Después de las lluvias de los últimos días el árbol de la calle ha desarrollado ramas nuevas que crecen con la fuerza de un titán. Y ayer llamaron a la ventana de la cocina mientras Pascualita y yo desayunábamos. Me asusté porque por allí no llama nadie. Después pensé que era una broma de mi primer abuelito.
- No es el mejor momento ¡¿No ves cómo ésta dejando la cocina la media sardina?! - Ella siguió con sus saltos mortales al fondo de su taza de cola cao. Y el abuelito, que se me apareció sentado sobre el frutero, negó con la cabeza ser el autor de "la broma". - Perdona... ¿Entonces quién...? - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla me miró. - ¿Has visto un fantasma, boba de Coria? - Sí... ¡No! es que han llamado a la ventana de la cocina. - ¿Has desayunado con chinchón? - En ese mismo instante se repitió la llamada.
La Cotilla se puso blanca como la pared. - ¿No será... tu... primer... abuelito...? - Me ha dicho que no. - El color blanco se intensificó. - No juegues... con... esas cosas..., jodía... - Dio media vuelta y se fue a la salita diciendo: - Tengo algo mejor que hacer que escucharte.
Abrí la ventana y dos ramas nuevas entraron por ella. Eran expléndidas, llenas de hojas tiernas, verdes y relucientes. Me saludaron dándome suaves golpecitos en la cabeza. Fue todo un detalle. Y de repente me entraron unas ganas terribles de subirme a ellas e irme muy lejos.
De la salita llegaban ruídos sospechosos. - ¡Otra vez, no! ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAA!!!
Efectivamente, la vecina estaba montando un nuevo altar dedicado a los Amigos de lo Ajeno. En éste caso, a su gurú más querido y por el que suspira todas las noches: Luis Bárcenas.
Una foto suya presidía aquella mesita llena de velas. Las había desde restos de velones de las iglesias donde "límpia" los cepillos cada mañana, hasta velitas de cumpleaños. - ¡Al final será el mejor de todos! ¡No ha hecho nada, nada...! Y al pobre le rompieron el ordenador. Que sufrimiento el suyo... ¡Ayúdame a encender las velas! - ¡¡¡No, que me quemará la casa!!! - Pero la pirómana en potencia ya se había puesto manos a la obra.
Corrí al teléfono y llamé a los bomberos. - ¡¡¡Vengan rápido, pero solo LOS DEL CALENDARIO!!!
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