martes, 8 de febrero de 2022

¿Cincuenta euros? ¡JA!

 He llevado el cuadro de la Santa Cena a la Torre del Paseo Marítimo. Los comensales me han dejado la nevera vacía. Se han comido hasta las telarañas. 

El estirado mayordomo inglés no quería dejarme entrar: - ¡Es la casa de mis abuelitos, leñe! - Esta cosa que traer tú no ser de aquí. - ¡Es de mi abuela y le tiene mucho aprecio! - Yo no ver nunca here. - Se está rifando un tortazo y llevas todos los números (dije mientras la rabia ponía en marcha mi mano)

- ¡Alto! (la mano quedó en el aire) ¡Hola! (era el Médico, hijo de Andresito, mi segundo abuelito) ¡Dáme a mi esa torta, nena y me harás el hombre más feliz del mundo! - Ya lo creo que se la di. Y tengo que decir que la disfrutó muchísimo. Como es masoquista...

Entré con el cuadro bajo el brazo al salón donde ardía una hermosa chimena. - "¡¿Qué haces aquí con MI cuadro?!" - Te lo devuelvo. - Andresito saltó: - En esta casa no pega ni con cola. No es una obra de arte. - "Me trae recuerdos de mi abuela" (dijo la abuela) - ¡Jopé! (se me escapó)

Así estuvimos un rato, como de tanteo hasta que, al final el veredicto fue: - Llévatelo por donde has venido, tiparraca. - Entonces ataqué: - Vale, entonces me debeis cincuenta euros de lo que se ha comido ésta tropa. - Las risas duraron media hora. Incluso la Momia (mi bisabuelastra) salió de sus habitaciones y se unió a las carcajadas. Fue la única que se dio cuenta de que faltaba uno: - El Jefe no está. - Por eso están desmadrados. 

Cuando repetí tres veces lo de los cincuenta euros fue cuando los abuelitos mandaron a Geooooorge que me pusiera de patitas en la calle.

Sentada en mi sillón de la salita, con una copa de chinchón en la mano, pregunto a Pascualita: - ¿Por qué nadie me cree? - Y la sirena responde, a saber qué, metiéndose de cabeza en la copa.


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