lunes, 24 de agosto de 2020

¡Pepe oye!

 A la Cotilla le ha faltado tiempo para venir a ponerme a caer de un burro. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¡No eres más tonta porque no te entrenas! ¿No podías decirme que tu abuela gasta mascarillas musicales? - ¿Y a usted qué más le da? - ¡Mucho! Podrían haberme quitado la exclusiva. - ¿Cómo se la van a quitar si la exclusiva es mía, perdone que se lo diga... - ¿Tuya? Permite que me ría ja, ja y ja ¿Tuya de qué? - ¡Oiga, que se me ocurrió a mi!

Le costó Dios y ayuda hacerse a la idea. - La próxima vez que se te ocurra algo así quiero ser la primera en enterarme. - La primera será quién más me pague. - ¡Egoísta, más que egoísta! Con la cantidad de cosas que he hecho por ti. - ¿Cómo cuales? - ¿No querrá que las enumere todas ahora? - No tengo nada que hacer más que escucharla.

Entonces, sacando un kleenex del bolsillo, empezó a llorar, aunque fue un llanto seco porque no le cayó ni una lágrima, con lo cual no tuve que pasar la fregona. - ¡Pobre de mi, que desgraciada soy viéndome a mis años trapicheando para ganarme unos euros para llegar a fin de meeeeeeees porque la paga que tengo es una miseriaaaaaaaaaaaaaa.. ¡snif!... 

Madre mía la que se lió porque Pepe soltó su insoportable OOOOOOOOOOO, lo que me hizo pensar que, además de crecerle un ojo-catalejo, también tenía ahora un oído fino, a pesar que a la Cotilla se la escuchaba "llorar" de punta a punta de la calle.

Al quedarme sola, Pascualita y yo fuimos a ver a Pepe y, efectivamente, le había nacido una trompetilla donde, en vida, tuvo una oreja. - ¡Ah, puñetero! ahora vas a enterarte de todo, jodío.

Mi primer abuelito bajó de lo alto de la lámpara de la cocina y se pasó medio día inspeccionando el nuevo apéndice del jibarizado. total, no tenía nada mejor que hacer.


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