lunes, 14 de febrero de 2022

Enamorada.

 Ha sido despertarme ésta mañana y tener la sensación de estar rodeada de atracadores de bancos del Oeste americano porque, todos, TODOS, llevaban puesta la mascarilla. 

- ¡Ni se te ocurra saltar de la cama sin el tapabocas que tienes el Ómicron, atontá! (dijo la Cotilla, apostada a la salida de mi cuarto escoba en mano) Tengo mascarillas de todos los colores, texturas y modeluquis varios. Los vendo como rosquillas en mis trapicheos nocturnos, o sea, que no tienes excusa  para no llevar uno. - Gracias, Cotilla, no esperaba menos de usted... - Ni menos ni más. Lo justo: Son diez euros. - ¿Cuántos? - Diez euros, sorda. - ¿Dos docenas? - No te columpies, boba de Coria. Un tapabocas transparente y puedes darte con un canto en los dientes porque te hago descuento.

Más tarde encontré a Pascualita, subida en el borde del acuario, luciendo una minimascarilla de algas mediterráneas. - ¡Que nivel, Maribel! (le dije antes de que se me escapara una risa) Cuando se te rompa podrás hacerte otra con la hoja de una col que lleva una semana en la nevera... jijijijji 

Pero no me hizo ni caso. Estaba colocada como si posara para un pintor, sacando su hermosa cola azul de sardina fuera del acuario y con los ojos fijos en la mesa del comedor. - De su diminuta figura salió tal suspiro que levantó olas en su pequeño hogar. 

- ¡Está enamoradaaaaa! (dijeron al unísono los comensales de la Santa Cena) - ¿Otra vez en celo? ¡Esto es un no parar! - Y entonces vi a su galán: un fornido y atractivo dios Neptuno, tridente en ristre, saliendo entre espumas de mar anunciando ricas latas de atún en una página de la revista que me pasó ayer una vecina. 

Estaba tan bueno que hasta me puse celosa.

 

 


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