jueves, 4 de abril de 2024

¡Ay de mi!

He ido a la playa a llenar garrafas con agua de mar para la pila de Pascualita. Con tanto salto mortal trasvasa el agua de la pila al suelo. - ¡Para ya que la fregona lleva una hora quejándose del trabajo que le das!

Cuando la sirena me ha visto con las garrafas vacías ha lanzado dentelladas al aire como la fiera corrupia que es. Esto se traduce en ¡¡¡QUIERO SALIR DE CASAAAAAA!!! 

Para tener la fiesta en paz la he metido en el termo de los chinos y con él colgado del cuello , hemos salido a la calle, camino de la playa donde había unas olas de esas grandes que saltan los delfines. 

Pascualita las olió y las vio - Pero no las catarás (le dije) - Solo faltaría que se perdiera en los abismos marinos. La abuela no me dejaría ni el aire que respiro en el testamento. - 

La sirena no se daba por satisfecha y el ¡CHAS, CHAS! de su dentadura mordiendo el aire me ponía los pelos de punta.

De repente se hizo el silencio y me temí lo peor. - ¡¿Pascualita?! ¡Ay, dios! - Al ruido del mar, del viento, del barco que llegaba cargado de turistas... le faltaba el ¡CHAS, CHAS! - ¿Dónde estás, jodía?

Un dolor terrible (y conocido) en el dedo gordo del pie derecho me dio una pista. La sirena reptaba por la arena hacia la orilla del mar. Y las olas le salían al encuentro. -  ¡No, hija, noooo!  - El dedo gordo se estaba poniendo enooooorme. No podía andar. Así que me tiré en plancha sobre la medio sardina que, furiosa, mordió lo que tenía más cercano: ¡una teta! (mía, por supuesto)

Alguien dio la voz de alarma ante lo que se veía crecer a pasos agigantados. Vino la policía, los bomberos, la ambulancia... Médicos y enfermeras me trasteaban porque soy "un extrañísimo caso clínico que hay que estudiar a fondo" 

Ay, que acabaré dentro de un frasco de formol... - Pascualita... ¿DÓNDE ESTAS?

 

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