar.

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