martes, 11 de agosto de 2020

Dichosa abuela.

 Una voz insistente y desagradable se había instalado en mi cerebro y aunque me abrí la sesera con ayuda de un abrelatas, no fui capáz de echarla. Decía: - Neeeeeenaaaaaaaaa..., neeeeeenaaaaaaaa... - Así todo el rato.

No fue hasta oìr a Andresito cuando supe que la abuela intentaba despertarme del mejor de los sueños, del más profundo, del que sueñas y no recuerdas nada al día siguiente. Poco a poco, una vez cerrado el cráneo, emergí de las profundidades abisales donde me encontraba, ¡que a saber dónde ésta eso! y pude abrir un ojo a pesar de las legañas.

- "¡Por fin! Ya iba a llamar a las Pompas Fúnebres" - ¿Qué... pasa? - "Que venimos a decirte que ya nos vamos para casa" - ¿A las... cuatro de la madrugada? - "Luego dices que no te cuento nada. Por cierto, estaba El Funeral de bote en bote. Con la Pandemia no paramos de colgar fotos en la Pared de los Finados y vamos de celebración en celebración" 

Como mi subconsciente seguía adormilado no pudo avisarme de que se mascaba la tragedia cuando abrí la boca y dije: - No sé como aguantan vuestros hígados con LA CANTIDAD DE AÑOS QUE TIENEN. - 

Quise cerrar la boca pero ya lo había soltado. - "¿Qué insinúassssssss?" - La lengua de la abuela se había vuelto bífida. - Na... da... - "¿Me estásssssss llamando... vejesssssstorioooooooo?" - Estoy dormida, ... abuelita... 

Dio media vuelta y salió de mi habitación a la velocidad del rayo, la misma con la que volvió y me tiró algo helado, mojado y repulsivo al pecho. Por el mordisco supe que era ¡Pascualita! aferrada con los dientes de tiburón a uno de mis pechos. Salté, grité, lloré, moqueé, corrí de una parte a otra, tropecé con los muebles y el bicho no se soltó hasta que la arranqué de un tirón. 

Ahora duerme entre las algas del fondo del acuario después de haberse comido y relamido, el cachito de mi carne que se le quedó en la boca. Por eso, para remediar el dolor, no me ha quedado más remedio que tragarme tres cuartos de botella de chinchón. Y, encima, camino de lado porque voy arrastrando un pecho desmesurado por la hinchazón. ¡Mira que se lo tengo dicho a la abuela! Procura que la sirena caiga en medio y tendré un tetamen grande pero nivelado. Que jodías.

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