martes, 2 de abril de 2024

¡Agua!

El árbol de la calle empezó a cantar de buena mañana y no paró hasta la noche. Todo ello sin repetir ninguna canción. Sé que es una odisea pero ¿no podría hacer lo mismo en algún sitio que este a cien años luz de mi casa?

Mi primer abuelito apareció antes de que pusieran las calles. El no lo dice pero sé que le gusta mucho como canta el árbol y, cuando no tiene que probarse un nuevo sudario de alta costura en el taller de alguno de los grandes modistos que están ya en el Más Allá, llega el primero. 

Propuse, levantando mucho la voz, jugar al parchís - ¡Venga, que es muy divertido! - Costó empezar pero, poco a poco, se fueron viciando y tomándolo muy en serio... - ¡Traed un cuchillo para matar a la Cotilla! - ¡No hay que matar sino comer! 

Los comensales de la Santa Cena eran los que más gritaban. - ¡Quiero comer, quiero comer ¡QUIERO COMEEEER! - Las bolas de polvo saltaban con tanto ahínco que acabaron cayendo en la pila de lavar del comedor. Cosa que Pascualita agradeció porque era como traerle la comida a casa.

La escoba se descolgó de su gancho y salió dispuesta a poner orden en tanto desaguisado. En el comedor repartió varios escobazos a diestro y siniestro y se sintió mejor. - ¡No hay nada como un buen desahogo! (gritó entusiasmada) - De la cocina llegó el grito de Pepe el jibarizado: OOOOOOOOOOOOOOOOO - Que traducido al castellano quiere decir ''LLUEVEEEEEEEEEEEEEEEEE!!! 

No quedó más remedio que darle las gracias al árbol de la calle.

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