viernes, 25 de febrero de 2022

¡Mi primer abuelito fue un "picador" de suecas!

Cada vez que la Cotilla pasa por el comedor se queda parada delante del cuadro en relieve de la Santa Cena, con la boca abierta y lo mira con mucho detenimiento pero no da en el clavo. - Cualquiera diría que no lo ha visto nunca (acabé por decirle) - Tienes razón. Es como si lo acabara de descubrir y me está dando un yuyu... Creo que me lo llevaré al trapicheo..., o se lo venderé al señor Li..., o... - ¡Ni o ni leches! Es mío y se queda aquí. - ¡De tuyo, nada, monada! Lo comprò tu abuela cuando tu aún no estabas ni programada para venir al mundo. - Vale. Pues es mío. - Hablaré con tu abuela y ya veremos que dice.

Se marchó hecha un basilisco. Mi primer abuelito, envuelto en aromas de Chanel, dio unas vueltas por el comedor hasta sentarse en la mesa de la Santa Cena. - ¿Y estos cuando acaban de comer? ... ¡Oh,! - A partir del momento en que descubrió a la camarera se dedicó a ligar con ella y así descubrí que, en su juventud fue un "picador" de suecas. Como fueron casi todos los jóvenes mallorquines de los años sesenta.

Llamó la abuela: - "Dale a la Cotilla ese cuadro, nena, que es más antiguo que andar palante." - ¡Que no! No sabía que tu ex había sido un "picador" en su juventud. - A la abuela le dio un ataque de risa. Hasta Pascualita la oyó y saltó del fondo del orinal hasta el borde sin quitarme el ojo de encima. -  "¡Pero si era un pusilánime! jajajajajajaja" - Dicen que quién tuvo, retuvo. - "Déjate de tontunas, boba de Coria y dale el cuadro a la Cotilla"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Dice tu abuela que me... ¿Qué es eso? - En vuelo rasante, el abuelito despeinó a la Cotilla con la cola del sudario. Una y otra vez. Ella no paraba de espantar "moscas" hasta que se mirò en el espejo. Tenía el pelo de punta y, de repente, vio como se bajaba y volvía a subir. Balbuceó: - ¿Es... tu...? No ¿verdad...? - Sí, Cotilla. Es el abuelito. 

Aún resuena en mi cabeza el alarido que soltó y fue alargando a medida que bajaba la escalera y corría por la acera alejándose de casa, a pesar de haber doblado ya la esquina.

 

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