martes, 18 de agosto de 2020

La Momia se aburre.

Me ha llamado la bisabuelastra y he notado que está de capa caída. - ¿Dónde está tu alegría? - El calzonazos de Andresito me la ha quitado. No puedo vivir sin bailar y no quiere traer a casa cubanitos-culito-respingones que toquen ritmo sabroson para menear el esqueleto como hacía antes. - ¿Te ha dado alguna excusa? - ¡Que soy mayor! - Bueno... - ¿Tú también lo piensas? - No, no. Pero reconocerás que  ciento veinte años son... muchos. - ¡Más tenía Matusalem! - Ves, ahí tienes razón.

La pobre Momia, que desde que se quedó víuda sacó los pies del tiesto y disfrutó como jamás en su larga vida, no puede consentir que su hijo le haya cortado las alas. - Primero dijo que por la Pandemia no podíamos meter gente extraña en casa. Después del Estado de Alarma no quiso contratar a nadie extranjero por si sus compañeros de partido no lo veían bien. Y ahora dice que soy mayor ¡pero yo quiero bailar salsa! 

Llamé a la abuela. - Me ha dado penita tu suegra. - "Se va a enterar el bobo de Andresito" - ¿Me lo contarás? - Ya había colgado.

Esa misma noche, el abuelito me llamó. - ¡Nena! necesito que me des asilo familiar pero ¡ya! Tengo que salir de mi casa. Tu abuela se ha vuelto loca y se ha ido con mi madre a El Funeral. No sabría decirte quien llevaba la minifalda más extrema y el top más colorido. Parecían dos arco iris andantes. Con decirte que Geoooorge no quería llevarlas. Pero tu abuela ha sacado su genio proletario y le ha soltado un mítin que lo ha puesto firmes y no le ha quedado más remedio que sacar el rolls royce del garaje. Se han ido hace un momento. El pobre mayordomo tenía los ojos llorosos.

- No te acepto en la República de mi casa, abuelito, hasta que dejes de ser un carca. Solo tenemos una vida y hay que vivirla bien. - Pero, nena... - ¡Ni nena, ni leches! - Y le colgué el teléfono a sabiendas que iba a borrarme del testamento. 

Llamé a Geoooorge: - ¿Qué hacen mis abuelas? - Tu escuchar... mi tener vergüenza... - Paquito el chocolatero sonaba a todo meter y las voces cascadas de los socios de la cafetería El Funeral, gritaban. ¡¡¡HEEEEEEEYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!

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