La abuela está aburriiiiiiiiida y no para de llamarme por teléfono. - "Nenaaaaa, ¿sabes qué día es hoy?" - Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz - "Andresito, esta nieta tuya se pasa el día durmiendo" - Es que son las tres de la madrugada... - "Siempre tienes una excusa para defenderla"
La pregunta ¿sabes qué día es hoy? es una de sus favoritas. ¡Que ganas tengo de que habrán ya El Funeral y se pase allí el día entero!
Hoy ha vuelto a hacerlo aunque más tarde: - Viernes Santo. - "¿Te lo ha chivado la Cotilla?" - Noooo. - "¿Entonces quién?" - Abuela, si ayer fue Jueves Santo, pues blanco y en botella. - "¡Andresito, tu nieta me habla en clave! ¡¡¡Llama al médico!!! - Abuela, estoy bien. No exageres. - Entonces bajó la voz: "No es por ti, pardala. Es por si le contagias algo malo a Pascualita" - ¡Huuuuy, que mal me sentó aquellooooooo!
Cogí a la sirena, salimos al balcón y sin prestar atención a la escandalera de los gorriones, salté al árbol de la calle, arranqué una hoja y la tiré al aire. Cuando empezaba a bajar me subí en ella y ¡¡¡me estrellé contra la acera!!!
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYY! ¿Qué ha falladooooo? - A Pascualita no le pasó nada porque cayó encima de mi. Cuando me puse en pie los vecinos, en balcones y ventanas, me aplaudieron. Hasta se escucharon gritos de ¡¡¡Otra, otra, otra!!! No les hice caso y entré en mi portal renqueando, oyendo las quejas de algunos que decían que no les había dado tiempo de grabar la caída. - ¡Que estúpida es esta chica! ¿qué le cuesta repetirlo una vez más?
Al entrar en casa encontré a la Cotilla preparándose un café con leche en la cocina. - ¡¿Qué hace aquí?! - Voy a merendar. - ¡Deme mi llave! - De tuya, nada. La he pagado yo. Me debes dos euros.
El mundo se desmoronaba a mi alrededor. La culpa era del coronavirus de las narices, que me tenía emparedada en casa. - ¡¡¡NO PUEDO MÁS!!! - Y corrí de nuevo al balcón con la sirena en el bolsillo. Salté al árbol y una hojita se desprendió de la rama. Me subí a ella, con los ojos cerrados esperando el golpetazo contra el suelo pero... no pasó nada.
Al abrirlos estaba en mi playa, frente a la bahía de Palma que me abría sus brazos acogedores. Pascualita saltó a la arena y reptando, se metió en el agua. La seguí dispuesta a disfrutar del primer baño de la temporada y aunque el agua estaba muy fría aún, no me importó.
Nadamos juntas. La sirena era feliz y yo también... De repente un silbato rompió el equlibrio perfecto entre tranquilidad y paz. En la orilla Bedulio hacía aspavientos instándome a salir del agua. El recuerdo de los 600 euros de multa apareció nítido en mi mente. Metí a la sirena en mi escote, cerré los ojos y aparecimos en el árbol de la calle. Escuché a la Cotilla hablar por teléfono - ... siempre se ha dicho que las hojas que se arrancan no valen... Sí, son cosas de brujas pero, en algo tengo que entretenerme...
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