sábado, 8 de agosto de 2020

Arena: mano de santo.

 Andresito ya está en su casa. El mismo me dio la idea que me ha librado de él y de sus llantinas: ¡Arena!

Fui tempranito a la playa, llené dos bolsas del súper con arena y las coloqué sobre la mesa de la cocina. En cuanto nos sentamos a desayunar, Geoooorge se apresuró a quitarlas: - ¡Nooooooooooooo! Es un regalo para el abuelito.

El primero de ellos, subido al florescente, me miró y levantó una ceja en plan interrogación. - Es para Andresito. - Se quedó mohíno porque, aunque sea un fantasma, le gusta que le hagan regalos. Claro que, cuando vio lo que era se tranquilizó. - ¿Para mi, nena? - Para que, cuando sientas nostalgia del Emérito, toques la arena que ha venido del desierto volando para ti. - Geoooorge, envidioso, dijo: - Ser arena plaia, mister. - ¡NO! Esta ha caído ésta noche de una nube amarillenta que se colocó, justo, sobre mi balcón ¡listo! La he recogido para ti, abuelito. 

La llantina, agradecida y emocionada, de Andresito sobrepasó todos los límites y las lágrimas inundaron la casa, menos mal que abrí la puerta de la calle y desbordaron escaleras abajo.

Cuando se le pasó el soponcio nos dimos el codazo de despedida reglamentario, ordenó al inglés que cargara con las bolsas de arena y se fueron en el rolls royce camino de la Torre del Paseo Marítimo.

Poco después la abuela me llamó: - "¡¿Tú estás tonta?! ¿No te dije que te lo quedaras una temporada? Y encima ahora hay arena por toda la casa porque el atontao de Andresito quiere reproducir el Sahara, habitación por habitación ¡De esta te quito del testamento!" 

- Pero..., pero..., pero... - "¡Ni pero ni leches! Y encima, dice Geooorge que un mayordomo inglés no está para barrer arena" - Yo que tu no le daría té al muy jodío.

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