miércoles, 19 de agosto de 2020

La Cotilla emprende otro de sus negocios.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo más contenta que unas Pascuas, boba de Coria. - ¿Quién se ha muerto, Cotilla? - La juventud salvará el mundo. Esto no se acaba aquí. - Ha empezado temprano a empinar la botella de chinchón... - ¡Que va! No creas que no me doy cuenta de que hay una gran parte de jóvenes que son educados, emprendedores, ciudadanos ejemplares. Y luego están los otros. Y son éstos lo que salvarán el mundo, por lo menos el mío particular.

- Tenga un poco de chinchón on the rocks porque el calor le ha afectado a la sesera. - Naturalmente, la acompañé mientras ella, entre copita y copita, seguía argumentando: - Los otros jóvenes a los que me refiero no sienten su ciudad como si fuera su casa y por ello la ensucian con total desparpajo. Por ejemplo, tirando al suelo del parque, o de la parada del autobús, en la puerta de los bares o recreativos, cualquier sitio es bueno, ¡cáscara de pipas de girasol!

- ¿Y esa tropa salvará el mundo? Tenga, otra copita más, a ver si se le aclaran las ideas. - Mis compañeros de trapicheo y yo, nos dedicaremos desde hoy, a recoger esas toneladas de cáscaras de pipas del suelo. Y cuando llegue el invierno y la Economía esté a dos velas, las venderemos a tanto el kilo para encender estufas y braseros. ¿Qué te parece? ¿Me forraré o no? - ¡Ya lo creo! ¿Por qué no me hace socia? - Porque no. - Vaaaa, porfi. - Nasti de plasti, avariciosa.

Cuando despertamos de la siesta, después del plato de fabada de bote que comimos, la Cotilla se largó a iniciar su negocio. Y yo quedé mohína viendo a la Esteban.

¿Por qué no se me ocurren a mi negocios como a la Cotilla? - Salí al balcón. La copa del árbol de la calle daba un poco de sombra... Con la mente en blanco, porque es muy cansado llenarla de ideas, salté a la rama más cercana cuando una de sus hojitas aterrizó a mi lado. Subí en ella, cerré los ojos y al abrirlos de nuevo me encontré en un inmenso campo sembrado de quilómetro y quilómetros de girasoles que, al verme, se giraron todos hacia mi. Me sentí un poco cohíbida ante tanta espectación pero todos, a la vez, dijeron: ¡¡¡HOLAAAAAAAAAAAAA!!! - En ese instante regresé al balcón con una sonrisa de oreja a oreja.


No hay comentarios:

Publicar un comentario