domingo, 9 de agosto de 2020

Día de playa.

 Embutida en el bañador que heredé de mi abuela de cuando era proletaria, que es el único que me cabe desde que pasé el Estado de Alarma junto a la nevera de casa, he ido a la playa cargada con la jaula del antiguo periquito, el termo de los chinos y todos los avíos que suelen usarse en ese sitio, bocadillos incluídos.

Pepe iba enganchado a una de las asas del bolso playero de Agatha, regalo del Hola de antes de la Pandemia, para que vaya viendo el panorama con su nuevo ojo-catalejo, lo malo es que todo le asombra y se ha pasado el trayecto en autobús diciendo: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - El chófer me tenía enfilada en el espejo retrovisor. Le hice señas de que no era yo la escandalosa pero no se lo creyó y unas paradas antes de llegar a la playa, frenó en secó mandándonos a todo el pasaje hacia adelante, después hacia atrás, vertiginosamente. Cuando las personas, después de acordarse de los siete padres del hombre, se estabilizaron sobre sus piernas, el tío dijo: - La ventrílocua ¡a la p... calle!

 Hubo un aplauso general y me tocó andar un buen trecho. Al tocar la arena caí de rodillas y la besé. Me parecía mentira.

Me llevé a Pascualita en la jaula. El agua era cristalina, fresca, fantástica. Los peces nadan a mi alrededor como si estuviera en el Caribe... Supongo que en el Caribe dirán: como si estuviésemos en Mallorca.

De repente un pececillo curioso se metió entre los barrotes de la jaula y duró ná y menos. ¡Menuda bronca le metí a la sirena mientras se relamía! - ¡Los peces son amigos, no comida! - Pero debió entenderlo al revés porque en un momento se puso las botas. Alargaba los bracitos a la velocidad del rayo y era visto y no visto como se comía los peces.

 Al volver a la arena había un montón de gente junto a mi cesta. - ¿Esto es suyo? Pues apague la alarma porque es insoportable. - La "alarma" era Pepe. - Si no llega usted a venir, le tiro la cosa esa al mar. - Lo único que se me ocurrió fue meterlo en el taper de la merienda, echarle la toalla encima y así y todo, el OOOOOOOOOOOOO se escuchaba claramente. 

Tardamos mucho en llegar a casa porque, autobús que cogía, a las dos o tres paradas me echaban a la calle. He decidido que Pepe se quedará en casa como llavero guardián, ya que no tengo perro... Pascualita lleva durmiendo en su acuario desde que hemos llegado. Después del atracón que bien va una siesta.



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