viernes, 3 de abril de 2020

20º día de cuarentena por el coronavirus.

Me estoy construyendo un casco psicológico para escuchar, solamente, buenas noticias. Por ejemplo: hoy, en España, se ha dado el alta a X personas que fueron afectadas por el coronavirus ¡Eso es un notición! Y mi autoestima ha subido.

Han llamado a casa varios vecinos para alquilarme un perro, a pesar de que no tengo ninguno. Vienen con la ilusión pintada en la cara y se van alicaídos. Algunos preguntan si sé de alguien que alquile. Cuando les digo que no y esa pequeña llamita de esperanza se apaga, lloran. - ¡No aguanto más! ¡quiero salir a la calle! ¡Me aburro, me aburroooooooooooooo!

- Pobrecillos. Les aconsejo que cocinen. - ¡Yo, que solo sé abrir las latas de fabada, aconsejando que se metan entre fogones, Pascualita jajajajajajajaja! Primero me miran como quien oye llover y poco a poco, la palabra COCINAR va horadando el cerebro anquilosado de mis vecinos y puede que alguno me haga caso.

- Las vecinas cuyos maridos se meten a cocineros caseros, viene contentas a darme las gracias. En su casa y en su cama vuelve a haber ilusión. "Ya no recordaba lo divertido que es jugar entre las sábanas ¡Ay, pillina, gracias a ti hemos recuperado la ilusión festivo-erótica de los primeros tiempos de casados!"

- ¡Otra incongruencia, Pascualita! Ya quisiera yo tener una fiesta de éstas de vez en cuando. Y me dicen que "gracias a mi" . Hay que ver la de cosas raras que se escuchan en un confinamiento largo como el que estamos pasando.

Empezaron a llegar a camiones de reparto que descargaban paquetes en los diversos pisos donde el marido se puso el delantal. Y por la ventana de la cocina me llegaban olores, sobretodo a quemado.

Los camiones de reparto siguieron viniendo y lo que antes eran risas, carreritas por el piso, ayes y suspiros cargados de erotismo-casolano, se convirtiron en riñas, portazos, peleas tipo " ¡tu madre, más!" "¡Pues anda que la tuya!" "¡manirroto!" "¡Ni que fueras Arguiñano, payaso!" "¿Tienes que poner vino caro? ¡Echále don Simón al estofado, fantasma!" - Al ser nombrado, el abuelito primero saltaba de las alturas y venía a ver qué decían de él. - Tranquilo, están insultado a un marido (le decía yo) Y se volvía, tranquilamente, a lo alto de la lámpara del comedor.

Ahora nadie me saluda cuando nos vemos. Solo un vecino dijo entredientes: - Por tu culpa he gastado un dineral en delicatesen. Como dice tu abuela: ¡Que cruz tenemos contigo, boba de Coria! - ¡¡¡Encima!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario