Pepe el jibarizado se encuentra en inferioridad de condiciones, según él, con respecto al resto de personajes de casa. Es algo que me ha comentado mi primer abuelito: - Se siente solo en su estantería de la cocina.
- En eso tiene razón el Llavero. - No le llames así que no le gusta. - ¡Pero si es un llavero! - Ya, pero el prefiere que le llames Gran Guerrero. - ¿Acaso se avergüenza de tener un trabajo honrado? - Hombre... su estatus no es el mismo siendo Gran Guerrero que Llavero. - Me enfadé.
- Mira que los jíbaros le dejaron poca piel al tiparraco este ¡pues fue la finita! ¡TIQUISMIQUIS!
De la cocina nos llegó su voz airada: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - Se ha enfadado... (dijo el abuelito) - ¡Ajo y agua! (grité para que me oyera bien)
Más tarde, después de haberlo pensado mucho, acabé dándole la razón a Pepe el jibarizado y lo coloqué sobre el aparador. - Hale, así serás el perejil de todas las salsas... ¿No dices nada? - Como a regañadientes, dijo: - OOOOOOO - ¿Qué dice? - Estooo... (al abuelito, que es más bueno que el pan, no le gustan las polémicas) que... no le has pedido perdón...
La sangre me subió a la cabeza, lo vi todo rojo y en un arranque de soberbia, cogí el llavero y cuando iba a tirarlo por el balcón... la Cotilla alargó la mano, lo cogió y metió en su bolso sin fondo. - ¡Me llevo ésta porquería! Algo sacaré de ella en el trapicheo que hay gente muy rara por ahí.
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