martes, 25 de agosto de 2020

No son de Christian Dior pero... tienen música.

 Mientras Pascualita se tiraba en picado, una y otra vez, en su tazón de cola cao poniéndolo todo perdido, acerté a oír a la Cotilla que acaba de entrar en casa: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa!  (es lo único bueno que tiene ésta mujer: su saludo)

Tuve el tiempo justo de coger a la sirena por los pelo-algas y tirarla por la ventana de la cocina que da al árbol de la calle. Supe que no había rebotado y caído a la calle porque enseguida los gorriones montaron una escandalera. A nadie le gusta que le muerdan. - ¡Lo siento! - fue lo único que pude decir porque la Cotilla entró en la cocina como Pedro por su casa.

- Nena, si no te apetece tomarte todo el cola cao, tíralo al fregadero o guárdalo en la nevera para más tarde pero no lo tires por toda la cocina. ¡Que cruz tiene tu abuela contigo!

- Por cierto, me estoy haciendo rica gracias a una idea que tuve. ¡Vendo mascarillas con música!

No pude reaccionar. Me pinchan y no me sacan sangre. Hasta mi primer abuelito, subido en lo alto de la nevera, se puso en jarras. Cuando pude hablar mi voz parecía tan cascada como la de la bisabuelastra. No me quedó otra que hacer gárgaras. - ¡¡¡¿Cómo que su idea?!!! ¡Ya me está dando los royaltis! - ¿Para qué quieres a la realeza? (preguntó, pasmada) 

Tuvo que pasar un buen rato. Apelar al honor de su gurú Bárcenas, al que ha levantado innumerables altares de los Amigos de lo Ajeno. Amenazarla con azuzarle el ánima de mi primer abuelito en cuya "desaparición" tuvieron mucho que ver ella y la abuela. Emborracharla con chinchón on the rock fresquito y cuando yo ya estaba a punto de tirar la toalla, la Cotilla alargó su mano huesuda, cogió su bolso-sin-fondo y sacó una mascarilla con una cajita que hace musiquilla, pegada a ella con cinta americana. - ¡Me las quitan de las manos. No te digo más!

No hay comentarios:

Publicar un comentario